sábado, 10 de diciembre de 2011

RECUPERANDO TU AMOR. CAPITULO 24: TARDE DE COMPRAS AL ESTILO ALICE



DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia me pertenecen, son propiedad exclusiva de la magnifica S. Meyer.





Capitulo 23: Tarde de compras al estilo Alice
Pov Bella
—¿Podrías repetirme eso que has dicho otra vez?—dijo Alice al teléfono y en mi mente se instalo una imagen mental de mi amiga poniéndose una mano en la oreja y fingiendo un repentino ataque de sordera.
—Pues que la escuela se incendió el invierno pasado y  a Edward y a Emmett les  van a dar una medalla y un reconocimiento  por salvar a unos niños que estaban atrapados en uno de los cuartos de baño —dije intentando desviar de la atención de mí amiga la verdadera cuestión.
— Es muy loable de su parte, Bella y en cuanto lo vea le voy a felicitar por eso, pero ¿exactamente qué quieres?—siguió mi amiga erre que erre.
—Pues ya te lo dicho Alice –le respondí exasperada—, quiero que Rose y tú me acompañéis a comprar el vestido más bonito que encontremos. Quiero estar muy guapa ese día –añadí esto último en un susurro como para mí, pero Alice me oyó.
—¿Dónde está mi amiga y que has hecho con ella?, pero no eras tú la que decías que esas cosas carecían de importancia y que  no veías la necesidad de ir de compras por un fiestecita de nada o un baile, que ya encontrarías cualquier cosa.
—Esta es una ocasión especial —le dije bajando la cabeza.
—No tendrá ese comentario nada que ver con una repentina bajada de autoestima  debido a  cierta rubia despampanante que otros años acompañó a Edward, más bien obligo a ir,  a esos bailes.
—Bueno… — empecé— es una zorra, una malnacida y una arpía pero a mi lado… ella es más guapa.
—Tú eres idiota amiga —dijo Alice enfadada– ¿ella más guapa que tú?— ni en sus mejores sueños,  y aunque así fuera Edward te prefirió a ti ¿o no?
— Sí pero… — intenté decir.
—Pero nada —me cortó—. Bella iremos de compras hoy mismo y te comprarás el vestido más bonito que exista, acudirás a ese baile como la reina que eres en el corazón de ese hombre. ¿Pero que no has visto como te mira? Deja de pensar y decir estupideces. Pero te advierto que te vestiré de Bella Swan —dijo muy segura—no dejaré –prosiguió—, que te disfraces de lo que no eres solo para subir una estúpida autoestima que en estos momentos debería estar tocando el cielo. Bella –añadió— tu eres una mujer de verdad, Tanya no es más que un proyecto de mujer,  una zorra sin escrúpulos,  ¿de verdad quieres parecerte a ella aunque solo sea en el vestir? no resultaría Bella, no estarías ni la mitad de guapa, tú eres tú y punto. ¿Dónde estén  esas palabras de ánimo y esos sabios consejos que a través  de tu revista dices a esas jóvenes tan faltas de autoestima que llegan a enfermar?,  ¿podrías aplicarte un poco el cuento? Voy a llamar a Rose—, concluyó dando por terminada la conversación y colgándome el teléfono.
 Pero nadie mejor que mi amiga para subir mi autoestima, la verdad es que ese discurso que me había echado además de llegarme al alma me había subido la moral. He de reconocer que mi Alice tenía razón. Pero  no podía evitar compararme  con Tanya. El baile se celebraba en Seattle y al él no solo acudiría gente de Forks conocedores de nuestra situación, sino gente de Seattle y Port Ángeles y me había dado por pensar que al verme del brazo de Edward en “sustitución” de la que ellos creen su esposa, pensarían  que Edward había perdido con el cambio.
 Y Ahora, mientras guardaba en la nevera la comida que  habíamos comprado en el supermercado y veía como  mi marido columpiaba a su hija  en ese viejo columpio que tan buenos recuerdos me traía, no puede evitar pensar lo tonta que había sido al considerar siquiera semejante cosa. Y sobre todo después de la noche que me había regalado. Si me humedecía de nuevo nada más recordarlo. Pegué mi cara al cristal recordando más que viendo los hermosos momentos que Edward y yo habíamos pasado en ese entonces desvencijado columpio y que ahora había reformado y pintado de un bonito color rojo.
—Un dólar por tus pensamientos —me dijo una voz aterciopelada y maravillosa mientras que unos labios más  maravillosos todavía me daban un beso en el cuello y unos brazos rodeaban mi cintura por detrás.
—Solo estaba recordando los inolvidables momentos pasados en ese columpio –le dije sonrojándome.
—Sí, yo también los recuerdo. Solía venir aquí muy a menudo y me sentaba en él a recordar, Bella. Esta casa era mi refugio. Bella —me dijo poniendo uno papeles en mi mano —firma esto por favor, Kate me los ha mandado, los acabo de recibir.
—¿De qué se trata?—le pregunté.
—Son las escrituras de esta casa puestas a tu nombre y al mío, a partes iguales. Quiero que todo lo mío sea tuyo Bella. A mí ya me tienes en cuerpo y alma y esta casa es lo único que poseo. Quiero que sea tan tuya como mía. Fírmalos por favor –me pidió mientras depositaba besos cortitos en mi cuello.
—Lo haré con una condición –le dije con mi corazón exultante de alegría por el detalle que estaba teniendo. De verdad se estaba ganando mi perdón a marchas forzadas. Y no era la casa en sí,  sino el hecho de que quería que compartiéramos las cosas como iguales.
—¿Que condición,  mi vida?–me preguntó sin dejar de besarme mientras vigilaba a Gaby jugar en el columpio.
—Yo también quiero que todo lo mío  sea tuyo—le contesté—, a mí ya me tienes en cuerpo y alma –le dije repitiendo sus mismas palabras—. Las cosas materiales que poseo son mi dinero,  el Aston Martin que tanto te gusta y   el Mercedes. El dinero está depositado en una cuenta a nombre de los dos por lo que no hay necesidad de hacer papeleos, pero quiero que lo consideres tan tuyo como mío —le pedí—, y coge lo que necesites cuando lo necesites o cuando quieras. Y lo mismo en cuanto a los coches,  quiero que los uses siempre que  se te antoje  o te parezca  bien,  son completamente tuyos, sobre todo el Aston Martín el cual  he conservado para ti.
Me giró hacia él y me dio un suave y tierno beso en los labios que no expresaba más que amor.
—Ojalá  que llegue antes del baile —me dijo con su típica sonrisa torcida— ¿te imaginas?,  del brazo de la mujer más guapa de todo el estado y conduciendo ese coche. Voy a ser la envidia de todos —yo le di un golpe en el pecho roja como un tomate por lo que acababa de decirme y él me volvió a besar.
—He oído lo que le decías a Alice, amor –me dijo señalando a la ventana que estaba abierta –nunca me oyes, jamás te compares con esa mujerzuela Bella —me dijo con un poco de enfado en la voz—. Ella no es digna ni de besar por donde tu pisas. Tú eres una maravillosa mujer, buena profesional, buena hija, buena madre, buena amiga y… magnifica esposa, ella no es más que una rubia oxigenada sin pizca de cerebro que necesita pintarse como una puerta para parecer guapa. Además de ser mala persona en todos los aspectos de su vida. No llores amor, ¿te he hecho llorar? lo siento –me dijo al notar mis lagrimas, limpiándomelas a la vez con su boca.
—No me has hecho nada –le dije para tranquilizarle—… muchos en ese baile saben que ella es tu esposa y…
—Tú eres mi esposa Bella, mi mujer, mi todo, nunca lo dudes, y no solo por la resolución de un juez, sino porque yo lo siento aquí, en el corazón. Y no dudaré en aclarárselo a cualquiera que plantee la menor duda en ese baile. Es por esa una de las razones por lo que quiero volver a sellar nuestro amor casándome de nuevo contigo. De cualquier forma, todos los que habrá en ese baile son compañeros que están la mayoría al corriente de lo que ha sucedido. Firma por favor —me dijo tendiéndome los papeles y un bolígrafo. Yo los cogí con una gran sonrisa pintada en el rostro y firmé todo lo que me dijo que tenía que firmar—. Mañana se lo enviaré de nuevo a Kate para que me lo tramite –me dijo—. Le pedí el favor porque no conocía a ningún otro abogado y como además es tu amiga… espero que no te moleste.
—Todo lo mío es tuyo ¿recuerdas? y eso incluye a mis abogados y mis amigos – le dije muy en serio aunque mi tono era distendido. Guardó los papeles en la carpeta de donde los había sacado y me dio otro largo beso en los labios que en seguida comenzamos a profundizar. Fue un beso dulce, lento, mi lengua le pidió permiso para entrar y él me lo dio gustoso, saboreé cada recoveco de su boca con mi lengua mientras él hacía lo mismo con la suya. Pronto nos tuvimos que separar, no solo por la falta de aire sino porque el maldito e inoportuno móvil sonó.
—Dime Alice –bufé más que contesté  cuando vi el identificador de llamadas mientras notaba como Edward se reía detrás de mí—, vale, bien, de acuerdo,  ahora se lo digo –le dije después de escuchar lo que me decía.
—Alice,  Rose, Ángela  y yo vamos a ir de compras a Seattle para lo de  los vestidos del baile y  Emmett y Jasper han pensado que podríamos ir todos para ir viendo también los regalos de Navidad, que ya es la semana que viene.
—Me parece perfecto —me contestó —Tus regalos ya los tengo –me dijo mientras volvía a ponerme con mi espalda pegada a su pecho para que así pudiéramos vigilar mejor a Gaby—.  Uno de ellos ya más o menos lo sabes aunque tiene que llegar el documento que lo haga oficial  y el otro lo compré el día que fuimos a por  la cama de Gaby mientras Rose la entretenía. Bella, con respecto al regalo de Gaby, verás quería hablar contigo. El día que estuvimos de compras, vio una bici que le  gustó y se pasó dos días diciendo que se la iba  a pedir a Papa Noel porque la suya era ya muy pequeña, ¿qué te parece?
—Me parece perfecto. De hecho su bici no es bici,   es una especie de triciclo. Es otra cosa que he dejado en Jacksonville. Pensaba comprarle una buena bici aquí.  Así que me has leído la  mente.
—Pues no se hable más,  mientras las mujeres compran vestidos nosotros compramos los regalos de nuestras mujeres y luego compramos lo que nos falte –me dijo mientras pasaba los labios por mi cuello de arriba abajo  cosa que me estaba poniendo a cien—, mira así conozco más a Jasper.
—Te gustará,  es una buena persona—le dije– y ha sido un gran soporte para mi todos estos años. Me alegra de que comprendas nuestra relación, es algo así como otro hermano más.
—No te voy a negar que al principio sentí celos tanto de él como de Jacob –me dijo —pero ahora todo está bien mi amor.
—Pues me alegro —le dije volviéndome y dándole un beso en los labios— Y ahora voy a preparar la comida que cierta señorita pronto tendrá hambre y no conoces a Alice cuando se trata de ir de compras y uno se retrasa.
—Te ayudo —me dijo ilusionado —como cuando ayudábamos a mamá, o cuando te ayudaba a ti ¿te acuerdas?, ¿recuerdas cuando terminábamos rebozados de harina después de una de nuestras guerras?
—Claro que me acuerdo –le dije sonriendo.
—Pues vamos a recuperar otra cosa más de nuestra relación —dijo poniéndose un delantal y en ese instante mi mente calenturienta se lo imaginó con ese mismo delantal pero sin nada debajo.
Preparamos la comida entre risas y bromas y como no, tirándonos pegotes de harina el uno al otro, recuperando como él  había dicho antes ese aspecto de nuestra relación. Pero en esta nueva ecuación se incorporó una personita más. Gaby nos pilló en medio de nuestra peculiar batalla y quiso participar, por lo que al final parecíamos un trozo de pescado a la espera de que nos frieran. Después de darnos una ducha rápida comimos entre risas y bromas mientas le contábamos a Gaby detalles de nuestras antiguas batallas de harina. Después de fregar y recoger entre los tres la cocina, nos vestimos y fuimos a donde habíamos quedado con los demás. Gaby se empeñó en irse con sus primos en el coche por lo que hubo que hacer verdaderas maniobras para meter tres sillas de viaje en el coche de Emmett, pero se consiguió. Alice y Jasper venían con nosotros y Ángela y Ben,  que siempre eran invitados al baile, en su propio coche con sus hijos. Tuvimos un viaje muy agradable según para quien claro,  porque Jasper en un intento de caerle mejor a Edward se pasó todo el rato contando anécdotas sobre  mi habilidad para caerme y tropezar en los sitios más insospechados así como de las cosas que me pasaban por culpa de ese dudoso don.
—Bueno, vamos primero a ver los vestidos—dijo una muy entusiasmada Alice a la conquista de un centro comercial que no conocía. Y arrastrándonos  a Ángela,  a Rose y a mí con ella—.  Gaby, Maggie, vosotras os vais con vuestros padres  —horror había empezado a dar órdenes—vosotros —dijo dirigiéndose a los chicos—,  haced lo que sea que hacen los hombres cuando están solos pero teniendo en cuenta que lleváis niños con vosotros. Dentro de una hora más o menos quedamos aquí –Emmett, Edward y Ben que no estaban acostumbrados a semejante transformación,   la miraban de hito en hito asintiendo automáticamente. Pobres,  si lo único que les faltó  fue cuadrarse ante ella.
—Haz caso de los consejos del Capitán General –me dijo Edward al oído antes de irse—, sé tú misma bella, tu eres genuina y única, no quieras parecerte a nadie. Yo te quiero a ti —y una vez dicho esto me dio un beso en los labios y se marchó con Emmett, Ben  y  Jasper, dejándome plantada en el sitio aunque no por mucho tiempo.
—Vamos —dijo Alice tirando de mí—, que no tenemos todo el día.
Recorrimos un montón de tiendas de ropa. Rose, Ángela y Alice encontraron sus vestidos en la tercera o cuarta tienda que encontramos. Edward les había dado a Jasper y Alice, hacia escasamente unos minutos,  una invitación para el baile, dejándome gratamente sorprendida, un punto más a su favor. Tenía tantas ganas de darle mi regalo de Navidad. Lo había mandado hacer expresamente para él en Jacksonville, mi decisión estaba tomada y cada minuto que pasaba y con cada cosa que hacía me reafirmaba cada vez más en ella. Iba sumida en mis pensamientos cuando al dar la vuelta en una esquina me fijé  en una tienda y en el vestido que llevaba puesto el maniquí del escaparate.
—Chicas ¿qué os parece este? –les pregunté.
—Es perfecto Bella, creo que por fin lo has encontrado—me contestó  Rose.  Alice y Ángela asintieron complacidas. Entramos en la tienda y pedimos el vestido en mi talla, entré a los probadores y me lo probé. Yo me veía bien. Salí con él puesto y vi que mis tres amigas  se quedaban sin palabras.
—¿Esa mirada es de “Bella que guapas estás” o “la de quítate eso en seguida que pareces un adefesio” ? –las enfrenté.
—Esta mirada es la de Bella estás preciosa y vas a tener a Edward babeando todo el rato y quitándote moscones de encima –dijo Alice al tiempo que Rose y Ángela asentían con la mirada.
—Amén  a eso amiga mía —dijo Rose confirmándome lo que su mirada me decía—. Solo una cosa Bella –me dijo —veras… con este tipo de vestido no puedes llevar ropa interior, si acaso un tanguita muy, muy pequeño.
—¿Qué?–  pregunté sonrojándome al instante mientras la miraba estupefacta— ¿Rose no me estarás insinuando que valla desnuda debajo de este vestido?
—Bueno podemos optar por la idea del tanguita y arriba un sujetador que no se note mucho, si vas a ir más cómoda —me dijo Alice—, aunque no creo que a Edward le importe la primera opción.
—¿Qué no?—saltamos Rose y yo a la vez—, no conoces lo posesivo que es Edward,  en cuanto se dé cuenta de que no llevo ropa interior querrá llevarme de vuelta a casa.
—De acuerdo,   pues vamos a ver si encontramos alguna tienda de Victoria Secrets —dijo Rose—, porque eso que dices es una gran verdad.
Seguimos recorriendo el centro comercial en busca de las tiendas de ropa interior. En realidad no se qué mosca le había picado a Alice con Victoria Secrets, parecía que llevaba comisión. Según mi modo de ver cualquier tienda de ropa interior valía ¿o no?, pero hasta que no encontramos una tienda de esa firma no paró. Entramos y como venía a ser su costumbre, cogió una cesta y empezó echar cosas en ella a cada cual más escandalosa.
—Bella las cuatro tenemos maridos a los que poner las pilas –dijo inocentemente–, toma pruébate esto.
—Este conjunto es el indicado para ese tipo de vestido, aunque yo iría sin nada, tú verás –me dijo cuando salí del probador.
— Pues como yo veré, yo decido y decido llevar puesto este conjunto.
—Pues nada.  Nos lo llevamos, y este y este y este también…
—Un momento ¿para quién es todo esto?—le pregunté.
—Bueno este para mi, y estos otros para ti, no sé a lo mejor la noche de Nochebuena lo necesitas, hombre lo digo, porque al ser una noche especial… a lo mejor querrías…
—Yo me voy a llevar estos dos –anunció Rose saliendo de no se sabe donde—, uno me lo pienso poner para celebrar la Navidad y el otro el año Nuevo con eso de que es costumbre que los niños se queden en casa de la abuela –explicó a Alice.
—Y yo me llevo esto también –dijo Ángela–. Oye Bella,  en casa de tu madre no habrá un huequito para dos niños más.
 Y todas nos echamos a reír.
—Hala, vamos a buscar zapatos –dijo de nuevo el Capitán General de las compras una vez que hubimos pagado por la indecorosa ropa interior.
—¿Y no podemos dejar los zapatos para otro día?, los chicos ya deben estar esperando –le dije esperanzada.
—Pues que esperen —contestó —que es su obligación, todavía tenemos que comprar los zapatos y mirar algo para Gaby.
—Para comprarle algo a Gaby primero tendrás que tener a la modelo y como no has querido que venga —le dije contraatacando con lo obvio.
—Bueno, ahí me has pillado, pero no podíamos traerla a… este tipo de tiendas ¿no?
—Se supone que veníamos a comprar vestidos para el baile, no a este tipo de tiendas—me defendí.
—¿Y que se supone que vamos a llevar debajo?—me contestó alzando una ceja.
—¿Pero no acabas de decir que es mejor que no llevara nada?—volví a contraatacar.
—Para tu tipo de vestido sí, pero los nuestros son distintos y además yo que sé que vestido te ibas a comprar antes de que lo hicieras,  no puedo predecir el futuro. Solo pensé que íbamos a necesitar entrar aquí —dijo muy orgullosa de su exposición y yo me la quedé mirando con cansancio.
—De verdad que vuestras discusiones son divertidísimas –dijo Ángela que se lo estaba pasando la mar de bien y se lo merecía ya que por lo visto había echado a Edward en el juzgado una mano declarando a su favor al igual que su marido, el actual Alcalde de Forks y unos cuantos compañeros.
Fuimos en busca de los famosos zapatos que por suerte encontramos en la primera tienda a la que entramos, pero claro no sin antes marear a la dependienta y probarnos  media tienda para acabar eligiendo los primeros que habíamos visto. Una de las muchas especialidades de Alice a la que Rose se había sumado y Ángela se acababa  de añadir al club. Salimos de la zapatería y nos encaminamos a buscar a los chicos. Los encontramos en unos recreativos que estaban justo donde habíamos quedado. Me quedé embobada mirando a Edward y a mi hija interactuar entre ellos. Estaban jugando todos al futbolín y se veía claramente como estaba pendiente de todo lo que hacía su hija y como la enseñaba y la guiaba para hacer una buena jugada.
Pasamos el resto de la tarde buscando regalos para nuestros padres y  para nosotros mismos. Fue muy divertido porque cuando Rose quería comprarle algo a Emmett, nosotras le entreteníamos y lo mismo con Jasper. Como yo ya le había comprado mi regalo a Edward no hizo falta ninguna maniobra y los chicos decían que ya tenían lo nuestro. Lo más divertido fue entretener a los niños para que no vieran nada de lo que hacíamos. Yo también aproveché para comprar los regalos de los demás. Jamás lo reconocería delante de mi hiperactiva amiga, pero estaba disfrutando de lo lindo. Las luces Navideñas infundían un aire especial a la atmósfera y recorrer las diversas calles del centro comercial entre los brazos de Edward era otro de los muchos recuerdos de nuestra relación que estábamos recuperando. A él se le veía feliz junto a nosotras y yo no cabía en mí de dicha. Me  acurruqué más contra su pecho inhalando su delicioso aroma. Yo ya le había perdonado, solo me quedaba decírselo y eso se lo iba a dar como regalo de Navidad. En realidad le había perdonado desde el primer momento en que me enteré de la verdad, de lo que había hecho y porqué lo había hecho. Solo mi orgullo herido por pensar que se estaba acostando con esa mujer y la rabia de que no hubiera contado conmigo me lo impedía. Pero todo eso había quedado atrás. Ahora se abría un camino nuevo ante nosotros. Era feliz, totalmente feliz. Solo me quedaba que esa arpía y su padre acabaran por fin entre rejas.


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