domingo, 25 de noviembre de 2012

UNA CITA CASI A CIEGAS. CAPÍTULO 25: ISABELLA Y MARIE VAN A TENER A EDWARD



DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia me pertenece, son propiedad exclusiva de S. Meyer.

Capítulo 24: Isabella y Marie van a tener a Edward

Pov Edward

—¡Eddie, Edward!, ¿dónde se habrá metido este hombre?

Solo era capaz de escuchar el suave repiqueteó de las gotas al chocar contra el suelo de la ducha. Todo era paz y tranquilidad a mi alrededor. El agua caía sobre mi cuerpo relajando todos y cada uno de mis doloridos músculos. Estaba agotado, literalmente agotado. No sé cuánto tiempo llevaba apoyado contra la pared dejando que el preciado líquido elemento cayese sobre mí. Podrían haber sido minutos, horas, años…el caso es que lo necesitaba. No voy a negar que echaba de menos a mi Bella aquí dentro, la duchas sin ella eran…más aburridas sin ella pero…que le íbamos a hacer…sino se hacen cierto tipo de sacrificios por un amigo que lo necesita y merece, ¿qué clases de personas seríamos?

Adoraba a mi Bella, ella era todo para mí, absolutamente todo, la amaba con cada fibra de mi ser, estaba muy ilusionado con la llegada de mi propio bebé y de mis ahijadas, le estaba muy agradecido a Chelsea por lo que una vez hizo por nosotros. Por eso me tomaba este cansancio como algo necesario pues ambas me necesitaban… me encantaba sentirme necesitado, valorado, querido, apreciado…amado por esa mujer que era toda mi vida y por aquella amiga que nos había demostrado tanta fidelidad y que estaba sola, aunque…para ser sincero…tenía tantas ganas como ella de que Carlos volviera. Lo que Chelsea no sabía es que faltaban horas para su vuelta. Esta mañana había recibido una llamada telefónica de él diciéndome que llegaba en la madrugada. Me había pedido que no le dijera nada a Chelsea…era su sorpresa para ella.

No voy a negar que esa noticia me había relajado mucho, mañana seríamos dos en las clases del parto… todo volvería a su lugar. La matrona que las impartía por fin se daría cuenta de que cuando Chelsea decía que era la amiga, lo decía en el buen sentido de la palabra. Carlos, respiraría con Chelsea y haría los ejercicios con ella. Al regresar a casa, yo podría ducharme con mi Bella pues él ya se encargaría de hacerlo con su mujer. No creo que Emily dejase viajar a nuestra amiga con su embarazado tan avanzado y sobre todo trayendo gemelos, por eso les iba a decir que mi casa era su casa hasta que pudiesen regresar a Mallorca. De hecho pensaba ofrecerles una participación en las acciones de la compañía y un puesto de trabajo en nuestro periódico. Ambos se quejaban de sufrir el llamado Síndrome de la Isla, algo psicológico que sufrían muchas personas que vivían allí ya que el único modo de salir era por avión o barco.

El agua de la ducha seguía cayendo implacable sobre mi cuerpo…. yo era incapaz de pensar…mi agotada mente parecía incapaz de dejarme tranquilo y ahora recreaba en mi subconsciente una conversación entre Chelsea y Bella…parecía que me llamaban…pero mi cuerpo se negaba a moverse…

—¡Eddie, Edward!, ¡maldita sea, este hombre esta sordo!, ¿dónde se ha metido?, por Dios nunca me ha dolido tanto algo parece que voy a echar el alma por la boca.

—Seguro…que… está… en… la… ducha…y no nos oye ¡Ayyyyyyyyyyyyyyy!

—¿Y…. cuanto tiempo….necesita… para ducharse si está solo?, a este paso aparecerá cuando… su hijo se case más que nada por hacer bulto.

—Bueno recuerda…. que hemos quedado que tu hijo… se tiene que casar con una de mis hijas…esperemos que le parezca bien.

—A quien les tiene que parecer bien es a nuestros hijos ¿no crees?, Ayyyyy ¡maldita sea como duele esto!, ¡Edward!, ¿dónde te has metido?, ¿te has caído por el sumidero de la ducha?

Sin darme cuenta me fui resbalando poco a poco hasta llegar al suelo, el cansancio me pasaba factura, me estaba quedando adormilado arrullado por el repiqueteo de las gotas, solo escuchaba a mi alrededor el sonido del agua cayendo….parecía que alguien me llamaba…seguro que era una jugarreta de mi mente… en este momento por mí el mundo se podría ir a pique porque yo…

—¡Eddie, Edward!, ¿puedes venir un momentito por favor?, vamos sino te molesta…

Un momento, ¿solo el sonido del agua cayendo?, ¿alguien que me llamaba? esos gritos no los producía el agua, más bien parecían gritos de…¿terror? Salí de la ducha lo más deprisa que pude tropezándome con el borde de la misma lo que provocó un encuentro inesperado con el suelo.

—¡Eddie, Edward!

Lo cierto es que me había hecho daño pero no tenía tiempo para auto compadecerme, me levanté con dignidad, saltando sobre un pie en un pobre intento de aliviar el dolor del otro, me enrollé una toalla a la cintura y fui corriendo como alma que lleva al diablo hacia los gritos, ¿qué diablos les pasaría ahora?, como sea otro antojo…vamos a ver Cullen esos no son gritos de antojos son gritos de…pero todo pensamiento coherente se fue a la porra cuando al entrar en el salón mis ojos vieron la escena dantesca que tenía lugar en él. Bella y Chelsea estaban las dos a cuatro patas en medio de un charco de agua de dudoso color, la una encarada a la otra y sujetándose la tripa con las manos, al tiempo que gritaban por turnos, pues ni en eso conseguían coordinarse las pobres, también por turnos resoplaban y respiraban tal y como nos habían enseñado. Yo me las quedé mirando y comencé a resoplar con ellas pues mi subconsciente entrenado me mandó que lo hiciera. En ese momento mi cuerpo se congeló, mis pies se pegaron al suelo, mi boca se paralizó, solo acertaba a resoplar tal como hacían ellas y… ¿estaba rompiendo aguas yo también?, me pregunté al ver el charco que había bajo mis pies. Vamos a ver Cullen no seas estúpido, los hombres no rompen aguas, acabas de salir de la ducha, me dije a mi mismo mirando hacia abajo, te recuerdo que no te has secado el cuerpo. Si hubieras roto aguas serías objeto de estudio y…

—¿Te vas a quedar ahí mirando como parimos aquí en medio o nos vas a llevar al hospital?– me dijo de pronto Bella antes de comenzar a gritar de nuevo sacándome de mi estúpida y ridícula paja mental. Mi mente shockeada salió de la impresión para asimilar lo que estaba sucediendo y entonces entré de nuevo en shock al tiempo que mis piernas comenzaban a temblar. Asentí con la cabeza incapaz de decir algo coherente y subí de nuevo las escaleras tropezándome con mis propios pies al más puro estilo Bella.

Entré a la habitación y tomé la pequeña maleta que mi esposa había preparado para llevar al hospital. Raudo y veloz fui al cuarto de Chelsea a por la suya. Bajé de nuevo las escaleras y pasé a su lado, rumbo al garaje. Las dos, que seguían a cuatro patas, me miraron mal pero yo no tenía tiempo de analizar esa mirada. Llegué al garaje abrí la puerta del volvo y metí las dos maletas. Volví al salón y tomé a Bella en mis brazos, cuando llegué al coche fui directamente al maletero, lo abrí y…

—Edward Cullen, ¿no pensarás meterme ahí dentro verdad? –miré un momento hacia el susodicho sitio y…

—Lo…lo…siento…amor…yo…yo…los nervios…dije yendo hacia la parte de delante del coche y sentándola en el asiento del copiloto. Saqué las maletas de donde las había dejado, las coloqué en el maletero, su lugar correspondiente, fui a por Chelsea, la puse en el asiento de detrás, abrí el asiento del piloto y…

—Edward Cullen, a mi me encanta y excita verte así pero…no creo que me guste que ni las enfermeras…ni siquiera Chelsea…te vean vestido de esa guisa, además que nos pueden poner una multa y salir en todos los periódicos. Ya me estoy imaginando el titular: futuro padre se vuelve el escandaloso público número uno.

Me di cuenta entonces de que no me había vestido y seguía con la toalla enrollada a la cintura…

—Tranquila Bella que yo en estos momentos estoy un poco ocupada –dijo Chelsea lanzando un nuevo grito de dolor –vamos que ni por qué me pusieras delante a Robert Pattison o Taylor Lautner haciendo estreeptease…

Y ya estaban otra vez con esos dos, ¿qué coño tendrían que no tuviéramos los demás?, pensé malhumorado por el comentario, la señora a punto de tener a mi hijo…y la otra a punto de tener los de Carlos…serán…

Sin decir palabra subí rápidamente las escaleras, entré a la habitación y me puse los bóxers. Caray como picaban y que estrechos me quedaban, ¿por qué se me metían por…? además mi miembro se salía y no es que estuviese erecto no era momento, reconozco que era grande pero …al pasar por delante del espejo tuve la respuesta a todos los interrogantes. Con las prisas me había puesto uno de los tanguitas de Bella, ¿cómo demonios le cabía eso en el culo?, no es que estuviera gorda, pero…ahora me explicaba porque a mí me ponía tan…vamos a ver Cullen quieres dejar de pensar idioteces y vestirte de una vez.

Cuando ya por fin logré ponerme unos bóxers y meter los pies en los Jeans, cada uno en el sitio correspondiente, fui a por los zapatos pero…no me había terminado de subir bien los pantalones, mis susodichos pies se tropezaron y…besé el suelo. Me levanté como pude pasando la lengua por el labio pues me lo había mordido al caer haciéndome un poco de sangre, me termine de subir los pantalones, me puse los zapatos cada uno en el respectivo pie, y bajé de nuevo al garaje…

—Menos mal que ya has vuelto, a este paso tu hijo se casa y tu aun estas vistiéndote, te vamos a tener que comprar un GPS para localizarte –preferí ignorar el comentario, seguido de un estruendoso grito así que me metí en el coche y puse rumbo al…hospital. Llamé a Rose por el manos libres, Emmett había encargado a un compañero, experto en el tema, que lo manipulara para que fuera un medio de comunicación seguro al igual que lo eran los móviles que me había mandado Laurent.

—Rose –le dije cuando contestó –Isabella y Marie van a tener a Edward –no así no es –estoy de parto –no, así tampoco –los bebés van a tener a Chelsea y a Bella…esto…vamos que voy camino del hospital.

—No te preocupes Edward te entiendo, voy a ver con quien puedo dejar a Rossie y voy a echarte una mano.

—Rose, intenta ponerte en contacto con Carlos…esto…llamó esta mañana para decirme que regresaba en las primeras horas de la madrugada, ¡pero serás merluzo!, ¿no ves que estoy de parto?, ¿es que te dieron el carnet de conducir en una feria?– le increpé a un conductor que me había hecho una maniobra extraña ¿o había sido yo el autor?, me pregunté a mi mismo mientras fundía el claxon de tanto tocarlo. La verdad es que a estas alturas el concepto de color rojo, ámbar o verde, había perdido sentido para mí y corría como un loco atravesando la ciudad. Menos mal que había poco tráfico.

—¿Y porque no me lo habíais dicho?, os juro que…—pero no supe que nos iba a jurar porque una nueva contracción seguida de una serie de insultos a su marido que es mejor no reproducir, inundó de nuevo el ambiente del coche. Vamos a ver qué culpa tendríamos los hombres y nuestra supuesta arma de destrucción masiva, tal y como mi amiga la estaba llamando, que yo supiera ellas no ponían pegas cuando utilizábamos con ellas el…arma.

—Chelsea, cariño, te quería dar una sorpresa, no te pongas así él…—pero callé porque esta vez el grito era de Bella.

—Pues me parece que la sorpresa se la va a llevar él y luego un buen bofetón de mi parte por sus ocurrencias. Para sorpresas estoy yo. Le voy a dar yo sorpresa.

—Rose –seguí diciendo ignorando los gritos de las dos y los comentarios de Chelsea, te encargas de ponerte en contacto con todos. Bueno…esto…a las chicas…pues verás…vamos que no me importaría si las dejases para las ultimas –le dije sin saber ni siquiera que decía.

—A ver si va a resultar que las abuelas y las tías del muchacho van a ser las últimas en enterarse –me recriminó mi Bella con mala cara.

—Tranquilo Edward…yo me encargo de llamar a todos –me dijo Rose mientras una luz azul seguida de un sonido muy familiar, me cegaba la cara.

—Lo que faltaba, claro sino fueras tan deprisa, vamos al hospital a tener un bebé no hace falta que te creas Rayo McQueen –el sonido de unos golpes en el cristal me detuvieron de contestar mal por segunda vez a mi esposa. Bajé la ventana a un policía con una cara…muy seria.

—Perdone agente pero es que los bebes corrían porque el coche esta de parto y… esto… –miré al policía con expresión inocente y la esperanza de que no pensara que iba hasta arriba de coca o algún otro tipo de droga. El agente en cuestión metió la cabeza dentro del coche, miró a Bella, miró a Chelsea que en este momento tenía una nueva contracción y…

—Yo soy la amiga –dijo Chelsea al policía entre grito y berrido –el hombre me miró reprobatoriamente, un día esa palabrita nos iba a meter en un lío.

—Su marido es amigo de mi esposa –dije yo con la sensación de que había liado mas la cosa –digo esto…su marido está de viaje, ellos son amigos nuestros y…

—No me interesa saber más de su peculiar y extraña relación, les abro paso hasta el hospital porque veo que tienen un poco de prisa.

Y con la ayuda del buen policía al que vete tú a saber lo que le habíamos dado a entender, llegamos al hospital sin más incidentes. Salí del coche a la velocidad del rayo dirigiéndome al mostrador de la recepción.

—Voy a tener tres bebés –le dije a la mujer de la ventanilla que me miró como si tuviera una buena merluza. En seguida dos guardas de seguridad se pusieron detrás de mí, ¿qué problema tendríamos nosotros con la autoridad competente que siempre tropezábamos con ella?

—Señor tranquilícese –me dijo uno de ellos.

—Como porras quiere usted que me tranquilice si en el coche tengo a un bebé que va a tener a mí esposa y a unas ahijadas que van a tener a mi amiga y…

—¿Alguien puede dejar de escuchar las estupideces de este hombre y atendernos? –escuché una voz a la que estuve a punto de contestar mal por tercera vez en esa noche. Pero al ver que las dos pobres habían conseguido llegar hasta aquí por ellas mismas sin mi ayuda, el mal humor fue sustituido por remordimiento ya que, mientras efectivamente yo estaba diciendo idioteces, ellas se las estaban apañando solas.

—Amor ¿estás bien? –le pregunté zafándome de las manos que me agarraban y corriendo hacia ellas que andaban como buenamente podían cogidas con una mano la una a la otra y sujetándose la tripa con la que les quedaba libre. El buen policía iba detrás haciendo lo que se supone era mi trabajo.

—¿Y tú qué crees?, ¿ves acaso que esté bien?, te iba a sugerir que me lleves a bailar—. Por cuarta vez en la noche estuve a punto de contestar una impertinencia pero dos atentas enfermeras que salían con dos sillas de ruedas me lo evitaron.

—¿Puede ponerlas juntas?, es que están conmigo las dos y…—las enfermeras me miraron como todo el mundo nos mira últimamente, caray ¿tan malo era hacer el favor a unos amigos?

—Esto es la Seguridad Social señor Cullen no el hotel Ritz, claro que podemos ponerlas juntas –me contestó una de las enfermeras con sorna, que pregunta más tonta, me dije a mí mismo.

Fuimos derechos a lo que se conoce como sala de dilatación, sala de locos más bien diría yo pues solo se escuchaban gritos, berridos e insultos a los pobres maridos y sus…armas de destrucción masiva. Armas en cuestión que tenían muchos nombres y acepciones según estaba oyendo como demonio peludo o…cosa infernal.

Las pusieran a cada una en una camilla separadas por una cortina que yo me encargué de dejar descorrida, y me dejaron al cuidado de las dos aunque advertí cierto deje de reserva y burla en su mirada. Pero no me dio tiempo a analizarla…Bella empezó a chillar…

—Vamos amor que tu puedes, respira, fuuu, fuuuu, fuuuu, eso así es amor, lo estás haciendo muy bien –le dije mientras le masajeaba la tripa y la espalda dándole suaves besos en la frente y el pelo. La contracción pasó, Bella se relajó, yo me relajé pero…por poco tiempo...Chelsea empezó a gritar…

—Cariño por favor ¿puedes esperar un poco a tener otra contracción?, voy a ver si atiendo a Chelsea.

—Pues no se –me contestó malhumorada —les preguntaré a ver si se pueden esperar –sin hacer caso del tono de sarcasmo que tenía su voz me lancé hacia Chelsea e hice la misma operación, respiré con ella, le acaricie la tripa y la espalda…la contracción pasó y Bella empezó de nuevo.

—No te muevas de aquí ¿ok? Ahora vuelvo.

—¿Y donde quieres que valla?, ¿a bailar al club?, Carlos, maldita sea ¿dónde estás?, cuando aparezcas te voy a dar yo a ti sorpresa, la sorpresa te la vas a llevar tu cuando os pida el divorcio a ti y a tu bomba de relojería –tampoco me dio tiempo a analizar ese… comentario porque estaba atendiendo a Bella, respirando con Bella, acariciándole la espalda, uffff que estrés.

Y así estuvimos durante más de una hora, ellas con contracciones, yo corriendo de una camilla a otra… De repente una enfermera gorda con cara de malas pulgas y enfundándose unos guantes, entró en la estancia con cara… ¿asesina?, joder si se parecía a un personaje de los libros de Stephen King, a mí me echó para atrás del miedo que me infundió.

—Sr Cullen –me dijo de modo muy enérgico —esto…verá…su amiga ha dilatado muy poco… trae gemelos y… —me dijo sacando la mano enguantada y la cabeza de…salva sea la parte de Chelsea.

—Menuda noticia –contestó Chelsea a voz en grito –pues mira que no me había dado cuenta. Sí creí que traía dos dinosaurios.

—Un poco mas y descubre el petróleo esta mujer –pero a ver muchachas ¿es que no veis la cara de malas pulgas que trae?

—Hay que hacerla una cesárea señora –le dijo sin más miramientos y yo me eché a temblar. Si me iba con Chelsea, Bella se quedaba sola, yo quería ver nacer a mi bebé. Chelsea era mi amiga pero mi bebé…mi Bella…

—Pues haga lo que sea que tenga que hacer –le contestó Chelsea en medio de otra contracción ya que era su turno –Eddie no vengas conmigo, te lo prohíbo, ya has hecho bastante, es…otro quien debería estar aquí… quédate con Bella, ella es tu mujer, es tu hijo y…tienes que ver nacer a tu hijo ¿está claro?, te lo ordeno te quedas aquí con tu mujer y…

—¿Ah pero es que estos no son también suyos? –dijo la enfermera psicópata con cara de confusión.

—Que van a ser suyos pedazo de alcornoque, son de mi marido al cual voy a castrar en cuanto lo vea, está en un maldito viaje y ellos se ofrecieron a cuidarme ¿es que en este país no puede dejar la gente de pensar mal?, ¿es el deporte nacional o qué?, porque yo pensé que era el dichoso futbol.

—Sr. Cullen –me dijo la enfermera ahora suavizando su expresión, valla si hasta parecía guapa, Cullen deja de pensar idioteces por favor –su mujer todavía no ha dilatado del todo, va bien, pero le queda por lo menos una hora o dos, a la señora…

—Echevarría, señora Echevarría –contestó Chelsea

—Bueno pues a la señora Echevarría hay que hacerle una cesárea de urgencia pero…me temo que si no es usted el marido no puede entrar porque…

—Aquí, ya estoy aquí…ya llego…Chels cariño perdona yo… –dijo de pronto un muy apurado Carlos entrando por la puerta tropezando con todo y dándose un buen golpe con la esquina de la camilla –Rose vino a recogerme al aeropuerto —dijo mientras se frotaba la zona dolorida saltando sobre un pie justo, justo igual que había hecho yo al salir de la ducha.

—Pues ya era hora, yo aquí pariendo y tu de viajecito por ahí –le recibió Chelsea con cara de pocos amigos mientras la preparaban para llevársela. Pero Carlos supo calmar a la fiera entre besos y arrumacos al tiempo que nuestra enfermera favorita le explicaba la situación.

—Señor Cullen –dijo una segunda enfermera entrando a su vez por la puerta –afuera hay otra mujer que dice que es su cuñada –me informó con cierto aire de burla.

—Y mi cuñada es –le contesté harto ya de la cuestión— ¿quiere por favor decirle que entré?, claro si es que se puede.

—Lo siento señor Cullen…las normas…

—Ya, ya déjelo, solo dígale si es tan amable que a Chelsea le están haciendo una cesárea, que SU MARIDO —recalqué el marido –ya llegó y que a mi ESPOSA –remarqué el esposa –le falta un poco.

Y el tiempo pasó entre contracción y contracción y algún que otro insulto dirigido a mi pobre miembro que no sé porque se ponía tieso cuando se dirigían a él, si es que la reconocía como su dueña que le vamos a hacer. Para Bella mi querida y humilde erección era la...endemoniada máquina de seducción diseñada para fabricar bebés. Yo me tragaba las ganas de decirle que ella nunca hacía ascos a la susodicha maquina y la ponía en mi regazo dándole besos en la cara, en la boca, en el cuello y conseguía calmarla…hasta la siguiente contracción.

Carlos entró un momento en la sala para decirme que nuestras ahijadas ya había llegado a este mundo y que eran muy guapas y sonrosadas. A pesar de que estaban bajas de peso no necesitaban mucho tiempo de incubadora pues estaban sanas y con ganas de comerse al mundo. Chelsea estaba en recuperación pero muy bien. Yo le felicité con lágrimas en los ojos y con unas ganas cada vez más grandes de conocer a mi hijo.

—Ya es hora Sra. Cullen, tenemos que ir al paritorio –dijo la enfermera psicópata, que ahora lo parecía menos, tirándome una bata de esas verdes de hospital con unas zapatillas y una mascarilla –póngase esto rápido si quiere ver nacer a su hijo –esto…si mi capitán, me entraron ganas de decirle. Vale retiro lo dicho de que ahora parecía más amable. Caray con lo bueno que está el café por las mañanas ¿por qué la gente se empeñaba en darle al vinagre?, pensaba mientras me iba poniendo el dichoso uniforme de quirófano al tiempo que iba literalmente corriendo al lado de mi esposa la cual se veía ya muy cansada de tanta contracción.

—Mi amor, por favor deja que te pongan la epidural, no puedo verte así, es superior a mis fuerzas –le dije todo preocupado.

—Tranquilo Cullen esto no es…—pero lo que iba a decir se quedo ahogado por una nueva contracción que ahora le venía muy seguidas. Llegamos al paritorio y la trasladaron a otra camilla provista de los famosos estribos. Emily, a quien habíamos llamado y que había asistido ya a Chelsea en su cesárea, se puso entre sus piernas presta a recibir al bebé.

—Empuja cuando te diga Bella –le dijo y no sé cuánto tiempo pasó, no sé si fueron minutos, horas, segundos, días, no lo sé, lo único que tuve claro es que el tiempo se detuvo cuando escuché el sonido más hermoso del mundo, el llanto de mi hijo.

—Edward ¿te atreves a cortar el cordón?—me dijo Emily poniendo a Edward junior en los brazos de su madre, y con mucho cuidado me acerqué hacia donde estaba. Me atreví, valla si me atreví. Emily y una de las enfermeras me dieron la enhorabuena pues por lo visto no todos los padres podían y acababan estrellados en el suelo, pero es que mis ojos solo estaban fijos en la imagen más hermosa que nunca vieron, madre e hijo uno en brazos del otro, mi esposa y mi hijo, los dos juntos y en una simbiosis especial, reconociéndose.

Una vez liberado de la prisión del cordón, Emily se lo llevó a lavar y adecentar para después ponerlo suavemente en mis brazos donde pude disfrutar de la segunda imagen más bonita de la noche…mi hijo…el fruto de nuestro amor en mis brazos…no me pude contener y mirando a Bella quien me devolvía la mirada con la misma emoción, solté a llorar las lagrimas de felicidad más hermosas del mundo.

Mientras lavaban y atendían a mi esposa, salí con mi hijo un momento para que conociera a su tía y madrina Rosalie, la cual lloró conmigo de la emoción. Una enfermera más simpática que la anterior apareció para llevar al niño a la incubadora donde sería atendido hasta que Bella la pasasen a una habitación. Aprovechamos los dos para buscar a Chelsea, pero estaba en una UCI. Sin embargo, Carlos nos llevó a ver a mis ahijadas y yo aproveché para presentarle a nuestro hijo.

—Ya he llamado a todos –me informó Rose mientras esperábamos a que llevasen a Bella a una habitación.

—Uffff pues podrías haber tardado un poco –dije entre dientes pensando en el circo que iban a montar no solo los diablos, sino las madres, las tías, las suegras, ufffff ya me cansaba solo de pensarlo –no me malinterpretes Rose es que…

—Te entiendo Edward, no quiero ni acordarme de la que montó Renée cuando nació mi hija. Casi se come a la enfermera porque al ir a darle su baño a Rossie, la desenrolló de la mantita en la que estaba envuelta como si fuera y repito su expresión, un rollito de primavera. Luego no hacía nada más que darles consejos a todas las madres, decir que las enfermeras no sabían hacer su trabajo porque según ellas tenían muy poco abrigados a los niños y estos tienen más frió que lo adultos. En fin que cuando nos echaron yo creo que todo el mundo respiró aliviado.

—Sr. Cullen –nos dijo la enfermera favorita de las novelas de S. King –su mujer está ya en la habitación. ¿Ya había pasado tanto tiempo?, pensé mientras me levantaba corriendo para ir en busca de mi esposa con Rose y Carlos detrás.

—Lo siento –nos dijo malas pulgas otra vez –no pueden entrar tantos de un golpe –así que Carlos se quedó fuera mientras Rose y yo entrábamos. Esperaba, de verdad esperaba que mañana esta mujer estuviera de guardia pues con la llegada de mis diablos esta individua con su mal genio, se convertiría en mi ídolo.

—Me alegro de verte bien Bella –le dijo Rose dándole un beso en la frente –mañana te veo ¿vale?, ahora tengo que irme no quiero abusar de Liam y su esposa.

—Gracias Rose, esto…¿has llamado a las chicas y a mis padres?

—Sí ya lo hice –contestó mirándome con complicidad.

Bella estaba molesta ya que le dolían los puntos de la episiotomía. Pero todo dolor y malestar se pasó cuando a los pocos segundos de estar en la habitación, se abrió la puerta y una enfermera bajita y muy simpática que respondía al nombre de Mary nos llevó a nuestro hijo. Los dos nos quedamos mirándolo con adoración, felices y contentos. Cogí a Edward, se lo puse en brazos a Bella y lo que entonces contemple se quedo grabado en mi retina como la tercera imagen más hermosa que jamás vi, de hecho las otras dos quedaron relegadas a segunda y tercera porque sin lugar a dudas esta era la más hermosa. Mi hijo succionaba con ansias el pecho de su madre recibiendo el alimento que esta le daba. Pero mi pene inquieto no pudo dejar de dar su punto de vista poniéndose erecto ante la imagen, así que con mucho disimulo lo reacomodé antes de que viniera alguien o…lo viese Rose, que aun estaba allí. Ya buscaría yo la manera de chupar también esos dulces pechos que eran mi manjar preferido aunque era consciente de que no podía hacerlo mucho pues mi hijo los necesitaba ahora más que yo. Y encima teníamos por delante tres meses de asueto, mi erección solo de pensarlo se puso flácida por primera vez desde que conocía a Bella.

Cuando Rose se fue entró Carlos a conocer a nuestro bebé y darle un beso a Bella y allí se quedó hasta que malas pulgas le dijo que tenía que salir.

Pasamos una noche relativamente tranquila. Las enfermeras pasaban de cuando en cuando a controlar la tensión de mi Bella y ver como estaba el bebé. Todo parecía estar bien. A primeras horas de la mañana se abrió de nuevo la puerta y apareció por ella una camilla que transportaba a Chelsea con sus dos hijas en brazos, seguida de Carlos que empujaba con mucha maestría y orgullo una cuna doble. Habíamos pedido expresamente que las pusieran juntas en una habitación particular pagada por nosotros, ya que juntas habían iniciado todo esto, juntas tendrían que seguir hasta estar con sus bebés en sus casas. Me acerqué a la cama de Chelsea y contemple con ternura a mis dos ahijadas que dormían plácidamente. Eran muy bonitas y exactamente iguales, las dos tenían el cabello castaño de su padre y los ojos grises de su madre. Iban a causar mucho estragos y algún que otro lió cuando fueran conscientes del potencial que tiene a veces ser iguales.

Carlos y yo cogimos una cada uno y se las llevamos a Bella para que las conociera. Con mucho cuidado corrimos la cama de Chelsea hacia la de Bella dejando a las dos juntas, fui a por Edward y lo dejé junto a las niñas justo en medio de las dos niñas. Mi hijo en un momento dado estiro su bracito y lo puso encima de la mano de una de las bebés.

—Esa es Isabella –dijo Chelsea muy convencida.

—¿Cómo las reconoces?

—Isabella tiene el pelo más oscuro que su hermana…no me digas como lo sé pero lo sé…lo he notado nada más verlas…mientras venía hacia aquí —yo pensé para mí que lo que un bebé recién nacido tenía en la cabeza más que pelo era...un pequeño proyecto del mismo, pero...si Chelsea lo decía...

Todo era tan perfecto…tan bonito…tan pacifico…tan…

—Señoras por favor esto no es un circo…

—Señoritas si no le importa

—Habla por ti rica que yo ya soy señora

—Y yo…

—Pues anda que no hace años que yo también lo soy

—Toma y yo.

—Yo os gano a todas…

—Claro si este par de estúpidos quisieran nosotras también podríamos serlo. A este paso nos vamos a quedar para vestir santos.

—Sí nos vamos a marchitar, se nos va a pasar el arroz y…

—Bueno es igual señoras o señoritas es lo de menos, la cuestión es que no pueden entrar ahí todas a la vez, esto es un hospital…

Carlos, Chelsea, Bella y yo nos miramos entre sí…los diablos habían llegado a la ciudad y necesitaban un sheriff que las controlase. Sujetándome el puente de la nariz respiré profundo al reconocer ese montón de voces

—¿Cómo cuernos han hecho para llegar tan deprisa? –preguntó Carlos

—Seguro que ya tenían el avión preparado y salieron nada mas llamar Rose. Claro Renée estaba también en Chicago junto con Charlie no hizo falta hacer escala y habrán venido directas –le contesté –ahora vuelvo.

Salí de la habitación con Bella y Chelsea mirándome divertidas y lo primero que pude ver fue a Renée y a Esme con Emmett detrás de ellas, saliendo de detrás de un oso de peluche de enormes dimensiones, ¿dónde pensarían que íbamos a poner eso?, mi casa era grande pero... Kate y Alice sujetaban otro igual. Irina tenía en sus manos dos enormes canastillos de bebé y mi tía una enorme bolsa en la que vete tú a saber qué diablos llevaba. Los hombres estaban un poco apartados pasando atléticamente de la discusión con la pobre enfermera bajita que respondía al nombre de Mary. Para una vez que necesitaba a la psicópata, ¿dónde coño estaba?, bueno a ver seamos justos…todos los hombres no estaba apartados mi tío Aro y mi cuñado Emmett estaban los dos en medio del lío ¿por qué no me extrañaba?, mi abuelo Marco las miraba con el ceño demasiado fruncido y mi abuelo Edward…su expresión era…¿de cansancio?

—Yo me encargo –le dije a la pobre mujer quien asintió y salió huyendo despavorida. De repente me sentí literalmente ahogado por un montón de brazos que me aprisionaban en un abrazo descomunal.

—Felicidades Edward cuanto me alegro, ¿dónde está mi nieto?, ¿está mi hija bien?, ¿y Chelsea y las bebés?

—Soy tío, soy tío —canturreaba Emmett dando vueltas a mi alrededor moviendo el culo como si estuviera bailando la danza de los siete velos al tiempo que me propinaba un golpe en la espalda que casi me manda a Pernambuco –Rose hija que brusca eres –le dijo a mi cuñada quien acababa de propinarle un zapatazo en salva sea el sitio que movía… muy bien por cierto. A ver Cullen formalidad.

—Enhorabuena sobrino –me dijo mi tío Aro un…pelín más comedido.

—Edward hijo no sabes lo emocionada que estoy, ya soy bisabuela no sabes la alegría que me das, por fin conoceré a unos de mis bisnietos antes de morir… ¿Cómo están los dos?, ¿y Chelsea?

—Hijo, hijo, que feliz soy…soy abuela y…soy madre y…

—Primo, primo –chillaban Irina y Kate a la vez dejándome sordo en el proceso –hemos venido en cuanto hemos podido –sí, si ya lo veo, me dije a mí mismo.

—Hermano ¿y mi sobrino, quiero ver a mi sobrino?, ¿cómo están las niñas de Chelsea?, hay que ir a verlas también –decía Alice dando saltitos y dando vueltas sobre su propio eje en una clara imitación de la Tierra en su movimiento de rotación, Jasper como siempre intentaba mantenerla quieta. De repente me acordé que tenía una misión que cumplir, mi Bella y Chelsea acaban de parir, los bebés eran muy pequeños así que…

—¡Alto ahí!, esperad un momento todos por favor –les dije y lo debí decir muy serio porque mujeres y hombres se cuadraron a la vez y me miraron expectantes —esto es un hospital, no el club de Garrett ni el restaurante de la esquina o un centro comercial. Aquí hay que mantener un respeto, no se puede chillar y armar alboroto, hay enfermos.

—Edward por Dios que gruñón estás, la paternidad no te ha sentado nada bien, cualquiera diría que el que has parido eres tú. Ya sabemos que esto es un hospital pero en esta área hay mujeres que acaban de parir no enfermas.

—Los bisabuelos junto con Aro y Sulpicia pueden pasar ahora mismo a conocer a los bebés. Renée, Esme, Carlisle, Charlie iréis después a ver a vuestro nieto. Renée esto…a ver una cosita, no te apures que aquí las enfermeras saben hacer muy bien su trabajo y está científicamente probado que los bebes tienen frió cuando tu lo tienes y viceversa no hace falta embutirles en ropa como si fueran un…rollito de primavera, así que…si no te importa…tengo intención de tener más hijos y me gustaría volver a este hospital –le dije desafiándola con la mirada a que se atraviese a rebatir mi opinión. Y la debí mirar muy serio porque abrió la boca para decir algo pero en el momento la cerró—. Chelsea también está en la misma habitación –les dije mientras miraban fijamente a la autora del discurso sobre mujeres que han parido pero que no están enfermas.

—Alice –le increpé armándome de paciencia –aquí hay mujeres que se han pasado horas dilatando y con dolores enormes, que han sufrido una cesárea, que están cansadas y con pocas ganas de vuestras sandeces ¿te ha quedado claro?, ¿os ha quedado claro a todas?

—Sí…esto…sí –dijo una muy sombrada Kate –hijo que mal genio se te ha puesto ni que hubieras estado toda la noche pariendo tu. Y otra vez la misma broma ¿la habrían ensayado en el avión?

—Muy bien –dije ignorando el comentario. Si ellas supieran no solo la noche que yo llevaba sino el mes que había tenido —ahora vamos a pasar a la sala de espera y luego cuando los bisabuelos salgan, entran los abuelos, luego los tíos directos, o sea, Rose, Emmett y…Alice con Jasper –dije resoplando al mencionar a mi hermana ya que la consideraba el diablo jefe. Después entrareis vosotros –añadí mirando a unas muy enfurruñadas Kate e Irina.

—Ni que esto fuera la cola de la peluquería. Desde luego Edward siempre has sido un gruñón pero hoy estás que no hay quien te aguante, vamos que te superas a ti mismo. Parece que la paternidad te ha sacado tu lado Mr. Hyde de golpe –dijo Irina enfurruñada, pataleando y cruzándose de brazos pero al entrar a la sala de espera nos encontramos a una pobre mujer llorando lo que hizo que todo el escándalo se callara. Lo veis, les dije con la mirada, no todo el mundo es feliz, esto es un hospital.

Dimos media vuelta respetando la privacidad de aquella pobre mujer que lloraba desconsolada por…lo que fuera y fuimos a la cafetería a tomar algo pues yo no había desayunado y celebré la ocurrencia de Jasper. Los orgullosos bisabuelos, Aro y Sulpicia vinieron en nuestra búsqueda y fue el turno de los abuelos. Cuando éstos salieron, les tocó a los tíos, después pasaron Irina y Kate con sus parejas. Todo se desarrolló tal como yo había estipulado y en el proceso me había ganado una amiga, la enfermera bajita llamada Mary. Nadie protestó ni dijo nada más, esa mujer y su problema, fuera el que fuese, nos había llegado al alma. Es increíble darse cuenta de que mientras la mitad del mundo ríe, la otra mitad llora.

—Esto…Edward hijo –me dijo Esme mirando con complicidad a Carlisle al tiempo que bajaba la cara y se sonrojaba. Era el turno de Irina y Kate de entrar a ver a los niños. Por la cara que puso Alice estuve más que seguro que ella ya sabía lo que quería decirme esta mujer.

—¿Qué pasa mamá?

—Bueno…pues…que dirías si tu hijo….esto…jugara con su sobrino a los coches, o sobrina rompiéndole sus muñecas haciéndole llorar y…este…fuera un poco más pequeño que él…bueno o pequeña y…

—Mamá, ¿qué me estas intentando decir? –le pregunte con un cierto tono de sospecha pues quieras que no algo había adivinado pero mi mente no terminaba de asimilarlo estaba un poco esto…atrofiada.

—Pues…lo que intento decirte es…¿qué te parecería tener un hermano que fuera de la misma edad de tu hijo?

—Mamá…

—Ahí Edward por Dios que lento eres…es que estoy embarazada –me dijo soltando la bomba como quien suelta un globo en medio de la calle. Yo me quede paralizado un solo segundo pero luego me eche a reír.

—Pues que te felicito madre, me alegrara conocer a ese hermano o hermana y que juegue con mi hijo. No podía ser de otro modo en esta familia, un tío más pequeño que el sobrino si hasta para eso somos originales –le dije mientras le abrazaba. Alice y Carlisle se unieron a nuestros abrazos.

—¿De cuánto estás?

—Más o menos de seis semanas, me enteré antes de antes de ayer. Esta todo muy bien por eso la doctora Cooper me dejó viajar tan deprisa.

—Valla ya vemos que Shreck se ha enterado –dijo Irina entrando en ese momento junto con Rose.

—Irina ¿Por qué me llamas así? –le pregunté un poco molesto pues hacía tiempo que no escuchaba ese nombre.

—Pues porque el embarazo y el parto no te ha sentado nada bien primo, nada bien. Arrggg ¿habéis visto a los niños?, son tan monos, son tan preciosos…dan ganas de cogerlos y cometerlos a besos y…

—Pues modérate porque sino por las noches te voy a llamar para que los arrulles mientras yo estoy durmiendo con Bella.

—Me encantaría Edward pero es que…verás…mis tetas no dan leche para que ellos coman y si no comen no callan y…

Y el que callé fui yo ante la contundente explicación de mi prima, explicación que fue corroborada por el resto del grupo y demás gente que había en la cafetería.

—¿Y Renée? –le pregunté a Rose mas por desviar el tema que por otra cosa. Hacía unos segundos estaba aquí con nosotros ¿donde se había marchado?

—La he dejado volviendo locas a las enfermeras –me contestó Garrett muy serio.

—Pero si la dije que…

—Y tú crees que esa mujer hace caso de algo…—argumentó Rose.

Tres días después Bella era dada de alta del hospital. Chelsea se tenía que quedar unos días más debido a la cesárea. De momento se venían a casa hasta que el médico les diera permiso de viajar y después les dejaría mi avión para que marcharan más tranquilos. Ya les había hecho mi propuesta la cual aceptaron gustosos…bueno en lo de la parte que se refiere a los puestos de trabajo…lo de las acciones fue más complicado pues argumentaban que no eran de la familia. Todo se solucionó cuando los dos patriarcas, o sea mis abuelos Marco y Edward, dijeron que todos los miembros de la familia tenían acciones en la compañía y ellos lo eran de pleno derecho. Con lágrimas en los ojos nos dieron las gracias y prometieron ser merecedores de ese honor.

Los diablos, mis tíos y abuelos se marcharon a Chicago excepto Esme y Renée que se quedaron unos días con nosotros para ayudar y esta vez lo agradecí ya que lidiar con tres bebes no era tarea fácil y mas para unos primerizos. Chelsea era la más agradecida pues su cesárea le impedía moverse demasiado. Ni que decir tiene que las demás intentaron quedarse pero…con ayuda de los chicos fueron facturadas a Chicago, ya tendrían tiempo de venir y armarla a su propio estilo cuando Bella y Chelsea estuvieran las dos más recuperadas y los bebés fueran más mayores.

Pronto las noches se llenaron de llantos nocturnos, de carreras hacia la habitación para darles de comer o limpiarles los pañales. Esme y Renée nos enseñaron como hacerlo. A pesar de que lo habíamos aprendido en las clases para el parto, ninguno de nosotros nos atrevimos a decirles que lo sabíamos pues mostraban mucha ilusión. Renée nos volvía locos con sus teorías sobre la temperatura corporal de los niños y sus famosos experimentos culinarios pero Esme y Chelsea tenía un don y entre las dos la mantenían a ralla. A Bella, a Emmett y a Rose les desesperaba.

Mi sobrina estaba encantada con sus primos porque para ella Isabella y Marie eran también sus primos y colaboraba en su atención como podía. En ese tiempo las cámaras de fotos trabajaron horas extras pues todos queríamos inmortalizar cada momento.

Yo volví al trabajo con un buen álbum bajo el brazo y enseñé orgulloso a mi hijo y ahijadas a todos los trabajadores desde la señora de la limpieza hasta los redactores jefes de cada sección. Yo notaba que nos querían y apreciaban, sobre todo a Bella y celebraron la noticia sorprendiéndome con una pequeña fiesta.

Y así poco a poco y sin enterarnos nuestros hijos tenían ya un mes de vida. Esme y Renée decidieron que ya era hora de marcharse. Carlos y Chelsea también lo hicieron pues el médico le dio permiso para viajar, pero nos encargaron buscarles una casa por la zona ya que regresarían en cuanto hubieran arreglado todos los asuntos en Mallorca.

Emmett y Charlie regresaron con las dos mujeres a Chicago ya que…el asunto que los había llevado hasta allí estaba cada vez mas liado. Otra falla legal había propiciado que personas ajenas a la familia se pusiesen en contacto con Carmen y Elizabeth pues estas había contratado otros abogados que, por ley, tenían todo el derecho de pasar a visitarlas. Nada se sabía de ellos solo su nombre un tal Stephan y Vladimir Richardson. Ambos eran hermanos y representaban uno a Elizabeth, y el otro a Carmen. Por lo visto a Tanya la habían dejado de lado pues ya no les servía a sus intereses, menudo par de…su propia hija por Dios.

Y así fue como Bella y yo quedamos solos por fin disfrutando de nuestro hogar y nuestro hijo. No es que no apreciáramos la ayuda de nuestras madres o no quisiéramos a nuestros amigos, pero se agradecía por fin la soledad.

La noche era lo peor pues el bebé había cogido sus horas de llorar reclamando comida o porque estaba sucio. Normalmente era yo el que me levantaba para que mi Bella descansase un poco más, le limpiaba, jugaba un poco con él y después se lo llevaba a mi esposa para que le diera su alimento. Luego lo devolvía a su cuna, me aseguraba de que estaba bien y regresaba para alimentarme yo de los pechos de mi esposa, los cuales me gustaban cada vez más. Solo los chupaba, besaba y lamia procurando no succionar para sacar nada que no debiera, era el alimento de mi hijo. Mi impaciente miembro esperaba con ansiedad la hora de poder regresar a su hogar.

Y así pasaban los días éramos felices, muy felices. Yo acudía al trabajo mientras mi Bella se quedaba en casa con mi bebé y todo marchaba fenomenal. Hasta que una buena mañana recibí una llamada al móvil seguro cuando estaba en el trabajo.

—¿Diga? –contesté al no reconocer el numero.

—Edward, soy Jacob Black ¿sabes de la existencia de las mafias que provenientes de la Europa del este está ancladas en este país?

—Claro Bella hizo un reportaje sobre ello ¿por qué lo preguntas?

—Porque los han contratado para que…para que…os maten…van a simular el famoso secuestro exprés y después… esta vez no se van a andar con chiquitas Edward, no sé quien o quienes os odian tanto pero esta vez van a por todas. Ve corriendo a tu casa, no te demores…es cuestión de tiempo que lleguen. Avísalas por Dios. Yo también voy para allá para ayudar, he llamado a la policía.

Sin escuchar nada más, colgué el teléfono, salí de la redacción como alma que lleva el diablo, solo podía pensar en Bella y en mi bebé…si les pasaba algo yo…yo….Carmen, Elizabeth…y todo el que estuviera detrás de todo esto iban a pagarlo muy caro. Cogí el teléfono que usaba para comunicarme con Bella y Rose de forma segura, aquel que también me había dado Laurent, Bella al final tenía también el suyo y a Rose le habíamos dado otro. No podía fiarme del manos libres pues tenía la sensación de que alguien había entrado en mi coche. Llámenme maniático pero…no estaba todo igual. Sam y los chicos lo revisaban cada mañana junto con el de Rose. Saltándome un montón de normas de circulación que prohibían hablar por el móvil mientras conducía llamé a Bella.…

—¿Edward?, ¿qué ocurre? –me preguntó mi esposa.

—Bella no hay tiempo para explicaciones. Coge a Edward y encerraros en esa habitación del sótano que tiene varios candados, la que construí para…cierto tipo de situaciones. Bien pues…estamos en una de esas situaciones. Vete al mueble donde están las armas que nos dio tu madre. Coge una para ti, otra para Rose y llévalas contigo. No abráis a nadie, oigáis lo que oigáis ni siquiera a mí. Solo abre a Rose y a la niña cuando lleguen y eso si os dan la contraseña, esa…que tú ya sabes. La que inventamos por…si acaso. Los guardaespaldas estarán protegiéndoos pero entrad en esa habitación—. Había hecho ese cuarto imitando a las famosas habitaciones del pánico que existían en Estados Unidos. Bella me dijo que era una tontería pero con lo que estaba sucediendo toda precaución era poca, además vivíamos en un chalet y podía ocurrir de todo.

—Edward no... no puedo hacerlo…quiero estar contigo yo… –me dijo Bella claramente angustiada.

—Bella ya sé que quieres ayudar y no consientes en dejarme solo, estaré con Jacob gracias a él nos hemos enterado a tiempo y viene a ayudar, también están los guardaespaldas y la policía ya viene. Somos un equipo amor y tu deber es proteger a nuestro hijo ¿de acuerdo?

—Pero que ocurre…por favor…dime algo…

—Bella…alguien va a ir a casa para secuestraros y…mataros…por favor haz lo que te digo –le dije desesperado ¡qué mujer mas terca!

—Está bien pero ten mucho cuidado por favor. Si…si te pasara algo yo…me muero Edward…no podría sobrevivir sin ti.

—Yo también te amo, pronto estaremos juntos ya lo verás.

Por el mismo teléfono que utilice con Bella llamé a Rose al trabajo y le puse al corriente de la situación. Ni que decir tiene que salió disparada hacia nuestra casa no sin antes pasar a recoger a su hija. Con todo lo que estaba pasando mis cuñados se habían puesto en contacto con la directora del colegio hacia ya más de dos meses, para decirle que no dejase irse a la niña con nadie por mucho que le dijeran que venían en nombre de los padres porque sería una mentira, solo nosotros estábamos autorizados a recogerla en nombre de ellos. En este país las normas eran muy claras con respecto a ese tema pero…no podíamos dejar nada sin cubrir. Frente al colegio de la niña siempre estaba Colin uno de los guardaespaldas más jóvenes de la empresa que había contratado Emmett. Rose, fue hasta allí con Embry y Brady que, de hecho, ya la seguían a ella; otros dos siempre estaban apostados en la esquina de nuestra casa y yo llevaba un tercero siempre a mis espaldas. Jared, que así se llamaba el mío, llamó a los que vigilaban la casa poniéndolos al corriente de la situación.

Llegué a casa en un tiempo record junto a Rose con la que me junté en la entrada. Sam y Quil salieron a recibirnos y decirnos que mi hijo y mi esposa estaban bien y encerrados en la habitación. Se llevaron a Rose y a la niña para allá ante las protestas de Rose que quería quedarse junto a mi pero yo no lo podía permitir y Emmet nunca me perdonaría si le pasaba algo. Jacob llegó en ese momento y yo le saludé con un gesto de agradecimiento. La policía de Madrid también había llegado. A petición nuestra se habían puesto en contacto con la policía mallorquina para que protegieran a Carlos y Chelsea. Sam había llamado a los guardaespaldas que ellos tenían allí. La noticia es que estaba bien y seguros. En Chicago todos estaban encerrados en la Mansión Vulturi. Ninguna de las mujeres se había querido meter en la famosa habitación que esa casa también tenía y estaban todos juntos apoyándose unos en otros. Agradecía al cielo que mis suegros estuviesen allí. Solo Esme y Kate habían sido encerradas a la fuerza, no tenía tiempo de procesar el hecho de que Kate también hubiera sido encerrada…pero algo hizo click en mi subconsciente. No sabíamos si iban también a por ellos pero…toda precaución era poca.

—La única forma de que nos canten quien los ha contratado es pillarlos con las manos en la masa –dijo uno de los policías –vamos todos adentro –hay que procurar herirlos pero no matarlos a no ser que sea estrictamente necesario, es vital su confesión. ¿Están ustedes seguros de que saben usar eso?, ¿no querrían mejor irse a donde están las señoras?—nos dijo el policía a Jacob y a mí los únicos civiles del grupo mirando las dos armas que teníamos en la mano y que yo las había sacado del mueble donde las teníamos guardas desde que Renée nos la había dado.

—Me quedo aquí –dije muy resuelto. Mi mujer y mi hijo estaban en peligro y yo los defendería con mi vida.

—Yo también –contesto Jacob igual de resuelto. Una de las policías, una tal Lizzie se lo llevó con ella dándole instrucciones de cómo debía comportarse. Yo me quedé junto al policía. .

Entramos a la casa siguiendo las órdenes que nos daban. Nos escondimos cada uno en un rincón, detrás de las puertas o de los sillones esperando a los atacantes.

Un par de coches se oyeron llegar en la distancia, unas ruedas chirriaron, unas puertas se abrieron para cerrarse de golpe…, escuchamos hablar en un idioma desconocido pero muy conocido a la vez…ya los teníamos aquí.

domingo, 18 de noviembre de 2012

SOLO POR HALLOWEN (OS)






DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia me pertenecen, son propiedad exclusiva de S. Meyer

Hola otra vez. Aqui os dejo este otro OS presentado a otro concurso de Hallowen organizado por Autoras y Lectoras Deluxe y en donde obtuve el segundo puesto.

Así mismo os animo a leer el OS ganador, Turno de noche de Dra. Bella Swan.

www . fanfiction s / 8691251 / 1 / Turno-de-noche

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Summary: …cuando se trata de amor verdadero todo se puede conseguir, aunque cueste tiempo, aunque parezca que todo está perdido, aunque se esté seguro que es un amor imposible, ese amor siempre vencerá.

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Solo por Hallowen

Por Aliena Cullen

Narrador en tercera persona.

Y según cuenta la leyenda, el vampiro culpable de todos sus males no podía morir como aquella humana que lo hechizó. Era un ser inmortal y la única posibilidad de matarle no estaba al alcance de su sabiduría, solo los magos tenían ese poder y era obvio que no lo iban a compartir con ellos. Así que se limitaron a desterrarlo, a repudiarlo, a no considerarlo un miembro de su comunidad. Rechazado por su propia raza y condenado a vagar en las tinieblas sin rumbo fijo, cada cien años por Hallowen, el vampiro traidor, tenía permiso de su Rey para regresar a aquel bosque, que un día fue su refugio, en busca de su amada. Pero hasta ahora no había logrado encontrarla, no del todo al menos.

Con estas palabras Bella se quedó dormida con el libro entre sus brazos y la canción de Sally de Evanescence, que hablaba sobre amores imposibles, sonando en su ipod. Una canción muy acorde con la historia, pensó antes de caer en la inconsciencia del sueño.

Soñó con aquel vampiro de cabello cobrizo y ojos dorados que la miraba desde las profundidades de su subconsciente. Aquel que fue condenado a vagar durante toda la eternidad por los demás vampiros. Ese fue su castigo por haberse enamorado de una humana que murió por culpa de ese amor maldito e imposible.

Pero igual cuenta la historia que, pasado un tiempo, el alma renace en el cuerpo de otro ser. Cada cien años, el vampiro proscrito regresaba al bosque por Hallowen, única fecha en que le estaba permitido, con la esperanza de que esa leyenda fuera cierta y poder así reencontrarse con su amada. Pero había un pequeño problema, y es que la humana en la que se reencarnaría aquella otra que había amado a su vampiro hasta la muerte, no recordaría nada de todo aquello. Solo el vampiro tendría el poder de hacerla recordar y solo cuando ella recordara absolutamente todo, podrían volver a estar juntos. Pero durante casi dos siglos no había podido conseguirlo, así que, después de amarse como locos, ella volvía a su vida y él a las sombras donde estaba condenado a esperar por ella otros cien años más.

A la mañana siguiente Bella se despertó con una sensación de vacío, como si hubiese perdido algo sin saber exactamente qué, se sentía incompleta, extraña… estuvo durante toda la mañana sumida en sus pensamientos y totalmente distraída. Ese libro que el profesor de literatura les había hecho leer por Hallowen le había dejado una profunda huella en su alma, ¿cómo era posible que un amor sobreviviera de esa forma en el tiempo y la distancia?, ella no lo creía posible, pero el libro sostenía que cuando se trata de amor verdadero todo se puede conseguir, aunque cueste tiempo, aunque parezca que todo está perdido, aunque se esté seguro que es un amor imposible, ese amor siempre vencerá.

—¿De qué te vas a disfrazar esta noche?

—Tenía pensando ir de novia sangrienta pero…creo que he cambiado de opinión, ahora voy a ser una vampiresa –respondió sin pensar ella misma en lo que decía —¿y tú?

—Ummm no creo que ese disfraz sea bien visto en la comunidad si quieres que te dé mi opinión, puede que tengas problemas con ello, es mejor que pienses en otra cosa, yo pensaba ser el novio de esa mujer sangrienta pero ya que insistes….podría ser un hermoso hombre lobo o el zombie mas guapo de todo el cementerio, si te empeñas, hasta puedo ser un vampiro por ti aunque sigo diciendo que no nos lo van a permitir –Bella se quedó mirando a su novio con un ceja levantada, clavando sus ojos marrones en él y con una expresión de asombro en su cara. A menudo se preguntaba cómo es que podría llegar a gustarle un hombre con un ego tan subido, tan egoísta, tan…urgggggg. Lo cierto es que ya estaba cansada de sus tonterías pero no se había dado cuenta hasta hoy, diablos ¿qué demonios pasaba hoy que todo le sentaba mal?, miró de nuevo a aquel chico que ahora se le antojaba un extraño y moviendo la cabeza negativamente se dio cuenta de que no le amaba, en realidad nunca le amó, solo le había atraído lo de siempre un buen cuerpo y un sexo increíble.

Lo cierto es que la lectura de aquel libro le había abierto los ojos de muchas maneras, el amor verdadero está ahí fuera, esperando por ti, luchando por reunirse contigo y era una idiotez dar vueltas y vueltas sin sentido por la rueda de la vida ya que de una forma o de otra siempre tenías que llegar a encontrar a ese alma gemela, a tu otra mitad, tu complemento y si no lo hacías en esta vida, lo harías en la siguiente y sino en la otra…hasta que llegaran a unirse. Así que, si lo que decía ese libro era verdad, su amor verdadero, su alma gemela, estaba ahí fuera esperando por ella y ella aquí perdiendo el tiempo con niñatos aburridos con el ego por las nubes y en clases estúpidas que enseñaban unas cosas que ella ya sabía hacer desde muy pequeña.

—No te molestes –le respondió con suavidad pero con firmeza, tampoco era cuestión de hacerle daño –todavía no sé si voy a ir.

—Pero nena tienes que ir ¿qué va a ser de mi si tu no vas?— en ese momento el timbre que anunciaba el final de la jornada escolar sonó salvando a Bella de contestar algo de lo cual luego podría arrepentirse. Tomando sus libros, salió a toda prisa del salón de clases. Ni siquiera oyó a Jacob que la llamaba, ni siquiera escuchó las voces preocupadas de sus amigas o la voz del profesor que la instaba a dejar el trabajo que había elaborado y sin el cual no podía evaluarla. Corrió y corrió refugiándose, como tantas otras veces había hecho, en aquel bosque cercano al instituto que la llamaba como una sirena llama al marinero.

Perdió la noción del tiempo y de la distancia, cuando se quiso dar cuenta la noche había caído sobre aquel montón de árboles y hierba cubriendo todo con su manto oscuro. Se abrazó a sí misma con miedo y arrepentida de haber huido de esa forma, ahora el bosque, en otros tiempos su amigo, se tornaba amenazador al tiempo que la noche del treinta y uno de octubre daba comienzo. A lo lejos se escuchaban las campanas del Ayuntamiento que anunciaban el principio de una fiesta en la que, como era ya costumbre, un montón de vampiros, hadas malvadas, brujas, magos, zombies y todo tipo de criaturas sacadas del mejor de los libros de terror inundaban la noche. Las puertas de las casas eran aporreadas y todas aquellas criaturas terroríficas se llenaban los bolsillos de infinidad de golosinas. Sin embargo ella, ahí estaba, en medio del bosque, sola en la oscuridad, con frio, miedo, pérdida, totalmente aterrada y sin saber a dónde ir. Por instinto dirigió sus pasos hacia el sonido de aquellas campanas.

Subido en lo más alto de un frondoso árbol, Edward, el vampiro traidor, que hacía ya tantos siglos había sido expulsado de entre los suyos, contemplaba maravillado a aquella hermosa mujer, su mujer, su humana, aquella a quien tanto había buscado y a la que por fin hallaba. Estaba totalmente seguro de que era ella. Tanto tiempo buscando, tantos años solo en pos de ese amor. Ahora solo era cuestión de tiempo hacer que recordara y después intentaría convencerla de que su destino era quedarse con él para siempre aunque solo hubiese una manera de lograr aquello. No estaba dispuesto a dejarla escapar de nuevo. Los de su propia raza lo condenaron pero él tenía un as en la manga.

Una sensación que no sabría muy buen como definir inundó los sentidos de Bella, de repente ya no tuvo miedo, una sensación de quietud, de paz, de seguridad la llenó. Ya no se sentía sola, ya no se sentía perdida, sabía exactamente hacia donde tenía que ir. Solo…tenía que seguir la voz que la llamaba.

Llegó a una especia de prado que, iluminado por la tenue luz de la luna se veía fantasmagórico y especial. Se volvió hacia la espesura cuando escuchó un ruido detrás de ella y de repente aquel vampiro del libro se materializó delante de ella. Era tal y como lo había imaginado, un desordenado cabello cobrizo un poco más largo de lo habitual, una hermosa y blanquecina cara, ojos dorados tan profundos e inmensos como el mismo bosque, hermoso hasta lo imposible, elegantemente esbelto y una mirada felina que era capaz de derretir a cualquiera que tuviera el valor de sostenérsela.

—Eres tu amada mía, por fin te he encontrado. No tengas miedo, nunca debes tener miedo de mí.

—¿Disculpa?

—Te llamas Bella ¿no es así? —le preguntó mirándola a esos ojos marrón chocolate.

—Pues…esto…sí –respondió la muchacha sin apartar su mirada de él.

—Tus ojos son tan bellos… tu castaño cabello es precioso, más bonito de lo que yo recordaba, eres aun mucho más guapa, más delicada y hermosa, mi memoria no te hacia justicia —le dijo la bella aparición a una Bella cada vez más confusa por sus palabras que la envolvían como si de una pócima de amor se tratase. Estaba a la vez perpleja y excitada, mientras veía como aquel ser sobrenatural se acercaba, con pasos elegantes, poco a poco a ella. El vampiro, rodeó su cuerpo para ponerse a su espalda y muy cerca del oído empezó a susurrarle palabras que hacían que la muchacha fuese cayendo poco a poco en la inconsciencia. Sus labios dulces y tiernos empezaron a deslizarse desde el lóbulo de su oreja hasta su cuello en un movimiento ascendente y descendente que la tenía ya al borde del orgasmo y no había hecho más que empezar.

—Eres tan hermosa amada mía —le decía mientras le besaba sin descanso, ahora el lóbulo de la oreja, ahora el cuello, ahora la clavícula. Sus manos descendieron por su cuerpo hasta llegar a sus senos los cuales apretó con suavidad por encima de la ropa que llevaba, sus pezones respondieron al instante como nunca lo habían hecho, volviéndose duros como piedras mientras una extraña sensación, nunca experimentada hasta ahora, descendía hasta el centro mismo de su feminidad. Inconscientemente se echó hacia atrás para juntar mas su cuerpo con el de aquel mágico ser que con aquellas palabras tan hermosas y esas caricias tan suaves las estaban llevando a las puertas mismas del cielo.

—¿Quién…eres tú?, ¿por qué estas causando este efecto en mí? –le dijo confundida, extasiada y no muy segura de querer saber la respuesta.

—Eso tienes que descubrirlo por ti misma, mi amor. He estado esperándote por tanto tiempo, vagando en las sombras, oculto en ellas. Solo tenía permitido regresar al mundo de los humanos en una noche como esta, la noche de los muertos, porque eso soy yo ni más ni menos un muerto, muerto de amor por ti, de sed por ti, de hambre por ti, de desesperación por ti, ¿dónde has estado todo este tiempo? –le dijo cogiéndola en brazos estilo novia y empezando a correr con ella con gran agilidad y rapidez a través de todo el bosque hasta llegar a un especie de cabaña.

Un montón de calabazas con velas dentro estaban regadas por todo el piso de la cabaña situada en lo más recóndito del bosque, dando al ambiente ese aire fantasmagórico e irreal propio de los sucesos que estaba viviendo. El vampiro la llevó directamente a una especie de dormitorio, si es que se le podía llamar así a un montón de hojas y helechos cubriendo una especie de colchón situado en el centro de la estancia. La depósito en ese lecho improvisado con dulzura y se posicionó encima de ella. Bella, todavía en shock por lo que estaba sucediendo, no podía más que dejarse llevar. De todos modos tampoco quería parar todo aquello, su cuerpo, que nunca había sentido tanto deseo, gritaba por él, sus labios ansiaban los suyos y su centro palpitaba del placer prometido. Con mucha galantería y delicadeza, como si de un frágil cristal se tratase, el vampiro empezó a besarla en los labios, la cara, las mejillas, el cuello, el lóbulo de la oreja mientras que con una de sus manos recorría de arriba abajo toda la longitud de su cuerpo hasta detenerse en la cremallera de la falda que desabrochó con cuidado y con la misma delicadeza se la fue quitando hasta dejarla expuesta para él, solo vestida de cintura para abajo con un minúsculo tanga. Su experta mano tomó entonces el bajo de la camiseta que llevaba y la alzó hasta descubrir el precioso sujetador de encaje a juego con la braguita que se había puesto ese día. Su boca ansiosa atacó uno de sus pezones por encima del mencionado sujetador mientras que con la mano derecha acariciaba con precisión el otro pezón al tiempo que la izquierda viajaba de nuevo hasta su clítoris. La levantó un poco de la cama, para poder acceder a su espalda y desabrochó el cierre del sujetador y se lo quitó dejando sus pechos al descubierto. Los lamió, mordió y degustó tomándose su tiempo y provocando en Bella unos gemidos de placer tan altos que el eco del bosque se los devolvía aumentados en varios decibelios. La boca del vampiro seguía con su misión de darle placer mientras bajaba hasta el centro mismo de su femineidad y allí, una vez arrancadas de un mordisco las braguitas, se dedicó a lamer, succionar y chupar su clítoris mientras que con dos de sus dedos se hacía dueño y señor de su interior. El cuerpo de Bella se retorcía de placer ante los avances de aquel ser hermoso que la estaba llevando por caminos nunca explorados por ella. Sus manos acariciaban su cobrizo y desordenado pelo al tiempo que empujaban su cabeza contra su cuerpo para conseguir más fricción. Una sensación poderosa y abrumadora se apoderaba de ella. No es que fuera virgen, eso no, pero nunca había sentido tanto placer, tantas mariposas juntas arremolinándose en su estómago, esa sensación de vértigo que precede al orgasmo. Ese fuego interior que te llena todo el cuerpo, esos fuegos artificiales. Todo eso es lo que Bella sintió mientras aquel maravilloso vampiro la penetraba lenta y dulcemente, tan solo empleando sus dedos y su boca, llevándola poco a poco con decisión y gran maestría al primer orgasmo de la noche, el primero de muchos.

Cuando hubo recuperado la respiración, sintió como aquella boca perniciosa y lujuriosa subía de nuevo a través de ella poco a poco, con deliberada lentitud, lamiendo y besando cada centímetro de piel que se encontraba a su paso. Se detuvo un rato en el estómago donde metió la lengua por su ombligo. Con su mano derecha levantó un poco sus nalgas y la puso un poco de lado para llegar al otro orificio que su cuerpo tenia, el del ano, introdujo poco a poco los dedos dentro de esa cavidad mientras que con la mano izquierda masajeaba de nuevo su clítoris sin compasión, mientras su boca la besaba sin descanso. Cuando sintió que su orgasmo se acercaba, esta vez no la dejó explotar. Una mano dejó su clítoris y la otra su ano provocándola una sensación de vacío. La puso otra vez con la cabeza apoyada en la improvisada almohada y su cuerpo desnudo escaló de nuevo a través de ella hasta llegar a su boca donde atacó sus labios en un beso profundo, lento, cargado de amor y ternura, de promesas y…de un futuro.

Bella había perdido la noción del tiempo de tal modo que no sabía en qué momento su amante se había quitado toda la ropa pero no se paró demasiado a considerar ese hecho pues aprovechó el tiempo en acariciar su torso desnudo, su espalda y sus nalgas mientras el beso se profundizaba. De repente sintió como le abría las piernas y se posicionaba en su entrada llenándola lentamente con su miembro mientras una sensación de plenitud se apoderaba de ella. Sus cuerpos se amoldaron el uno al otro como si estuviesen hechos solo para eso, como si la naturaleza siempre indómita y caprichosa los hubiera creado para encajar, como si fueran piezas de un rompecabezas. Jamás se había sentido tan plena, tan completa.

Al principio los movimientos fueron lentos, rítmicos, dándole tiempo a que se acoplara a él. Palabras tan hermosas como la naturaleza que había creado a aquel ser irreal, salían de la boca del vampiro mientras los movimientos aumentaban al mismo ritmo que su necesidad de saciarse uno del otro. Los cuerpos se separaban para luego juntarse en un baile tan antiguo como el mundo, como el bosque que los rodeaba. Un volcán en erupción estallo de repente dentro de Bella que se dejo llevar y llevar en un orgasmo potente, tan potente que sus sentidos estaban embotados y su cuerpo no respondía a sus órdenes por lo que solo se limito a quedarse allí, quieta, recuperándose de una experiencia única.

—Solo puedo llegar a ti una vez cada cien años y cuando lo hago tu apariencia física ha cambiado pero mi alma te reconoce, mi cuerpo sabe que eres tú y mi mente te llama y te suplica que vengas.

—Eso…eso quiere decir que nosotros ya no…nunca más…–le dijo Bella sabiendo ya que le iba a responder pues ese era su vampiro, el vampiro de la historia. El amor verdadero que buscaba y que acababa de llamar a su puerta invadiendo su cuerpo, su mente y su alma sin pedir permiso, tomando todo lo que deseaba, anhelaba y necesitaba, enseñándola, como nunca nadie lo había hecho, que el cuerpo está para complacer y ser complacido, para sentir alegría y felicidad, para fundirse en un acto tan viejo como el mundo.

—No en esta vida, no en este universo. Solo tenemos esta noche mi amor, toda la noche para ser uno solo, para unir nuestras mentes y almas y después…he de volver a las sombras a las que fui condenado. Y tú tendrás que seguir tu camino hasta que te vuelvas a reencarnar de nuevo para mí.

—¿Por qué fuiste condenado exactamente?, quiero decir…algo más tiene que haber detrás de esa historia que cuentan —una hermosa sonrisa que hizo que su cuerpo convulsionara de forma espontanea se expandió por la blanquecina cara de Edward.

—Te sabes la historia de memoria pero supongo que te encanta oírla de mis labios, siempre me dices que te la cuente y ¿cómo voy yo a oponerme a tus deseos? Los vampiros tenemos prohibido confraternizar con los vuestros, muchos de nosotros piensan que sois una raza inferior muy poco digna de nuestra atención. Pero yo no lo veo así, sois una raza poderosa, con mucha sabiduría y creo que es el miedo el único motivo por el que los míos os rechazan. Yo era como ellos…hasta que te vi. En cuanto enfoqué mi mirada en esos preciosos ojos que tienes tan marrones como la tierra me quede prendado de ti, de tu belleza, de tu dulzura, de toda tu. Empecé de pronto a cuestionar los motivos por los cuales estábamos destinados a ser enemigos y nadie me supo dar una explicación. El Rey Aro junto con Carlisle, mi padre, siguiendo los dictados del consejo formado por miembros de todos los Clanes, me prohibió todo contacto contigo pues tu no eras una humana normal, eras una bruja y por naturaleza enemiga de mi raza. Yo al principio intenté obedecer a mi padre y al consejo, consciente de lo imposible de ese amor, luché contra ti todo lo que pude, del mismo modo que tú lo hiciste contra mí, pero todo fue inútil. Tú me llamabas, yo te llamaba y ninguno de los dos podía hacer oídos sordos al reclamo del amor.

Iniciamos una relación proscrita, secreta, a escondidas, protegidos por este bosque testigo de tantas y tantas noches de amor. Pero una fría noche de Hallowen fuimos descubiertos. Tanya, una vampiresa, celosa porque nunca correspondí a sus sentimientos, nos descubrió y delató pensando que si tu desaparecías yo sería solo para ella. Que poco sabía del amor, de ese amor que se te mete tan dentro que es imposible sacarlo, de ese que atraviesa el tiempo y la distancia, que supera todos los obstáculos, que rompe todas las barreras.

Tu raza te conminó a dejarme pero tú te negaste y fuiste condenada a morir de la forma más horrenda de todas las muertes, la hoguera, la muerte más humillante para una bruja. Mi raza también me dijo que o te dejaba o sería expulsado de entre los míos, cuando me negué, fui condenado a vagar por toda la eternidad. Solo se me permite volver en esta noche de brujas y una vez cada cien años.

-¿Y cómo es que se te concedió ese permiso?

-Nahuel, un mago poderoso, cómplice y testigo de nuestro amor, obligó al Rey Aro a darme ese permiso amenazando con destruir toda nuestra raza si se negaba. Tanto él como mi padre no tuvieron más remedio que obedecer consciente del poder de ese mago. Pero solo tenemos esta noche, eso es a la vez nuestra esperanza y nuestro castigo, ya que mi padre mismo obligó al mago para que el hechizo que me permitía volver tuviera un fallo, tu no recordarías nada. Pero el mago es muy listo y dejo dispuesto que si algún día tú lo hicieras estaríamos juntos para siempre.

—¿No podemos hacer nada para evitarlo, no puedo estar más tiempo separada de ti amor? –le dijo Bella recordando todo, absolutamente todo en ese momento. Lo cierto es que necesitaba oír la historia de sus propios labios porque a pesar de haberla conocido por el libro, no la sentía como suya aunque algo en su interior le indicaba lo contrario. Ahora al escucharlo de labios de su vampiro hermoso recordó ese amor, recordó el secreto, la lucha porque triunfaran sus sentimientos puros y nobles, el enfrentamiento con los miembros de cada raza que se oponían a ese amor. Recordaba su muerte, el calor que se desprendía de aquella hoguera encendida y que recorría su cuerpo convirtiéndolo en cenizas. Pero nada de eso había podido con ese amor. Edward al escuchar esas palabras de la boca de su amada sintió que su muerto corazón explotaba y se hinchaba de felicidad, por fin, después de tanto tiempo. Ahora solo les quedaba una última prueba que pasar.

—Ahora que lo has recordado todo, también sabes de sobra como hacerlo amada mía. Una pócima mágica, un simple sorbo acompañado de un mordisco y nuestras almas se unirán para siempre –Bella recordó entonces ese bebedizo que había aprendido a elaborar hoy en su clase de pociones, ¡que bendita causalidad! Todavía lo llevaba en el bolsillo de su chaqueta, en sus prisas por marcharse huyendo de Jacob, de su realidad, ni siquiera se había acordado de dársela a su profesor. Edward leyendo el pensamiento de su amada se levantó un momento del lecho y fue a buscar esa pócima que los uniría para siempre. Volvió con ella y se tumbó de nuevo a su lado.

—¿Estas preparada para unirte a mí para toda la eternidad?, ¿para desafiar a todo y a todos?, ¿para vagar sin rumbo fijo eternamente por eso que llamamos nada?

—Sí, lo estoy, junto a ti estoy preparada para lo que sea, siempre que no nos separemos.

—¿Seguro?, nunca en nuestros anteriores encuentros habías estado tan decidida.

—Tal vez fuera porque todavía conservaba una esperanza de que al final nos dejaran vivir nuestra propia vida. Tal vez fuera porque no conseguía recordar tan nítidamente como hoy. Ahora estoy segura de que nunca nos dejarán en paz, ahora lo recuerdo todo al fin.

—¿Preparada entonces? –dijo aquel vampiro hermoso abriendo la botellita que contenía la pócima que los uniría para siempre.

—Sí, estoy preparada –y con estas palabras Edward bebió aquella poción. Reservando un poco del líquido en su boca lo llevó hacia la boca de Bella. La bruja tomó de sus labios aquel bebedizo letal. Ambos se fundieron en un beso lleno de amor y muerte, lleno de promesas de futuro. Luego Edward viajó hasta su cuello y la mordió justo en la yugular, marcándola así como suya, introduciendo en su cuerpo su ponzoña mezclada con el veneno que había penetrado en su organismo.

Aprovechando los últimos momentos que les quedaban de vida, Edward beso de nuevo todas y cada una de las partes de su cuerpo y volviéndola de espaldas, colocó a Bella a cuatro patas con su cara pegada a la almohada y su trasero hacia arriba. La penetró de nuevo sin piedad, ya no había tiempo para preparativos ni ternuras, solo para el deseo. Los movimientos rítmicos, cadenciosos y acompasados, se mezclaban con los gemidos que salían de las gargantas de los dos amantes, Edward salió del interior de su amada poniéndose boca arriba con ella encima de él y en un ágil movimiento la levantó hacia arriba dejándola caer de golpe introduciéndose así de nuevo en ella. Bella le cabalgó con desesperación, ya no era su mente la que mandaba, era su cuerpo, su deseo por él, era amor en estado puro. Los movimientos se hicieron cada vez más fuertes y desesperados, Bella subía y bajaba con fuerza encontrándose a medio camino con el cuerpo de su amado y así siguieron un buen rato, subiendo, bajando,hasta que ambos, se consumieron en un orgasmo poderoso, único e irrepetible a la vez que exhalaban su último aliento.

El día los sorprendió abrazados el uno al otro y así los encontraron una partida de brujos y vampiros que, por separado, habían salido en su busca. Al ver que ni la distancia ni el tiempo, ni siquiera la misma muerte, había podido con ese amor, tanto vampiros como brujos se miraron con remordimiento, con pesar. Ya ninguno de ellos recordaba la razón de su enemistad, solo que habían crecido con ella, inculcándosela a sus descendientes. Los que más tenían que llorar eran Charlie y Renée, los padres de Bella, que perdían una hija querida en la flor de la vida y no había ningún hechizo y poción mágica que la trajese de vuelta con ellos. Los brujos podían ralentizar el envejecimiento, ganar más años de vida, pero no podían darla una vez que esta se había ido dejando tras de sí solo un cuerpo frío e inerte.

Y Carlisle aquel padre que no había sabido serlo, que escogió el odio antes que el amor, también lloraba, lloraba por aquel hijo del que siempre esperó que recapacitase y volviese de nuevo a donde pertenecía. Pero no supo ver la potencia de su amor. El amor es poderoso cuando es de verdad y nada ni nadie pueden luchar contra él

Una orquesta de clarines y timbales, acompañó a los dos amantes en su último paseo por el bosque hasta la morada que los albergaría para siempre. El mismo mago que siempre los protegió lanzó un poderoso hechizo que permitiría que cada año por Hallowen los dos amantes volvieran a la vida para amarse sin medida durante toda esa noche. Edward ya contaba con eso pues fue ese mismo mago el que una vez le reveló que solo había una forma de estar unidos para siempre. En realidad formaba parte de un plan que al final, cuando por fin Bella recordó, había tenido éxito.

Había pasado un año y Edward empezó a despertarse de su sueño. Sintió como el cuerpo de su amada esposa, porque eso era lo que Bella representaba para él desde el mismo momento en que la había mordido y ella había bebido de sus labios la poción letal, yacía a su lado. La miró dormir unos minutos más, puede que para el resto de los seres que habitaban el bosque y los brujos que vivían en el pueblo, hubiera pasado un año pero para él, solo era el día siguiente a esa noche mágica que habían pasado juntos, la noche que los unió. Poco a poco fue dejando un camino de besos por todo el cuerpo de su amada hasta llegar hasta el centro mismo de su placer. Levantó con cuidado el vestido que alguien le había puesto y arrancó las estorbosas braguitas que la cubrían y sin dudar un segundo introdujo su lengua en esa cavidad que solo era suya. El cuerpo de Bella se retorcía de placer, su mente estaba a caballo entre el sueño y la realidad. Oyó como su vampiro amado la llamaba, pero ella aun no despertaba, la oscuridad la envolvía.

—¡Bella, Bella!, despierta cariño-, la voz que la llamaba se oía cada vez más cerca pero no era la que deseaba escuchar.

—¿Mamá?, ¿eres tú?

—Pues claro hija, ¿quién iba a ser sino?, me habías asustado, te quedaste dormida nada más volver de la escuela y creo que has tenido una especie de pesadilla. ¿Estás bien hija? –preguntó Renée al ver que su hija parecía como en trance.

—Sí, madre sí lo estoy –respondió Bella que aunque se lo proponía de veras no conseguía recordar nada de lo que había soñado, solo sentía desolación, vació.

—Pues date prisa Alice, Rose y Jacob ya te están esperando abajo para ir al instituto a decorar el gimnasio para la fiesta de esta noche.

Sin demasiadas ganas de fiesta, Bella bajó las escaleras que la separaban del salón donde esperaban sus amigos y junto a ellos fue el instituto donde ya había un montón de alumnos elaborando las típicas calabazas de Hallowen. Toda la tarde les llevó decorarlo y dejar preparado el gimnasio para la fiesta. Regresó a su casa acompañada por Jacob quien veía algo extraño en su actitud, llevaba ya varios días así y el muchacho tenía la certeza de que esa noche marcaría un antes y un después en la relación. Encendió el estéreo de su coche y la canción de Sally resonó dentro del vehículo, una canción muy propia de esa noche y muy acorde con su estado de ánimo. Llegó a casa con el tiempo justo de coger su disfraz de hombre lobo y ponérselo, había escogido ese disfraz debido a la especie de atracción que entre las mujeres ejercía ese personaje de leyenda con la esperanza de recuperar un poco de la atención de Bella.

Bella estaba preciosa con ese disfraz de bruja, era sencillo pero a la vez atrevido y sexy. Nada más llegar a la fiesta se separó de su novio y se mezclo entre la multitud. Acababan de tener una conversación en el coche nada agradable pues había roto con él. No podía aguantarlo más, sentía que tenía que hacerlo, no podía seguir engañándose ella misma y engañarlo a él. No le amaba, nunca lo hizo, y llevaba días preguntándose por qué coño acepto a salir con él. No, ella aspiraba a algo más, a un amor más puro y profundo, quizás no le llegase en esta vida pero nunca dejaría de buscar.

—¿Qué hace una bruja tan guapa sola en una noche como esta? –cuando Bella se volvió hacia aquella voz aterciopelada que le había hablado se quedó con la boca abierta y sin palabras. Ante ella estaba el ser más hermoso que jamás vieron sus ojos. Su disfraz de vampiro le quedaba a la perfección, su cabello cobrizo un poco largo y desordenado, su blanquecina cara en la que destacaban sus ojos dorados. Su disfraz era perfecto, hasta los colmillos y la capa le quedaba que ni pintado. Cuando se fijó un poco más se dio cuenta de que el cabello era el suyo natural, no había pelucas ni tintes, sus ojos tenían unas lentillas que los cambiaban de color pero pudo observar que debajo de aquel hermoso dorado había un verde intenso y profundo. Solo esos colmillos y su disfraz en general estaban hechos por la mano del hombre, o al menos eso parecía.

—Creo que todavía no nos han presentado –le dijo el muchacho mientras los altavoces del gimnasio reproducción Sally Song, canción que a este paso iba a ser su favorita –me llamo Edward Cullen, primo de tu amiga Alice, y soy nuevo en este instituto, pero esa noche seré quien tú quieras que sea ¿bailas?

—Sí –le respondió Bella sin dudar cogiendo el brazo que él le ofrecía. Y los dos se fueron a la pista y muy juntos bailaron esa melodía que habla de amores imposibles. Estaban tan sumergidos en su burbuja que no se dieron cuenta que desde un rincón de la estancia unos ojos tan negros como la noche, los miraban con odio. Jacob estaba loco de celos, ¿de modo que por eso lo había dejado?, ¿por esa mala imitación de un vampiro?, y secretamente se prometió así mismo que no descansaría hasta ver a esos dos separados.

También estaban ajenos a que en otra parte de la sala, su padre, el Jefe de policía Swan, miraba la escena con preocupación. El expediente del chico no era nada bueno ya que había sido expulsado de varios institutos. Una mala relación con su padre era la causa de su rebeldía. Y su hija era un ser tan puro e inocente.

Pero eso sería parte de otra historia, esta termina con dos bailarines danzado al ritmo de una canción triste pero hermosa. Con dos almas que se reencuentran, que se reconocen aun si saberlo, que se llaman, que se buscan y que lucharan contra quien sea necesario para que nada ni nadie los vuelva a separar.

Cuando el amor es verdadero, nada puede separarlos, las almas siempre se encuentran, los cuerpos se funden y las mentes se reconocen. No importa las vueltas que des, el destino es implacable.




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