sábado, 31 de marzo de 2012

RECUPERANDO TU AMOR. OUTAKKE 2: ISABELLA MARIE MASEN SWAN, MARCA LA DIFERENCIA





DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia, me pertenecen, son propiedad exclusiva de S.Meyer


Outakke 2: Isabella Marie Masen Swan, marca la diferencia

Pov Edward

—Parece que alguien tiene prisa por irse hoy a casa –me dijo Emmett mientras íbamos de camino a los vestuarios,  al darse cuenta de que miraba mi reloj por milésima vez en lo que iba de  día.
—Lo que  pasa es que le gusta presumir de ese reloj que le regaló su esposa  –dijo con sorna Riley siguiéndole el juego. Desde luego vaya tres pares de patas para un banco se habían juntado. Entre  Jacob, Emmett y Riley había veces que no ganábamos en calmantes para las agujetas. Los tres eran tan para cual, bromistas, socarrones y al final siempre, conseguían hacernos reír.
—Quien le ha visto y quién le ve –añadió Bianca, una de mis compañeras —,  antes del verano pasado le teníamos que sacar de aquí a garrotazos y ahora es el último en llegar y el primero en salir. Definitivamente esa esposa tuya me cae fenomenal, Isabella Marie Masen Swan marca la diferencia.
—No puedo estar más de acuerdo –le respondí con la mirada pérdida en mis pensamientos.
Antes del verano anterior, apuraba en el trabajo todo el tiempo que podía, hasta que un desesperado Emmet me sacaba de ahí y me llevaba a  su casa a cenar con Rose y mis sobrinos. En otras ocasiones era mi muy desesperado padre el que me sacaba a rastras de la oficina. Yo aceptaba cualquiera de las dos invitaciones y procuraba quedarme con ellos todo el tiempo que pudiera… o que me dejaban… por lo general una muy autoritaria Tanya me llamaba para que fuera inmediatamente… a cumplir con mis deberes de esposo, me decía.
Pero hoy era un día completamente distinto, Tanya no estaba y yo tenía que ir a recoger a mi esposa, sí señor, mi esposa, al hospital para después irnos en el coche a celebrar nuestro primer aniversario de bodas, de nuestra segunda boda. El aniversario de la primera ya lo celebraríamos el 13 de agosto. Reí ante el pensamiento, debíamos ser la única pareja en el mundo que tenía dos aniversarios de boda que celebrar.
Hoy era para mí un día verdaderamente especial. La llevaría a cenar a uno de los hoteles más lujosos de Seattle y luego había alquilado una habitación. Pasaríamos allí toda la noche y tenía algún que otro plan en mente de como pasarla, esperaba que lo último que hiciéramos fuera dormir, para eso ya tendríamos tiempo en nuestra casa, ¿digo casa?, no eso no era una casa era nuestro hogar. Si, nuestro hogar, definitivamente Isabella Marie Masen Swan, marcaba la diferencia entre casa y hogar. No podía sentirme más feliz.

Entré al vestuario junto a los demás, me quité el uniforme y me puse un traje color negro con una camisa azul celeste y a juego una corbata del mismo color aunque de un tono un poco más oscuro para que resaltase. Dude un poco mirando las esposas que estaban enganchadas a mi uniforme.  ¡Qué demonios!, pensé,  llevo más de un año con esta fantasía y parece  que Bella me leía el pensamiento o tenía la misma fantasía que yo,  ya que últimamente no hacía más que  lanzarme todo tipo de sugerentes insinuaciones que provocaban una erección tan fuerte que mis pantalones no solo molestaban sino que corrían serio  peligro de estallar. Pero no se pueden tener cierto tipo de “actividades”  con dos niñas en la casa, así que esta noche… sería la noche… me dije cogiendo las esposas. Las guardé en el bolsillo de mi chaqueta intentando que nadie se diera cuenta… pero fracasé.
—¿Dónde vas con eso?, ¿vas a detener a alguien? –me preguntó un Emmett muy divertido.
—¿No me digas que se lleva las esposas? Ummm teniente Masen, hace usted bien, a lo mejor las necesita, no se sabe lo que se puede encontrar uno por ahí  –dijo Bianca desde el otro lado del biombo que separada los dos vestuarios.  Era una oficina pequeña con pocos empleados y todos nos llevábamos bien, no había secretos entre nosotros, era una condición indispensable. Para hacer bien nuestro trabajo teníamos que confiar plenamente los unos en los otros, de eso a veces, dependía nuestra propia vida. Pero… en ese momento me sentí como a un niño pequeño pillado haciendo una travesura. Bianca y el resto de las chicas, junto con  mi esposa se habían hecho muy amigas… será que le ha contado algo….Bella llevaba unos días muy traviesa
—Seguro que a Rose y a ti no os importa quedaros con Gaby –pregunté para desviar la conversación hacia otro lado.
—No te preocupes hermano, tu hija y mis hijos tienen toda la noche planeada, claro hasta que el teniente Emmett entre y les mandé  dormir –dijo guasón –pero yo no estaría tan tranquilo con Alice y ese torbellino de madrina que tiene. No tengo idea que tendrá pensado para entretenerlas, pero…
—Es capaz de llevarlas a un spa infantil –dijo Bianca partida de la risa         –upps perdón ya sé que no existen pero esta es capaz de inventarlos –añadió provocando las risas del resto.
—O darlas un curso acelerado sobre cómo comportarse en un centro comercial.
—No seguro que se pasa la noche cambiándolas de ropa y….
—Bueno, bueno, vale ya –les corté divertido y recordando como hace escasamente una semana había llevado a su hija Bella a una revisión médica. Según ella la niña lloraba cada vez que le cambiaba de ropa y estaba preocupada por si le dolía algo… en fin… esta Alice –estamos hablando de dos bebes que aun no tienen ni un año, Alice está loca pero yo confió en Jasper –les dije saliendo de  aquellos recuerdos.
—Ummm… sí… haces bien en confiar –dijo Bianca – creo que es el único ser en la tierra capaz de parar a ese volcán. Madre mía que energía por dios, a veces me preguntó donde tendrá las pilas, más que nada para desconectarla un poco –añadió mi compañera provocando las risas del resto.
—Bueno ahí os quedáis, no hay que hacer esperar a las damas –les dije saliendo por la puerta sin parar de reír, cosa que en el último año y medio se había hecho costumbre en mi. Al salir me tropecé  con mi padre que en ese momento entraba.
—Adiós hijo que lo pases bien y… usa las esposas como es debido… son material de trabajo –me dijo y su estruendosa risa se vio acompañada por las de los otros  provocando dos cosas en mi, una mi sonrojo,  y otra mi opresión en los pantalones de pensar en la forma que tenía pensado  usarlas. A veces era un poco molesto que no hubiera secretos entre nosotros, pensé mientras salía a la calle.

Me dirigí al Aston Martin que tenía aparcado afuera, ocasión especial coche especial ¿no? Al llegar al hospital estacioné el coche en la plaza reservada para Bella. Me gustaba venir a recogerla a mí y lo hacía siempre que podía, por tanto esa plaza siempre estaba vacía para alguno de nuestros coches.  La llegada de Alice a nuestras vidas, había hecho necesario  el que nos compráramos un coche familiar para  cuando íbamos todos a algún sitio de excursión, al cine, al Centro Comercial  obligados por ya saben ustedes quien,  y Bella lo utilizaba siempre que yo no podía venir a recogerla. Salí del coche  y me encaminé muy decidido a la puerta del hospital en busca de mi esposa, pero me quedé petrificado en mi sitio. En mi dirección venia la diosa reina de todas las diosas del Olympo, la lujuria echa mujer, mis pantalones comenzaron de nuevo su labor de estrechamiento mientras yo la desnudaba con la mirada. El vestido negro ajustado que llevaba y que le llegaba a mitad del muslo era pecaminoso. Sus altos tacones le hacían unas piernas de infarto y su pelo suelto que caía en suaves ondas, se movía al andar de una manera que ufffff ¿aguantaría yo una cena entera con sus entrantes, sus dos platos y el postre?, pensé para mi mientras instintivamente tocaba las esposas que estaban en mi bolsillo. Detrás de ella vi a Alice y a Jasper cada uno con una niña en brazos.  Seguro que ese torbellino loco era el causante del look de Bella y, sinceramente no podía estar más agradecido. Antes de volver a posar mi mirada en ella vi como Jasper me levantaba el pulgar  deseándome con ese gesto una muy feliz y placentera  noche.
—Tierra llamando a Edward –oí su dulce voz que me llamaba mientras sus cálidos brazos me rodeaban por el cuello depositando un sugerente beso en la boca. Beso que respondí inmediatamente profundizando sin más. La obligué con mi lengua a que separara sus labios e invadí su boca como un eficiente soldado obedeciendo órdenes de su superior. Su lengua pronto empezó a batallar con la mía en una lucha de poderes en la que ninguno de los dos tenía intenciones de ganar y en la que no quedó  un solo hueco de nuestras bocas sin explorar.
—Guauu Teniente, eso ha estado genial –me dijo con voz sugerente una vez que nos hubimos separado al tiempo que me tocaba mi necesitada erección masajeándola con su mano izquierda al mismo tiempo que metía la derecha en mi bolsillo  y descubría la esposas –ummm me parece que alguien va a tener que ser detenido hoy ¿por comportamiento indecoroso  quizás?
—Bella… —le dije conteniendo el aliento—, como sigas con ese jueguecito me parece que ni cenas ni nada, te detengo aquí y ahora y te llevo rastras a casa a demostrarte como me pones ¿escuchas?
—No, no, no –me dijo divertida– tengo hambre Teniente, mucha hambre –tragué en seco ante su mirada ¿de qué tendría tanta hambre esta mujer?
—Pues no se hable más le dije abriéndole  la puerta del coche.
Nos pusimos en camino hacia Seattle hablando de todo un poco, como siempre hacíamos, del trabajo, las niñas. Pero Bella esta noche estaba…un tanto extraña…aunque debo reconocer que me encantaba esa actitud. Cada dos por tres se las ingeniaba para rozar con su mano mi muy erguida erección dispuesta a saltar en cualquier momento y la postura que llevaba en el asiento no era para nada discreta… esta mujer me iba a matar, pero a matar de verdad.

Llegamos al restaurante con bastante tiempo, así que nos encamínanos hacia el bar para tomar algo mientras nos terminaban de preparar nuestra mesa. La manera en que se sentó en la silla cruzando sus piernas me causó un enorme problema en el ya de por si enorme problema que tenía. Para disimular, mientras nos servían  las copas,  pasé por recepción para recoger la llave de la habitación, me daba la impresión de que después de cenar iba a tener prisa, mucha, mucha prisa. Al regresar al bar observé con indignación como todas las miradas babeantes de los hombres, estuvieran o no acompañados,  se posaban en mi Bella y en sus… esto… piernas. Ni corto ni perezoso me dirigí hacia ella, la puse la mano allí donde dicen que la espalda pierde su nombre y la atraje hacia mí, mirando desafiante a todo el mundo, dejando claro que esa preciosidad, era mía, solo mía ¿estamos?  les pregunté con la mirada.
—Bella cariño –le dije un tanto irritado –todo el mundo te mira ¿podrías descruzar las piernas? Y acto seguido me obedeció mientras su rostro se volvía del rojo mas intenso. Definitivamente, Bella esta noche estaba de estrategia, una estrategia muy bien planeada por ella y las otras locas que tenía como amigas, estrategia que iba directamente dirigida  a cierta parte de ni anatomía además de  poner a prueba mi fuerza de voluntad y mi autocontrol.
Cuando el camarero anunció que teníamos la mesa dispuesta, nos dirigimos a ella. Le sostuve la silla para que se sentara y después me senté yo. Pedimos el primer plato y encargué una botella del mejor champan. No llevaba ni dos bocados de la fabulosa ensalada que nos sirvieron cuando noté como un pie me acariciaba mi pene y al levantar la vista la mirada de Bella era de los más…. Ummm… no sabría describir como era.
—Bella… —le dije  intentando seguirla el juego —como sigas así te voy a tener que detener por escándalo público y te vas a enterar de quién soy yo…
—Realmente estoy siendo una niña muy mala Teniente, en verdad necesito que me detengan –me contestó toda sugerente volviendo a la carga con su mano puesta ahí mismo. Por dios bendito mi cordura,  ¿dónde estaba mi cordura?,  ¿y la suya?,  ¿en qué momento se nos perdió?
Y en este plan siguió la dichosa cena. En el estado en el que estaba yo ya no sabía si estaba comiendo, carne, pollo o pescado, ni de qué diablos estábamos hablando, solo podía estar pendiente de una cosa y era de la mano de Bella, del pie de Bella y de su mirada.
Terminamos de comer el postre, pagamos y en un silencioso acuerdo nos fuimos del restaurante, con un poco de prisa todo hay que decirlo, camino de los ascensores. Llegamos a la habitación y nos fuimos desnudando el uno al otro con auténtica ansia.  Le quité el vestido y lo que llevaba debajo me dejo prácticamente sin habla, por dios, ese conjunto era…era… no sabría decir cómo era… por Dios. La cogí en brazos y la llevé a la cama donde la deposité de la forma más cuidadosa que mi estado de excitación me permitía, su mirada me estaba torturando. Fui hacía mi chaqueta y cogí aquello con lo que los dos habíamos estado soñando toda la noche y antes de que pudiera darse cuenta la tenia esposada y a mi merced en la cama.
—Queda  detenida señora Masen, ahora verá usted las consecuencias de andar jugando y provocando de esa forma toda la noche a su muy inocente esposo –le dije poniéndome encima de ella y besándola con urgencia a la vez que restregaba mi miembro contra ella. Dejé descansar un poco sus labios para ir hasta su oreja…
—No sabes lo mucho que te amo, eres toda mi vida, mi razón de ser y esta noche voy a demostrártelo ¿Me vas a dejar demostrarte lo mucho que te amo? –le pregunté  mordisqueando el lóbulo  de la oreja y ganándome unos cuantos gemidos y un claro asentimiento.  Fui dejando besos por su cuello, su clavícula hasta llegar a sus pechos, la arquee un poco y le quite el sujetador dedicándome por completo a disfrutar de esa parte de su anatomía que me  volvía completamente loco. Los bese con pasión, los mordisqueé, rodee sus pezones con mi lengua y me entretuve un buen tiempo jugando con ellos mientras de la boca de Bella solo salían gemidos y suplicas. Las esposas no la dejaban moverse ni tocarme y eso la estaba desesperando pues de sobra sabia que le gustaba pasar sus manos por  mi cuerpo hasta llegar a mi pene. Estaba seguro de que esto le estaba causando una tortuosa impotencia y al mismo tiempo la estaba excitando mucho más. Por mi parte ver a esa mujer, a mi mujer, a la mujer de mi vida, a mi esposa, mi amante, mi amiga, la madre de mis hijos, esposada a la cama y a mi merced, hacía que mi propia excitación creciese a pasos agigantados, tanto ese así que mi pene ya estaba empapado del liquido pre seminal. Ella me pedía, bueno más bien me rogaba, que acabase con su tortura
—No señora Masen, todavía no, tiene usted que esperar un poco –le dije descendiendo  por su cuerpo marcando una vez más con mi boca todos y cada uno de sus recovecos hasta llegar a mi otra parte favorita, su sexo, pero de momento no me detuve allí, sino que seguí bajando por sus piernas dejando besos allá por donde iba. Cogí uno de sus pies entre mis manos y chupé y besé cada uno de sus cinco dedos y luego hice lo mismo con el otro. Con las uñas rastrille cada una de las dos plantas provocando un escalofrío en ella, esperaba que de placer pues Bella estaba al borde de la excitación, lo notaba por  la manera en que reaccionaba a mis caricias, moviéndose de arriba abajo todo lo que las esposas le permitían. Volví a subir de nuevo por sus piernas, rodillas, muslos hasta legar a su centro.  Me deshice de las braguitas tirando de ellas y rompiéndolas,  ganándome nuevos gemidos. Sin más miramientos,  ataque con mi boca su clítoris mientras metía un dedo dentro de su cavidad buscando ese ángulo de placer que sabía que la volvía loca. Estuve un buen rato jugando con ella. En un momento determinado introduje otro dedo ganándome nuevos gemidos, su cuerpo convulsionaba entero, su culo subía arriba y abajo junto al resto de su cuerpo mientras sus manos seguían esposadas a la cama sus pechos bailaban cada vez que hacía un movimiento volviéndome completamente loco. Me di cuenta de que iba a explotar, que mis caricias estaban dando fruto, así que deje de lamerla y saque mis dedos de ella para sustituirlos por mi pene, después de ponerme un condón que llevaba todo el tiempo teniendo en la mano, la embestí de un solo movimiento y empecé a moverme lento, lento, demasiado lento para su gusto a juzgar por su reacción  mientras la besaba dejándonos probar su propio sabor mezclado con el mío. Me incorporé un poco sin salir de ella, tomé las llaves de las esposas y la libere ya que no quería hacerla daño en cualquiera de mis envites. Sus manos fueron a parar inmediatamente a mi cabello del que empezó a tirar sin piedad, bajaron por mi espalda y se posaron en mi trasero apretándome contra ella.  Mi erección pronto se empezó a ver aprisionada en su centro y entonces mis embestidas se fueron haciendo más rápidas, más duras, más potentes hasta que el orgasmo  invadió nuestros cuerpos liberándolos.
Cuando hubimos recuperado nuestras respiraciones, salí de ella, me levanté de la cama y me dirigí  al sitio donde descansaba mi regalo de aniversario. Cuando salí del bar con la excusa de ir a buscar las llaves, había ido al coche a por él,  lo había subido a la habitación y ahora estaba en la gran mesa que presidia el salón de la suite.
—Felicidades Señora Masen, una pequeña muestra de cuanto te quiero, de cuán grande es mi amor por ti –le dije tendiéndole el paquete  en cuyo interior se encontraba una bonita caja de música que ese diseñador amigo suyo había hecho para ella a petición mía. Cuando Bella la abrió se quedo muda de la impresión, pues al abrirla se escuchaban  su nana y la de mi hija Gaby. En la parte interior de la tapadera de la caja y grabada con diamantes destacaba la siguiente leyenda siempre te amaré, incluso aun después de haber muerto. Esa leyenda daba una idea de cuan profundos eran mis sentimientos por ella, de cuan arraigados estaban. Y  debajo estaban mis iniciales y las de nuestros hijas. La típica bailarina había sido sustituida por una pequeña foto de los cuatro, cuyo marco estaba formado por diamantes.
—Mu…muchas gracias… es preciosa, es una autentica preciosidad me dijo visiblemente emocionada.
—Nada es más bonito ni más bello que tú  —le dije mientras  le daba un apasionado beso que volvió a despertar de nuevo esa parte de mi cuerpo que siempre estaba alerta y a sus órdenes en su presencia. Cuando nos separamos se levanto de la cama y se dirigió a su bolso del que sacó una pequeña caja que me tendió.
—Felicidades para  ti también teniente –al abrirla no pude más que sonreír pues era tal nuestra conexión que hasta en esto coincidíamos. Dentro de una preciosa caja de terciopelo, descansaba un hermoso llavero de oro blanco  con sus iniciales y las de las niñas grabadas y una preciosa inscripción que decía: eres toda nuestra vida. Te quiero, te queremos.
—Gracias, gracias, gracias, le dije con lagrimas de alegría en mis ojos y la abracé fuerte mientras le daba un nuevo beso. Era tal mi excitación que no lo vi venir, juro que no lo vi, pero de repente me encontré tumbado en la cama y… esposado a los barrotes del cabecero con Bella sentada a horcajadas  encima de mí. Me puse a reír como un idiota ya que los nervios y la anticipación de lo que allí me iba a suceder me provocaron esa reacción. Bella empezó a frotarse contra mi erección, su sexo sobre mi sexo, sin nada de por medio, solo nuestra piel. Empezó a darme besos en el oído gimiendo en él,  mordiéndome el lóbulo de la oreja, descendió por mi cuello, clavícula y se detuvo en mis pezones, los cuales se dedicó a atormentar pellizcándolos, masajeándolos, rodeándolos con su lengua , en fin toda una experiencia erótica digna del mejor libro sobre el tema. Mis gemidos, bueno más bien mis gritos se oían por toda la habitación mientras me movía como buenamente podía ya que estaba esposado, esta mujer provocaba en mi una oleada de sentimientos impresionante. Era algo a caballo entre la frustración por no poder tocarla y la excitación por no poder hacerlo. Siguió bajando por mi cuerpo hasta llegar a mi pene, el cual cogió con su mano y empezó a masajearlo de arriba abajo como solo ella sabía, lento, tortuoso, delicioso, ahora hacia arriba, ahora hacia abajo hasta que de pronto, sin previo aviso se lo metió entero dentro de su boca, pillándome desprevenido y provocando en mi un grito y un gemido tan alto que rogaba a dios porque las habitaciones de nuestro alrededor estuvieran desocupadas. Empezó a mover su boca de arriba abajo de mi erección chupándola, sin dejar un solo sitio sin lamer, me daba tenues mordisquitos que me provocaban un doloroso placer, ya no podía mas, no podía, no señor. Lo mas desesperante era no tener manos para tocarla, para  acariciar sus senos o ponerlas sobre su cabeza y empujarla mas hacía mi, el no poder tocarla era una experiencia nueva, distinta, a la vez torturante y a la vez estimulante, no sabría describirla, era… única. Placenteramente única.

—Bella,  mi amor, no puedo más, como sigas así voy a terminar en… —no pude acabar mi frase ya que mi esposa empezó a arremeter con más fuerza y sin poder evitarlo me derrame en su boca. Bella recogió y lamio   todo mi semen sin dejarse  una sola gota y me miro relamiéndose y chupándose los labios de una manera que mi erección volvió a ponerse de nuevo en marcha. Bella se dio cuenta de eso y con una sonrisa petulante me miró, se levantó a por un condón, me lo puso de una forma desquiciantemente lenta, acariciando mi miembro en cada movimiento que hacía. Se introdujo en mi interior de un solo envite. Me cabalgó y me cabalgó como la experta amazona que era, sus pechos, sus bonitos y maravillosos pechos que me estaba prohibido tocar, pues todavía seguía esposado, bailaban frente a mi boca y mis ojos, pero cuando  quería chuparlos y degustarlos ella me lo impedía echándose hacia atrás, y encima seguía sin poder tocarla. ¿Por qué no me liberaba?,  era una tortura una autentica tortura.
—Bella por dios, quítame las esposas, necesito tocarte. Pero ella negó con la cabeza diciendo algo que no entendí ya que en ese momento un  enorme y conocido fuego me invadió y ambos explotamos en un orgasmo tan potente que parecía que llevábamos un buen tiempo  en sequía y eso que era el tercero de la noche.
—Eres mala, Bella, y muy cruel –le dije con la respiración aun acelerada ¿Por qué no me has liberado?,  quería tocarte.
—Esto… verás... no te preocupes… podrás hacerlo en un segundo dijo mientras miraba por todos lados levantando incluso las sabanas que aun quedaba intactas, parecía que buscase algo.
—Bella, ¿qué pasa?
—No sé donde están las llaves de las esposas, dijo inclinándose hacia abajo para mirar debajo de la cama, poniendo literalmente hablando el culo en mi boca, provocando de nuevo el despertar de mi sexo.
—Bella, estarás hablando en broma.
—No, me dijo me dijo su voz desde debajo de la cama mientras su culo  seguía en la misma posición. En un intento de buscar mejor, se colocó de tal manera que llegó un momento en el que su centro estaba justo a mi  alcance  y no lo pude evitar. Introduje mi lengua en su cavidad metiéndola y sacándola mientras mi erección estaba otra vez en perfecto estado de revista. La saqué de su interior y me dedique a su clítoris haciendo círculos en él para luego volver a introducirla dentro de ella. La posición no parecía nada cómoda ni ortodoxa, yo esposado a la cama y ella bueno su escorzo  era muy difícil de describir, creo que hasta incluso estábamos inventando una nueva postura que parecía imposible pero que no lo era y a los hechos me remito, una nueva experiencia lujuriosa.  Los gritos que provenía desde los cofines del suelo me decían que le gustaba lo que  hacía así que seguí con más ahínco, con más fuerza, metiendo y sacando, metiendo y sacando, torturándome a mí mismo porque ese culo que estaba a mi alcance, al mismo tiempo no lo estaba pues no tenia manos para tocarla como me hubiera gustado y eso me estaba poniendo duro, muy duro. Sus gritos se escuchaban ahogados pero se escuchaban y en un momento determinado un grito especial, más fuerte que los anteriores me indicó que iba a explotar así que acelere los movimientos con mi boca ganándome  un espectacular orgasmo de su parte. Tal como ella hizo antes lamí y recogí cada gota de su semen sin dejarme nada, absolutamente nada. Cuando recupero el aliento,  se incorporó, clavando más su culo en mis ojos, por Dios, y yo seguía esposado, ¿dónde diablos estarían las malditas llaves? Pero no me dio tiempo a analizar donde podrían estar ya que sentí sus labios atacar los míos sin piedad, Mi sabor, que aun estaba en sus labios, y su sabor se unieron en nuestras bocas provocando una delicatesen sensual muy difícil de olvidar.
Tras recuperar nuestras respiraciones, se tiro un buen rato buscando las dichosas llaves a gatas ¡Dios Bendito, a gatas!, su culo en pompa dándome  una espectacular vista de él, sus pechos moviéndose  de un lado a otro y yo… impotente, ¿se daría ella cuenta de lo que estaba provocando en mi?,  ¿dónde estarían las dichosas llaves?,  ¿tenían que estar en algún lado? A tomar un café solas no podrían haberse marchado, digo yo. Una vez más el famoso despiste de Bella Masen Swan  entraba en acción, y esta vez no era un coche eran las llaves de unas esposas que no volvería a ver con los mismo ojos, no mientras me mantuviesen amarrado a  una cama sin  poder tocar ese espectacular culo que se movía de un lado a otro junto al resto de su cuerpo buscando  la maldita llave y que estaba provocando  en mis partes nobles…  algo muy difícil de definir.
—Las encontré  —me dijo de repente mostrándome las llaves en la mano con una sonrisas triunfante.
—Libérame entonces por favor –le contesté echándole una mirada que en fin… le hico fruncir el ceño ante la imposibilidad de interpretarla. Se sentó a horcajadas sobre mí con su sexo sobre mi sexo y, por fin me liberó.  Tal y como era mi intención, la pille por sorpresa,  porque cuando me sentí liberado, en un rápido movimiento  la volví a esposar, la puse a gatas con las manos por delante para no dañarla y sin más miramientos la penetré, la penetré profundo, muy profundo, la penetré con sed, la penetré fuerte, duro,  me moví dentro de ella de una manera brusca casi diría que brutal, era pura lujuria, puro deseo, química en estado puro. A juzgar por sus movimientos buscando mas fricción, a juzgar por sus gritos, por sus jadeos y gemidos lo estaba disfrutando tanto como yo y eso me animo a seguir, a seguir y seguir, mientras con mis manos tocaba aquello que me  había sido negado una buena parte de la noche, sus pechos, su culo, su clítoris el cual masajee y pellizque ayudando así a  su propio placer.  Los dos bailando juntos, jadeando juntos, piel con piel, espalda contra pecho, hasta que a la vez alcanzamos el que me parecía  que era el ¿cuarto, quinto, sexto? de la noche, pero ya había perdido la cuenta. Y la noche aun era joven, sí señor. Todavía teníamos que practicar en el baño.
—Ufff, ha sido bestial. Si lo llego a saber tardo un poco más en encontrar las llaves –me dijo una vez que la hube liberado de las esposas de nuevo. Un momento… ha dicho que…   la miré y la volví a mirar y… entonces caí. ¿Sería posible que?, oh si era muy posible teniendo en cuenta las seis cabezas locas y con ella siete que posiblemente la habrían ayudado a planear todo eso, muy segura estaba de que iba a llevar las esposas, me dije a mí mismo con el firme propósito de investigar en su bolso ya que ahora lo tenía muy claro,  Bella Masen no había perdido las llaves, sabía perfectamente donde estaban…o al menos eso sospechaba.
—Bella no tu no habrás… -le pregunté en un intento de confirmar mi teoría, pero no me dejo acabar y mucho menos me contestó…
—Piense usted lo que quiera Teniente –me dijo levantándose de la  cama, necesito una ducha, estoy muy sudada pero yo solita no me voy a poder lavar… —me dijo poniéndome unos ojitos que…y una carita...y unos morritos…
Y no hizo falta mas, Salí de la cama como un resorte,  con mi obediente soldado listo y dispuesto para la siguiente ofensiva.
Las esposas cayeron en ese momento al suelo y las cogí presuroso ya que a lo mejor podrían hacer falta en la ducha. Desde luego no iba a volver a mirar esas esposas de la misma forma. Las guardaría en casa encerradas en una urna de cristal como un tributo, ya cogería otras del material de la oficina. Ahora no tenía tiempo para pensar en una excusa para coger otras, pero ya lo decidiría. Lo malo iban a ser las burlas del Emmett, de Jacob y del resto, pero de eso ya me encargaría mañana, ahora tenia asuntos mas importantes que tratar. Con ese pensamiento me encaminé al cuarto de baño donde mi esposa me esperaba para que la…. ayudase a lavar.
Definitivamente  Isabella Marie Masen Swan marcaba la diferencia.
                         









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