lunes, 10 de diciembre de 2012

UNA CITA CASI A CIEGAS. CAPITULO 26: SOLO POR UN SEGUNDO





DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en este fic me pertenecen, son propiedad exclusiva de S. Meyer.

Capitulo 25: Solo por un segundo

Pov Edward

El silencio era absoluto, la tensión del ambiente se podía cortar con un cuchillo, solo se escuchaban las fuertes pisadas pertenecientes a un número indeterminado de personas que se acercaban a la puerta de entrada.

—Agente Ibáñez vaya a abrir y ya sabe lo que tiene que hacer –le dijo el Capitán de la policía a la agente que se había llevado a Jacob con ella. Lo cierto era que los secuestradores tenían un punto maquiavélico al llamar a la puerta de ese modo. Lizzie, que así se llamaba la policía que iba a hacer de cebo, se dirigió hacia ella vestida con ropa de calle y una peluca simulando el pelo de mi Bella. Si no fuera porque yo distinguiría a la mujer de mi vida donde fuera y como fuera, podría jurar que esa chica que iba a abrir la puerta y a enfrentarse a los mafiosos era mi esposa.

—Disculpe –se oyó que decía una voz con un acento extranjero demasiado familiar para nosotros –nos han avisado de una avería del gas en uno de los chalets cercanos a este y dado el potencial peligro de explosión nos gustaría que, por favor, nos dejase entrar a mi compañero y a mí para revisar la instalación –añadió enseñándole una especie de tarjeta que supuse era una identificación falsa.

—Claro no hay problema pasen ustedes –contestó Lizzie del modo más inocente posible.

—¡Qué gran actriz! –se oyó decir a Jacob por el pinganillo del agente que tenía al lado. El susodicho agente le mando callar.

—¿Hay alguien más en la casa? –le preguntó a Lizzie otra voz con un acento parecido a la anterior.

—No, solo estamos yo y…mi hijo que duerme arriba en la habitación –contestó Lizzie otra vez con el mismo tono de inocencia, como si dar ese tipo de información a un extraño fuera de lo más normal en un país en donde las estafas y los secuestros de este tipo, sobre todo en los chalets, estaban a la orden del día.

—Pues en ese caso… ¡vía libre chicos el marido no está! –dijo la primera voz al tiempo que, con una enorme rapidez, se metían en la casa un número indeterminado de personas que hasta el momento había permanecido escondidas.

—Tranquilita y sin chillar –dijo el hombre que había hablado al principio y que parecía ser el cabecilla, apuntando con la pistola la cabeza de Lizzie al tiempo que la aprisionaba por detrás para que no pudiera moverse mientras se adentraba del todo en la casa seguido de los demás.

—¿Qué pasa?, ¿qué es lo que quieren?, el dinero está en la caja fuerte, llévenselo todo incluso las joyas, voy a buscarlas, pero por favor, mi hijo es muy pequeño y… –rogaba la policía en una interpretación perfecta de una mujer confundida y aterrada mientras hacía un vano intento por zafarse de la prisión de los brazos del mafioso.

—Mala suerte querida pero me temo que ese niño y su mamá no verán el siguiente día. No venimos a por dinero, aunque ya puestos…estamos aquí para cumplir un encargo, hay personas a las que molestas mucho preciosa y quieren verte fuera de circulación –le dijo pasando sus asquerosas manos por el cuerpo de la agente que se dejaba hacer como si en verdad fuera una mujer indefensa. Por el pinganillo escuchaba como el Capitán decía que esperase un poco más, pues ya casi tenían la información que precisaban para detenerlos —¿qué les habrás hecho a las zorras esas de la cárcel de Chicago? –siguió diciendo el hombre que la tenia amenazada—, una mujer que parece tan frágil e inocente –añadió mientras seguía manoseándola —pero antes de matarte me parece que nos vamos a divertir ¿no es así chicos?, un poco de entretenimiento mientras esperamos a tu marido no nos vendrá mal, al fin y al cabo no sabemos cuánto tardará y el encargo lo dice muy claro: él tiene que ver como morís, tiene que ser testigo de vuestra muerte y después tenemos que dejarlo con vida para que viva con eso lo que reste de existencia. Mientras venía hacia aquí, iba planeando que si no estaba en casa, le llamaras por teléfono para acabar con esto cuanto antes pero…¿sabes que estás muy buena?, no podemos desaprovechar la oportunidad de pasar un buen rato –añadió de nuevo ante el rugido de asentimiento de los demás. Y a mí la bilis se me revolvió solo de pensar que si Jacob no nos hubiera avisado ahora sería mi Bella la que estaría siendo manoseada por ese cerdo y a punto de ser…no quería ni pensar en la palabra…los ojos se me llenaban de lagrimas solo de sentir lo que mi Bella podría haber sentido.

—Ya les tenemos –escuché que decía uno de los policías por el pinganillo, vamos a por ellos, agente ya sabe qué hacer.

—Pues me parece que no va ser posible, lamento estropearles la diversión –le contesto Lizzie al secuestrador que la tenía supuestamente inmovilizada propinándole un buen rodillazo en la entrepierna al tiempo que con una llave magistral se hacía con el malhechor tirándolo al suelo boca abajo y poniéndole las esposas. Los demás a la señal que nos hizo el Capitán, empezamos a disparar sin dejarnos ver. Los otros reaccionaron en seguida y también comenzaron a abrir fuego. Los guardaespaldas que aguardaban la señal fuera de la casa salieron de sus escondites iniciándose así un muy peligroso fuego cruzado en el cual los secuestradores tenían las de perder pues los disparaban desde dos frentes distintos.

Los siguientes minutos, segundos, horas, fueron angustiantes, el enemigo no cedía, nosotros tampoco, uno de los policías estaba malherido tumbado en el suelo, Lizzie al intentar salir del fuego cruzado llevándose a su prisionero consigo también había sido herida pero lo que más temía es que Bella y Rose al escuchar el escándalo abrieran la puerta que las protegía exponiéndose a las balas. Rogaba a Dios que se quedaran donde estaban ya tenía bastante con haber escuchado lo que había escuchado, esta vez Carmen y Elizabeth no se librarían de un buen castigo y si podía le iba a decir a los abogados que pidieran la pena máxima. Lo siento, era mi tía, hermana de mi madre, pero por lo que escuchaba quería matar a mi Bella y a mi hijo delante de mi ¿se podía ser más cruel?

—Tranquilo Edward –me dijo Sam como siempre leyéndome el pensamiento –Quil y Embry están haciendo guardia en la puerta. Conociendo a esas dos mujeres toda precaución es poca.

—Gracias –le dije sinceramente agradecido por toda su ayuda. Ya sé que era su trabajo y le pagábamos por ello pero aun así…era un buen amigo.

El sonido de las sirenas de la policía mezclados con el de las ambulancias me sacaron de esos horribles pensamientos en donde veía a mi Bella rota y ensangrentada muerta en el suelo con mi hijo en sus brazos. Por lo visto el Capitán había pedido refuerzos y estos no tardaron en llegar haciéndose cargo de la situación. A pesar de que los superábamos en número, los secuestradores parecían tener un entrenamiento militar que les permitía presentarnos cara sin ningún problema. En el reportaje que Bella había hecho sobre las mafias de la Europa del Este se decía que todos ellos eran soldados de los ejércitos que habían sido derrotados en las cruentas guerras que habían asolado esa zona hacia unos cuantos años. Numerosos testigos le habían relatado a Bella como en algunas ocasiones les habían visto hacer el saludo militar en presencia de algún oficial de alto mando.

Gracias a los refuerzos que tanto Sam como la policía habían pedido, en cuestión de minutos los secuestradores estaban reducidos y todo volvía a la normalidad. Eché un vistazo al vestíbulo de entrada a la casa cuyas paredes estaban llenas de agujeros de las balas y uno de los bonitos cuadros que las chicas nos había comprado como regalo de bodas estaba seriamente dañado al igual que una enorme fotografía nuestra en las Pirámides. Pero no era nada que no pudiera arreglarse con una buena mano de pintura, una nueva copia y un buen restaurador. Sin prestar más atención al lado material del asunto que para mi carecía de toda importancia así se hubiese destruido la casa entera, me lancé escaleras abajo en busca de mi esposa, mi hijo, mi cuñada y mi sobrina.

—No me vuelvas a hacer esto otra vez Edward Cullen –decía mi Bella quien nada más abrir esa puerta se había lanzado a mis brazos –no vuelvas a pretender que yo me quede en segundo plano mientras tu vida corre peligro de esa forma, yo tenía que haber estado ahí contigo, me oyes –chillaba toda histérica dándome puñetazos en el hombro antes de caer llorando en mis brazos.

—Mi amor…una vez más lo siento, pero no podía permitirlo. Mi disculpa es por haberte hecho pasar este infierno pero si la situación se repite te pondría a salvo de nuevo ¿es que no ves que sois mi vida?, no puedo consentir que os pase nada yo…Bella venían a por ti y a por el niño, querían mataros delante de mí después de…me callé pues me era imposible pronunciar esa palabra, pero Rose me entendió al instante.

—¿Y es que tu no ves que eres la mía también?– proseguía sin embargo mi terca esposa dándome de nuevo puñetazos en el pecho—, si te hubiera pasado algo yo…yo… ¿qué…que dices?, ¿querían matar a mi bebé delante de ti…y a mí también después de…? —preguntó incrédula una vez que hubo asimilado la crudeza de la situación, pero la voz del Capitán que entraba en ese momento en la estancia me impidió saber lo que iba a decir. Rose y mi sobrina se unieron al abrazo.

—Ya está todo en orden señor Cullen, los llevamos a Comisaria para interrogarlos. Hemos grabado todo lo que han dicho, aun así es necesaria una declaración por su parte para reafirmar la acusación. Necesitamos saber más de esas dos personas que desde la cárcel han urdido todo esto. Así que en cuanto puedan les rogaría que…

—Se llaman Carmen Denali y Elizabeth Vulturi, están presas en la cárcel estatal de Chicago acusadas de un montón de cosas, entre otras otro intento de secuestro a mi esposa y un tiroteo que iba encaminado a matarnos a todos.

—Algo así tenía entendido por lo visto ese secuestro tuvo lugar aquí en Madrid, uno de mis compañeros llevó el caso, ya me he puesto en contacto con él y se va a volver a hacer cargo del asunto, aun así sino les importa.

—Vamos en seguida –dijo mi Bella recuperándose del shock que le produjo saber que iban a matar a nuestro bebé porque al final de todo eso era lo que más le había impactado.

—Jacob ¿me permites un momento?– le dije al que desde ahora ya consideraba un amigo –necesito decirte algo. Verás yo…nosotros –añadí mirando a mi Bella que, sin saber que gracias a él estábamos aquí, asistía en silencio a lo que fuera que iba a decir. Recuerdo vagamente haberle dicho algo por teléfono pero no estoy seguro y por su cara daba muestras de no saber nada –nosotros queremos agradecerte lo que has hecho, sino fuera por ti no estaríamos aquí. Considérame un amigo a partir de ahora porque nunca tendré tiempo suficiente en esta vida para compensarte por todo.

—No tengo nada contra vosotros Edward…bueno…tu me despediste…pero en cierto modo lo entiendo aunque…mi único delito fue enamorarme de Bella –me contestó con una sinceridad y firmeza en la mirada que desgarraban.

—¿Se puede saber de qué habláis? –preguntó mi Bella y rápidamente les conté tanto a ella como a Rose que había sido gracias a él por lo que nos habíamos salvado. Bella al enterarse se abalanzó hacia él y le dio un enorme abrazo al igual que hizo Rose. Yo estaba decidido a recompensarle, recuperaría su estatus en mi empresa así tuviera que corregir yo personalmente todos sus errores…si…al menos se dejara aconsejar en eso…pensé para mis adentros.

—No si al final tenías que terminar abrazándome –dijo Jacob en un claro intento de aliviar la tensión.

—No sueñes Black, no sueñes contestó mi Bella siguiéndole el juego.

A pesar de que ya lo peor había pasado la policía, que no se fiaba de que fuera hubiera todavía algún peligro para nosotros, nos llevó escoltados en una de las patrullas. Yo llevaba en mis brazos a mi Bella que a su vez llevaba a nuestro hijo contraviniendo, ante la mirada comprensiva de la policía, un montón de normas de tráfico. No quería separarme de ellos ni un milímetro y mi Bella era de la misma opinión. Ambos nos mirábamos diciéndonos todo con la mente, solo de pensar que solo un segundo, un solo efímero y miserable segundo, hubiera bastado para perder todo lo que teníamos…se me ponía la carne de gallina. Rose iba a nuestro lado con su hija también en brazos y apoyada en mi hombro muy callada y silenciosa yo le pase un brazo por detrás de los hombros en un claro gesto de consuelo.

—No puedo dejar de pensar en Emmett –dijo mas para sí que para los demás –solo de pensar que hubiera tenido que llamarle para…decirle…que…

—Rose, tranquila –le dijo mi Bella que iba sentada encarada hacia ella –ya no ha pasado nada, todo está bien.

—Gracias a Jacob Black –musite yo en un susurro.

—Sí, al final vamos a tener que ascenderle al grado de Capitán América —dijo mi Bella añadiendo una nota de humor en el ambiente.

Llegamos a la comisaría donde en la puerta de entrada nos estaba esperando el mismo detective que se había hecho cargo del caso la primera vez.

—Parece ser que las señoras tienen muchos recursos a pesar de estar incomunicadas –nos dijo dándonos un fuerte apretón de manos en un claro gesto de solidaridad –he pasado el expediente a los compañeros de Chicago que se encargaron de Tanya Denali y Elizabeth Vulturi una vez que fueron extraditadas así como de los demás detenidos allí. Pasen por aquí por favor, no les entretendré mucho.

—Gracias detective –dijo mi Bella mientras los tres nos encaminábamos hacia donde nos señalaba el policía.

—Bueno pues eso es todo –nos dijo el agente una vez le contamos lo que sabíamos al igual que Jacob que estaba con nosotros. Parece ser que alguien le había contactado para decirle que estuviese atento pues habían ordenado la muerte de Bella y nuestro hijo encargándoselo a la mafia que imperaba en España. Por lo visto, quien había informado a Jacob estaba de acuerdo en separarnos pero no quería que nadie muriese y lo había llamado para advertirle pensando en obtener su ayuda. Ahora todo era cuestión de saber la verdadera identidad de esa persona que de momento respondía como "la vampiresa" pero estaba claro que ese no era su nombre. Además para mas intriga esa llamada se había hecho desde un lugar indefinido de Chicago y era un hombre quien la realizó en nombre de quien quiera que fuese esa tal "Vampiresa".

—Señor –dijo el Capitán de la policía que había intervenido en casa –no creo que debamos relajarnos, puede haber otros que intenten lo mismo.

—Cierto es, ya había pensado en ello. Queda usted encargado de la vigilancia de la casa de los Cullen reforzando la labor de sus guardaespaldas y…señora Swan le aconsejo que hasta que todo esto no se aclare o vuelva su marido se quede con sus cuñados.

—No se preocupe oficial no tengo intención de pasar la noche sola a pesar de que sé que me están vigilando fuera.

—Esto…agente ¿cómo está la oficial que se encargó hacer de señuelo?— preguntó de pronto Jacob dejándonos a todos anonadados –y…el otro agente también por…supuesto –añadió en un intento de arreglar…lo que fuese que tuviera que arreglar. He de decir en su favor que yo también me preguntaba lo mismo.

—La agente Elisa Ibáñez está bien, solo fue un rasguño aunque no puedo decir lo mismo de Mario Gutiérrez que ha tenido que ser intervenido de urgencias aunque no se teme por su vida.

—Por favor transmítale mis respetos al…al agente Ibáñez y…

—Y ténganos informados de la evolución del señor Gutiérrez –añadí yo para ayudarlo pues ya me sospechaba por donde iba la cosa. A ver no era muy difícil, Lizzie era muy parecida a Bella, casi igual solo que tenía el pelo más corto y encima había abatido a ese hombre de un rodillazo en la entrepierna, muy al estilo de Bella, como si fuera mantequilla en sus brazos, sumemos dos y dos…y nos sale…solo añadir que Bella sino hubiera sido periodista quizás….madera tenía para eso que se lo cuenten sino a esos dos que la secuestraron junto con Kate.

Escoltados de nuevo por la policía que se apostó en nuestra casa haciendo equipo con la gente de Sam, llegamos de nuevo a nuestro hogar. Entre los cuatro recogimos todo el yeso desprendido de las paredes y los cristales que había esparcidos por el suelo provenientes de los dos cuadros. Unos "hermosos", nótese el sarcasmo, jarrones de porcelana que adornaban la mesa de entrada, regalo de Renée, también habían caído. Rose y Bella se miraron de forma cómplice pues a ninguna de ellas les gustaban y Rose tenía otros dos iguales en su recibidor.

Llamé a Chicago para ver que tal iba todo por allí, ya lo habíamos hecho antes de salir hacia comisaria, pero era mi familia y necesitaba saber de nuevo como estaban sobre todo mi madre con su embarazo. Rose también volvió a llamar de nuevo a Emmett quien, sin atender a razones y loco de terror, quiso salir corriendo en el primer avión que encontrase. Mis dos abuelos y Charlie le convencieron de que era inútil, jamás llegaría a tiempo y en Chicago en ese momento hacia mas falta. Bella también hablaba con una muy histérica Renée que quería a toda costa venir a Madrid como fuera para darnos un abrazo a los cuatro

—No te preocupes hijo –me dijo mi padre por teléfono –ya te digo que por aquí no ha pasado nada, nadie vino a atentar contra nosotros, me temo que han ido directamente a por Bella y Eddie –noté como su voz temblaba cuando me dijo esto último.

—También han intentando matar a Chelsea padre.

—Lógico, es gracias a ella que todos están en la cárcel, no podían dejarla en paz.

También habíamos hablado con Chelsea y Carlos que habían sido víctimas de un intento de secuestro y asesinato al igual que nosotros. He de decir que la policía mallorquina actuó con inusitada rapidez al igual que la madrileña y gracias a ellos, al aviso de Jacob y a nuestros guardaespaldas estábamos todos vivos.

—Pero ¿de verdad estáis todos bien?– insistí de nuevo –¿y mamá?

—Tu madre está muy bien Edward, la doctora ha venido a examinarlas y nos ha asegurado que está todo correcto –no se me pasó por alto el empleo del plural…

—¿Examinarlas?

—Esto…bueno…verás…Edward, me llaman tengo que colgar –y dicho esto me colgó el teléfono sin darme opción a replica dejándome con la palabra en la boca y mirando el teléfono como un idiota esperando que quizás él me desvelase el misterio.

—Rose, Bella, ¿vosotras sabéis si pasa algo con Kate?

—No, nada concreto… ¿por qué? –se me había olvidado el detalle de que tanto mi cuñada como mi mujer desconocían el hecho de que mi prima había sido encerrada a la fuerza junto con Esme en prevención de lo que pudiera pasar.

—No, por nada –les contesté pensando que lo que fuera ya nos los dirían –Jacob –añadí dirigiéndome al que a partir de ahora consideraba de la familia y que había vuelto con nosotros a la casa –tenemos una habitación de invitados libre, aun no está decorada pero tenemos una cama inflable, quédate, la verdad es que te debo mucho y no me hace gracia que te vayas solo, es obvio que saben que los has delatado e irán a por ti.

—Gracias te lo agradezco.

—Rose la niña puede dormir en la cama que habíamos comprado para cuando Eddie fuera mayor o bien podéis hacerlo las dos juntas en la habitación de Renée y Charlie –también habíamos habilitado un cuarto para los padres de Bella al igual que lo habíamos hecho con mis padres. Mis suegros ya disponían de su propia habitación en la casa de Emmett pero yo no quise que se sintieran discriminados en la mía. Renée, por supuesto, la había decorado digamos que…a su estilo.

—Si no te importa Bella, prefiero dormir en la habitación de tus padres con Rossie no me quiero separar de ella –dijo mi cuñada con un evidente deje de temor en la voz.

—Te entiendo, yo iba a pedirle a Edward que traslade la cuna de mi niño a la nuestra, tampoco quiero estar separada de él hasta que esto no se aclare –dijo apretando mas contra su cuerpo a nuestro hijo a quien sostenía en sus brazos y yo no pude estar más de acuerdo porque tampoco quería dejar dormir a Eddie solo en su cuarto.

Y así fue como Jacob me ayudó a trasladar la cuna. Gracias a su ayuda fue más fácil pues no hizo falta desmontarla.

El redactor jefe de la sección de sucesos del periódico me llamó para confirmar la "extraña" noticia que estaba empezando a filtrarse en los medios. Yo le conté todo de primera mano, si íbamos a ser noticia de primera pagina quería que mi periódico fuese el primero en informar, llamémosle…deformación profesional. Una vez hecho esto, cenamos algo, sacamos también cena para los de fuera junto con dos termos llenos de café caliente.

Con la seguridad de que los agentes de policía estaban fuera junto a todo el equipo de guardaespaldas nos fuimos a dormir. Pero por precaución yo eché el cerrojo a la puerta y aconsejé a los demás que hicieran lo mismo. Rose nos pidió que tuviéramos el móvil a mano por…si acaso… así se sentiría más segura.

Dejamos a Eddie en su cuna. Después de su toma se había dormido ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor. Mi Bella se puso el pijama y antes de meterse en la cama fue al cuarto de baño muy deprisa. Al principio yo pensé que tenía prisa por razones obvias pero pronto escuché el inconfundible sonido de las arcadas. Me levanté todo lo más rápido que pude y la encontré agarrada a la taza del inodoro echando fuera todo lo que había cenado. Todavía estábamos en época de cuarentena por lo que un nuevo embarazo era imposible, así que tenían que ser los nervios concentrados y la angustia.

—Perdona amor…es que…es que…solo de pensar que querían matar a mi niño yo…se me revuelve el estómago, creo que tardaré mucho en asimilarlo. Es lo peor que le puede pasar a una madre yo…

—Lo entiendo cielo –le conteste acariciando su pelo y mejillas y sabiendo que también era lo peor que le podía pasar a un padre. Lo cierto es que ningún padre debería ver morir a sus hijos y menos de forma tan cruel. Mis sospechas de que su vomito era causado por los nervios y la tensión se habían confirmado, el problema era la secuela psicológica que nos pudiera quedar. A mí también se me removían las entrañas solo de pensar que un solo segundo, solo un miserable segundo, hubiera bastado para que destruyeran nuestras vidas. Para que me arrebataran de la forma más cruel e injusta a las dos personas que más amaba en este mundo. Yo tenía muy claro mi destino si eso hubiera pasado, no habría podido sobrevivir sin ellos.

—Si Eddie no hubiera estado en peligro de morir, no hubiera permitido que esos hombres me tocaran –me dijo de repente mirando a la nada –no al menos estando viva-. Les habría cogido como hubiera podido el arma y me habría pegado un tiro. Nadie más que tú me toca así yo…yo…hubiera preferido morir a permitirlo, pero no hubiera podido hacerlo por Eddie, no mientras él siguiera con vida pues mi deber es protegerle aún a costa mía y sí…si hubiera tenido que elegir entre él y yo…tengo muy claro lo que hubiera hecho… –al escuchar esa desgarradora declaración no pude más que sentir todavía mas amor por esa mujer que era todo para mí.

—Lo siento amor…lamento mucho no…estar de acuerdo contigo pero yo…no hubiera podido resistir eso. Entiendo exactamente como te hubieras podido llegar a sentir, cualquier hombre sensible y con tres dedos de frente lo entendería pero…no puedo evitar ser un maldito egoísta porque soy capaz de soportar cualquier cosa que la vida me eche menos...tu muerte…no habría podido seguir sin ti mi amor…te habría ayudado Bella, habríamos salido adelante como buenamente hubiéramos podido pero no puedo admitir la idea de que hubieras muerto…mi mente no…lo asimila como tampoco asimila que hubiera podido hacerlo Eddie.

—Lo siento cielo, siento ser una egoísta yo también pero es que…si hay algo peor que la muerte para una mujer es…eso. Y además si Eddie hubiera…y yo siguiera viva yo…tampoco hay nada peor para una madre, por lo menos nada que se me ocurra.

—Te entiendo mi amor, no sabes cómo te entiendo –le dije tomándola en mis brazos y dejándola que se desahogase en mi pecho mientras en mi mente se abría paso con desgarradora crueldad la certeza de que de todos modos, si los secuestradores hubieran conseguido llevar a cabo su cruel misión… mi Bella y mi hijo…hubieran muerto –lo hubiéramos tenido que superar entre los dos, hubiera sido muy difícil vida mía pero no nos hubiera quedado otra. Nos habríamos apoyado el uno en el otro y compartido nuestra pena pero…no ha pasado nada amor, estamos aquí…tranquilízate ¿vale? –Bella me estaba empezando a preocupar pues no hilaba una frase coherente, todo eran pensamientos que expresaba en palabras tal y como la venían sin hilar y estaba pensando seriamente en darle un tranquilizante.

—Es que le he llevado nueve meses dentro de mí, es mi niño, una parte de ti y de mí, un compendio de los dos, fruto de nuestro amor, los dos lo estábamos esperándolo con ilusión y solo pensar que en un segundo…

—Ya…ya…cálmate vida mía no ha pasado nada, Eddie está en su cuna dormido, protegido, a salvo y seguro…cálmate –le decía mientras le acariciaba el pelo y la espalda dejando que se desahogase pues le venía muy bien.

—No sabes cuánto te amo –me dijo entre hipidos y sollozos.

—Pero sí sé cuanto lo hago yo –le contesté dándole besos en el pelo —ven vamos a dormir amor –le dije cogiéndola al estilo novia después de dejar que se enjuagara la boca. Con ella en mis brazos fui hasta la cama y la deposite suavemente en ella, me recosté a su lado dándole un tierno y profundo beso de buenas noches. Siempre nos dábamos un beso así antes de dormir pero este era especial, en él iba implícita la angustia que sentía de pensar lo que había estado a punto de perder –duerme cielo ya todo pasó le dije acunándola en mis brazos al tiempo que le cantaba una suave melodía, esa que era solo nuestra, de los dos.

A eso de las tres de la mañana, Bella se levantó para ir al servicio de nuevo. A pesar de que era costumbre en ella, desde que se había quedado embarazada, hacerlo varias veces en la noche, me quedé esperando por si escuchaba alguna señal de que estaba vomitando de nuevo. Pero no fue así, al rato y después de controlar que Eddie estuviese bien, volvió a meterse conmigo en la cama buscando, como siempre hacía, el calor de mi cuerpo para abrazarme y acurrucarse en mi pecho. Yo le abrí mis brazos con gusto y la atraje hacia mí.

—¿Sabes?– le dije haciéndole saber que estaba despierto —una de las cosas que adoro de ti es que cuando te levantas por la noche al servicio, al volver a la cama buscas de nuevo mi cuerpo para acurrucarte junto a mí.

—Y yo adoro que tu dormido o despierto abras tus brazos para cobijarme.

—Créeme Bella de un modo o de otro sé que no estás en la cama, en cuanto te levantas te extraño y mi mente se despierta de algún modo hasta que vuelves de nuevo a mis brazos –le contesté dándole de nuevo un beso que pronto se volvió más serio, más feroz, era la manera que tenía mi cuerpo y mi mente de hacerme ver que Bella estaba conmigo, que nada les había pasado ni a ella ni a mi bebé. A pesar de saber que no debíamos ir más allá de unos besos y unas caricias debido a la cuarentena, no podía evitar deslizar mi boca por todo su cuerpo haciéndola saber lo adorable, deseable y, sobre todo, necesaria que era para mí y eso es lo que hice, la acaricié con mis labios, lengua y boca, la bese, le provoqué un orgasmo lamiéndole su hinchado clítoris, degusté sus fluidos ansioso de que la época de sequía terminase y pudiese de nuevo hundirme en ella. Bella me devolvió las caricias una por una, con lentitud, sin prisas, chupando y lamiendo todo mi cuerpo, disfrutando de él y yo me dejaba hacer, era algo que necesitábamos después de lo que habíamos pasado. Acarició mi glande con su lengua haciendo lentos y tortuosos círculos hasta que se metió toda mi longitud en su boca lo más hondo que pudo. Yo la acerque más a mí al tiempo que me movía al ritmo de su lengua y dientes suplicando por más hasta que el orgasmo me visitó de una manera feroz descargando en su boca todo mi semen. Ella tragó hasta la última gota limpiando después con su lengua mi miembro, demostrándome así una vez más cuanto me amaba. Estuvimos un buen rato más besándonos y acariciándonos, degustando en nuestras bocas los fluidos de ambos mezclados con nuestras salivas hasta que Eddie nos despertó reclamando su alimento.

Al día siguiente nos levantamos de los primeros. Bella después de ducharse conmigo bajó a la cocina a preparar los desayunos. Yo aproveché para llamar a la compañía que nos había hecho la reforma para pedirle que vinieran cuanto antes a pintar y reparar los desperfectos que teníamos. El jefe de la empresa nos dijo que iría al mediodía y no se iría de allí hasta dejarlo todo correcto. Le advertí que sería objeto de un exhaustivo registro por parte de Sam y su equipo así como de los policías que custodiaban nuestra casa, él no puso ninguna pega y lo acepto sin rechistar sabedor de lo que había pasado, pues tal y como había sospechado, éramos noticia de primera plana en todos los telediarios y periódicos de la mañana. Bella sacó un suculento desayuno a todos los que velaban en la puerta de casa por nuestra seguridad, cosa que todos agradecieron pues el café caliente así como los dos termos de la noche les vino muy bien. A pesar de que estábamos en mayo no en vano esto era la sierra madrileña y las noches seguían siendo frías.

El teléfono estuvo echando chispas toda la mañana sobre todo provenientes de nuestras compañeros los cuales, naturalmente, se había enterado de todo al verlo publicado en su propio periódico y llamaban muy preocupados a preguntar por nosotros la más afectada fue Ángela pues había desarrollado una amistad especial con mi esposa. Yo redacté un comunicado explicando lo sucedido y diciendo que todos estábamos bien para que lo publicaran. Pasamos el día encerrados en casa sin atrevernos a salir para nada entreteniéndonos con video juegos o viendo películas. Bella no soltaba a su hijo bajo ninguna concepto y yo andaba detrás de ella todo el rato. Rose no estaba en mejor situación. Jacob resultó ser un excelente compañero de juego y Rossie se lo pasó genial con él y eso contribuyó a relajar el ambiente.

A eso de las dos del mediodía el detective Morales, encargado del caso se presentó en nuestra casa con una historia de esas para no dormir.

Por lo visto los nuevos abogados de Carmen y Elizabeth eran a su vez los letrados favoritos de toda la mafia de Chicago que a su vez contactó con la que disfrutábamos aquí provenientes de la Europa del este para hacer el "encargo". Bien, eso ya lo esperábamos, pero lo más insólito de todo es que fue Tanya quien había llamado a Jacob. Por lo visto se enteró de los planes de Carmen y mi tía en uno de los paseos que las tres solas hacían por el patio de la cárcel. Ella desconocía que habían contactado con Jacob para que les ayudase con su plan, solo conservaba en la memoria su número de móvil de la vez en que ellas mismas habían intentado reclutarle. Pidió llamar por teléfono esgrimiendo su derecho a ponerse en contacto con su abogado. Y fue el abogado en persona quien lo había llamado. Al principio sentí admiración por ella, algo que nunca había sentido en todo el tiempo que la conocía, pero bastó un segundo, solo un segundo para que esa admiración se tornara en lastima, de verdad que esta mujer estaba loca.

—Por lo visto fue una forma más de llamar su atención, señor Cullen, estaba convencida de que tras saber que, gracias a su intervención, Bella y el bebé se habían salvado, usted se daría cuenta de lo muy enamorado que estaba de ella y volvería a su lado.

Mi Eddie me ama mucho, solo que esa mujer lo tiene cegado, pero verá usted como se da cuenta de lo mucho que me quiere después de esto que voy a hacer por esa zorra –le dijo al agente que la interrogó. Y solo eso bastó para que su condena siguiera como siempre, estaba claro su grado de locura y que era un peligro para nosotros. Hoy nos había salvado pero mañana podría intentar matarnos. Era una mujer inestable y su propio abogado pidió un psiquiatra para que la atendiera.

Por otro lado la cabeza de Bella, por decirlo de algún modo, tenía un precio en dólares muy elevado que Carmen y Elizabeth habían puesto por lo que aun no estábamos seguros. Marco, que a pesar de las amenazas aun no había cambiado el testamento desheredándola pues no en vano era su hija, había instado a Laurent para que redactara un nuevo documento haciendo saber al mundo que Elizabeth Vulturi estaba sin un duro. Otra cosa distinta era Carmen que, heredera de toda la fortuna de su familia mas lo que tenía de su propio marido, aun contaba con dinero suficiente para hacerlo. Pero una orden judicial solicitada por Irina y Laurent al juzgado intentaba que ni Carmen ni nadie de su familia, en aras del bien público, dispusieran de ese dinero. Además se iban a poner en contacto con Eleazar para que, a cambio de algún tipo de trato, le negara el acceso a su cuenta. Era una apuesta muy arriesgada y con poca base legal pero algo teníamos que hacer.

Y con todo aclarado Emmett decidió volver de nuevo junto a su familia a la que tenía ganas de abrazar y besar. Con él vinieron mis suegros, abuelos, tíos, padres…y el resto de los diablos. Todos juntos otra vez, ¡qué alegría!

El encuentro entre Alice y Bella fue muy emocionante pues ambas al verse se abrazaron de tal modo que todos los demás presentes sobrábamos. No en vano se conocían desde hacía mucho tiempo, habían pasado juntas los mejores años de su vida en la universidad protagonizando ambas muchas anécdotas y aventuras algunas más divertidas que otras. Recuerdo que Alice solía contármelas en aquella época en la que mi mente inconsciente prestaba atención pero mi parte terca seguía buscando a esa supuesta mujer perfecta. Luego Bella me había relatado también muchas cosas. Rose en un momento determinado se soltó del férreo abrazo al que la sometía su marido y se unió a Bella y a Alice ya que mi cuñada también tenía toda una historia junto a ellas. Alice sentía un cariño especial por las dos, quería a sus primas, a su madre, a mí. Los dos habíamos pasado juntos también por mucho viviendo con una supuesta madre que nunca nos quiso, pero por Bella sentía algo especial…algo inexplicable…la consideraba esa hermana que siempre quiso tener. Y con Rose le pasaba lo mismo.

—No me puedo creer que he estado a punto de perderte hermana –le dijo con lagrimas en los ojos –y a mi sobrino…

—Me hubiera matado Alice, sabes que lo hubiera hecho si esos hombres hubieran…si mi niño...

—Lo sé —contesto mi hermana ante la mirada cristalina de todos los que la estábamos observando sobre todo de los hombres pues entendíamos como se puede llegar a sentir una mujer y una madre que ha tenido que pasar por eso. Irina y Kate se sumaron a aquel abrazo colectivo pues sabía de sobra que ellas también sentían algo muy fuerte por mi Bella. Mi madre me soltó, ya que me había agarrado de tal forma que parecía imposible que alguien nos pudiera despegar, y fue a unirse a ese abrazo grupal y emotivo. Renée que estaba con mi sobrina y mi hijo en sus brazos llenándolos de besos, también se sumó no sin antes darme a Eddie para que lo cogiera. Poco a poco lo fuimos haciendo toda la familia despertando la curiosidad de todo el que pasaba por delante de nosotros en aquel aeropuerto atestado de gente porque ¡oh sorpresa!, estábamos en el aeropuerto, como no.

Otro momento muy emotivo fue el encuentro con Chelsea quien se lanzó a los brazos de Bella llorando como una magdalena. Era increíble también la extraña conexión que se había creado entre estas dos mujeres cuyo comienzo no fue el mejor.

—Menos mal que estás bien Bella, menos mal, no puedo creerme lo que ha estado a punto de suceder. Dios Bella si te hubieran hecho algo…si hace tan solo dos meses las dos estábamos hablando de los nombres…de los padrinos…esperando con ilusión y de repente en un solo segundo…

—Sabes lo que yo hubiera hecho ¿verdad?

—Lo sé de sobra amiga, lo sé porque yo también hubiera hecho lo mismo. Eddie cariño ven aquí, menos mal que estáis bien, no sabes cuánto lamento…

—Ya...ya Chelsea –le dije intentando calmarla –todo pasó. Espero que volváis para quedaros.

—Eso por supuesto Edward –me dijo Carlos dándome una palmada en el hombro –ya hemos arreglado todo lo necesario.

—Estoy deseando que veáis la casa que os hemos comprado, está muy cerca de la de Rose y Emmett así como de la nuestra –le dije mientras veía como Bella tomaba en sus brazos a una de las gemelas, la que según Chels era Isabella porque yo las veía a las dos iguales y a su padre le pasaba lo mismo. En un gesto muy bonito y emotivo mi mujer cogió con el otro brazo a nuestro hijo. Yo tome en brazos a Marie y todos nos hicimos una foto inmortalizando ese hermoso momento.

—Seguro que la casa es perfecta, si la ha elegido Bella, será la mejor casa de todas –dijo Chelsea hipando por las lágrimas contenidas un momento después de hacernos la foto.

—Y más bonita será cuando entre todas terminemos de decorarla ¿verdad cariño? –le dijeron Renée y Esme quienes sentía algo muy intenso por esta chica que en su día arriesgó su vida para salvar la nuestra y que de nuevo la había vuelto a arriesgar. Chelsea en ese momento termino de perder a una madre a la que nunca tuvo, pero en el proceso había ganado dos.

Salimos todos en tropel de aquel aeropuerto a…nuestro estilo…armando escándalo como siempre era habitual en nuestra familia. Y del mismo modo llegamos a casa. Renée se entristeció por la pérdida de los según ella "hermosos" floreros mientras Rose y Bella se miraban de manera cómplice al tiempo que un Emmett desconocido sonreía por lo bajo. Y digo desconocido porque se había mantenido muy callado todo el rato, serio, distante, yo creo que intentando asimilar que en un segundo, solo en un segundo, hubiera podido perder a su hermana, su sobrino, su mujer y su hija.

—Todo está muy complicado Edward –dijo Laurent quien nos había puesto al corriente de todos los pasos que habían dado y de cómo estaban las cosas –no se puede juzgar a una persona dos veces por el mismo delito, Carmen y Elizabeth ya lo fueron por intento de asesinato. Eleazar se niega a cooperar y el juez sostiene que es muy difícil que Carmen pueda disponer de su dinero en la cárcel pues se le han quitado las tarjetas de crédito por lo que no nos concede la orden judicial que hemos solicitado. No le entra en la cabeza que ha podido dar un poder a sus abogados para manejarlo por ella. Por su parte Vladimir y Stephan están rozando los límites de la legalidad, de tal manera que aunque se sabe que son los abogados de toda la mafia de Chicago no se puede actuar contra ellos, no han hecho nada ilegal y en caso de que lo hicieran pronto tendrían a una legión de otros compañeros defendiéndolos. Estamos con las manos atadas…tanto la firma, como Irina y yo no sabemos que mas hacer.

—De momento –dijo mi abuelo Marco muy serio –solicitar que permanezcan incomunicadas y que debido a la gravedad de la situación no se les permita entrar a los abogados ya que, aunque no se puede probar nada, están bajo sospecha. Y en segundo lugar vallamos donde vallamos me temo que todos debemos llevar guardaespaldas. Emmett ya sé que los que tenéis aquí en Madrid los has contratado tu y de hecho son muy buenos pero si alguna vez, y esto va para los cuatro, tenéis problemas para pagarlos solo me lo decís…se trata de mi familia nada será bastante para daros ¿quedó claro?

—Lo mismo digo –añadió mi otro abuelo al que se le notaba un cierto rastro de miedo en la voz y el rostro.

—Se trata de mi familia –les dije a los dos y con ella no se juega…si necesito ayuda no dudéis que os la pediré.

—Bueno pues… ya que no podemos hacer otra cosa…porque no nos relajamos y…hablamos de algo más…no sé…¿agradable? –dijo Sulpicia mirando a su hija mayor con una sonrisa.

—Chicos —dijo Kate de pronto atrayendo la atención de todos pero dirigiéndose a nosotros, a Chelsea y Carlos –tengo algo que deciros…—vaya por fin íbamos a desvelar el secreto de Kate.

—Somos todo oídos Kate –dijo Esme sonriéndola de manera cómplice. Mientras que Alice e Irina miraban de mala forma a sus parejas.

—Bueno pues…que dentro de unos nueve meses Eddie y las gemelas van a tener un primo con quien jugar –dijo con una mirada radiante de alegría y los cuatro a la vez nos levantamos a felicitar a la feliz pareja. Todos celebrábamos el hecho de que a pesar de todo lo que nos estaba pasando la vida se abría camino ella sola, sin llamar ni pedir permiso solo decidía venir y lo hacía.

—Desde luego…que mundo más injusto –dijo de pronto una enfurruñada Alice dejándonos con la boca abierta –perdona prima ya sabes que me encanta saber que vas a tener un bebé peo si algunos de aquí se decidieran a…lo que tienen que decidirse…a lo mejor…yo también… -añadió frunciendo el ceño y cruzándose de brazos

—Eso –confirmó Irina –y todos estábamos expectantes mirando a Jasper y Laurent. Desde luego nadie mejor que ellas para relajar el ambiente.

—Sois únicas las dos –contestó Jasper muy enfadado –un caso único digno de estudio. Vosotras solitas os pintáis para joder una sorpresa.

—¿Joder una sorpresa?, ¿y cómo vamos a saber nosotras que nos teníais una sorpresa?, sino lo decís…

—Mi querida Alice si te lo dijera ya no sería una sorpresa…

—También es verdad…

Y allí estábamos todos reunidos en mi salón, una familia que a pesar de todos sus defectos permanecía unida en lo bueno y en lo malo por los lazos más inquebrantables que nunca existieron… los del amor incondicional. Después de todo lo que había pasado nos necesitábamos unos a otros, necesitábamos estar juntos, apoyándonos. Puede que los diablos fueran entrometidos y a veces exasperantes, que mis tíos fueran muy peculiares al igual que Renée que nos volvía a todos locos con sus ocurrencias, pero éramos una familia y nos protegíamos unos a otros.

domingo, 25 de noviembre de 2012

UNA CITA CASI A CIEGAS. CAPÍTULO 25: ISABELLA Y MARIE VAN A TENER A EDWARD



DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia me pertenece, son propiedad exclusiva de S. Meyer.

Capítulo 24: Isabella y Marie van a tener a Edward

Pov Edward

—¡Eddie, Edward!, ¿dónde se habrá metido este hombre?

Solo era capaz de escuchar el suave repiqueteó de las gotas al chocar contra el suelo de la ducha. Todo era paz y tranquilidad a mi alrededor. El agua caía sobre mi cuerpo relajando todos y cada uno de mis doloridos músculos. Estaba agotado, literalmente agotado. No sé cuánto tiempo llevaba apoyado contra la pared dejando que el preciado líquido elemento cayese sobre mí. Podrían haber sido minutos, horas, años…el caso es que lo necesitaba. No voy a negar que echaba de menos a mi Bella aquí dentro, la duchas sin ella eran…más aburridas sin ella pero…que le íbamos a hacer…sino se hacen cierto tipo de sacrificios por un amigo que lo necesita y merece, ¿qué clases de personas seríamos?

Adoraba a mi Bella, ella era todo para mí, absolutamente todo, la amaba con cada fibra de mi ser, estaba muy ilusionado con la llegada de mi propio bebé y de mis ahijadas, le estaba muy agradecido a Chelsea por lo que una vez hizo por nosotros. Por eso me tomaba este cansancio como algo necesario pues ambas me necesitaban… me encantaba sentirme necesitado, valorado, querido, apreciado…amado por esa mujer que era toda mi vida y por aquella amiga que nos había demostrado tanta fidelidad y que estaba sola, aunque…para ser sincero…tenía tantas ganas como ella de que Carlos volviera. Lo que Chelsea no sabía es que faltaban horas para su vuelta. Esta mañana había recibido una llamada telefónica de él diciéndome que llegaba en la madrugada. Me había pedido que no le dijera nada a Chelsea…era su sorpresa para ella.

No voy a negar que esa noticia me había relajado mucho, mañana seríamos dos en las clases del parto… todo volvería a su lugar. La matrona que las impartía por fin se daría cuenta de que cuando Chelsea decía que era la amiga, lo decía en el buen sentido de la palabra. Carlos, respiraría con Chelsea y haría los ejercicios con ella. Al regresar a casa, yo podría ducharme con mi Bella pues él ya se encargaría de hacerlo con su mujer. No creo que Emily dejase viajar a nuestra amiga con su embarazado tan avanzado y sobre todo trayendo gemelos, por eso les iba a decir que mi casa era su casa hasta que pudiesen regresar a Mallorca. De hecho pensaba ofrecerles una participación en las acciones de la compañía y un puesto de trabajo en nuestro periódico. Ambos se quejaban de sufrir el llamado Síndrome de la Isla, algo psicológico que sufrían muchas personas que vivían allí ya que el único modo de salir era por avión o barco.

El agua de la ducha seguía cayendo implacable sobre mi cuerpo…. yo era incapaz de pensar…mi agotada mente parecía incapaz de dejarme tranquilo y ahora recreaba en mi subconsciente una conversación entre Chelsea y Bella…parecía que me llamaban…pero mi cuerpo se negaba a moverse…

—¡Eddie, Edward!, ¡maldita sea, este hombre esta sordo!, ¿dónde se ha metido?, por Dios nunca me ha dolido tanto algo parece que voy a echar el alma por la boca.

—Seguro…que… está… en… la… ducha…y no nos oye ¡Ayyyyyyyyyyyyyyy!

—¿Y…. cuanto tiempo….necesita… para ducharse si está solo?, a este paso aparecerá cuando… su hijo se case más que nada por hacer bulto.

—Bueno recuerda…. que hemos quedado que tu hijo… se tiene que casar con una de mis hijas…esperemos que le parezca bien.

—A quien les tiene que parecer bien es a nuestros hijos ¿no crees?, Ayyyyy ¡maldita sea como duele esto!, ¡Edward!, ¿dónde te has metido?, ¿te has caído por el sumidero de la ducha?

Sin darme cuenta me fui resbalando poco a poco hasta llegar al suelo, el cansancio me pasaba factura, me estaba quedando adormilado arrullado por el repiqueteo de las gotas, solo escuchaba a mi alrededor el sonido del agua cayendo….parecía que alguien me llamaba…seguro que era una jugarreta de mi mente… en este momento por mí el mundo se podría ir a pique porque yo…

—¡Eddie, Edward!, ¿puedes venir un momentito por favor?, vamos sino te molesta…

Un momento, ¿solo el sonido del agua cayendo?, ¿alguien que me llamaba? esos gritos no los producía el agua, más bien parecían gritos de…¿terror? Salí de la ducha lo más deprisa que pude tropezándome con el borde de la misma lo que provocó un encuentro inesperado con el suelo.

—¡Eddie, Edward!

Lo cierto es que me había hecho daño pero no tenía tiempo para auto compadecerme, me levanté con dignidad, saltando sobre un pie en un pobre intento de aliviar el dolor del otro, me enrollé una toalla a la cintura y fui corriendo como alma que lleva al diablo hacia los gritos, ¿qué diablos les pasaría ahora?, como sea otro antojo…vamos a ver Cullen esos no son gritos de antojos son gritos de…pero todo pensamiento coherente se fue a la porra cuando al entrar en el salón mis ojos vieron la escena dantesca que tenía lugar en él. Bella y Chelsea estaban las dos a cuatro patas en medio de un charco de agua de dudoso color, la una encarada a la otra y sujetándose la tripa con las manos, al tiempo que gritaban por turnos, pues ni en eso conseguían coordinarse las pobres, también por turnos resoplaban y respiraban tal y como nos habían enseñado. Yo me las quedé mirando y comencé a resoplar con ellas pues mi subconsciente entrenado me mandó que lo hiciera. En ese momento mi cuerpo se congeló, mis pies se pegaron al suelo, mi boca se paralizó, solo acertaba a resoplar tal como hacían ellas y… ¿estaba rompiendo aguas yo también?, me pregunté al ver el charco que había bajo mis pies. Vamos a ver Cullen no seas estúpido, los hombres no rompen aguas, acabas de salir de la ducha, me dije a mi mismo mirando hacia abajo, te recuerdo que no te has secado el cuerpo. Si hubieras roto aguas serías objeto de estudio y…

—¿Te vas a quedar ahí mirando como parimos aquí en medio o nos vas a llevar al hospital?– me dijo de pronto Bella antes de comenzar a gritar de nuevo sacándome de mi estúpida y ridícula paja mental. Mi mente shockeada salió de la impresión para asimilar lo que estaba sucediendo y entonces entré de nuevo en shock al tiempo que mis piernas comenzaban a temblar. Asentí con la cabeza incapaz de decir algo coherente y subí de nuevo las escaleras tropezándome con mis propios pies al más puro estilo Bella.

Entré a la habitación y tomé la pequeña maleta que mi esposa había preparado para llevar al hospital. Raudo y veloz fui al cuarto de Chelsea a por la suya. Bajé de nuevo las escaleras y pasé a su lado, rumbo al garaje. Las dos, que seguían a cuatro patas, me miraron mal pero yo no tenía tiempo de analizar esa mirada. Llegué al garaje abrí la puerta del volvo y metí las dos maletas. Volví al salón y tomé a Bella en mis brazos, cuando llegué al coche fui directamente al maletero, lo abrí y…

—Edward Cullen, ¿no pensarás meterme ahí dentro verdad? –miré un momento hacia el susodicho sitio y…

—Lo…lo…siento…amor…yo…yo…los nervios…dije yendo hacia la parte de delante del coche y sentándola en el asiento del copiloto. Saqué las maletas de donde las había dejado, las coloqué en el maletero, su lugar correspondiente, fui a por Chelsea, la puse en el asiento de detrás, abrí el asiento del piloto y…

—Edward Cullen, a mi me encanta y excita verte así pero…no creo que me guste que ni las enfermeras…ni siquiera Chelsea…te vean vestido de esa guisa, además que nos pueden poner una multa y salir en todos los periódicos. Ya me estoy imaginando el titular: futuro padre se vuelve el escandaloso público número uno.

Me di cuenta entonces de que no me había vestido y seguía con la toalla enrollada a la cintura…

—Tranquila Bella que yo en estos momentos estoy un poco ocupada –dijo Chelsea lanzando un nuevo grito de dolor –vamos que ni por qué me pusieras delante a Robert Pattison o Taylor Lautner haciendo estreeptease…

Y ya estaban otra vez con esos dos, ¿qué coño tendrían que no tuviéramos los demás?, pensé malhumorado por el comentario, la señora a punto de tener a mi hijo…y la otra a punto de tener los de Carlos…serán…

Sin decir palabra subí rápidamente las escaleras, entré a la habitación y me puse los bóxers. Caray como picaban y que estrechos me quedaban, ¿por qué se me metían por…? además mi miembro se salía y no es que estuviese erecto no era momento, reconozco que era grande pero …al pasar por delante del espejo tuve la respuesta a todos los interrogantes. Con las prisas me había puesto uno de los tanguitas de Bella, ¿cómo demonios le cabía eso en el culo?, no es que estuviera gorda, pero…ahora me explicaba porque a mí me ponía tan…vamos a ver Cullen quieres dejar de pensar idioteces y vestirte de una vez.

Cuando ya por fin logré ponerme unos bóxers y meter los pies en los Jeans, cada uno en el sitio correspondiente, fui a por los zapatos pero…no me había terminado de subir bien los pantalones, mis susodichos pies se tropezaron y…besé el suelo. Me levanté como pude pasando la lengua por el labio pues me lo había mordido al caer haciéndome un poco de sangre, me termine de subir los pantalones, me puse los zapatos cada uno en el respectivo pie, y bajé de nuevo al garaje…

—Menos mal que ya has vuelto, a este paso tu hijo se casa y tu aun estas vistiéndote, te vamos a tener que comprar un GPS para localizarte –preferí ignorar el comentario, seguido de un estruendoso grito así que me metí en el coche y puse rumbo al…hospital. Llamé a Rose por el manos libres, Emmett había encargado a un compañero, experto en el tema, que lo manipulara para que fuera un medio de comunicación seguro al igual que lo eran los móviles que me había mandado Laurent.

—Rose –le dije cuando contestó –Isabella y Marie van a tener a Edward –no así no es –estoy de parto –no, así tampoco –los bebés van a tener a Chelsea y a Bella…esto…vamos que voy camino del hospital.

—No te preocupes Edward te entiendo, voy a ver con quien puedo dejar a Rossie y voy a echarte una mano.

—Rose, intenta ponerte en contacto con Carlos…esto…llamó esta mañana para decirme que regresaba en las primeras horas de la madrugada, ¡pero serás merluzo!, ¿no ves que estoy de parto?, ¿es que te dieron el carnet de conducir en una feria?– le increpé a un conductor que me había hecho una maniobra extraña ¿o había sido yo el autor?, me pregunté a mi mismo mientras fundía el claxon de tanto tocarlo. La verdad es que a estas alturas el concepto de color rojo, ámbar o verde, había perdido sentido para mí y corría como un loco atravesando la ciudad. Menos mal que había poco tráfico.

—¿Y porque no me lo habíais dicho?, os juro que…—pero no supe que nos iba a jurar porque una nueva contracción seguida de una serie de insultos a su marido que es mejor no reproducir, inundó de nuevo el ambiente del coche. Vamos a ver qué culpa tendríamos los hombres y nuestra supuesta arma de destrucción masiva, tal y como mi amiga la estaba llamando, que yo supiera ellas no ponían pegas cuando utilizábamos con ellas el…arma.

—Chelsea, cariño, te quería dar una sorpresa, no te pongas así él…—pero callé porque esta vez el grito era de Bella.

—Pues me parece que la sorpresa se la va a llevar él y luego un buen bofetón de mi parte por sus ocurrencias. Para sorpresas estoy yo. Le voy a dar yo sorpresa.

—Rose –seguí diciendo ignorando los gritos de las dos y los comentarios de Chelsea, te encargas de ponerte en contacto con todos. Bueno…esto…a las chicas…pues verás…vamos que no me importaría si las dejases para las ultimas –le dije sin saber ni siquiera que decía.

—A ver si va a resultar que las abuelas y las tías del muchacho van a ser las últimas en enterarse –me recriminó mi Bella con mala cara.

—Tranquilo Edward…yo me encargo de llamar a todos –me dijo Rose mientras una luz azul seguida de un sonido muy familiar, me cegaba la cara.

—Lo que faltaba, claro sino fueras tan deprisa, vamos al hospital a tener un bebé no hace falta que te creas Rayo McQueen –el sonido de unos golpes en el cristal me detuvieron de contestar mal por segunda vez a mi esposa. Bajé la ventana a un policía con una cara…muy seria.

—Perdone agente pero es que los bebes corrían porque el coche esta de parto y… esto… –miré al policía con expresión inocente y la esperanza de que no pensara que iba hasta arriba de coca o algún otro tipo de droga. El agente en cuestión metió la cabeza dentro del coche, miró a Bella, miró a Chelsea que en este momento tenía una nueva contracción y…

—Yo soy la amiga –dijo Chelsea al policía entre grito y berrido –el hombre me miró reprobatoriamente, un día esa palabrita nos iba a meter en un lío.

—Su marido es amigo de mi esposa –dije yo con la sensación de que había liado mas la cosa –digo esto…su marido está de viaje, ellos son amigos nuestros y…

—No me interesa saber más de su peculiar y extraña relación, les abro paso hasta el hospital porque veo que tienen un poco de prisa.

Y con la ayuda del buen policía al que vete tú a saber lo que le habíamos dado a entender, llegamos al hospital sin más incidentes. Salí del coche a la velocidad del rayo dirigiéndome al mostrador de la recepción.

—Voy a tener tres bebés –le dije a la mujer de la ventanilla que me miró como si tuviera una buena merluza. En seguida dos guardas de seguridad se pusieron detrás de mí, ¿qué problema tendríamos nosotros con la autoridad competente que siempre tropezábamos con ella?

—Señor tranquilícese –me dijo uno de ellos.

—Como porras quiere usted que me tranquilice si en el coche tengo a un bebé que va a tener a mí esposa y a unas ahijadas que van a tener a mi amiga y…

—¿Alguien puede dejar de escuchar las estupideces de este hombre y atendernos? –escuché una voz a la que estuve a punto de contestar mal por tercera vez en esa noche. Pero al ver que las dos pobres habían conseguido llegar hasta aquí por ellas mismas sin mi ayuda, el mal humor fue sustituido por remordimiento ya que, mientras efectivamente yo estaba diciendo idioteces, ellas se las estaban apañando solas.

—Amor ¿estás bien? –le pregunté zafándome de las manos que me agarraban y corriendo hacia ellas que andaban como buenamente podían cogidas con una mano la una a la otra y sujetándose la tripa con la que les quedaba libre. El buen policía iba detrás haciendo lo que se supone era mi trabajo.

—¿Y tú qué crees?, ¿ves acaso que esté bien?, te iba a sugerir que me lleves a bailar—. Por cuarta vez en la noche estuve a punto de contestar una impertinencia pero dos atentas enfermeras que salían con dos sillas de ruedas me lo evitaron.

—¿Puede ponerlas juntas?, es que están conmigo las dos y…—las enfermeras me miraron como todo el mundo nos mira últimamente, caray ¿tan malo era hacer el favor a unos amigos?

—Esto es la Seguridad Social señor Cullen no el hotel Ritz, claro que podemos ponerlas juntas –me contestó una de las enfermeras con sorna, que pregunta más tonta, me dije a mí mismo.

Fuimos derechos a lo que se conoce como sala de dilatación, sala de locos más bien diría yo pues solo se escuchaban gritos, berridos e insultos a los pobres maridos y sus…armas de destrucción masiva. Armas en cuestión que tenían muchos nombres y acepciones según estaba oyendo como demonio peludo o…cosa infernal.

Las pusieran a cada una en una camilla separadas por una cortina que yo me encargué de dejar descorrida, y me dejaron al cuidado de las dos aunque advertí cierto deje de reserva y burla en su mirada. Pero no me dio tiempo a analizarla…Bella empezó a chillar…

—Vamos amor que tu puedes, respira, fuuu, fuuuu, fuuuu, eso así es amor, lo estás haciendo muy bien –le dije mientras le masajeaba la tripa y la espalda dándole suaves besos en la frente y el pelo. La contracción pasó, Bella se relajó, yo me relajé pero…por poco tiempo...Chelsea empezó a gritar…

—Cariño por favor ¿puedes esperar un poco a tener otra contracción?, voy a ver si atiendo a Chelsea.

—Pues no se –me contestó malhumorada —les preguntaré a ver si se pueden esperar –sin hacer caso del tono de sarcasmo que tenía su voz me lancé hacia Chelsea e hice la misma operación, respiré con ella, le acaricie la tripa y la espalda…la contracción pasó y Bella empezó de nuevo.

—No te muevas de aquí ¿ok? Ahora vuelvo.

—¿Y donde quieres que valla?, ¿a bailar al club?, Carlos, maldita sea ¿dónde estás?, cuando aparezcas te voy a dar yo a ti sorpresa, la sorpresa te la vas a llevar tu cuando os pida el divorcio a ti y a tu bomba de relojería –tampoco me dio tiempo a analizar ese… comentario porque estaba atendiendo a Bella, respirando con Bella, acariciándole la espalda, uffff que estrés.

Y así estuvimos durante más de una hora, ellas con contracciones, yo corriendo de una camilla a otra… De repente una enfermera gorda con cara de malas pulgas y enfundándose unos guantes, entró en la estancia con cara… ¿asesina?, joder si se parecía a un personaje de los libros de Stephen King, a mí me echó para atrás del miedo que me infundió.

—Sr Cullen –me dijo de modo muy enérgico —esto…verá…su amiga ha dilatado muy poco… trae gemelos y… —me dijo sacando la mano enguantada y la cabeza de…salva sea la parte de Chelsea.

—Menuda noticia –contestó Chelsea a voz en grito –pues mira que no me había dado cuenta. Sí creí que traía dos dinosaurios.

—Un poco mas y descubre el petróleo esta mujer –pero a ver muchachas ¿es que no veis la cara de malas pulgas que trae?

—Hay que hacerla una cesárea señora –le dijo sin más miramientos y yo me eché a temblar. Si me iba con Chelsea, Bella se quedaba sola, yo quería ver nacer a mi bebé. Chelsea era mi amiga pero mi bebé…mi Bella…

—Pues haga lo que sea que tenga que hacer –le contestó Chelsea en medio de otra contracción ya que era su turno –Eddie no vengas conmigo, te lo prohíbo, ya has hecho bastante, es…otro quien debería estar aquí… quédate con Bella, ella es tu mujer, es tu hijo y…tienes que ver nacer a tu hijo ¿está claro?, te lo ordeno te quedas aquí con tu mujer y…

—¿Ah pero es que estos no son también suyos? –dijo la enfermera psicópata con cara de confusión.

—Que van a ser suyos pedazo de alcornoque, son de mi marido al cual voy a castrar en cuanto lo vea, está en un maldito viaje y ellos se ofrecieron a cuidarme ¿es que en este país no puede dejar la gente de pensar mal?, ¿es el deporte nacional o qué?, porque yo pensé que era el dichoso futbol.

—Sr. Cullen –me dijo la enfermera ahora suavizando su expresión, valla si hasta parecía guapa, Cullen deja de pensar idioteces por favor –su mujer todavía no ha dilatado del todo, va bien, pero le queda por lo menos una hora o dos, a la señora…

—Echevarría, señora Echevarría –contestó Chelsea

—Bueno pues a la señora Echevarría hay que hacerle una cesárea de urgencia pero…me temo que si no es usted el marido no puede entrar porque…

—Aquí, ya estoy aquí…ya llego…Chels cariño perdona yo… –dijo de pronto un muy apurado Carlos entrando por la puerta tropezando con todo y dándose un buen golpe con la esquina de la camilla –Rose vino a recogerme al aeropuerto —dijo mientras se frotaba la zona dolorida saltando sobre un pie justo, justo igual que había hecho yo al salir de la ducha.

—Pues ya era hora, yo aquí pariendo y tu de viajecito por ahí –le recibió Chelsea con cara de pocos amigos mientras la preparaban para llevársela. Pero Carlos supo calmar a la fiera entre besos y arrumacos al tiempo que nuestra enfermera favorita le explicaba la situación.

—Señor Cullen –dijo una segunda enfermera entrando a su vez por la puerta –afuera hay otra mujer que dice que es su cuñada –me informó con cierto aire de burla.

—Y mi cuñada es –le contesté harto ya de la cuestión— ¿quiere por favor decirle que entré?, claro si es que se puede.

—Lo siento señor Cullen…las normas…

—Ya, ya déjelo, solo dígale si es tan amable que a Chelsea le están haciendo una cesárea, que SU MARIDO —recalqué el marido –ya llegó y que a mi ESPOSA –remarqué el esposa –le falta un poco.

Y el tiempo pasó entre contracción y contracción y algún que otro insulto dirigido a mi pobre miembro que no sé porque se ponía tieso cuando se dirigían a él, si es que la reconocía como su dueña que le vamos a hacer. Para Bella mi querida y humilde erección era la...endemoniada máquina de seducción diseñada para fabricar bebés. Yo me tragaba las ganas de decirle que ella nunca hacía ascos a la susodicha maquina y la ponía en mi regazo dándole besos en la cara, en la boca, en el cuello y conseguía calmarla…hasta la siguiente contracción.

Carlos entró un momento en la sala para decirme que nuestras ahijadas ya había llegado a este mundo y que eran muy guapas y sonrosadas. A pesar de que estaban bajas de peso no necesitaban mucho tiempo de incubadora pues estaban sanas y con ganas de comerse al mundo. Chelsea estaba en recuperación pero muy bien. Yo le felicité con lágrimas en los ojos y con unas ganas cada vez más grandes de conocer a mi hijo.

—Ya es hora Sra. Cullen, tenemos que ir al paritorio –dijo la enfermera psicópata, que ahora lo parecía menos, tirándome una bata de esas verdes de hospital con unas zapatillas y una mascarilla –póngase esto rápido si quiere ver nacer a su hijo –esto…si mi capitán, me entraron ganas de decirle. Vale retiro lo dicho de que ahora parecía más amable. Caray con lo bueno que está el café por las mañanas ¿por qué la gente se empeñaba en darle al vinagre?, pensaba mientras me iba poniendo el dichoso uniforme de quirófano al tiempo que iba literalmente corriendo al lado de mi esposa la cual se veía ya muy cansada de tanta contracción.

—Mi amor, por favor deja que te pongan la epidural, no puedo verte así, es superior a mis fuerzas –le dije todo preocupado.

—Tranquilo Cullen esto no es…—pero lo que iba a decir se quedo ahogado por una nueva contracción que ahora le venía muy seguidas. Llegamos al paritorio y la trasladaron a otra camilla provista de los famosos estribos. Emily, a quien habíamos llamado y que había asistido ya a Chelsea en su cesárea, se puso entre sus piernas presta a recibir al bebé.

—Empuja cuando te diga Bella –le dijo y no sé cuánto tiempo pasó, no sé si fueron minutos, horas, segundos, días, no lo sé, lo único que tuve claro es que el tiempo se detuvo cuando escuché el sonido más hermoso del mundo, el llanto de mi hijo.

—Edward ¿te atreves a cortar el cordón?—me dijo Emily poniendo a Edward junior en los brazos de su madre, y con mucho cuidado me acerqué hacia donde estaba. Me atreví, valla si me atreví. Emily y una de las enfermeras me dieron la enhorabuena pues por lo visto no todos los padres podían y acababan estrellados en el suelo, pero es que mis ojos solo estaban fijos en la imagen más hermosa que nunca vieron, madre e hijo uno en brazos del otro, mi esposa y mi hijo, los dos juntos y en una simbiosis especial, reconociéndose.

Una vez liberado de la prisión del cordón, Emily se lo llevó a lavar y adecentar para después ponerlo suavemente en mis brazos donde pude disfrutar de la segunda imagen más bonita de la noche…mi hijo…el fruto de nuestro amor en mis brazos…no me pude contener y mirando a Bella quien me devolvía la mirada con la misma emoción, solté a llorar las lagrimas de felicidad más hermosas del mundo.

Mientras lavaban y atendían a mi esposa, salí con mi hijo un momento para que conociera a su tía y madrina Rosalie, la cual lloró conmigo de la emoción. Una enfermera más simpática que la anterior apareció para llevar al niño a la incubadora donde sería atendido hasta que Bella la pasasen a una habitación. Aprovechamos los dos para buscar a Chelsea, pero estaba en una UCI. Sin embargo, Carlos nos llevó a ver a mis ahijadas y yo aproveché para presentarle a nuestro hijo.

—Ya he llamado a todos –me informó Rose mientras esperábamos a que llevasen a Bella a una habitación.

—Uffff pues podrías haber tardado un poco –dije entre dientes pensando en el circo que iban a montar no solo los diablos, sino las madres, las tías, las suegras, ufffff ya me cansaba solo de pensarlo –no me malinterpretes Rose es que…

—Te entiendo Edward, no quiero ni acordarme de la que montó Renée cuando nació mi hija. Casi se come a la enfermera porque al ir a darle su baño a Rossie, la desenrolló de la mantita en la que estaba envuelta como si fuera y repito su expresión, un rollito de primavera. Luego no hacía nada más que darles consejos a todas las madres, decir que las enfermeras no sabían hacer su trabajo porque según ellas tenían muy poco abrigados a los niños y estos tienen más frió que lo adultos. En fin que cuando nos echaron yo creo que todo el mundo respiró aliviado.

—Sr. Cullen –nos dijo la enfermera favorita de las novelas de S. King –su mujer está ya en la habitación. ¿Ya había pasado tanto tiempo?, pensé mientras me levantaba corriendo para ir en busca de mi esposa con Rose y Carlos detrás.

—Lo siento –nos dijo malas pulgas otra vez –no pueden entrar tantos de un golpe –así que Carlos se quedó fuera mientras Rose y yo entrábamos. Esperaba, de verdad esperaba que mañana esta mujer estuviera de guardia pues con la llegada de mis diablos esta individua con su mal genio, se convertiría en mi ídolo.

—Me alegro de verte bien Bella –le dijo Rose dándole un beso en la frente –mañana te veo ¿vale?, ahora tengo que irme no quiero abusar de Liam y su esposa.

—Gracias Rose, esto…¿has llamado a las chicas y a mis padres?

—Sí ya lo hice –contestó mirándome con complicidad.

Bella estaba molesta ya que le dolían los puntos de la episiotomía. Pero todo dolor y malestar se pasó cuando a los pocos segundos de estar en la habitación, se abrió la puerta y una enfermera bajita y muy simpática que respondía al nombre de Mary nos llevó a nuestro hijo. Los dos nos quedamos mirándolo con adoración, felices y contentos. Cogí a Edward, se lo puse en brazos a Bella y lo que entonces contemple se quedo grabado en mi retina como la tercera imagen más hermosa que jamás vi, de hecho las otras dos quedaron relegadas a segunda y tercera porque sin lugar a dudas esta era la más hermosa. Mi hijo succionaba con ansias el pecho de su madre recibiendo el alimento que esta le daba. Pero mi pene inquieto no pudo dejar de dar su punto de vista poniéndose erecto ante la imagen, así que con mucho disimulo lo reacomodé antes de que viniera alguien o…lo viese Rose, que aun estaba allí. Ya buscaría yo la manera de chupar también esos dulces pechos que eran mi manjar preferido aunque era consciente de que no podía hacerlo mucho pues mi hijo los necesitaba ahora más que yo. Y encima teníamos por delante tres meses de asueto, mi erección solo de pensarlo se puso flácida por primera vez desde que conocía a Bella.

Cuando Rose se fue entró Carlos a conocer a nuestro bebé y darle un beso a Bella y allí se quedó hasta que malas pulgas le dijo que tenía que salir.

Pasamos una noche relativamente tranquila. Las enfermeras pasaban de cuando en cuando a controlar la tensión de mi Bella y ver como estaba el bebé. Todo parecía estar bien. A primeras horas de la mañana se abrió de nuevo la puerta y apareció por ella una camilla que transportaba a Chelsea con sus dos hijas en brazos, seguida de Carlos que empujaba con mucha maestría y orgullo una cuna doble. Habíamos pedido expresamente que las pusieran juntas en una habitación particular pagada por nosotros, ya que juntas habían iniciado todo esto, juntas tendrían que seguir hasta estar con sus bebés en sus casas. Me acerqué a la cama de Chelsea y contemple con ternura a mis dos ahijadas que dormían plácidamente. Eran muy bonitas y exactamente iguales, las dos tenían el cabello castaño de su padre y los ojos grises de su madre. Iban a causar mucho estragos y algún que otro lió cuando fueran conscientes del potencial que tiene a veces ser iguales.

Carlos y yo cogimos una cada uno y se las llevamos a Bella para que las conociera. Con mucho cuidado corrimos la cama de Chelsea hacia la de Bella dejando a las dos juntas, fui a por Edward y lo dejé junto a las niñas justo en medio de las dos niñas. Mi hijo en un momento dado estiro su bracito y lo puso encima de la mano de una de las bebés.

—Esa es Isabella –dijo Chelsea muy convencida.

—¿Cómo las reconoces?

—Isabella tiene el pelo más oscuro que su hermana…no me digas como lo sé pero lo sé…lo he notado nada más verlas…mientras venía hacia aquí —yo pensé para mí que lo que un bebé recién nacido tenía en la cabeza más que pelo era...un pequeño proyecto del mismo, pero...si Chelsea lo decía...

Todo era tan perfecto…tan bonito…tan pacifico…tan…

—Señoras por favor esto no es un circo…

—Señoritas si no le importa

—Habla por ti rica que yo ya soy señora

—Y yo…

—Pues anda que no hace años que yo también lo soy

—Toma y yo.

—Yo os gano a todas…

—Claro si este par de estúpidos quisieran nosotras también podríamos serlo. A este paso nos vamos a quedar para vestir santos.

—Sí nos vamos a marchitar, se nos va a pasar el arroz y…

—Bueno es igual señoras o señoritas es lo de menos, la cuestión es que no pueden entrar ahí todas a la vez, esto es un hospital…

Carlos, Chelsea, Bella y yo nos miramos entre sí…los diablos habían llegado a la ciudad y necesitaban un sheriff que las controlase. Sujetándome el puente de la nariz respiré profundo al reconocer ese montón de voces

—¿Cómo cuernos han hecho para llegar tan deprisa? –preguntó Carlos

—Seguro que ya tenían el avión preparado y salieron nada mas llamar Rose. Claro Renée estaba también en Chicago junto con Charlie no hizo falta hacer escala y habrán venido directas –le contesté –ahora vuelvo.

Salí de la habitación con Bella y Chelsea mirándome divertidas y lo primero que pude ver fue a Renée y a Esme con Emmett detrás de ellas, saliendo de detrás de un oso de peluche de enormes dimensiones, ¿dónde pensarían que íbamos a poner eso?, mi casa era grande pero... Kate y Alice sujetaban otro igual. Irina tenía en sus manos dos enormes canastillos de bebé y mi tía una enorme bolsa en la que vete tú a saber qué diablos llevaba. Los hombres estaban un poco apartados pasando atléticamente de la discusión con la pobre enfermera bajita que respondía al nombre de Mary. Para una vez que necesitaba a la psicópata, ¿dónde coño estaba?, bueno a ver seamos justos…todos los hombres no estaba apartados mi tío Aro y mi cuñado Emmett estaban los dos en medio del lío ¿por qué no me extrañaba?, mi abuelo Marco las miraba con el ceño demasiado fruncido y mi abuelo Edward…su expresión era…¿de cansancio?

—Yo me encargo –le dije a la pobre mujer quien asintió y salió huyendo despavorida. De repente me sentí literalmente ahogado por un montón de brazos que me aprisionaban en un abrazo descomunal.

—Felicidades Edward cuanto me alegro, ¿dónde está mi nieto?, ¿está mi hija bien?, ¿y Chelsea y las bebés?

—Soy tío, soy tío —canturreaba Emmett dando vueltas a mi alrededor moviendo el culo como si estuviera bailando la danza de los siete velos al tiempo que me propinaba un golpe en la espalda que casi me manda a Pernambuco –Rose hija que brusca eres –le dijo a mi cuñada quien acababa de propinarle un zapatazo en salva sea el sitio que movía… muy bien por cierto. A ver Cullen formalidad.

—Enhorabuena sobrino –me dijo mi tío Aro un…pelín más comedido.

—Edward hijo no sabes lo emocionada que estoy, ya soy bisabuela no sabes la alegría que me das, por fin conoceré a unos de mis bisnietos antes de morir… ¿Cómo están los dos?, ¿y Chelsea?

—Hijo, hijo, que feliz soy…soy abuela y…soy madre y…

—Primo, primo –chillaban Irina y Kate a la vez dejándome sordo en el proceso –hemos venido en cuanto hemos podido –sí, si ya lo veo, me dije a mí mismo.

—Hermano ¿y mi sobrino, quiero ver a mi sobrino?, ¿cómo están las niñas de Chelsea?, hay que ir a verlas también –decía Alice dando saltitos y dando vueltas sobre su propio eje en una clara imitación de la Tierra en su movimiento de rotación, Jasper como siempre intentaba mantenerla quieta. De repente me acordé que tenía una misión que cumplir, mi Bella y Chelsea acaban de parir, los bebés eran muy pequeños así que…

—¡Alto ahí!, esperad un momento todos por favor –les dije y lo debí decir muy serio porque mujeres y hombres se cuadraron a la vez y me miraron expectantes —esto es un hospital, no el club de Garrett ni el restaurante de la esquina o un centro comercial. Aquí hay que mantener un respeto, no se puede chillar y armar alboroto, hay enfermos.

—Edward por Dios que gruñón estás, la paternidad no te ha sentado nada bien, cualquiera diría que el que has parido eres tú. Ya sabemos que esto es un hospital pero en esta área hay mujeres que acaban de parir no enfermas.

—Los bisabuelos junto con Aro y Sulpicia pueden pasar ahora mismo a conocer a los bebés. Renée, Esme, Carlisle, Charlie iréis después a ver a vuestro nieto. Renée esto…a ver una cosita, no te apures que aquí las enfermeras saben hacer muy bien su trabajo y está científicamente probado que los bebes tienen frió cuando tu lo tienes y viceversa no hace falta embutirles en ropa como si fueran un…rollito de primavera, así que…si no te importa…tengo intención de tener más hijos y me gustaría volver a este hospital –le dije desafiándola con la mirada a que se atraviese a rebatir mi opinión. Y la debí mirar muy serio porque abrió la boca para decir algo pero en el momento la cerró—. Chelsea también está en la misma habitación –les dije mientras miraban fijamente a la autora del discurso sobre mujeres que han parido pero que no están enfermas.

—Alice –le increpé armándome de paciencia –aquí hay mujeres que se han pasado horas dilatando y con dolores enormes, que han sufrido una cesárea, que están cansadas y con pocas ganas de vuestras sandeces ¿te ha quedado claro?, ¿os ha quedado claro a todas?

—Sí…esto…sí –dijo una muy sombrada Kate –hijo que mal genio se te ha puesto ni que hubieras estado toda la noche pariendo tu. Y otra vez la misma broma ¿la habrían ensayado en el avión?

—Muy bien –dije ignorando el comentario. Si ellas supieran no solo la noche que yo llevaba sino el mes que había tenido —ahora vamos a pasar a la sala de espera y luego cuando los bisabuelos salgan, entran los abuelos, luego los tíos directos, o sea, Rose, Emmett y…Alice con Jasper –dije resoplando al mencionar a mi hermana ya que la consideraba el diablo jefe. Después entrareis vosotros –añadí mirando a unas muy enfurruñadas Kate e Irina.

—Ni que esto fuera la cola de la peluquería. Desde luego Edward siempre has sido un gruñón pero hoy estás que no hay quien te aguante, vamos que te superas a ti mismo. Parece que la paternidad te ha sacado tu lado Mr. Hyde de golpe –dijo Irina enfurruñada, pataleando y cruzándose de brazos pero al entrar a la sala de espera nos encontramos a una pobre mujer llorando lo que hizo que todo el escándalo se callara. Lo veis, les dije con la mirada, no todo el mundo es feliz, esto es un hospital.

Dimos media vuelta respetando la privacidad de aquella pobre mujer que lloraba desconsolada por…lo que fuera y fuimos a la cafetería a tomar algo pues yo no había desayunado y celebré la ocurrencia de Jasper. Los orgullosos bisabuelos, Aro y Sulpicia vinieron en nuestra búsqueda y fue el turno de los abuelos. Cuando éstos salieron, les tocó a los tíos, después pasaron Irina y Kate con sus parejas. Todo se desarrolló tal como yo había estipulado y en el proceso me había ganado una amiga, la enfermera bajita llamada Mary. Nadie protestó ni dijo nada más, esa mujer y su problema, fuera el que fuese, nos había llegado al alma. Es increíble darse cuenta de que mientras la mitad del mundo ríe, la otra mitad llora.

—Esto…Edward hijo –me dijo Esme mirando con complicidad a Carlisle al tiempo que bajaba la cara y se sonrojaba. Era el turno de Irina y Kate de entrar a ver a los niños. Por la cara que puso Alice estuve más que seguro que ella ya sabía lo que quería decirme esta mujer.

—¿Qué pasa mamá?

—Bueno…pues…que dirías si tu hijo….esto…jugara con su sobrino a los coches, o sobrina rompiéndole sus muñecas haciéndole llorar y…este…fuera un poco más pequeño que él…bueno o pequeña y…

—Mamá, ¿qué me estas intentando decir? –le pregunte con un cierto tono de sospecha pues quieras que no algo había adivinado pero mi mente no terminaba de asimilarlo estaba un poco esto…atrofiada.

—Pues…lo que intento decirte es…¿qué te parecería tener un hermano que fuera de la misma edad de tu hijo?

—Mamá…

—Ahí Edward por Dios que lento eres…es que estoy embarazada –me dijo soltando la bomba como quien suelta un globo en medio de la calle. Yo me quede paralizado un solo segundo pero luego me eche a reír.

—Pues que te felicito madre, me alegrara conocer a ese hermano o hermana y que juegue con mi hijo. No podía ser de otro modo en esta familia, un tío más pequeño que el sobrino si hasta para eso somos originales –le dije mientras le abrazaba. Alice y Carlisle se unieron a nuestros abrazos.

—¿De cuánto estás?

—Más o menos de seis semanas, me enteré antes de antes de ayer. Esta todo muy bien por eso la doctora Cooper me dejó viajar tan deprisa.

—Valla ya vemos que Shreck se ha enterado –dijo Irina entrando en ese momento junto con Rose.

—Irina ¿Por qué me llamas así? –le pregunté un poco molesto pues hacía tiempo que no escuchaba ese nombre.

—Pues porque el embarazo y el parto no te ha sentado nada bien primo, nada bien. Arrggg ¿habéis visto a los niños?, son tan monos, son tan preciosos…dan ganas de cogerlos y cometerlos a besos y…

—Pues modérate porque sino por las noches te voy a llamar para que los arrulles mientras yo estoy durmiendo con Bella.

—Me encantaría Edward pero es que…verás…mis tetas no dan leche para que ellos coman y si no comen no callan y…

Y el que callé fui yo ante la contundente explicación de mi prima, explicación que fue corroborada por el resto del grupo y demás gente que había en la cafetería.

—¿Y Renée? –le pregunté a Rose mas por desviar el tema que por otra cosa. Hacía unos segundos estaba aquí con nosotros ¿donde se había marchado?

—La he dejado volviendo locas a las enfermeras –me contestó Garrett muy serio.

—Pero si la dije que…

—Y tú crees que esa mujer hace caso de algo…—argumentó Rose.

Tres días después Bella era dada de alta del hospital. Chelsea se tenía que quedar unos días más debido a la cesárea. De momento se venían a casa hasta que el médico les diera permiso de viajar y después les dejaría mi avión para que marcharan más tranquilos. Ya les había hecho mi propuesta la cual aceptaron gustosos…bueno en lo de la parte que se refiere a los puestos de trabajo…lo de las acciones fue más complicado pues argumentaban que no eran de la familia. Todo se solucionó cuando los dos patriarcas, o sea mis abuelos Marco y Edward, dijeron que todos los miembros de la familia tenían acciones en la compañía y ellos lo eran de pleno derecho. Con lágrimas en los ojos nos dieron las gracias y prometieron ser merecedores de ese honor.

Los diablos, mis tíos y abuelos se marcharon a Chicago excepto Esme y Renée que se quedaron unos días con nosotros para ayudar y esta vez lo agradecí ya que lidiar con tres bebes no era tarea fácil y mas para unos primerizos. Chelsea era la más agradecida pues su cesárea le impedía moverse demasiado. Ni que decir tiene que las demás intentaron quedarse pero…con ayuda de los chicos fueron facturadas a Chicago, ya tendrían tiempo de venir y armarla a su propio estilo cuando Bella y Chelsea estuvieran las dos más recuperadas y los bebés fueran más mayores.

Pronto las noches se llenaron de llantos nocturnos, de carreras hacia la habitación para darles de comer o limpiarles los pañales. Esme y Renée nos enseñaron como hacerlo. A pesar de que lo habíamos aprendido en las clases para el parto, ninguno de nosotros nos atrevimos a decirles que lo sabíamos pues mostraban mucha ilusión. Renée nos volvía locos con sus teorías sobre la temperatura corporal de los niños y sus famosos experimentos culinarios pero Esme y Chelsea tenía un don y entre las dos la mantenían a ralla. A Bella, a Emmett y a Rose les desesperaba.

Mi sobrina estaba encantada con sus primos porque para ella Isabella y Marie eran también sus primos y colaboraba en su atención como podía. En ese tiempo las cámaras de fotos trabajaron horas extras pues todos queríamos inmortalizar cada momento.

Yo volví al trabajo con un buen álbum bajo el brazo y enseñé orgulloso a mi hijo y ahijadas a todos los trabajadores desde la señora de la limpieza hasta los redactores jefes de cada sección. Yo notaba que nos querían y apreciaban, sobre todo a Bella y celebraron la noticia sorprendiéndome con una pequeña fiesta.

Y así poco a poco y sin enterarnos nuestros hijos tenían ya un mes de vida. Esme y Renée decidieron que ya era hora de marcharse. Carlos y Chelsea también lo hicieron pues el médico le dio permiso para viajar, pero nos encargaron buscarles una casa por la zona ya que regresarían en cuanto hubieran arreglado todos los asuntos en Mallorca.

Emmett y Charlie regresaron con las dos mujeres a Chicago ya que…el asunto que los había llevado hasta allí estaba cada vez mas liado. Otra falla legal había propiciado que personas ajenas a la familia se pusiesen en contacto con Carmen y Elizabeth pues estas había contratado otros abogados que, por ley, tenían todo el derecho de pasar a visitarlas. Nada se sabía de ellos solo su nombre un tal Stephan y Vladimir Richardson. Ambos eran hermanos y representaban uno a Elizabeth, y el otro a Carmen. Por lo visto a Tanya la habían dejado de lado pues ya no les servía a sus intereses, menudo par de…su propia hija por Dios.

Y así fue como Bella y yo quedamos solos por fin disfrutando de nuestro hogar y nuestro hijo. No es que no apreciáramos la ayuda de nuestras madres o no quisiéramos a nuestros amigos, pero se agradecía por fin la soledad.

La noche era lo peor pues el bebé había cogido sus horas de llorar reclamando comida o porque estaba sucio. Normalmente era yo el que me levantaba para que mi Bella descansase un poco más, le limpiaba, jugaba un poco con él y después se lo llevaba a mi esposa para que le diera su alimento. Luego lo devolvía a su cuna, me aseguraba de que estaba bien y regresaba para alimentarme yo de los pechos de mi esposa, los cuales me gustaban cada vez más. Solo los chupaba, besaba y lamia procurando no succionar para sacar nada que no debiera, era el alimento de mi hijo. Mi impaciente miembro esperaba con ansiedad la hora de poder regresar a su hogar.

Y así pasaban los días éramos felices, muy felices. Yo acudía al trabajo mientras mi Bella se quedaba en casa con mi bebé y todo marchaba fenomenal. Hasta que una buena mañana recibí una llamada al móvil seguro cuando estaba en el trabajo.

—¿Diga? –contesté al no reconocer el numero.

—Edward, soy Jacob Black ¿sabes de la existencia de las mafias que provenientes de la Europa del este está ancladas en este país?

—Claro Bella hizo un reportaje sobre ello ¿por qué lo preguntas?

—Porque los han contratado para que…para que…os maten…van a simular el famoso secuestro exprés y después… esta vez no se van a andar con chiquitas Edward, no sé quien o quienes os odian tanto pero esta vez van a por todas. Ve corriendo a tu casa, no te demores…es cuestión de tiempo que lleguen. Avísalas por Dios. Yo también voy para allá para ayudar, he llamado a la policía.

Sin escuchar nada más, colgué el teléfono, salí de la redacción como alma que lleva el diablo, solo podía pensar en Bella y en mi bebé…si les pasaba algo yo…yo….Carmen, Elizabeth…y todo el que estuviera detrás de todo esto iban a pagarlo muy caro. Cogí el teléfono que usaba para comunicarme con Bella y Rose de forma segura, aquel que también me había dado Laurent, Bella al final tenía también el suyo y a Rose le habíamos dado otro. No podía fiarme del manos libres pues tenía la sensación de que alguien había entrado en mi coche. Llámenme maniático pero…no estaba todo igual. Sam y los chicos lo revisaban cada mañana junto con el de Rose. Saltándome un montón de normas de circulación que prohibían hablar por el móvil mientras conducía llamé a Bella.…

—¿Edward?, ¿qué ocurre? –me preguntó mi esposa.

—Bella no hay tiempo para explicaciones. Coge a Edward y encerraros en esa habitación del sótano que tiene varios candados, la que construí para…cierto tipo de situaciones. Bien pues…estamos en una de esas situaciones. Vete al mueble donde están las armas que nos dio tu madre. Coge una para ti, otra para Rose y llévalas contigo. No abráis a nadie, oigáis lo que oigáis ni siquiera a mí. Solo abre a Rose y a la niña cuando lleguen y eso si os dan la contraseña, esa…que tú ya sabes. La que inventamos por…si acaso. Los guardaespaldas estarán protegiéndoos pero entrad en esa habitación—. Había hecho ese cuarto imitando a las famosas habitaciones del pánico que existían en Estados Unidos. Bella me dijo que era una tontería pero con lo que estaba sucediendo toda precaución era poca, además vivíamos en un chalet y podía ocurrir de todo.

—Edward no... no puedo hacerlo…quiero estar contigo yo… –me dijo Bella claramente angustiada.

—Bella ya sé que quieres ayudar y no consientes en dejarme solo, estaré con Jacob gracias a él nos hemos enterado a tiempo y viene a ayudar, también están los guardaespaldas y la policía ya viene. Somos un equipo amor y tu deber es proteger a nuestro hijo ¿de acuerdo?

—Pero que ocurre…por favor…dime algo…

—Bella…alguien va a ir a casa para secuestraros y…mataros…por favor haz lo que te digo –le dije desesperado ¡qué mujer mas terca!

—Está bien pero ten mucho cuidado por favor. Si…si te pasara algo yo…me muero Edward…no podría sobrevivir sin ti.

—Yo también te amo, pronto estaremos juntos ya lo verás.

Por el mismo teléfono que utilice con Bella llamé a Rose al trabajo y le puse al corriente de la situación. Ni que decir tiene que salió disparada hacia nuestra casa no sin antes pasar a recoger a su hija. Con todo lo que estaba pasando mis cuñados se habían puesto en contacto con la directora del colegio hacia ya más de dos meses, para decirle que no dejase irse a la niña con nadie por mucho que le dijeran que venían en nombre de los padres porque sería una mentira, solo nosotros estábamos autorizados a recogerla en nombre de ellos. En este país las normas eran muy claras con respecto a ese tema pero…no podíamos dejar nada sin cubrir. Frente al colegio de la niña siempre estaba Colin uno de los guardaespaldas más jóvenes de la empresa que había contratado Emmett. Rose, fue hasta allí con Embry y Brady que, de hecho, ya la seguían a ella; otros dos siempre estaban apostados en la esquina de nuestra casa y yo llevaba un tercero siempre a mis espaldas. Jared, que así se llamaba el mío, llamó a los que vigilaban la casa poniéndolos al corriente de la situación.

Llegué a casa en un tiempo record junto a Rose con la que me junté en la entrada. Sam y Quil salieron a recibirnos y decirnos que mi hijo y mi esposa estaban bien y encerrados en la habitación. Se llevaron a Rose y a la niña para allá ante las protestas de Rose que quería quedarse junto a mi pero yo no lo podía permitir y Emmet nunca me perdonaría si le pasaba algo. Jacob llegó en ese momento y yo le saludé con un gesto de agradecimiento. La policía de Madrid también había llegado. A petición nuestra se habían puesto en contacto con la policía mallorquina para que protegieran a Carlos y Chelsea. Sam había llamado a los guardaespaldas que ellos tenían allí. La noticia es que estaba bien y seguros. En Chicago todos estaban encerrados en la Mansión Vulturi. Ninguna de las mujeres se había querido meter en la famosa habitación que esa casa también tenía y estaban todos juntos apoyándose unos en otros. Agradecía al cielo que mis suegros estuviesen allí. Solo Esme y Kate habían sido encerradas a la fuerza, no tenía tiempo de procesar el hecho de que Kate también hubiera sido encerrada…pero algo hizo click en mi subconsciente. No sabíamos si iban también a por ellos pero…toda precaución era poca.

—La única forma de que nos canten quien los ha contratado es pillarlos con las manos en la masa –dijo uno de los policías –vamos todos adentro –hay que procurar herirlos pero no matarlos a no ser que sea estrictamente necesario, es vital su confesión. ¿Están ustedes seguros de que saben usar eso?, ¿no querrían mejor irse a donde están las señoras?—nos dijo el policía a Jacob y a mí los únicos civiles del grupo mirando las dos armas que teníamos en la mano y que yo las había sacado del mueble donde las teníamos guardas desde que Renée nos la había dado.

—Me quedo aquí –dije muy resuelto. Mi mujer y mi hijo estaban en peligro y yo los defendería con mi vida.

—Yo también –contesto Jacob igual de resuelto. Una de las policías, una tal Lizzie se lo llevó con ella dándole instrucciones de cómo debía comportarse. Yo me quedé junto al policía. .

Entramos a la casa siguiendo las órdenes que nos daban. Nos escondimos cada uno en un rincón, detrás de las puertas o de los sillones esperando a los atacantes.

Un par de coches se oyeron llegar en la distancia, unas ruedas chirriaron, unas puertas se abrieron para cerrarse de golpe…, escuchamos hablar en un idioma desconocido pero muy conocido a la vez…ya los teníamos aquí.