sábado, 31 de marzo de 2012

RECUPERANDO TU AMOR. OUTAKKE 2: ISABELLA MARIE MASEN SWAN, MARCA LA DIFERENCIA





DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia, me pertenecen, son propiedad exclusiva de S.Meyer


Outakke 2: Isabella Marie Masen Swan, marca la diferencia

Pov Edward

—Parece que alguien tiene prisa por irse hoy a casa –me dijo Emmett mientras íbamos de camino a los vestuarios,  al darse cuenta de que miraba mi reloj por milésima vez en lo que iba de  día.
—Lo que  pasa es que le gusta presumir de ese reloj que le regaló su esposa  –dijo con sorna Riley siguiéndole el juego. Desde luego vaya tres pares de patas para un banco se habían juntado. Entre  Jacob, Emmett y Riley había veces que no ganábamos en calmantes para las agujetas. Los tres eran tan para cual, bromistas, socarrones y al final siempre, conseguían hacernos reír.
—Quien le ha visto y quién le ve –añadió Bianca, una de mis compañeras —,  antes del verano pasado le teníamos que sacar de aquí a garrotazos y ahora es el último en llegar y el primero en salir. Definitivamente esa esposa tuya me cae fenomenal, Isabella Marie Masen Swan marca la diferencia.
—No puedo estar más de acuerdo –le respondí con la mirada pérdida en mis pensamientos.
Antes del verano anterior, apuraba en el trabajo todo el tiempo que podía, hasta que un desesperado Emmet me sacaba de ahí y me llevaba a  su casa a cenar con Rose y mis sobrinos. En otras ocasiones era mi muy desesperado padre el que me sacaba a rastras de la oficina. Yo aceptaba cualquiera de las dos invitaciones y procuraba quedarme con ellos todo el tiempo que pudiera… o que me dejaban… por lo general una muy autoritaria Tanya me llamaba para que fuera inmediatamente… a cumplir con mis deberes de esposo, me decía.
Pero hoy era un día completamente distinto, Tanya no estaba y yo tenía que ir a recoger a mi esposa, sí señor, mi esposa, al hospital para después irnos en el coche a celebrar nuestro primer aniversario de bodas, de nuestra segunda boda. El aniversario de la primera ya lo celebraríamos el 13 de agosto. Reí ante el pensamiento, debíamos ser la única pareja en el mundo que tenía dos aniversarios de boda que celebrar.
Hoy era para mí un día verdaderamente especial. La llevaría a cenar a uno de los hoteles más lujosos de Seattle y luego había alquilado una habitación. Pasaríamos allí toda la noche y tenía algún que otro plan en mente de como pasarla, esperaba que lo último que hiciéramos fuera dormir, para eso ya tendríamos tiempo en nuestra casa, ¿digo casa?, no eso no era una casa era nuestro hogar. Si, nuestro hogar, definitivamente Isabella Marie Masen Swan, marcaba la diferencia entre casa y hogar. No podía sentirme más feliz.

Entré al vestuario junto a los demás, me quité el uniforme y me puse un traje color negro con una camisa azul celeste y a juego una corbata del mismo color aunque de un tono un poco más oscuro para que resaltase. Dude un poco mirando las esposas que estaban enganchadas a mi uniforme.  ¡Qué demonios!, pensé,  llevo más de un año con esta fantasía y parece  que Bella me leía el pensamiento o tenía la misma fantasía que yo,  ya que últimamente no hacía más que  lanzarme todo tipo de sugerentes insinuaciones que provocaban una erección tan fuerte que mis pantalones no solo molestaban sino que corrían serio  peligro de estallar. Pero no se pueden tener cierto tipo de “actividades”  con dos niñas en la casa, así que esta noche… sería la noche… me dije cogiendo las esposas. Las guardé en el bolsillo de mi chaqueta intentando que nadie se diera cuenta… pero fracasé.
—¿Dónde vas con eso?, ¿vas a detener a alguien? –me preguntó un Emmett muy divertido.
—¿No me digas que se lleva las esposas? Ummm teniente Masen, hace usted bien, a lo mejor las necesita, no se sabe lo que se puede encontrar uno por ahí  –dijo Bianca desde el otro lado del biombo que separada los dos vestuarios.  Era una oficina pequeña con pocos empleados y todos nos llevábamos bien, no había secretos entre nosotros, era una condición indispensable. Para hacer bien nuestro trabajo teníamos que confiar plenamente los unos en los otros, de eso a veces, dependía nuestra propia vida. Pero… en ese momento me sentí como a un niño pequeño pillado haciendo una travesura. Bianca y el resto de las chicas, junto con  mi esposa se habían hecho muy amigas… será que le ha contado algo….Bella llevaba unos días muy traviesa
—Seguro que a Rose y a ti no os importa quedaros con Gaby –pregunté para desviar la conversación hacia otro lado.
—No te preocupes hermano, tu hija y mis hijos tienen toda la noche planeada, claro hasta que el teniente Emmett entre y les mandé  dormir –dijo guasón –pero yo no estaría tan tranquilo con Alice y ese torbellino de madrina que tiene. No tengo idea que tendrá pensado para entretenerlas, pero…
—Es capaz de llevarlas a un spa infantil –dijo Bianca partida de la risa         –upps perdón ya sé que no existen pero esta es capaz de inventarlos –añadió provocando las risas del resto.
—O darlas un curso acelerado sobre cómo comportarse en un centro comercial.
—No seguro que se pasa la noche cambiándolas de ropa y….
—Bueno, bueno, vale ya –les corté divertido y recordando como hace escasamente una semana había llevado a su hija Bella a una revisión médica. Según ella la niña lloraba cada vez que le cambiaba de ropa y estaba preocupada por si le dolía algo… en fin… esta Alice –estamos hablando de dos bebes que aun no tienen ni un año, Alice está loca pero yo confió en Jasper –les dije saliendo de  aquellos recuerdos.
—Ummm… sí… haces bien en confiar –dijo Bianca – creo que es el único ser en la tierra capaz de parar a ese volcán. Madre mía que energía por dios, a veces me preguntó donde tendrá las pilas, más que nada para desconectarla un poco –añadió mi compañera provocando las risas del resto.
—Bueno ahí os quedáis, no hay que hacer esperar a las damas –les dije saliendo por la puerta sin parar de reír, cosa que en el último año y medio se había hecho costumbre en mi. Al salir me tropecé  con mi padre que en ese momento entraba.
—Adiós hijo que lo pases bien y… usa las esposas como es debido… son material de trabajo –me dijo y su estruendosa risa se vio acompañada por las de los otros  provocando dos cosas en mi, una mi sonrojo,  y otra mi opresión en los pantalones de pensar en la forma que tenía pensado  usarlas. A veces era un poco molesto que no hubiera secretos entre nosotros, pensé mientras salía a la calle.

Me dirigí al Aston Martin que tenía aparcado afuera, ocasión especial coche especial ¿no? Al llegar al hospital estacioné el coche en la plaza reservada para Bella. Me gustaba venir a recogerla a mí y lo hacía siempre que podía, por tanto esa plaza siempre estaba vacía para alguno de nuestros coches.  La llegada de Alice a nuestras vidas, había hecho necesario  el que nos compráramos un coche familiar para  cuando íbamos todos a algún sitio de excursión, al cine, al Centro Comercial  obligados por ya saben ustedes quien,  y Bella lo utilizaba siempre que yo no podía venir a recogerla. Salí del coche  y me encaminé muy decidido a la puerta del hospital en busca de mi esposa, pero me quedé petrificado en mi sitio. En mi dirección venia la diosa reina de todas las diosas del Olympo, la lujuria echa mujer, mis pantalones comenzaron de nuevo su labor de estrechamiento mientras yo la desnudaba con la mirada. El vestido negro ajustado que llevaba y que le llegaba a mitad del muslo era pecaminoso. Sus altos tacones le hacían unas piernas de infarto y su pelo suelto que caía en suaves ondas, se movía al andar de una manera que ufffff ¿aguantaría yo una cena entera con sus entrantes, sus dos platos y el postre?, pensé para mi mientras instintivamente tocaba las esposas que estaban en mi bolsillo. Detrás de ella vi a Alice y a Jasper cada uno con una niña en brazos.  Seguro que ese torbellino loco era el causante del look de Bella y, sinceramente no podía estar más agradecido. Antes de volver a posar mi mirada en ella vi como Jasper me levantaba el pulgar  deseándome con ese gesto una muy feliz y placentera  noche.
—Tierra llamando a Edward –oí su dulce voz que me llamaba mientras sus cálidos brazos me rodeaban por el cuello depositando un sugerente beso en la boca. Beso que respondí inmediatamente profundizando sin más. La obligué con mi lengua a que separara sus labios e invadí su boca como un eficiente soldado obedeciendo órdenes de su superior. Su lengua pronto empezó a batallar con la mía en una lucha de poderes en la que ninguno de los dos tenía intenciones de ganar y en la que no quedó  un solo hueco de nuestras bocas sin explorar.
—Guauu Teniente, eso ha estado genial –me dijo con voz sugerente una vez que nos hubimos separado al tiempo que me tocaba mi necesitada erección masajeándola con su mano izquierda al mismo tiempo que metía la derecha en mi bolsillo  y descubría la esposas –ummm me parece que alguien va a tener que ser detenido hoy ¿por comportamiento indecoroso  quizás?
—Bella… —le dije conteniendo el aliento—, como sigas con ese jueguecito me parece que ni cenas ni nada, te detengo aquí y ahora y te llevo rastras a casa a demostrarte como me pones ¿escuchas?
—No, no, no –me dijo divertida– tengo hambre Teniente, mucha hambre –tragué en seco ante su mirada ¿de qué tendría tanta hambre esta mujer?
—Pues no se hable más le dije abriéndole  la puerta del coche.
Nos pusimos en camino hacia Seattle hablando de todo un poco, como siempre hacíamos, del trabajo, las niñas. Pero Bella esta noche estaba…un tanto extraña…aunque debo reconocer que me encantaba esa actitud. Cada dos por tres se las ingeniaba para rozar con su mano mi muy erguida erección dispuesta a saltar en cualquier momento y la postura que llevaba en el asiento no era para nada discreta… esta mujer me iba a matar, pero a matar de verdad.

Llegamos al restaurante con bastante tiempo, así que nos encamínanos hacia el bar para tomar algo mientras nos terminaban de preparar nuestra mesa. La manera en que se sentó en la silla cruzando sus piernas me causó un enorme problema en el ya de por si enorme problema que tenía. Para disimular, mientras nos servían  las copas,  pasé por recepción para recoger la llave de la habitación, me daba la impresión de que después de cenar iba a tener prisa, mucha, mucha prisa. Al regresar al bar observé con indignación como todas las miradas babeantes de los hombres, estuvieran o no acompañados,  se posaban en mi Bella y en sus… esto… piernas. Ni corto ni perezoso me dirigí hacia ella, la puse la mano allí donde dicen que la espalda pierde su nombre y la atraje hacia mí, mirando desafiante a todo el mundo, dejando claro que esa preciosidad, era mía, solo mía ¿estamos?  les pregunté con la mirada.
—Bella cariño –le dije un tanto irritado –todo el mundo te mira ¿podrías descruzar las piernas? Y acto seguido me obedeció mientras su rostro se volvía del rojo mas intenso. Definitivamente, Bella esta noche estaba de estrategia, una estrategia muy bien planeada por ella y las otras locas que tenía como amigas, estrategia que iba directamente dirigida  a cierta parte de ni anatomía además de  poner a prueba mi fuerza de voluntad y mi autocontrol.
Cuando el camarero anunció que teníamos la mesa dispuesta, nos dirigimos a ella. Le sostuve la silla para que se sentara y después me senté yo. Pedimos el primer plato y encargué una botella del mejor champan. No llevaba ni dos bocados de la fabulosa ensalada que nos sirvieron cuando noté como un pie me acariciaba mi pene y al levantar la vista la mirada de Bella era de los más…. Ummm… no sabría describir como era.
—Bella… —le dije  intentando seguirla el juego —como sigas así te voy a tener que detener por escándalo público y te vas a enterar de quién soy yo…
—Realmente estoy siendo una niña muy mala Teniente, en verdad necesito que me detengan –me contestó toda sugerente volviendo a la carga con su mano puesta ahí mismo. Por dios bendito mi cordura,  ¿dónde estaba mi cordura?,  ¿y la suya?,  ¿en qué momento se nos perdió?
Y en este plan siguió la dichosa cena. En el estado en el que estaba yo ya no sabía si estaba comiendo, carne, pollo o pescado, ni de qué diablos estábamos hablando, solo podía estar pendiente de una cosa y era de la mano de Bella, del pie de Bella y de su mirada.
Terminamos de comer el postre, pagamos y en un silencioso acuerdo nos fuimos del restaurante, con un poco de prisa todo hay que decirlo, camino de los ascensores. Llegamos a la habitación y nos fuimos desnudando el uno al otro con auténtica ansia.  Le quité el vestido y lo que llevaba debajo me dejo prácticamente sin habla, por dios, ese conjunto era…era… no sabría decir cómo era… por Dios. La cogí en brazos y la llevé a la cama donde la deposité de la forma más cuidadosa que mi estado de excitación me permitía, su mirada me estaba torturando. Fui hacía mi chaqueta y cogí aquello con lo que los dos habíamos estado soñando toda la noche y antes de que pudiera darse cuenta la tenia esposada y a mi merced en la cama.
—Queda  detenida señora Masen, ahora verá usted las consecuencias de andar jugando y provocando de esa forma toda la noche a su muy inocente esposo –le dije poniéndome encima de ella y besándola con urgencia a la vez que restregaba mi miembro contra ella. Dejé descansar un poco sus labios para ir hasta su oreja…
—No sabes lo mucho que te amo, eres toda mi vida, mi razón de ser y esta noche voy a demostrártelo ¿Me vas a dejar demostrarte lo mucho que te amo? –le pregunté  mordisqueando el lóbulo  de la oreja y ganándome unos cuantos gemidos y un claro asentimiento.  Fui dejando besos por su cuello, su clavícula hasta llegar a sus pechos, la arquee un poco y le quite el sujetador dedicándome por completo a disfrutar de esa parte de su anatomía que me  volvía completamente loco. Los bese con pasión, los mordisqueé, rodee sus pezones con mi lengua y me entretuve un buen tiempo jugando con ellos mientras de la boca de Bella solo salían gemidos y suplicas. Las esposas no la dejaban moverse ni tocarme y eso la estaba desesperando pues de sobra sabia que le gustaba pasar sus manos por  mi cuerpo hasta llegar a mi pene. Estaba seguro de que esto le estaba causando una tortuosa impotencia y al mismo tiempo la estaba excitando mucho más. Por mi parte ver a esa mujer, a mi mujer, a la mujer de mi vida, a mi esposa, mi amante, mi amiga, la madre de mis hijos, esposada a la cama y a mi merced, hacía que mi propia excitación creciese a pasos agigantados, tanto ese así que mi pene ya estaba empapado del liquido pre seminal. Ella me pedía, bueno más bien me rogaba, que acabase con su tortura
—No señora Masen, todavía no, tiene usted que esperar un poco –le dije descendiendo  por su cuerpo marcando una vez más con mi boca todos y cada uno de sus recovecos hasta llegar a mi otra parte favorita, su sexo, pero de momento no me detuve allí, sino que seguí bajando por sus piernas dejando besos allá por donde iba. Cogí uno de sus pies entre mis manos y chupé y besé cada uno de sus cinco dedos y luego hice lo mismo con el otro. Con las uñas rastrille cada una de las dos plantas provocando un escalofrío en ella, esperaba que de placer pues Bella estaba al borde de la excitación, lo notaba por  la manera en que reaccionaba a mis caricias, moviéndose de arriba abajo todo lo que las esposas le permitían. Volví a subir de nuevo por sus piernas, rodillas, muslos hasta legar a su centro.  Me deshice de las braguitas tirando de ellas y rompiéndolas,  ganándome nuevos gemidos. Sin más miramientos,  ataque con mi boca su clítoris mientras metía un dedo dentro de su cavidad buscando ese ángulo de placer que sabía que la volvía loca. Estuve un buen rato jugando con ella. En un momento determinado introduje otro dedo ganándome nuevos gemidos, su cuerpo convulsionaba entero, su culo subía arriba y abajo junto al resto de su cuerpo mientras sus manos seguían esposadas a la cama sus pechos bailaban cada vez que hacía un movimiento volviéndome completamente loco. Me di cuenta de que iba a explotar, que mis caricias estaban dando fruto, así que deje de lamerla y saque mis dedos de ella para sustituirlos por mi pene, después de ponerme un condón que llevaba todo el tiempo teniendo en la mano, la embestí de un solo movimiento y empecé a moverme lento, lento, demasiado lento para su gusto a juzgar por su reacción  mientras la besaba dejándonos probar su propio sabor mezclado con el mío. Me incorporé un poco sin salir de ella, tomé las llaves de las esposas y la libere ya que no quería hacerla daño en cualquiera de mis envites. Sus manos fueron a parar inmediatamente a mi cabello del que empezó a tirar sin piedad, bajaron por mi espalda y se posaron en mi trasero apretándome contra ella.  Mi erección pronto se empezó a ver aprisionada en su centro y entonces mis embestidas se fueron haciendo más rápidas, más duras, más potentes hasta que el orgasmo  invadió nuestros cuerpos liberándolos.
Cuando hubimos recuperado nuestras respiraciones, salí de ella, me levanté de la cama y me dirigí  al sitio donde descansaba mi regalo de aniversario. Cuando salí del bar con la excusa de ir a buscar las llaves, había ido al coche a por él,  lo había subido a la habitación y ahora estaba en la gran mesa que presidia el salón de la suite.
—Felicidades Señora Masen, una pequeña muestra de cuanto te quiero, de cuán grande es mi amor por ti –le dije tendiéndole el paquete  en cuyo interior se encontraba una bonita caja de música que ese diseñador amigo suyo había hecho para ella a petición mía. Cuando Bella la abrió se quedo muda de la impresión, pues al abrirla se escuchaban  su nana y la de mi hija Gaby. En la parte interior de la tapadera de la caja y grabada con diamantes destacaba la siguiente leyenda siempre te amaré, incluso aun después de haber muerto. Esa leyenda daba una idea de cuan profundos eran mis sentimientos por ella, de cuan arraigados estaban. Y  debajo estaban mis iniciales y las de nuestros hijas. La típica bailarina había sido sustituida por una pequeña foto de los cuatro, cuyo marco estaba formado por diamantes.
—Mu…muchas gracias… es preciosa, es una autentica preciosidad me dijo visiblemente emocionada.
—Nada es más bonito ni más bello que tú  —le dije mientras  le daba un apasionado beso que volvió a despertar de nuevo esa parte de mi cuerpo que siempre estaba alerta y a sus órdenes en su presencia. Cuando nos separamos se levanto de la cama y se dirigió a su bolso del que sacó una pequeña caja que me tendió.
—Felicidades para  ti también teniente –al abrirla no pude más que sonreír pues era tal nuestra conexión que hasta en esto coincidíamos. Dentro de una preciosa caja de terciopelo, descansaba un hermoso llavero de oro blanco  con sus iniciales y las de las niñas grabadas y una preciosa inscripción que decía: eres toda nuestra vida. Te quiero, te queremos.
—Gracias, gracias, gracias, le dije con lagrimas de alegría en mis ojos y la abracé fuerte mientras le daba un nuevo beso. Era tal mi excitación que no lo vi venir, juro que no lo vi, pero de repente me encontré tumbado en la cama y… esposado a los barrotes del cabecero con Bella sentada a horcajadas  encima de mí. Me puse a reír como un idiota ya que los nervios y la anticipación de lo que allí me iba a suceder me provocaron esa reacción. Bella empezó a frotarse contra mi erección, su sexo sobre mi sexo, sin nada de por medio, solo nuestra piel. Empezó a darme besos en el oído gimiendo en él,  mordiéndome el lóbulo de la oreja, descendió por mi cuello, clavícula y se detuvo en mis pezones, los cuales se dedicó a atormentar pellizcándolos, masajeándolos, rodeándolos con su lengua , en fin toda una experiencia erótica digna del mejor libro sobre el tema. Mis gemidos, bueno más bien mis gritos se oían por toda la habitación mientras me movía como buenamente podía ya que estaba esposado, esta mujer provocaba en mi una oleada de sentimientos impresionante. Era algo a caballo entre la frustración por no poder tocarla y la excitación por no poder hacerlo. Siguió bajando por mi cuerpo hasta llegar a mi pene, el cual cogió con su mano y empezó a masajearlo de arriba abajo como solo ella sabía, lento, tortuoso, delicioso, ahora hacia arriba, ahora hacia abajo hasta que de pronto, sin previo aviso se lo metió entero dentro de su boca, pillándome desprevenido y provocando en mi un grito y un gemido tan alto que rogaba a dios porque las habitaciones de nuestro alrededor estuvieran desocupadas. Empezó a mover su boca de arriba abajo de mi erección chupándola, sin dejar un solo sitio sin lamer, me daba tenues mordisquitos que me provocaban un doloroso placer, ya no podía mas, no podía, no señor. Lo mas desesperante era no tener manos para tocarla, para  acariciar sus senos o ponerlas sobre su cabeza y empujarla mas hacía mi, el no poder tocarla era una experiencia nueva, distinta, a la vez torturante y a la vez estimulante, no sabría describirla, era… única. Placenteramente única.

—Bella,  mi amor, no puedo más, como sigas así voy a terminar en… —no pude acabar mi frase ya que mi esposa empezó a arremeter con más fuerza y sin poder evitarlo me derrame en su boca. Bella recogió y lamio   todo mi semen sin dejarse  una sola gota y me miro relamiéndose y chupándose los labios de una manera que mi erección volvió a ponerse de nuevo en marcha. Bella se dio cuenta de eso y con una sonrisa petulante me miró, se levantó a por un condón, me lo puso de una forma desquiciantemente lenta, acariciando mi miembro en cada movimiento que hacía. Se introdujo en mi interior de un solo envite. Me cabalgó y me cabalgó como la experta amazona que era, sus pechos, sus bonitos y maravillosos pechos que me estaba prohibido tocar, pues todavía seguía esposado, bailaban frente a mi boca y mis ojos, pero cuando  quería chuparlos y degustarlos ella me lo impedía echándose hacia atrás, y encima seguía sin poder tocarla. ¿Por qué no me liberaba?,  era una tortura una autentica tortura.
—Bella por dios, quítame las esposas, necesito tocarte. Pero ella negó con la cabeza diciendo algo que no entendí ya que en ese momento un  enorme y conocido fuego me invadió y ambos explotamos en un orgasmo tan potente que parecía que llevábamos un buen tiempo  en sequía y eso que era el tercero de la noche.
—Eres mala, Bella, y muy cruel –le dije con la respiración aun acelerada ¿Por qué no me has liberado?,  quería tocarte.
—Esto… verás... no te preocupes… podrás hacerlo en un segundo dijo mientras miraba por todos lados levantando incluso las sabanas que aun quedaba intactas, parecía que buscase algo.
—Bella, ¿qué pasa?
—No sé donde están las llaves de las esposas, dijo inclinándose hacia abajo para mirar debajo de la cama, poniendo literalmente hablando el culo en mi boca, provocando de nuevo el despertar de mi sexo.
—Bella, estarás hablando en broma.
—No, me dijo me dijo su voz desde debajo de la cama mientras su culo  seguía en la misma posición. En un intento de buscar mejor, se colocó de tal manera que llegó un momento en el que su centro estaba justo a mi  alcance  y no lo pude evitar. Introduje mi lengua en su cavidad metiéndola y sacándola mientras mi erección estaba otra vez en perfecto estado de revista. La saqué de su interior y me dedique a su clítoris haciendo círculos en él para luego volver a introducirla dentro de ella. La posición no parecía nada cómoda ni ortodoxa, yo esposado a la cama y ella bueno su escorzo  era muy difícil de describir, creo que hasta incluso estábamos inventando una nueva postura que parecía imposible pero que no lo era y a los hechos me remito, una nueva experiencia lujuriosa.  Los gritos que provenía desde los cofines del suelo me decían que le gustaba lo que  hacía así que seguí con más ahínco, con más fuerza, metiendo y sacando, metiendo y sacando, torturándome a mí mismo porque ese culo que estaba a mi alcance, al mismo tiempo no lo estaba pues no tenia manos para tocarla como me hubiera gustado y eso me estaba poniendo duro, muy duro. Sus gritos se escuchaban ahogados pero se escuchaban y en un momento determinado un grito especial, más fuerte que los anteriores me indicó que iba a explotar así que acelere los movimientos con mi boca ganándome  un espectacular orgasmo de su parte. Tal como ella hizo antes lamí y recogí cada gota de su semen sin dejarme nada, absolutamente nada. Cuando recupero el aliento,  se incorporó, clavando más su culo en mis ojos, por Dios, y yo seguía esposado, ¿dónde diablos estarían las malditas llaves? Pero no me dio tiempo a analizar donde podrían estar ya que sentí sus labios atacar los míos sin piedad, Mi sabor, que aun estaba en sus labios, y su sabor se unieron en nuestras bocas provocando una delicatesen sensual muy difícil de olvidar.
Tras recuperar nuestras respiraciones, se tiro un buen rato buscando las dichosas llaves a gatas ¡Dios Bendito, a gatas!, su culo en pompa dándome  una espectacular vista de él, sus pechos moviéndose  de un lado a otro y yo… impotente, ¿se daría ella cuenta de lo que estaba provocando en mi?,  ¿dónde estarían las dichosas llaves?,  ¿tenían que estar en algún lado? A tomar un café solas no podrían haberse marchado, digo yo. Una vez más el famoso despiste de Bella Masen Swan  entraba en acción, y esta vez no era un coche eran las llaves de unas esposas que no volvería a ver con los mismo ojos, no mientras me mantuviesen amarrado a  una cama sin  poder tocar ese espectacular culo que se movía de un lado a otro junto al resto de su cuerpo buscando  la maldita llave y que estaba provocando  en mis partes nobles…  algo muy difícil de definir.
—Las encontré  —me dijo de repente mostrándome las llaves en la mano con una sonrisas triunfante.
—Libérame entonces por favor –le contesté echándole una mirada que en fin… le hico fruncir el ceño ante la imposibilidad de interpretarla. Se sentó a horcajadas sobre mí con su sexo sobre mi sexo y, por fin me liberó.  Tal y como era mi intención, la pille por sorpresa,  porque cuando me sentí liberado, en un rápido movimiento  la volví a esposar, la puse a gatas con las manos por delante para no dañarla y sin más miramientos la penetré, la penetré profundo, muy profundo, la penetré con sed, la penetré fuerte, duro,  me moví dentro de ella de una manera brusca casi diría que brutal, era pura lujuria, puro deseo, química en estado puro. A juzgar por sus movimientos buscando mas fricción, a juzgar por sus gritos, por sus jadeos y gemidos lo estaba disfrutando tanto como yo y eso me animo a seguir, a seguir y seguir, mientras con mis manos tocaba aquello que me  había sido negado una buena parte de la noche, sus pechos, su culo, su clítoris el cual masajee y pellizque ayudando así a  su propio placer.  Los dos bailando juntos, jadeando juntos, piel con piel, espalda contra pecho, hasta que a la vez alcanzamos el que me parecía  que era el ¿cuarto, quinto, sexto? de la noche, pero ya había perdido la cuenta. Y la noche aun era joven, sí señor. Todavía teníamos que practicar en el baño.
—Ufff, ha sido bestial. Si lo llego a saber tardo un poco más en encontrar las llaves –me dijo una vez que la hube liberado de las esposas de nuevo. Un momento… ha dicho que…   la miré y la volví a mirar y… entonces caí. ¿Sería posible que?, oh si era muy posible teniendo en cuenta las seis cabezas locas y con ella siete que posiblemente la habrían ayudado a planear todo eso, muy segura estaba de que iba a llevar las esposas, me dije a mí mismo con el firme propósito de investigar en su bolso ya que ahora lo tenía muy claro,  Bella Masen no había perdido las llaves, sabía perfectamente donde estaban…o al menos eso sospechaba.
—Bella no tu no habrás… -le pregunté en un intento de confirmar mi teoría, pero no me dejo acabar y mucho menos me contestó…
—Piense usted lo que quiera Teniente –me dijo levantándose de la  cama, necesito una ducha, estoy muy sudada pero yo solita no me voy a poder lavar… —me dijo poniéndome unos ojitos que…y una carita...y unos morritos…
Y no hizo falta mas, Salí de la cama como un resorte,  con mi obediente soldado listo y dispuesto para la siguiente ofensiva.
Las esposas cayeron en ese momento al suelo y las cogí presuroso ya que a lo mejor podrían hacer falta en la ducha. Desde luego no iba a volver a mirar esas esposas de la misma forma. Las guardaría en casa encerradas en una urna de cristal como un tributo, ya cogería otras del material de la oficina. Ahora no tenía tiempo para pensar en una excusa para coger otras, pero ya lo decidiría. Lo malo iban a ser las burlas del Emmett, de Jacob y del resto, pero de eso ya me encargaría mañana, ahora tenia asuntos mas importantes que tratar. Con ese pensamiento me encaminé al cuarto de baño donde mi esposa me esperaba para que la…. ayudase a lavar.
Definitivamente  Isabella Marie Masen Swan marcaba la diferencia.
                         









viernes, 23 de marzo de 2012

TRAILER DE THE HOST.



DE LA CREADORA DE LA SAGA CREPÚSCULO.


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RECUPERANDO TU AMOR. CAPÍTULO 39: OUTAKKE 1. EL HOMBRE DE HIELO Y SU PEQUEÑO GRAN MONSTRUO


DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia me pertenecen, son propiedad exclusiva de S. Meyer.



Outakke 1: El hombre de hielo y su pequeño gran monstruo.

POV ARO/TANYA (Narración en tercera persona)

Sentado en la lujosa mesa que presidia el enorme despacho de aquella inmensa casa, Aro Vulturi escuchaba impasible  las noticias que por teléfono le estaba dando unos de sus esbirros, contándole el último desastre que había ocasionado la inútil de su hija. Resultado: una mujer y un niño gravemente heridos, uno de los asaltantes muerto y el otro también  gravemente herido. Dos supuestos agentes del FBI, que intentaban huir,  muertos uno a consecuencia de un accidente supuestamente provocado por su más fiel esbirro  y el otro abatido a tiros por un compañero que a su vez había sido detenido. Esperaba que el detenido no fuese Laurent, pero por si acaso tendría que empezar a ponerse en contacto con sus abogados.
Poco le importaba a él que al otro lado del país una mujer estuviera en estos momentos debatiéndose entre la vida y la muerte y que un niño pequeño estuviera sufriendo la misma suerte. Poco le importaba que aquellos dos supuestos agentes muertos fueran aquellos hijos biológicos tenidos con la mujer que se supone realmente amaba. Lo único que le preocupaba es que su hija, la idiota e inútil de su hija, había metido la pata un vez más dejándole a él en entredicho y exponiéndole, cuando a su vez él ya se estaba encargando del asunto… “a su manera”.
De vez en cuando lanzaba alguna que otra maldición contra Tanya  mientras enfrente de él, sentada en el enorme sillón, Carmen Vulturi estaba  con la cabeza totalmente gacha, con los ojos puestos en el café que se estaba tomando  y sin atreverse a replicarle. Ya conocía ella en sus propias carnes lo que suponía llevarle la contraria o no hacer o hacer algo que a él no le pareciera bien. A estas alturas de la historia Carmen Vulturi tenía clara una cosa y es que, hiciera lo que hiciera, y como lo hiciera, para Aro Vulturi siempre estaría mal. Si había algo de lo que se arrepentía en su vida era de haber dejado de lado a aquel hombre que de verdad la amaba aceptando en su lugar a aquel monstruo. De hecho la noche anterior había vuelto a ser víctima de uno de sus “castigos” porqué supuestamente la cena estaba salada y ella y solo ella, no la cocinera de la inmensa mansión, tenía la  culpa, ¿es que su cuñada Athenodora no vivía también allí y era tan responsable como ella del mantenimiento de la casa? La había golpeado hasta cansarse para después forzarla una vez más a mantener unas relaciones que  le daban cada vez más asco.  Ojala algún día tuviera la oportunidad de vengarse, porque lo haría sin dudar un solo segundo…
—Definitivamente tu hija es tonta –volvió a repetir una vez que hubo colgado el teléfono. No tiene cabeza, no piensa como es debido. A veces pienso que Renata tiene razón y que debí encargarla de todo a ella.
—¿A qué… a que te refieres? –preguntó una asustadísima Carmen.
—Nada que te importe –respondió mirándola con desprecio y dándose cuenta de que llevado por la ira había hablado de más involuntariamente  –. Como no va a ser tonta pareciéndose a ti –añadió volviéndola a mirar  de aquella forma amenazante tan típica de él, lo que provocó que Carmen bajase la mirada totalmente aterrorizada.
—Hola tito querido –saludo Renata que en ese momento entraba al despacho de Aro alertada por las voces que estaba dando su tío —¿qué sucede?
—¿Qué qué sucede?, míralo por ti misma –contesto Aro poniendo en ese momento la enorme televisión que había en la estancia. Renata, Cayo y Athenodora, que habían entrado junto a ella se sentaron en ese momento en el sillón para escuchar las noticias del día,  al tiempo que una sumisa Carmen se levantaba para irse en silencio sin siquiera haber terminado de tomar el café que estaba bebiendo ante el gesto que le hizo su marido.
—Ya te dije que me lo tenias que haber encargado a mi –dijo Renata enfadada por lo que estaba oyendo, confirmando lo que su tío había dicho momentos antes – y encima se confunden de mujer y de niño ¡es increíble!, yo sí que hubiera  sabido mantener a raya a ese pedazo de hombre. Si no se la hubiera ocurrido atentar contra la vida de la madre, Edward no hubiera marchado a Jacksonville y todo seguiría en su sitio, donde debe estar.
—¿Pero es que es ella la responsable del accidente de la madre? –preguntó Aro en  evidente estado de ebullición.
—Pensaba que lo sabías  hermano –intervino Cayo en ese momento.
—Yo que voy a saber, parece ser que en esta casa nadie me dice nada –contesto el hombre de hielo mirando desafiante al resto de la familia con esa expresión en el tan característica suya, capaz de helar al propio hielo y aterrorizar al mismo miedo.
—Ya le dije a Tanya que no lo hiciera, le pregunté si lo sabías y ella me dijo que sí, que tu se lo habías mandado –contesto Renata, la única capaz de calmar la ira de aquel monstruo aunque fuera a base de mentiras y malmetiendo o arremetiendo contra cualquier persona que tuviera a mano con tal de que su “tito” no se enfadase con su madre, su padre o con ella misma. Y si en el proceso lograba fastidiar a la idiota de su prima mejor. Ella también se había “enamorado” de Edward y sentía por Bella un odio atroz, de hecho la quería muerta al igual que a esa bastarda de su hija, pero es que por Tanya lo sentía mucho mas por haberle quitado su oportunidad con él. Seguro que ella no lo habría dejado escapar.  De hecho si de ella hubieran dependido los sucesos que ahora mismo estaba escuchando por la televisión, ninguna persona que no tuviera que estarlo hubiera salido mal parado, pero esa zorra y su asquerosa hija estarían a estas horas en el depósito, eso seguro. Y todo hubiera sido un trabajo limpio, muy limpio sin dejar rastro alguno.   María era una mujer que trabajaba rápido y bien. No como esos “bastardos” que se suponía eran tan primos suyos como Tanya.
—¿Y qué piensas hacer?
—Ya les he dicho a Laurent y a  Heidi que no dejen vivo a nadie que pueda testificar en nuestra contra, y que no se preocupen ya les sacaré de la cárcel en cuanto pueda si es que les llegan a detener.
—¿Te fías de ellos?
—De Laurent sí, pero de Heidi… —por cierto hay que sustituir a Irina, gracias a la tonta de mi hija también la han pillado.
—Definitivamente tu hija es imbécil  –dijo Athenodora que hasta el momento se había mantenido callada—. Claro que siendo hija de quien es ¿qué podríamos esperar?, ¿a quién vamos a poner ahora?, como si eso fuera tan fácil. Tenias que haberte casado con….
—En ese momento no era conveniente Athenodora y lo sabes…, además el amor es para los cobardes y yo no tengo tiempo para esas estupideces. Lo mío son los negocios y ese matrimonio era un negocio muy conveniente.
—Sí pero….
—Pero nada –cortó Aro levantándose del sillón y dando por concluida la conversación.
—Voy a habar con Tanya y a cerciorarme de que esto no vuelve a repetirse. Edward tiene que volver al pueblo y a nuestro redil cuanto antes. ¿Por qué cometería el error de dejarles vivir solos en esa casa? Tenían que haber venido a vivir a aquí, donde yo pudiera controlar a ese… bastardo y al resto de la familia, empezando por mi sobrina, sus suegros y esos viajecitos a donde no debían. Los toleré porque pensaba que Tanya tendría controlados a Edward y a esa especie de hermanastro suyo, pero ya veo que no. Ahora veo que dejar ciertos asuntos en manos de esa inútil fue un gravísimo error…
                      **************************************

En ese mismo instante una desesperada Tanya Vulturi se encontraba en el salón de su casa. Ni James, ni ninguno de sus primos se habían comunicado con ella pero sabía por las noticias del día lo que había sucedido. Por lo visto una mujer y un niño habían sido gravemente heridos durante el tiroteo y uno de los asaltantes muerto de un disparo mientras que el otro estaba también gravemente herido en el hospital, pero en la noticia no se daban datos de las victimas  ¡ojala ese niño fuese esa sucia bastarda y la mujer la zorra de su madre! A saber si  esa niña en realidad era hija de su marido. Pero eso no la impedía estar inquieta y ansiosa así que en estos momentos se encontraba escuchando las noticias  y paseando muy nerviosa de un lado a otro  del salón.
Por un lado, seguro que su Eddie estaba enfurecido con ella así que tendría que negar su participación en el atentado para que se le pasase el enfado , no le quedaba otra. No, mientras su Eddie no se diera cuenta de las cosas, no mientras esa mujer lo tuviese completamente idiotizado. ¿Cuándo se daría cuenta de que era ella la que verdaderamente lo amaba y que hacía todo esto por el bien de los dos, para que pudiesen estar juntos? 
Y, por otro lado,  seguro que su padre estaba enfurecido, más que enfurecido rabioso,  con ella. Otro que no comprendía que  hacía todo esto por amor ¿amor?, esa palabra no entraba dentro del vocabulario de Aro Vulturi, eso lo sabía ella de sobra, lo había aprendido a base de palos.
Y, para colmo de males  posiblemente no habría conseguido su propósito que no era otro que quitar del medio de una vez por todas a esa mujer y a su hija que tenían a su Eddie tan obsesionado y le impedían amarla. Era muy probable que fueran otras las personas heridas y no esas dos malditas Swan, pero eso no la impediría seguir intentándolo. Sí, definitivamente de una vez por todas y como fuera tenía  que cagarse de una vez a esa zorra y a su hija, las culpables de que su Eddie no estuviese con ella. Ya habría otras oportunidades, de un modo u otro conseguiría que estuviesen juntos para siempre. ¿Cuándo se iba a dar cuenta ese hombre de que ella era el verdadero amor de su vida y no esa zorra  de Isabella Swan? Pero eso no iba a quedar así, no señor, ella conseguirías separar a esa mujer de su marido aunque tuviera que morir en el intento.
Pero en esos momentos su preocupación primordial era su padre, su muy enfurecido padre que se transformaba en una especia de animal irracional cuando se enfadaba, pero ella había decidido que ya no le iba  a temer mas, no  señor, no se echaría  atrás, lo hecho,  hecho estaba y aunque hubiese salido todo mal, cosa que ella aun no sabía, ya habría más ocasiones…
Pero una cosa era decirlo y otra hacerlo, y en ese preciso momento en que oía como el coche de su padre se estacionaba en la puerta de su casa empezó a temblar como un flan, definitivamente su padre imponía y al verle salir del coche con ese semblante que ya de por sí hablaba por sí mismo,  no se sentía tan valiente…. Tendría que hacerse la sorprendida al principio y después tratar de  hacerle entender que era necesaria una intervención  y que lo sucedido no era para tanto, que solo estaba defendiendo lo suyo.
                                       *************************
Aro Vulturi aparcó el coche frente a la entrada de la casa de su hija y salió de él con semblante enfadado,  más que enfadado, totalmente furioso, tanto es así que, como habitualmente sucedía, asustaba al mismísimo miedo con esa aterradora  mirada que provocabas que todo bicho viviente en varios kilómetros a la redonda saliera huyendo despavorido.  
Se dirigió a la entrada de aquella casa que su hija compartía con su marido. Con cada paso que lo acercaba más a ella su furia iba creciendo,  ¿cómo su hija podía llegar a ser tan idiota?, ¿cómo podía estar tan cegada con un hombre que estaba claro que ni siquiera sentía un mínimo de simpatía por ella? Todo lo que tenía que hacer era retenerlo a su lado y ni eso había sabido hacer bien, pensó poniéndose aun mas encolerizado. Pero consciente de que con mal genio no iba a conseguir nada, intentó controlarse aunque sabía que en cuanto la mirara a la cara le iba  a ser imposible. Golpeó con fuerza el timbre de la puerta en un intento de aliviar su ira. Era su hija, pero le ponía totalmente de los nervios. Nunca había soportado a la gente inútil, tonta e inepta para el trabajo y Tanya era todo eso y mucho más, una dudosa virtud que había heredado de su madre. La había protegido porque era su deber como padre, pero eso un día acabaría, llegaría un día en que terminaría agotando su paciencia. Sabiendo lo obsesionada que estaba con Edward, nunca debió dejar que fuera ella y no Renata  la que se casara con él. Tanya no era capaz de mantener la cabeza fría  a la hora de actuar para mantener a ese hombre a su lado. Solo era una zorra, una estúpida zorra, al igual que su madre.
—Papi, ¿qué pasa?, ¿por qué estás tan enfadado? –preguntó una al parecer muy sorprendida Tanya cuando abrió,  lo que causó que la cólera de Aro aumentara de volumen en vez de disminuir ¿acaso pensaba que él era idiota como para creerse que no sabia nada de lo sucedido?
—¿Tienes idea de lo que has hecho?, ¿te haces las más mínima idea de la que  has armado? —pregunto Aro rojo de la ira aunque intentando calmarse un poco,  pero al mirar a su hija  a la cara su cólera se encendió en varios grados y le propinó  una fuerte bofetada en la cara tirándola contra la pared que había más cerca,  partiéndole el labio y, a juzgar por la sangre, posiblemente la nariz.
—Si te refieres a mandar a James a ocuparse de Bella y de su hija, no me arrepiento de ello –contestó Tanya  mientras se tocaba el sitio donde había recibido el golpe en un vano intento de limpiarse la sangre—. Edward me estaba desafiando. Constantemente me llegaban informes que me decían que esos dos estaban juntitos en actitud muy cariñosa y que Edward se pasaba las mañanas con su hija. Lo llamé por teléfono para avisarle y me retó, así que no tuve más remedio que…
— Que mandar al inútil de tu amigo James a que se las cargará ¿no es así? —preguntó  Aro  golpeando la mesa con el puño
— Bueno solo quería darles un susto. Para advertir a Edward de que voy en serio  —contestó Tanya  de forma altanera.
—¿Advertir?, ¿sabes en que ha acabado tu advertencia? —preguntó Aro cogiendo a Tanya por los brazos y sacudiéndola salvajemente lo que provoco que Tanya se golpease la cabeza con el pico de la ventana que estaba abierta y un reguero de sangre comenzase a descender por su cuello. Pero poco les  importó a ninguno de los dos.
—Pues espero que con esa mujerzuela y su asquerosa hija muertas  —contestó  Tanya mirando desafiante a su  padre
—Pero ¿no era solo una advertencia Tanya? —preguntó Aro con voz amenazadora y fría.
—Pero mientras adviertes los accidentes pueden ocurrir –dijo Tanya impertérrita.
—Pues para tu información Bella está intacta, ni un rasguño, al igual que su hija que solo tiene un fuerte ataque de nervios. Pero  la amiga y uno de los niños están muy malheridos y…
—Qué pena que no hayan sido ella y su hija –cortó Tanya a su padre totalmente decepcionada de que aquellas dos miserables mujeres hubieran salido intactas del atentado. ¡Maldito James, no sabía hacer nada bien!
—Pues no sé si con eso habrías tenido más suerte hija, lo que sí sé es que ahora voy a tener que solucionar otro de tus desastres. Da gracias a que tenemos amigos en todos los sitios  —dijo Aro soltándola de golpe lo que ocasiono que Tanya callera al suelo golpeándose fuertemente en la cabeza con la pared y provocando que otro hilillo de sangre bajara por su cuello haciéndole compañía al primero.
—¿Tienes a alguien de los tuyos también en Jacksonville?—  preguntó Tanya asombrada —¿no se supone que ibas a dejar Jacksonville  en mis manos y que tú te ocuparías de Irina y la sede central?, ¿tan poco confías en mí? –preguntó Tanya desde el suelo sacando fuerzas de no se sabe dónde.
—No, no confió nada en ti —respondió Aro muy cruelmente—.  ¿No creerás que iba a dejar en tus manos y de las de James una cosa tan crucial como es la vigilancia de Bella y su hija? Por precaución puse a Laurent allí, infiltrado en las oficinas del FBI en Jacksonville, irónicamente dentro del mismo equipo que protegía a Bella. Laurent ya me estaba informando de las actividades de Edward con Bella y la niña, y estaba viendo la forma de acercarse a él para darle una advertencia que le quitara las ganas para siempre de seguir desafiándome y le hiciera volver cuanto antes aquí, de donde nunca debió haber salido. Pero no,  tienes que venir tú a joderlo todo. ¿Tanya sabes que se grabó tu conversación con Edward?, ¿qué parte de tenemos que tener cuidado con los teléfonos y lo que hablamos  porque estamos siendo investigados no has entendido? –preguntó dándole  un nuevo puñetazo en la cara.
— ¿Qué?–preguntó  Tanya incrédula mientras gateaba  intentando sin éxito incorporarse  del suelo—yo llamé a Edward desde el teléfono seguro que tú me diste, con el mismo que te he llamado siempre a ti.
–Pues  tu conversación fue grabada no sé cómo pero lo fue, menos mal que Laurent pudo borrarla a tiempo antes de que se la llevaran a la central, porque claro tuviste que irte de la lengua como la estúpida que eres y darles el nombre de Irina.
—Creía que Edward estaría solo  —se disculpó Tanya
—¿Y cómo es que creíste eso?  Tanya, reconócelo, Edward te odia y ha visto la oportunidad de acabar contigo.
— Eso que dices no es verdad, mi Eddie  me ama. Solo es que… él aun no lo sabe —dijo susurrándolo para sí muy bajito
—Hija,  ¿cómo puedes ser tan tonta por dios? Edward ama y siempre amará a Bella Swan, grábate eso en la cabeza. Tu trabajo consistía  en que se olvidara de ella manteniéndole  satisfecho sexualmente, tan satisfecho que no tuviera tiempo de acordarse de ellas, pero ni para eso sirves, ¡eres una inepta! Además nada de esto  habría pasado si no hubieras mandado al inútil de James a dar un susto a su madre y a su vez el muy tonto no se le ocurre otra cosa más que mandar el trabajo a un drogadicto  –dijo Aro—. ¿No te paraste a pensar que si a la madre le pasaba algo Edward saldría corriendo?
—Ahí sí que no pretendía que la pasase nada –se defendió Tanya – solo quería demostrarle a Edward mi poder. Últimamente estaba muy brabucón conmigo.
—Pues tu intento de demostración acabo con su madre con una pierna rota y con Edward marchándose de Forks en busca de su amada —dijo Aro con voz dura
—Le llamaré –dijo Tanya –le diré que como no venga pronto…
—Tú no harás nada. Ya veremos cómo salimos de este lio. De momento James está muerto, Laurent lo abatió en el tiroteo, pero la mujer, Victoria, solo fue herida. ¿Tienes idea del problema que puede causar sino llegamos a ella pronto y se va de la lengua? Menos mal que también tengo a alguien en el hospital. Hija, tenemos una investigación en curso, ¿cuándo vas a ser consciente de eso? –preguntó levantándola del suelo donde Tanya había permanecido todo este tiempo y, zarandeándola de nuevo, la empujó  contra la pared con tal violencia que Tanya volvió a caer  golpeándose de nuevo con el pico de la mesa. La sangre seguía cayendo a borbotones por su cuerpo pero a ninguno de los dos parecía importarle.
— Perdona papa, yo solo quería que volviera lo que es mío –le dijo a su padre como pudo pues casi no le quedaban fuerzas.
— ¿Lo que es tuyo?–preguntó Aro incrédulo   —él nunca fue tuyo, te repito que su corazón pertenece a otra mujer pero aun así, te puse a Edward en bandeja hace cinco años y en todo este tiempo no has sido capaz ni de retenerle, por dios ¡ni para puta sirves! Si no fuera porque eres de mi familia, te iba a sacar de este lio…
—¿Qué puedo hacer?
Nada ya has metido bastante la pata  —contestó Aro— veremos qué pasa con la investigación. Quédate en casa tranquilita esperando que tu “maridito” vuelva de estar con su amante y atorméntate pensando que está en la cama con ella, besándola, acariciándola, amándola, mientras tú... sigues aquí esperando como la idiota que eres.  Veré si Laurent se puede acercar a él a darle algún tipo de advertencia.
—Papa, James y Victoria no era a los únicos que tenía en Jacksonville — anunció  Tanya con voz triunfante—,  tenía también a Félix y a Demetri. Estaban infiltrados en el equipo que vigilaba a Bella, se supone que eran los encargados de vigilar a James y Victoria. A lo mejor podríamos…
—¿Félix y Demetri?,  esos dos inútiles  que tienes,  o más bien tenías, por primos  que han intentado escapar como dos cobardes al ver el resultado del tiroteo y que al final han resultado muertos, el uno del golpe que se dio en un accidente que Laurent no tuvo más remedio que provocar y el otro abatido a tiros supongo que por él –informó a su hija de la manera más cruel y sin preocuparle si a esta la causaba dolor el que sus medio hermanos con los que mantenía una buena relación hubieran muerto—. Espero que por tu maldita culpa –seguía diciendo impasible ante las lagrimas de su hija —ni Laurent ni Heidi acaben en la cárcel porque sino el dinero que me costará sacarlos de allí, te lo quitaré de tu sueldo.  Aunque he de decir que no me extraña que Felix y Demetri intentaran huir, eran un par de sabandijas cobardes, no se parecían en nada a sus hermanas  y a su madre, esas sí que sabe hacer las cosas.
—Pero papá yo quizás podría –rogó una suplicante y llorosa Tanya que aun no había conseguido levantarse del suelo.
—Ya te he dicho  que no hagas mas,  dejare todo en manos de Laurent. 
Y dicho esto, Aro Vulturi,  el hombre de hielo, Salió de la casa de un portazo, dejando tirado en el suelo roto, desmadejado y sin fuerzas  al monstruo que él mismo había creado.
Minutos después una ambulancia que la misma Tanya se había ingeniado para llamar, se detenía en la puerta de su casa y, tras una breve revisión,  temblorosa y casi inconsciente era acostada en una camilla y metida en una ambulancia que se dirigió presurosa al hospital para que curaran las heridas que su propio padre le había causado.
                       ******************************
En ese mismo momento Aro Vulturi recibía la noticia de que Victoria, la mujer que podía delatarles había muerto misteriosamente en el hospital. Desgraciadamente Heidi y Laurent habían sido detenidos. Tendría que enviar a algún abogado de incognito para sacar a su más fiel esbirro de la cárcel y a Heidi, antes de que ninguno de los dos abriese la boca, aunque era más seguro que fuese Heidi la que acabara yéndose de la lengua pues Laurent era su más fiel esbirro y tenía mucho por lo que callar y serle fiel, así que tendría que ocuparse de ella primero.  Lo más importante era sacarles de la cárcel cuanto antes a ambos, luego… ya vería. No podía arriesgarse más, pensó, pero ninguno de sus pensamientos fueron dirigidos  a dedicar tan solo unos minutos  en sentir pena, lastima o tristeza por la muerte de aquellos que se suponía eran hijos suyos. Ni siquiera estaba preocupado por la suerte que correrían sus otras dos supuestas hijas Irina y Heidi. A Aro Vulturi solo le importaba una persona y esa era él mismo.



lunes, 19 de marzo de 2012

TRAILER DE SNOW WHITE AND THE HUTSMAN



Y deseando ver la película.



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RECUPERANDO TU AMOR: FOTOS DEL CAPÍTULO 38: ALICE E ISABELLA



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RECUPERANDO TU AMOR. CAPÍTULO 38: EPILOGO PARTE 1: GOLPE DEL DESTINO: PARTE 2: ASIGNATURA PENDIENTE.


DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en este fic me pertenecen. Son propiedad exclusiva de la magnifica S. Meyer. Solo el personajes de Gaby es de mi inveción.


Capitulo 37: Epílogo
 Parte 1: Golpe del destino
Cuatro años después
Pov Bella
El tiempo había pasado muy deprisa como siempre sucede cuando eres feliz. La convivencia al lado de mi marido cada vez era más satisfactoria y placentera. Nos amábamos más cada día que pasaba y eso se reflejaba en nuestros actos y gestos. Y ahora que Alice pequeña como la habían bautizado, tenía cuatro años, nos habíamos embarcado en la búsqueda de un varón Masen, mi pequeño príncipe. Pero el destino se empeñaba en darme solo hijas y muy bienvenidas por cierto, así con esa excusa podría seguir buscándolo del modo más placentero, una vez transcurrido el tiempo reglamentario claro está, ya que estaba nuevamente embarazada de  tres meses.
Rose se había quedado embarazada de nuevo a los pocos meses de nacer Isabella y había tenido una preciosa niña a la que había llamado Rosalie en honor a su madre, el problema era…el problema. Lo que Gaby y mis sobrinos habían dicho aquella famosa tarde de hace cuatro años en el hospital se había cumplido, pero ellos lo habían sabido solucionar a su manera, de la forma más fácil… bueno… fácil… para ellos.
Lo  más gracioso del caso era lo que se inventaban los niños que se habían hecho amigos de mi hija y ahijada,  para diferenciarlas  de nosotras. Cuando los niños a esas edades se enfrentaban a un problema no paraban hasta dar con la solución y esta no había sido la excepción y de la noche a la mañana habían dado con la resolución magistral,  y tan magistral que debía de ser ya que los amigos de Tony, Peter y Gaby también se adhirieron al club. Así que para mis sobrinos yo era tita, para mi hija, mami pero para los demás niños  era doctora mamá Alice. Mi amiga directamente para todos, menos para mi hija que la seguía llamando tita, había pasado a ser doctora mamá Bella. Lo más curioso es que esto se  había extendido a nuestros maridos y Jasper era doctor papa Bella y Edward agente papa Alice, en fin… cosas de niños tan complicadas que hacía mucho tiempo que yo había desistido de entenderlo ya que posiblemente tendría que hacer una nueva carrera para ello y no estaba por la labor.
Rose había tenido más suerte ya que para todos los niños ella era profe, aunque no le daba clases ni a la mitad,   y su hija simplemente Rose, sin embargo al pobre Emmett le habían bautizado como agente papá Rose al igual que  a  los demás.  Pero en algo tenían razón ya que cuando Esme o mi madre hablaban de sus nietas, con las que estaban embelesadas,  o las  llamaban por su nombre nosotras alzábamos la cabeza instantáneamente. Así que, cuando estábamos en familia,  mis sobrinos y mi hija mayor habían resuelto que  mi hija Alice era Alice la pequeña, Bella mi ahijada, era Bella la pequeña y Rosalie, mi sobrina,  Rosie la pequeña…como ya digo…cosas de niños, pero que a los mayores nos vienen bien de vez en cuando, ¡qué narices!  Pero el asunto es que a veces resultaba todo un galimatías extraño que solo ellos entendían.
Kate  y  Garrett también habían tenido un precioso niño, Marquitos, como le habían bautizado ya os imagináis quien y  que hacia las delicias de Marco y Dydime, y Kate ahora estaba embarazada de nuevo.
Esme y Carlisle seguían junto a nosotros y ya casi los considerábamos de la familia, bueno, yo siempre los consideré. Para mi hijas, tanto Gaby como  Alice,  Esme era abu Esme, lo que hacía sonreír siempre a la buena mujer.
Rose por fin había realizado su sueño y la casa que antes había sido de sus padres, se convirtió en un sitio para que los jóvenes y no tan jóvenes con trastornos alimenticios pudieran ser reeducados y curados  totalmente. El lugar se había hecho famoso y a él acudían madres y padres desesperados en busca de la ayuda que nosotros les pudiéramos dar. A nuestro proyecto se habían unido mucha gente, tanto de Forks como de fuera del pueblo y teníamos muchos benefactores y casi todos mis compañeros del hospital colaboraban en su tiempo libre. La casa inicial había sido ampliada construyendo una adyacente a su lado, ya que los terrenos daban para eso y más. Por supuesto,  nuestra revista seguía en marcha con el mismo espíritu y objetivos de siempre y desde ella también aportábamos nuestro granito de arena para  intentar erradicar tan horrenda enfermedad. Uno de los momentos más bonitos que recuerdo es cuando mi amigo, aquel diseñador que me había regalado varios vestidos, vino a Forks con modelos normalitas y algunas hasta pasadas de peso para hacer un pase privado de sus vestidos en la casa hogar como así la llamábamos. Mi  amigo también obligo a participar a las chicas  en ese desfile y, según sus propias palabras,  modelaron sus vestidos con más gracia y dignidad que cualquier modelo experimentada. La alegría de las chicas fue tan indescriptible como la inyección de ánimo que mi amigo las dio solo con su gesto.
El pueblo había crecido en estos años, y nuestros trabajos se habían visto afectados, pero era nuestro sueño y lo desempeñábamos felices.
También habíamos asistido  a varias bodas, Jacob y Nessie y Jared y Kim se casaron hace ya dos años,  en una ceremonia conjunta en la iglesia de Forks, la misma iglesia que había unido nuestras vidas por dos veces. Meses más tarde lo hacían  Quil y Claire para lo cual habíamos tenido que viajar a Washington donde se habían instalado, aunque a pesar de la lejanía seguimos en contacto y viéndonos siempre que podemos. Y al mes siguiente lo hicieron Rachel y Paul quienes vivían en Port Ángeles muy cerca de Billy y de Rebeca que en estos años se había convertido en una muy buen amiga de todos, pero sobre todo de Esme y de Renée con las que compartía muchas tardes.
Emily y Sam eran padres de dos preciosos gemelos y  seguían viviendo en Jacksonville, al igual que Embry, Colin, Brady y el resto de los agentes que habían protegido nuestras vidas. Dicen que las situaciones extremas unen a las personas y eso había pasado con nosotros ya que  a pesar de la lejanía seguimos conservando una buena amistad y vienen a vernos siempre que pueden. Pero eran ellos los que venían al pueblo ya que,  a pesar de la insistencia de Ángela en que sería bueno para todos, no habíamos vuelto a ese lugar.
Nessie y Jacob también estaban esperando a su primer hijo, era un varón  y le ibaN a poner de nombre Philp,  y Kim estaba embarazada de tres meses. Solo faltaban Claire ya que Rachel, debido a aquella herida tan grave se había quedado imposibilitada para concebir y había adoptado un precioso bebé del que se había encariñado nada más verlo  y Marco les había ayudado con la adopción. La vida no siempre es un camino de rosas, te da una de cal y otra de arena. Todavía recuerdo la desesperación de Rachel cuando se lo dije pero una vez superado el dolor inicial, supo levantarse y seguir.
Ángela y Ben no habían tenido más descendencia pero andaban buscando a su pequeño Ben como decía Ángela.
Y qué decir de mi Gaby, ya tenía diez años y junto a su amiga Maggie se habían convertido en todas unas señoritas bastante asediadas por algunos de los niños por cierto, lo que ocasionaba los gruñidos y maldiciones de Ben y Edward y los enfados de mis sobrinos y Seth que se creían con más derecho porque ellos las habían visto antes… en fin…
Mis sobrinos también se habían convertido en todos unos hombrecitos que cumplían a la perfección,  junto con Seth la misión de custodiar y proteger  de  “elementos indeseados” a Maggie, a Gaby y a Charlotte que  se había incorporado al grupo hacia unos dos años y con cuyos padres teníamos una gran amistad ya que su hermana mayor era una de nuestras pacientes en la Casa Hogar. Ni que decir tiene que su padre también se había unido al club de protección. ¡Dichosos hombres, que tontos podrían llegar a ser, si ellos supieran…! En fin… cosas de niños grandes tan poco entendibles como las de los pequeños, supongo que tarde o temprano se acabarían enterando, asimilando y aceptando…
No habíamos vuelto a saber nada de las dos Vulturi que aún  quedaban con vida,  aparte de Marco y Dydime por supuesto, supongo que seguirían cumpliendo condena,  pero ni falta que nos hacía el mundo estaba mejor sin ellas.
Por  lo demás podría decir que nuestras vidas eran maravillosas y plenas. Dicen que lo importante en esta vida no es no caer, sino saber levantarte y seguir y eso habíamos hecho nosotros juntos y de la mano,  apoyándonos el uno en el otro en los momentos difíciles y disfrutando de los buenos. Atrás habían quedado los malos momentos, la angustia de la separación, el dolor de la pérdida y ahora enfrentábamos la vida con nuevos proyectos y nuevas ilusiones, unidos, como siempre tuvimos que estar y junto a nuestra familia que era lo más preciado que teníamos.   Ir a jugar al parque con nuestras hijas, las sesiones de películas en casa, los juegos,  los desayunos en familia, o salir con ellas de excursión o al cine eran momentos que atesorábamos en nuestros corazones y  aquel marco de fotos que una vez Edward me regaló, estaba tan lleno que se había hecho necesario comprar otro. 
Cuando mi hija Alice se enteró de que su padre le había compuesto una nana a Gaby se empeñó en que le compusiera a ella una también y después había venido Bella  con la misma petición,  argumentado que era su padrino y claro Rosalie no se había quedado atrás,   no en vano también éramos sus tíos  además de sus padrinos y Rose lo iba a ser de Renée,  la nueva bebé que llevaba en mi vientre, así que Edward se había convertido en el compositor oficial de nanas de la familia. Ahora era habitual oírle tocar el piano con sus dos hijas, su ahijada  y su sobrina, sentadas al lado o encima de él. Me encantaba verle  interactuar con sus hijas y saber que era feliz junto a nosotras.  Saber que éramos todo para él, su mundo, su vida… su todo, al igual que él lo era para nosotras.
Se podía decir que todo por fin nos sonreía…
 Pero como siempre ocurre en la familia Masen/Swan   algo tenía que pasar que pondría de nuevo nuestra vida patas arriba, pero esta vez para mejorarla y enriquecerla...
Era un día de lo más tranquilo en el hospital, pero todos sabíamos muy bien que esa relativa calma no podía durar mucho tiempo y…así fue. De repente y ante mis narices una mujer ensangrentada de arriba abajo apareció por la puerta de Urgencias sobresaltándonos por completo. La cogimos en una camilla y después de hacer el reconocimiento pertinente nos dimos cuenta de que acababa de parir pero,  ¿dónde estaba el niño? Llamé a mi padre, a mi marido  y a Nahuel ya que como fuerzas vivas del pueblo les correspondía lanzar la consiguiente alerta en seguida  para que buscaran a la criatura por todos los lados, ya que la madre estaba como en shock, no hablaba ni decía nada. De repente, entró en parada y nos fue imposible reanimarla, pero antes de morir me tomó la mano, me miró a los ojos y me dijo.
Doctora por favor, encuentre  a mi hijo…cuídelo por mí… —y exhaló su último suspiro
Bella – Oí como Edward me llamaba entrando por la puerta—, ¿qué diablos ha pasado?— y rodé los ojos resignada ¡hay este hombre! Siempre tan sobreprotector seguro que venía pensando que algo nos había ocurrido a mi o a la bebé.
No lo sé Edward, pero si sé que hay un recién nacido por ahí perdido que si no recibe la atención inmediata morirá de  frío y hambre y yo no puedo estar esperando más, así que ¿me acompañas?
Por la radio de la patrulla oí como informaban de un accidente que  se había producido en la carretera de entrada al pueblo. El coche había volcado y se le veía muy mal, de hecho lo descubrieron porque estaban buscando al niño. Los agentes en una primera revisión descubrieron que dentro del coche había sangre, pero no se veían victimas alrededor, así que nos dirigimos allí a ver si podíamos sacar algo en claro de todo este misterio.  Cuando llegamos vimos que efectivamente el interior del coche estaba lleno de sangre pero no había nadie. Encontré restos de placenta entre la sangre por lo que estaba más que claro que el parto había tenido lugar allí, pero, ¿dónde estaba el crío? Después de un buen rato buscando por los alrededores,  un débil llanto se oyó entre los arbustos, me acerqué a ellos y ahí estaba escondido, lo que dificultaba su localización, frío, inmóvil, casi sin vida.
Por favor llamad al hospital,  decid que lo he encontrado y que necesito un neonatólogo y una incubadora ¡YA!
Mientras esperaba a mis compañeros, le practiqué como pude la respiración artificial, Edward y Emmett me miraban asombrados pues se le veía tan pequeño que no parecía posible que yo le pudiera estar haciendo eso, pero estaba intentando ganar tiempo para el pequeño hasta que llegara el especialista quien llegó en seguida junto a Jasper que traía la incubadora… Una vez que mi compañero consiguió estabilizarle un poquito nos lo llevamos al hospital. No me podía quitar de la cabeza las palabras de esa mujer, de su petición…
Como es natural, tuvimos que llamar a los servicios sociales para que se hicieran cargo pues no tenía ningún familiar conocido. Edward, Emmett y mi padre junto a los compañeros de Port Ángeles estaban intentando averiguar lo sucedido. Parecía ser que la madre había salido huyendo de alguien o de algo y tuvo al niño en medio de alguna carretera abandonada. Buscando que alguien la atendiera,  puso en marcha el coche para intentar llegar hasta nosotros, pero cegada por la natural pérdida de sangre y el cansancio del parto, había terminado en aquella cuneta oculta por los arboles. No teñíamos ni idea de porque el niño terminó donde estaba. Si hubiera salido despedido del coche, presentaría algún trauma o contusión, pero nada, solo estaba deshidratado y muerto de frío.  Todo apuntaba a que la madre lo había escondido allí de algo o de alguien. No me lo podía quitar de la cabeza ¿por qué querría abandonarle? , y si quería abandonarle ¿por qué pedirme que le cuidara? No entendía nada, solo sabía que entre ese niño y yo se había establecido una especie de vínculo especial y me pasaba las horas de descanso mirando por la ventana de la sala de neonatos. A veces entraba,  le cogía en brazos, le alimentaba  y le acunaba. Edward me encontró así en más de una ocasión. A los pocos días de hacer este ritual me di cuenta de que quería adoptarlo pero una adopción era complicadísima, debía haber una larga lista de personas más adecuadas  para un bebé.
Gaby y Alice venía a veces a verme junto con sus primos y su niñera, una de las  primeras pacientes que tuvo  la  Casa Hogar y a la que le habíamos dado la oportunidad de ser útil, algo que necesitaba, lo cierto es que Rose, Alice y yo confiábamos  mucho en ella. Mis hijas  se  quedaban mirando al niño embobadas a través del cristal de la ventana. Pareciera que se hubieran encariñado con él, eso me hacia desearlo más…
Fiel a nuestro pacto de no ocultarnos nada, había hablado con Edward sobre la posibilidad de adoptarlo y él se mostró conformé, no en vano me dijo,  él también era adoptado y no podía estarle más agradecido a los Swan, ¿que hubiera sido de él sino? Rose y el resto de la familia nos apoyaban. Por supuesto hablamos también con Gaby  y con Alice pero sobre todo con Gaby que ya era mayor para comprender.  Ambas se mostraron muy complacidas pues según  ellas abu Renée les había dicho que tener hermanos varones era muy divertido y útil en muchas ocasiones, además le habíamos contando a Gaby nuestra historia, omitiendo y suavizando los detalles escabrosos claro está,  pues creíamos que con diez años ya era lo suficiente mayor para comprenderla,  y decía que nosotros teníamos que hacer por ese niño, lo mismo que los abus habían hecho por papá. Así que nos decidimos y echamos los trámites para la adopción, aunque sabíamos que iba a ser una ardua batalla y que teníamos muchas posibilidades de perder.
Hoy era un día particularmente triste. Hoy se lo llevarían, el niño estaba bien, no había motivo para retenerlo en el hospital más tiempo y hasta que un juez dijera si podíamos quedárnoslo o no, tendría que ir a una casa de acogida. Edward  me pilló con él en brazos y llorando, era mi particular despedida…
Bella mi amor,  ¿qué tienes?... —me dijo cogiéndome de la cintura y acunándome del mismo modo que yo acunaba al niño.
Solo me despido de él, no hay problema.
Sí, sí lo hay Bella te has encariñado con él, quieres quedártelo y piensas que vas a perder, te has dejado vencer antes de presentar batalla amor.
No es eso Edward es que nosotros ya tenemos una familia, estoy embarazada  y con nuestro pasado a lo mejor el juez considera que tenemos mucha carga emocional por delante y que es mejor que esté con otros padres.
Seguro que no lo querrían tanto como nosotros, eso tenlo por seguro y además contamos con la ayuda de Marco.
Sí, eso me da una especie de esperanza…
La esperanza es lo último que se pierde amor,  ¿cómo crees que sobreviví yo a todos estos años sin ti? Con esperanza de que todo acabara algún día, no era consciente de ello pero tenía esperanza… Como dice Esme, ya verás como todo sale bien… De hecho estoy seguro que van a salir fenomenal ¿me dejas coger al niño por favor? Y...mientras…échale un vistazo a estos papeles ¿quieres?
Le pasé  al niño dándole al mismo tiempo una mirada interrogante. Cogí los papeles y cuando los leí, me quedé sin habla…
Solo tienes que firmar mi amor, y nos lo podemos llevar ahora mismo a casa
Pe…pe…ero ¿cómo lo has conseguido?
Cielo, soy policía, yo también tengo mis influencias. Llamé a un amigo que trabaja en Servicios Sociales y él me ayudó.
Sabes ya que te adoro— le dije conmovida echándome a sus brazos.
Sí… pero no me importaría que me lo repitieras.
Bueno pues te adoro. Edward ¿te das cuenta de que vamos a estar una buena temporada cambiando pañales a diestro y siniestro y atendiendo a nuestras hijas a las que  no debemos descuidar?, nuestra vida en pareja se puede resentir y yo…
Mi vida en pareja contigo jamás se resentirá porque  te quiero muchísimo para consentirlo, eres mi razón de ser, estoy más que preparado para vivir esta nueva aventura siempre y cuando la viva junto a ti, así que tranquila cielo porque el gran amor que nos tenemos es capaz de superar todos los obstáculos, es un amor verdadero que  va más allá de todo y de todos, creo que ya lo hemos demostrado en el pasado. Sé  que encontraremos la ocasión para amarnos, para estar solos, para disfrutar el uno del otro, el que la quiere la encuentra ¿no? Y además, si hemos soportado…lo que hemos soportado, ¿crees acaso que no vamos a poder con esto?
Con esto y con mucho más mientras tu estés a mi lado… — le dije dándole un beso en los labios, corto por el sitio en el que estábamos pero en el que iba implícito todo el agradecimiento  que sentía hacia él ahora mismo y todo el amor que le profesaba. Le había dado una oportunidad para recuperar mi amor y no solo no la había desperdiciado sino que me había compensado por toda la amargura y el dolor de los años pasados sin él. Hacía años que le había perdonado y no me arrepentía.
Toma amor, envuélvelo aquí — me dijo dándome una mantita que reconocí e inmediato—. Renée me la dio, ¿te acuerdas de ella…?
Como no acordarme si iba con ella a todas partes, Emmett en broma me llamaba mala imitación de Carlitos…
Sí, recuerdo el día en el que te encontré durmiendo al lado de la nevera envuelta en ella…
Tenía sed —me defendí— y luego me dio miedo volver sola…
Me lo hubieras dicho y habría bajado contigo mi amor…
Estabas tan mono dormido que me dio pena despertarte…
Los dos nos echamos a reír recordando esta pequeña anécdota de nuestro pasado al tiempo que envolvíamos al niño en una manta.
¿Cómo le vamos a llamar?— me preguntó.
Bueno…— contesté —me gustaría que tu hijo se llamara como tú, siguiendo la tradición…  y cómo vamos a tener otra niña, pues  te presentó a Edward   Masen Swan  Junior.
Hola Edward — saludó mi marido encantado con el nombre…
Nunca llegaríamos a saber con exactitud qué había sucedido para que esa pobre mujer abandonara así a su hijo, pero lo que si era cierto es que había llegado a nuestras vidas por un golpe del destino y,  ¿quiénes somos nosotros para negar al destino?
Salimos juntos del hospital, en el vestíbulo nos esperaban nuestras hijas  con sus primos  y el resto de la familia, preparados para dar la bienvenida a un miembro más…
Familia, os presentamos a Edward  Charlie  Masen Swan –dijo Edward con orgullo y yo ante la elección del segundo nombre le  di una mirada de aprobación y gratitud.
Unos días más tarde Edward y yo  descubrimos que nos habían subido de categoría. Mi marido ahora era agente papá Alice y Eddie y yo doctora mamá Alice y Eddie… cosas de críos imposibles de comprender.
Mi vida no podía ser más feliz junto a mi marido. Juró que nunca más nos abandonaría, que se haría perdonar con cada gesto y cada palabra,  que siempre estaría ahí para nosotras y lo cumplió. Recuperó mi amor desde el mismo momento en que me pidió perdón por lo que me había hecho. Regresó a mi vida para quedarse en ella, colmándome de amor, dicha y felicidad. Mi vida no era un camino de rosas, ninguna lo es,  siempre hay momentos buenos y momentos malos, pero teniendo a mi lado a Edward, mi marido, el hombre al que amaba y me amaba no había obstáculo o prueba que no pudiéramos superar… ya lo habíamos hecho.



Parte 2: Asignatura pendiente
nueve años después
Pov Gaby
Gaby, amor despierta –oí  que me decía Seth entre la neblina del sueño. Poco a poco fui abriendo los ojos y me encontré con su expresión afable y risueña, ¡como adoraba a este chico!, era un amor parecido al de mis padres, nos conocíamos desde siempre, prácticamente habíamos crecido juntos y hasta mi padre me había confesado que no había podido pedir un mejor novio para mí.
A principios de septiembre íbamos  a iniciar una nueva etapa de nuestras vidas: la universidad. Tal y como le había prometido a mi papá aquel día en los Montes de Olympic, iba a ingresar en la Academia de policía y junto a mis primos  y Seth estudiaría muy duro para llegar a ser la mejor. Maggie iba a estudiar psicología como su madre y Charlotte que se había unido a nuestro grupo hacia ya como once años se iba a especializar en nutrición y dietética, ya que su sueño era trabajar en la Casa Hogar de mi tía que tanto había ayudado a su hermana. Pero antes de todo, teníamos una asignatura pendiente que aprobar… Después de superarla, mis padres, mis tíos y los demás, se iban a quedar unos días y después de que el avión nos dejase en nuestro lugar de destino, la Academia de policía de Washington para unos,  y la  universidad para los otros,  volvería a recogerlos,  ya que sus obligaciones no les permitían estar mucho tiempo alejados.
Habíamos elegido Washington para estudiar nuestra carrera como policías porque lo que consiguiéramos lo queríamos lograr por nosotros mismos y no porque éramos los hijos de… Mi tío y mi padre, tras el rescate de aquellos niños en el colegio, su intervención en nuestro secuestro salvándonos la vida, además de otros casos  que habían resuelto con éxito, se habían convertido en una leyenda viva. Nosotros solo queríamos seguir sus pasos y conseguirlo por nosotros mismos. Ellos, aunque apenados por nuestra marcha, respetaron  nuestra decisión y no se podían sentir más orgullosos lo cual me complacía pues que mi padre se sintiera orgulloso de mí era mi mejor regalo.
Mis dos primos y Seth ya estaban estudiando en la Academia desde hacía dos años en el caso de Tony y uno en el caso de Peter y Seth y vivían en un bonito apartamento que mi abu Marco les había alquilado cerca de la Academia. Maggie, Charlotte y yo viviríamos en uno que estaba al lado del suyo ya que nuestros padres se habían negado en redondo a que viviéramos todos juntos con nuestra consiguiente protesta. Vosotras dejadlos y luego cuando estéis allí hacéis lo que os dé la gana, habían dicho mis tías y mi madre, así que les dejamos hacer. Ni que decir tiene que mi abus Marco y Dydime y mis tíos Kate y Garrett,  estaban encantados con nuestra presencia allí.
Maggie y Charlotte habían decidido venirse con nosotros y estudiar en la Universidad de Washington porque no querían estar más tiempo alejadas de sus parejas. Ángela y Ben así como los padres de Charlotte, se habían mostrado de acuerdo y las habían dado sus bendiciones.

Miré por encima de mi asiento y pude ver a mi madre  y a mi padre, abrazados y dándose besos en la boca, a la vez que se miraban con mucho amor. Porque sí, mis padres a pesar del paso del tiempo se seguían amando tanto o mucho más que antes y eran un ejemplo a seguir para mí y mis hermanos. Detrás de ellos tía Alice y tío Jasper, se miraban también con el mismo amor, el mismo que se profesaban mis otros tíos sentados un par de asientos más allá junto a Ángela y Ben que se habían ofrecido a acompañarnos en este viaje. Mis cuatro abus iban un poco apartados del resto conversando animadamente.  Tía Nessie dormía plácidamente en los brazos del tío Jacob y a su lado lo mismo hacía Kim y Jared. Paul y Rachel, una de mis adoradas “niñeras” iban sentados detrás conversando animadamente. Alice, Bella y Rose,   iban jugando entre ellas y, mis hermanos Eddie y Renée junto a lo demás miembros más pequeños de nuestra gran  familia, iban cómodamente dormidos repartidos entre  la habitación que tenía el avión, los asientos vacíos y los brazos de mis abus. Por delante de mí, vi a Tony que tenia apoyada la cabeza en el hombro de Maggie  quien le acariciaba el pelo intentando animarlo. No en vano era, junto a tía Alice, el que más había perdido aquel fatídico día en que casi se rompen nuestras vidas… un asiento más adelante mi primo Peter tenía en sus brazos a Charlotte. Todo era paz en aquel avión privado propiedad de abu Marco y que un vez más había  puesto a nuestra disposición.
Abu Marco, hacia seis meses que había dejado su puesto en el FBI para dedicarse por entero a su mujer, sus hijos y nietos y ahora era Sam el que ocupaba su lugar. Él y Emily, aquella primera “niñera” que siempre recordaré con un cariño especial, vivían ahora en Washington junto a Quil y Claire, la tercera de mis queridas “niñeras”. Todos esperaban en el aeropuerto nuestra llegada para pasar juntos aquella pendiente asignatura.
Mi  abuelo Charlie también había decidido jubilarse para dedicarse por entero a sus nietos,  y su puesto ahora era ocupado por mi padre y mi tío, ya que los jefazos de arriba no se habían puesto de acuerdo en cuál de los dos era el más apto y habían decidido que ambos eran igual de aptos.  Riley, un antiguo miembro del FBI que había llegado al pueblo para protegernos después de aquel horrible secuestro, gran amigo de mi padre y mi tío Emmet y compañero de ellos en la academia y que se había incorporado al Cuerpo de Policía de Forks hacia unos años, se había quedado ocupando ese puesto hasta que mi padre y mi tío regresarán.
El avión descendió poco a poco ocasionándome el molesto taponamiento de oídos tan normal en esto casos…
Ya llegamos –dijo mi padre yendo  a despertar a los niños que dormían en la habitación. Todos nos levantamos y cogimos nuestros respectivos equipajes de mano.
Cuando salimos al exterior, lo primero que me azotó fue un calor enorme, calor que ya había olvidado acostumbrada a vivir en el frío, lluvioso y maravilloso pueblo de Forks. Después de saludar a nuestros amigos que allí nos esperaban, en un total y completo silencio nos instalamos en los coches y nos dirigimos hacia aquella playa donde  catorce años atrás tuvieron lugar unos acontecimientos terribles que amenazaron con romper en pedazos y de forma definitiva  nuestras vidas. El lugar, presidido por el enorme edificio del hospital,  no había  cambiado demasiado en estos años. Al llegar a la playa lo primero que vi fue aquella vieja torre de vigilancia que por unos largos y horribles minutos había sido nuestro refugio. Todos nos paramos  a la vez como si alguien nos hubiera desconectado y nos quedamos mirando recordando sin duda alguna todo lo que había pasado.
Seth, Maggie, Charlotte, Kim, Rachel y Claire, Ángela y Ben,  junto a los niños, se quedaron un poco apartados del resto del grupo.  Colin, Quil,  Embry, Paul y Jared fueron los primeros en volver a poner el pie en aquella playa mientras mi padre, tío Emmett, tío Jasper, tío Jacob y  Sam se adelantaron dando la mano a sus respectivas parejas.  Mi padre me la tendió a mí al tiempo que se la cogía a mi madre y yo se la di a Peter quien a su vez se la tendió a Tony y así juntos, nos adentramos en la playa. Me puse  entre medias de mis dos primos y me agarré a los dos, mi padre tenía cogida a mi madre por  la cintura y le daba besos consoladores en el cuello y en el pelo y lo mismo hacían mis tíos. Tío Jasper lloraba en silencio agarrando con fuerza a mi tía Alice, supongo que pensando en lo que estuvo a punto de perder aquel desastroso y fatídico día. Mis tíos Rose y Emmett no estaban mucho mejor.
De repente empecé a oír de nuevo el ruido de los disparos,  reviví aquel momento en que la tía se tiró  encima de mí salvándome la vida, Emily y los demás agentes protegiéndonos con sus cuerpos,  los gritos desesperados de mi madre y de Jasper en un intento porque  tía Alice recuperase la conciencia, mi tía tumbada en una camilla, ensangrentada, desmadejada  y luchando por su vida, mis primos y mi tía Rose a mi lado…. Cada vez tenía más claro la profesión que había elegido, jamás dejaría que ningún criminal destruyera ninguna vida si estaba en mi mano evitarlo.
De pronto, el tío Jacob con su habitual socarronería empezó a relatar anécdotas de mi madre,  su torpeza  y nuestras travesuras en aquella playa que realmente también nos había dado muy buenos momentos solo había que recuperarlos y superar y olvidar  los malos. Los que se habían quedado atrás dándonos nuestro espacio vinieron junto a nosotros. Los niños empezaron a jugar y a decir que querían bañarse en el mar,   y sin saber cómo nos encontramos todos de nuevo riendo, corriendo, haciendo castillos de arena  y jugando en ese trozo de playa testigo de tanto dolor.

Te amo muchísimo Bella, nunca dejé de hacerlo y nunca lo haré, te amaré hasta el fin de mis días y  aún más allá –oí que mi padre le decía a mi madre cuando ya nos retirábamos para seguir nuestro viaje rumbo hacia nuestra nueva vida.
Yo a ti también… —le contestó mi madre y ambos se fundieron en un beso  profundo y lleno de amor, de esos que no dejan lugar a dudas. Esos que dan envidia y que anhelas que alguien te dé algún día.  Pero no tenía que sentir envidia,  yo tenía a Seth quien me miraba con el mismo amor que mi padre miraba a mi madre. Empujé con mucho cuidado a Alice, a Bella y a Rosie, que se habían quedado, como siempre, embobadas mirándolos, tomé de la mano a Eddie y a Renée que a su vez cogió a Philp que siempre se pegaba a ella como una lapa,  y me alejé de allí junto a Seth que me tenía sujeta por el hombro, dándoles un poco de privacidad. Por delante de nosotros todas las parejas que de una forma u otra formaron parte de aquel horrible día, se alejaban de allí fuertemente abrazadas y riendo,  mientras los niños corrían a nuestros alrededor.

Mi padre cometió sus errores como ser humano que es, pero supo reconocerlos, enfrentarse a ellos e intentar por todos los medios recuperar el amor de mi madre, ese que pensó que había perdido.  Pero  mi madre nunca dejó de quererlo  y  me inculcó a mí ese amor. En cuanto a mi ¿qué puedo decir? Adoro a mis padres, siempre les tengo cuando les necesito y sé que siempre los tendré, siempre están presentes tanto en mi   vida como en la de mis hermanos, alegrándonosla y enriqueciéndonosla, educándonos como mejor saben y pueden, poniendo en cada gesto y en cada acción todo el amor y el cariño que tienen para darnos, incluso cuando nos regañan o castigan lo hacen con dulzura y amor, ellos, mis hermanos, Seth y el resto de mi familia y amigos son todo para mí.  Pero siempre recordaré  con cariño, amor  y ternura a mi héroe,  a aquel hombre que echaba de menos cuando era niña, al que idolatraba aun sin conocerlo en persona, a cuya foto daba todos los días un beso de buenas noches pensando que él lo escucharía,   aquel que llegó a mi cuando menos me lo esperaba quedándose en mi vida de forma permanente, él que se sacrificó para que mi madre y yo estuviéramos bien y a salvo, aquel que me acunaba por las noches cantándome mi preciosa nana o la de mi madre, el que me salvó de morir cuando aquellos desalmados nos secuestraron, el  que me ayudó a que mis pesadillas desaparecieran, el que me enseñó que el corazón es muy grande y en él caben todas las personas que amas sin distinción ninguna, aquel que  consiguió recuperar el amor de mi madre y tener el mío de forma incondicional, el que me enseñó a no tener miedo porque sabía que él siempre estaría ahí para mí: Mi papi.


                                   FIN