DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia, me pertenecen, son propiedad exclusiva de S.Meyer
Outakke 2: Isabella Marie Masen Swan,
marca la diferencia
Pov Edward
—Parece que
alguien tiene prisa por irse hoy a casa –me dijo Emmett mientras íbamos de
camino a los vestuarios, al darse cuenta
de que miraba mi reloj por milésima vez en lo que iba de día.
—Lo que pasa es que le gusta presumir de ese reloj que
le regaló su esposa –dijo con sorna
Riley siguiéndole el juego. Desde luego vaya tres pares de patas para un banco se
habían juntado. Entre Jacob, Emmett y
Riley había veces que no ganábamos en calmantes para las agujetas. Los tres
eran tan para cual, bromistas, socarrones y al final siempre, conseguían
hacernos reír.
—Quien le ha
visto y quién le ve –añadió Bianca, una de mis compañeras —, antes del verano pasado le teníamos que sacar
de aquí a garrotazos y ahora es el último en llegar y el primero en salir.
Definitivamente esa esposa tuya me cae fenomenal, Isabella Marie Masen Swan
marca la diferencia.
—No puedo
estar más de acuerdo –le respondí con la mirada pérdida en mis pensamientos.
Antes del
verano anterior, apuraba en el trabajo todo el tiempo que podía, hasta que un
desesperado Emmet me sacaba de ahí y me llevaba a su casa a cenar con Rose y mis sobrinos. En
otras ocasiones era mi muy desesperado padre el que me sacaba a rastras de la oficina.
Yo aceptaba cualquiera de las dos invitaciones y procuraba quedarme con ellos
todo el tiempo que pudiera… o que me dejaban… por lo general una muy
autoritaria Tanya me llamaba para que fuera inmediatamente… a cumplir con mis
deberes de esposo, me decía.
Pero hoy era
un día completamente distinto, Tanya no estaba y yo tenía que ir a recoger a mi
esposa, sí señor, mi esposa, al hospital para después irnos en el coche a
celebrar nuestro primer aniversario de bodas, de nuestra segunda boda. El
aniversario de la primera ya lo celebraríamos el 13 de agosto. Reí ante el
pensamiento, debíamos ser la única pareja en el mundo que tenía dos
aniversarios de boda que celebrar.
Hoy era para
mí un día verdaderamente especial. La llevaría a cenar a uno de los hoteles más
lujosos de Seattle y luego había alquilado una habitación. Pasaríamos allí toda
la noche y tenía algún que otro plan en mente de como pasarla, esperaba que lo
último que hiciéramos fuera dormir, para eso ya tendríamos tiempo en nuestra
casa, ¿digo casa?, no eso no era una casa era nuestro hogar. Si, nuestro hogar,
definitivamente Isabella Marie Masen Swan, marcaba la diferencia entre casa y
hogar. No podía sentirme más feliz.
Entré al
vestuario junto a los demás, me quité el uniforme y me puse un traje color
negro con una camisa azul celeste y a juego una corbata del mismo color aunque
de un tono un poco más oscuro para que resaltase. Dude un poco mirando las
esposas que estaban enganchadas a mi uniforme. ¡Qué demonios!,
pensé, llevo más de un año con esta
fantasía y parece que Bella me leía el
pensamiento o tenía la misma fantasía que yo,
ya que últimamente no hacía más que lanzarme todo tipo de sugerentes insinuaciones
que provocaban una erección tan fuerte que mis pantalones no solo molestaban
sino que corrían serio peligro de
estallar. Pero no se pueden tener cierto tipo de “actividades” con dos niñas en la casa, así que esta noche…
sería la noche… me dije cogiendo las esposas. Las guardé en el bolsillo de mi
chaqueta intentando que nadie se diera cuenta… pero fracasé.
—¿Dónde vas
con eso?, ¿vas a detener a alguien? –me preguntó un Emmett muy divertido.
—¿No me
digas que se lleva las esposas? Ummm teniente Masen, hace usted bien, a lo
mejor las necesita, no se sabe lo que se puede encontrar uno por ahí –dijo Bianca desde el otro lado del biombo que
separada los dos vestuarios. Era una
oficina pequeña con pocos empleados y todos nos llevábamos bien, no había
secretos entre nosotros, era una condición indispensable. Para hacer bien nuestro
trabajo teníamos que confiar plenamente los unos en los otros, de eso a veces,
dependía nuestra propia vida. Pero… en ese momento me sentí como a un niño
pequeño pillado haciendo una travesura. Bianca y el resto de las chicas, junto
con mi esposa se habían hecho muy
amigas… será que le ha contado algo….Bella llevaba unos días muy traviesa
—Seguro que
a Rose y a ti no os importa quedaros con Gaby –pregunté para desviar la
conversación hacia otro lado.
—No te
preocupes hermano, tu hija y mis hijos tienen toda la noche planeada, claro
hasta que el teniente Emmett entre y les mandé
dormir –dijo guasón –pero yo no estaría tan tranquilo con Alice y ese
torbellino de madrina que tiene. No tengo idea que tendrá pensado para
entretenerlas, pero…
—Es capaz de
llevarlas a un spa infantil –dijo Bianca partida de la risa –upps perdón ya sé que no existen pero esta es
capaz de inventarlos –añadió provocando las risas del resto.
—O darlas un
curso acelerado sobre cómo comportarse en un centro comercial.
—No seguro
que se pasa la noche cambiándolas de ropa y….
—Bueno,
bueno, vale ya –les corté divertido y recordando como hace escasamente una
semana había llevado a su hija Bella a una revisión médica. Según ella la niña
lloraba cada vez que le cambiaba de ropa y estaba preocupada por si le dolía
algo… en fin… esta Alice –estamos hablando de dos bebes que aun no tienen ni un
año, Alice está loca pero yo confió en Jasper –les dije saliendo de aquellos recuerdos.
—Ummm… sí…
haces bien en confiar –dijo Bianca – creo que es el único ser en la tierra
capaz de parar a ese volcán. Madre mía que energía por dios, a veces me
preguntó donde tendrá las pilas, más que nada para desconectarla un poco
–añadió mi compañera provocando las risas del resto.
—Bueno ahí
os quedáis, no hay que hacer esperar a las damas –les dije saliendo por la
puerta sin parar de reír, cosa que en el último año y medio se había hecho
costumbre en mi. Al salir me tropecé con
mi padre que en ese momento entraba.
—Adiós hijo
que lo pases bien y… usa las esposas como es debido… son material de trabajo
–me dijo y su estruendosa risa se vio acompañada por las de los otros provocando dos cosas en mi, una mi sonrojo, y otra mi opresión en los pantalones de pensar
en la forma que tenía pensado usarlas. A
veces era un poco molesto que no hubiera secretos entre nosotros, pensé
mientras salía a la calle.
Me dirigí al
Aston Martin que tenía aparcado afuera, ocasión especial coche especial ¿no? Al
llegar al hospital estacioné el coche en la plaza reservada para Bella. Me
gustaba venir a recogerla a mí y lo hacía siempre que podía, por tanto esa
plaza siempre estaba vacía para alguno de nuestros coches. La llegada de Alice a nuestras vidas, había
hecho necesario el que nos compráramos
un coche familiar para cuando íbamos
todos a algún sitio de excursión, al cine, al Centro Comercial obligados por ya saben ustedes quien, y Bella lo utilizaba siempre que yo no podía
venir a recogerla. Salí del coche y me
encaminé muy decidido a la puerta del hospital en busca de mi esposa, pero me
quedé petrificado en mi sitio. En mi dirección venia la diosa reina de todas
las diosas del Olympo, la lujuria echa mujer, mis pantalones comenzaron de
nuevo su labor de estrechamiento mientras yo la desnudaba con la mirada. El
vestido negro ajustado que llevaba y que le llegaba a mitad del muslo era pecaminoso.
Sus altos tacones le hacían unas piernas de infarto y su pelo suelto que caía
en suaves ondas, se movía al andar de una manera que ufffff ¿aguantaría yo una
cena entera con sus entrantes, sus dos platos y el postre?, pensé para mi
mientras instintivamente tocaba las esposas que estaban en mi bolsillo. Detrás
de ella vi a Alice y a Jasper cada uno con una niña en brazos. Seguro que ese torbellino loco era el
causante del look de Bella y, sinceramente no podía estar más agradecido. Antes
de volver a posar mi mirada en ella vi como Jasper me levantaba el pulgar deseándome con ese gesto una muy feliz y
placentera noche.
—Tierra
llamando a Edward –oí su dulce voz que me llamaba mientras sus cálidos brazos
me rodeaban por el cuello depositando un sugerente beso en la boca. Beso que respondí
inmediatamente profundizando sin más. La obligué con mi lengua a que separara
sus labios e invadí su boca como un eficiente soldado obedeciendo órdenes de su
superior. Su lengua pronto empezó a batallar con la mía en una lucha de poderes
en la que ninguno de los dos tenía intenciones de ganar y en la que no quedó un solo hueco de nuestras bocas sin explorar.
—Guauu Teniente,
eso ha estado genial –me dijo con voz sugerente una vez que nos hubimos
separado al tiempo que me tocaba mi necesitada erección masajeándola con su
mano izquierda al mismo tiempo que metía la derecha en mi bolsillo y descubría la esposas –ummm me parece que
alguien va a tener que ser detenido hoy ¿por comportamiento indecoroso quizás?
—Bella… —le
dije conteniendo el aliento—, como sigas con ese jueguecito me parece que ni
cenas ni nada, te detengo aquí y ahora y te llevo rastras a casa a demostrarte
como me pones ¿escuchas?
—No, no, no
–me dijo divertida– tengo hambre Teniente, mucha hambre –tragué en seco ante su
mirada ¿de qué tendría tanta hambre esta mujer?
—Pues no se
hable más le dije abriéndole la puerta
del coche.
Nos pusimos
en camino hacia Seattle hablando de todo un poco, como siempre hacíamos, del
trabajo, las niñas. Pero Bella esta noche estaba…un tanto extraña…aunque debo
reconocer que me encantaba esa actitud. Cada dos por tres se las ingeniaba para
rozar con su mano mi muy erguida erección dispuesta a saltar en cualquier
momento y la postura que llevaba en el asiento no era para nada discreta… esta
mujer me iba a matar, pero a matar de verdad.
Llegamos al
restaurante con bastante tiempo, así que nos encamínanos hacia el bar para
tomar algo mientras nos terminaban de preparar nuestra mesa. La manera en que
se sentó en la silla cruzando sus piernas me causó un enorme problema en el ya
de por si enorme problema que tenía. Para disimular, mientras nos servían las copas, pasé por recepción para recoger la llave de la
habitación, me daba la impresión de que después de cenar iba a tener prisa,
mucha, mucha prisa. Al regresar al bar observé con indignación como todas las
miradas babeantes de los hombres, estuvieran o no acompañados, se posaban en mi Bella y en sus… esto…
piernas. Ni corto ni perezoso me dirigí hacia ella, la puse la mano allí donde
dicen que la espalda pierde su nombre y la atraje hacia mí, mirando desafiante
a todo el mundo, dejando claro que esa preciosidad, era mía, solo mía ¿estamos?
les pregunté con la mirada.
—Bella
cariño –le dije un tanto irritado –todo el mundo te mira ¿podrías descruzar las
piernas? Y acto seguido me obedeció mientras su rostro se volvía del rojo mas
intenso. Definitivamente, Bella esta noche estaba de estrategia, una estrategia
muy bien planeada por ella y las otras locas que tenía como amigas, estrategia
que iba directamente dirigida a cierta
parte de ni anatomía además de poner a prueba
mi fuerza de voluntad y mi autocontrol.
Cuando el
camarero anunció que teníamos la mesa dispuesta, nos dirigimos a ella. Le
sostuve la silla para que se sentara y después me senté yo. Pedimos el primer
plato y encargué una botella del mejor champan. No llevaba ni dos bocados de la
fabulosa ensalada que nos sirvieron cuando noté como un pie me acariciaba mi
pene y al levantar la vista la mirada de Bella era de los más…. Ummm… no sabría
describir como era.
—Bella… —le
dije intentando seguirla el juego —como
sigas así te voy a tener que detener por escándalo público y te vas a enterar
de quién soy yo…
—Realmente estoy
siendo una niña muy mala Teniente, en verdad necesito que me detengan –me
contestó toda sugerente volviendo a la carga con su mano puesta ahí mismo. Por
dios bendito mi cordura, ¿dónde estaba
mi cordura?, ¿y la suya?, ¿en qué momento se nos perdió?
Y en este
plan siguió la dichosa cena. En el estado en el que estaba yo ya no sabía si
estaba comiendo, carne, pollo o pescado, ni de qué diablos estábamos hablando,
solo podía estar pendiente de una cosa y era de la mano de Bella, del pie de Bella
y de su mirada.
Terminamos
de comer el postre, pagamos y en un silencioso acuerdo nos fuimos del
restaurante, con un poco de prisa todo hay que decirlo, camino de los
ascensores. Llegamos a la habitación y nos fuimos desnudando el uno al otro con
auténtica ansia. Le quité el vestido y
lo que llevaba debajo me dejo prácticamente sin habla, por dios, ese conjunto
era…era… no sabría decir cómo era… por Dios. La cogí en brazos y la llevé a la
cama donde la deposité de la forma más cuidadosa que mi estado de excitación me
permitía, su mirada me estaba torturando. Fui hacía mi chaqueta y cogí aquello
con lo que los dos habíamos estado soñando toda la noche y antes de que pudiera
darse cuenta la tenia esposada y a mi merced en la cama.
—Queda detenida señora Masen, ahora verá usted las
consecuencias de andar jugando y provocando de esa forma toda la noche a su muy
inocente esposo –le dije poniéndome encima de ella y besándola con urgencia a
la vez que restregaba mi miembro contra ella. Dejé descansar un poco sus labios
para ir hasta su oreja…
—No sabes lo
mucho que te amo, eres toda mi vida, mi razón de ser y esta noche voy a
demostrártelo ¿Me vas a dejar demostrarte lo mucho que te amo? –le pregunté mordisqueando el lóbulo de la oreja y ganándome unos cuantos gemidos
y un claro asentimiento. Fui dejando
besos por su cuello, su clavícula hasta llegar a sus pechos, la arquee un poco
y le quite el sujetador dedicándome por completo a disfrutar de esa parte de su
anatomía que me volvía completamente
loco. Los bese con pasión, los mordisqueé, rodee sus pezones con mi lengua y me
entretuve un buen tiempo jugando con ellos mientras de la boca de Bella solo
salían gemidos y suplicas. Las esposas no la dejaban moverse ni tocarme y eso
la estaba desesperando pues de sobra sabia que le gustaba pasar sus manos
por mi cuerpo hasta llegar a mi pene.
Estaba seguro de que esto le estaba causando una tortuosa impotencia y al mismo
tiempo la estaba excitando mucho más. Por mi parte ver a esa mujer, a mi mujer,
a la mujer de mi vida, a mi esposa, mi amante, mi amiga, la madre de mis hijos,
esposada a la cama y a mi merced, hacía que mi propia excitación creciese a
pasos agigantados, tanto ese así que mi pene ya estaba empapado del liquido pre
seminal. Ella me pedía, bueno más bien me rogaba, que acabase con su tortura
—No señora
Masen, todavía no, tiene usted que esperar un poco –le dije descendiendo por su cuerpo marcando una vez más con mi
boca todos y cada uno de sus recovecos hasta llegar a mi otra parte favorita,
su sexo, pero de momento no me detuve allí, sino que seguí bajando por sus
piernas dejando besos allá por donde iba. Cogí uno de sus pies entre mis manos
y chupé y besé cada uno de sus cinco dedos y luego hice lo mismo con el otro. Con
las uñas rastrille cada una de las dos plantas provocando un escalofrío en
ella, esperaba que de placer pues Bella estaba al borde de la excitación, lo
notaba por la manera en que reaccionaba
a mis caricias, moviéndose de arriba abajo todo lo que las esposas le
permitían. Volví a subir de nuevo por sus piernas, rodillas, muslos hasta legar
a su centro. Me deshice de las braguitas
tirando de ellas y rompiéndolas, ganándome nuevos gemidos. Sin más
miramientos, ataque con mi boca su
clítoris mientras metía un dedo dentro de su cavidad buscando ese ángulo de
placer que sabía que la volvía loca. Estuve un buen rato jugando con ella. En
un momento determinado introduje otro dedo ganándome nuevos gemidos, su cuerpo
convulsionaba entero, su culo subía arriba y abajo junto al resto de su cuerpo
mientras sus manos seguían esposadas a la cama sus pechos bailaban cada vez que
hacía un movimiento volviéndome completamente loco. Me di cuenta de que iba a
explotar, que mis caricias estaban dando fruto, así que deje de lamerla y saque
mis dedos de ella para sustituirlos por mi pene, después de ponerme un condón
que llevaba todo el tiempo teniendo en la mano, la embestí de un solo
movimiento y empecé a moverme lento, lento, demasiado lento para su gusto a
juzgar por su reacción mientras la
besaba dejándonos probar su propio sabor mezclado con el mío. Me incorporé un
poco sin salir de ella, tomé las llaves de las esposas y la libere ya que no
quería hacerla daño en cualquiera de mis envites. Sus manos fueron a parar
inmediatamente a mi cabello del que empezó a tirar sin piedad, bajaron por mi
espalda y se posaron en mi trasero apretándome contra ella. Mi erección pronto se empezó a ver
aprisionada en su centro y entonces mis embestidas se fueron haciendo más
rápidas, más duras, más potentes hasta que el orgasmo invadió nuestros cuerpos liberándolos.
Cuando
hubimos recuperado nuestras respiraciones, salí de ella, me levanté de la cama
y me dirigí al sitio donde descansaba mi
regalo de aniversario. Cuando salí del bar con la excusa de ir a buscar las
llaves, había ido al coche a por él, lo
había subido a la habitación y ahora estaba en la gran mesa que presidia el
salón de la suite.
—Felicidades
Señora Masen, una pequeña muestra de cuanto te quiero, de cuán grande es mi
amor por ti –le dije tendiéndole el paquete en cuyo interior se encontraba una bonita caja
de música que ese diseñador amigo suyo había hecho para ella a petición mía.
Cuando Bella la abrió se quedo muda de la impresión, pues al abrirla se
escuchaban su nana y la de mi hija Gaby.
En la parte interior de la tapadera de la caja y grabada con diamantes
destacaba la siguiente leyenda siempre te
amaré, incluso aun después de haber muerto. Esa leyenda daba una idea de cuan profundos eran mis sentimientos por ella, de
cuan arraigados estaban. Y debajo
estaban mis iniciales y las de nuestros hijas. La típica bailarina había sido
sustituida por una pequeña foto de los cuatro, cuyo marco estaba formado por
diamantes.
—Mu…muchas
gracias… es preciosa, es una autentica preciosidad me dijo visiblemente
emocionada.
—Nada es más
bonito ni más bello que tú —le dije
mientras le daba un apasionado beso que
volvió a despertar de nuevo esa parte de mi cuerpo que siempre estaba alerta y
a sus órdenes en su presencia. Cuando nos separamos se levanto de la cama y se
dirigió a su bolso del que sacó una pequeña caja que me tendió.
—Felicidades
para ti también teniente –al abrirla no
pude más que sonreír pues era tal nuestra conexión que hasta en esto
coincidíamos. Dentro de una preciosa caja de terciopelo, descansaba un hermoso llavero
de oro blanco con sus iniciales y las de
las niñas grabadas y una preciosa inscripción que decía: eres toda nuestra
vida. Te quiero, te queremos.
—Gracias,
gracias, gracias, le dije con lagrimas de alegría en mis ojos y la abracé
fuerte mientras le daba un nuevo beso. Era tal mi excitación que no lo vi
venir, juro que no lo vi, pero de repente me encontré tumbado en la cama y…
esposado a los barrotes del cabecero con Bella sentada a horcajadas encima de mí. Me puse a reír como un idiota ya
que los nervios y la anticipación de lo que allí me iba a suceder me provocaron
esa reacción. Bella empezó a frotarse contra mi erección, su sexo sobre mi sexo,
sin nada de por medio, solo nuestra piel. Empezó a darme besos en el oído
gimiendo en él, mordiéndome el lóbulo de
la oreja, descendió por mi cuello, clavícula y se detuvo en mis pezones, los
cuales se dedicó a atormentar pellizcándolos, masajeándolos, rodeándolos con su
lengua , en fin toda una experiencia erótica digna del mejor libro sobre el
tema. Mis gemidos, bueno más bien mis gritos se oían por toda la habitación
mientras me movía como buenamente podía ya que estaba esposado, esta mujer provocaba
en mi una oleada de sentimientos impresionante. Era algo a caballo entre la
frustración por no poder tocarla y la excitación por no poder hacerlo. Siguió
bajando por mi cuerpo hasta llegar a mi pene, el cual cogió con su mano y
empezó a masajearlo de arriba abajo como solo ella sabía, lento, tortuoso,
delicioso, ahora hacia arriba, ahora hacia abajo hasta que de pronto, sin
previo aviso se lo metió entero dentro de su boca, pillándome desprevenido y
provocando en mi un grito y un gemido tan alto que rogaba a dios porque las
habitaciones de nuestro alrededor estuvieran desocupadas. Empezó a mover su
boca de arriba abajo de mi erección chupándola, sin dejar un solo sitio sin
lamer, me daba tenues mordisquitos que me provocaban un doloroso placer, ya no
podía mas, no podía, no señor. Lo mas desesperante era no tener manos para tocarla,
para acariciar sus senos o ponerlas
sobre su cabeza y empujarla mas hacía mi, el no poder tocarla era una
experiencia nueva, distinta, a la vez torturante y a la vez estimulante, no
sabría describirla, era… única. Placenteramente única.
—Bella, mi amor, no puedo más, como sigas así voy a terminar
en… —no pude acabar mi frase ya que mi esposa empezó a arremeter con más fuerza
y sin poder evitarlo me derrame en su boca. Bella recogió y lamio todo mi
semen sin dejarse una sola gota y me
miro relamiéndose y chupándose los labios de una manera que mi erección volvió
a ponerse de nuevo en marcha. Bella se dio cuenta de eso y con una sonrisa petulante
me miró, se levantó a por un condón, me lo puso de una forma desquiciantemente
lenta, acariciando mi miembro en cada movimiento que hacía. Se introdujo en mi interior
de un solo envite. Me cabalgó y me cabalgó como la experta amazona que era, sus
pechos, sus bonitos y maravillosos pechos que me estaba prohibido tocar, pues
todavía seguía esposado, bailaban frente a mi boca y mis ojos, pero cuando quería chuparlos y degustarlos ella me lo
impedía echándose hacia atrás, y encima seguía sin poder tocarla. ¿Por qué no
me liberaba?, era una tortura una
autentica tortura.
—Bella por
dios, quítame las esposas, necesito tocarte. Pero ella negó con la cabeza
diciendo algo que no entendí ya que en ese momento un enorme y conocido fuego me invadió y ambos explotamos
en un orgasmo tan potente que parecía que llevábamos un buen tiempo en sequía y eso que era el tercero de la
noche.
—Eres mala,
Bella, y muy cruel –le dije con la respiración aun acelerada ¿Por qué no me has
liberado?, quería tocarte.
—Esto…
verás... no te preocupes… podrás hacerlo en un segundo dijo mientras miraba por
todos lados levantando incluso las sabanas que aun quedaba intactas, parecía
que buscase algo.
—Bella, ¿qué
pasa?
—No sé donde
están las llaves de las esposas, dijo inclinándose hacia abajo para mirar
debajo de la cama, poniendo literalmente hablando el culo en mi boca,
provocando de nuevo el despertar de mi sexo.
—Bella,
estarás hablando en broma.
—No, me dijo
me dijo su voz desde debajo de la cama mientras su culo seguía en la misma posición. En un intento de
buscar mejor, se colocó de tal manera que llegó un momento en el que su centro
estaba justo a mi alcance y no lo pude evitar. Introduje mi lengua en su
cavidad metiéndola y sacándola mientras mi erección estaba otra vez en perfecto
estado de revista. La saqué de su interior y me dedique a su clítoris haciendo
círculos en él para luego volver a introducirla dentro de ella. La posición no
parecía nada cómoda ni ortodoxa, yo esposado a la cama y ella bueno su
escorzo era muy difícil de describir,
creo que hasta incluso estábamos inventando una nueva postura que parecía
imposible pero que no lo era y a los hechos me remito, una nueva experiencia
lujuriosa. Los gritos que provenía desde
los cofines del suelo me decían que le gustaba lo que hacía así que seguí con más ahínco, con más
fuerza, metiendo y sacando, metiendo y sacando, torturándome a mí mismo porque
ese culo que estaba a mi alcance, al mismo tiempo no lo estaba pues no tenia
manos para tocarla como me hubiera gustado y eso me estaba poniendo duro, muy
duro. Sus gritos se escuchaban ahogados pero se escuchaban y en un momento
determinado un grito especial, más fuerte que los anteriores me indicó que iba
a explotar así que acelere los movimientos con mi boca ganándome un espectacular orgasmo de su parte. Tal como
ella hizo antes lamí y recogí cada gota de su semen sin dejarme nada,
absolutamente nada. Cuando recupero el aliento, se incorporó, clavando más su culo en mis
ojos, por Dios, y yo seguía esposado, ¿dónde diablos estarían las malditas
llaves? Pero no me dio tiempo a analizar donde podrían estar ya que sentí sus
labios atacar los míos sin piedad, Mi sabor, que aun estaba en sus labios, y su
sabor se unieron en nuestras bocas provocando una delicatesen sensual muy
difícil de olvidar.
Tras
recuperar nuestras respiraciones, se tiro un buen rato buscando las dichosas llaves
a gatas ¡Dios Bendito, a gatas!, su culo en pompa dándome una espectacular vista de él, sus pechos
moviéndose de un lado a otro y yo…
impotente, ¿se daría ella cuenta de lo que estaba provocando en mi?, ¿dónde estarían las dichosas llaves?, ¿tenían que estar en algún lado? A tomar un café
solas no podrían haberse marchado, digo yo. Una vez más el famoso despiste de
Bella Masen Swan entraba en acción, y
esta vez no era un coche eran las llaves de unas esposas que no volvería a ver con
los mismo ojos, no mientras me mantuviesen amarrado a una cama sin
poder tocar ese espectacular culo que se movía de un lado a otro junto
al resto de su cuerpo buscando la
maldita llave y que estaba provocando en
mis partes nobles… algo muy difícil de
definir.
—Las
encontré —me dijo de repente mostrándome
las llaves en la mano con una sonrisas triunfante.
—Libérame
entonces por favor –le contesté echándole una mirada que en fin… le hico
fruncir el ceño ante la imposibilidad de interpretarla. Se sentó a horcajadas
sobre mí con su sexo sobre mi sexo y, por fin me liberó. Tal y como era mi intención, la pille por
sorpresa, porque cuando me sentí
liberado, en un rápido movimiento la
volví a esposar, la puse a gatas con las manos por delante para no dañarla y
sin más miramientos la penetré, la penetré profundo, muy profundo, la penetré
con sed, la penetré fuerte, duro, me
moví dentro de ella de una manera brusca casi diría que brutal, era pura
lujuria, puro deseo, química en estado puro. A juzgar por sus movimientos
buscando mas fricción, a juzgar por sus gritos, por sus jadeos y gemidos lo estaba
disfrutando tanto como yo y eso me animo a seguir, a seguir y seguir, mientras
con mis manos tocaba aquello que me había
sido negado una buena parte de la noche, sus pechos, su culo, su clítoris el
cual masajee y pellizque ayudando así a
su propio placer. Los dos
bailando juntos, jadeando juntos, piel con piel, espalda contra pecho, hasta
que a la vez alcanzamos el que me parecía
que era el ¿cuarto, quinto, sexto? de la noche, pero ya había perdido la
cuenta. Y la noche aun era joven, sí señor. Todavía teníamos que practicar en
el baño.
—Ufff, ha
sido bestial. Si lo llego a saber tardo un poco más en encontrar las llaves –me
dijo una vez que la hube liberado de las esposas de nuevo. Un momento… ha dicho
que… la miré y la volví a mirar y… entonces caí.
¿Sería posible que?, oh si era muy posible teniendo en cuenta las seis cabezas
locas y con ella siete que posiblemente la habrían ayudado a planear todo eso,
muy segura estaba de que iba a llevar las esposas, me dije a mí mismo con el
firme propósito de investigar en su bolso ya que ahora lo tenía muy claro, Bella Masen no había perdido las llaves, sabía
perfectamente donde estaban…o al menos eso sospechaba.
—Bella no tu
no habrás… -le pregunté en un intento de confirmar mi teoría, pero no me dejo
acabar y mucho menos me contestó…
—Piense
usted lo que quiera Teniente –me dijo levantándose de la cama, necesito una ducha, estoy muy sudada
pero yo solita no me voy a poder lavar… —me dijo poniéndome unos ojitos que…y
una carita...y unos morritos…
Y no hizo falta
mas, Salí de la cama como un resorte,
con mi obediente soldado listo y dispuesto para la siguiente ofensiva.
Las esposas
cayeron en ese momento al suelo y las cogí presuroso ya que a lo mejor podrían
hacer falta en la ducha. Desde luego no iba a volver a mirar esas esposas de la
misma forma. Las guardaría en casa encerradas en una urna de cristal como un
tributo, ya cogería otras del material de la oficina. Ahora no tenía tiempo
para pensar en una excusa para coger otras, pero ya lo decidiría. Lo malo iban
a ser las burlas del Emmett, de Jacob y del resto, pero de eso ya me encargaría
mañana, ahora tenia asuntos mas importantes que tratar. Con ese pensamiento me
encaminé al cuarto de baño donde mi esposa me esperaba para que la…. ayudase a
lavar.
Definitivamente Isabella Marie Masen Swan marcaba la
diferencia.