DISCLAIMER: Los personajes que aparecen en esta historia no me pertenecen. Son propiedad exclusiva de la magnifica S. Meyer, yo solo juego con ellos para crear este fic.
Capitulo 17: El principio del fin
Pov Edward
Unas pequeñas manitas, empezaron a acariciar mi cara suavemente, sacándome poco a poco de la inconsciencia del sueño. Una sonrisa tonta se instaló en mi cara.
—Buenos días papi —me saludó Gaby. Por cierto, ¿en qué momento se me había pegado el Gaby a mí también?
—Hola, ¿qué tal dormiste?
—Bien, pero… papi, ¿cuándo voy a dejar de soñar con esos señores malos?
Mi niña se había pasado toda la noche inquieta, despertándose cada dos por tres y llamándome a gritos. No mucho mejor que yo lo habían pasado Emmett y Rose, pues tanto Tony como Peter tenía una situación similar. Peter directamente se iba a la cama de sus padres y Tony comenzó también a gritar y pedir a voces que no le volvieran a hacer daño, que él era un niño bueno. Cuando se calmaron los tres, impotentes por la situación, nos reunimos en el pasillo junto a Emily que también había puesto su granito de arena para calmarles. Decidimos poner en marcha la solución que habíamos pensado con Bella en Jacksonville.
—Gaby, verás, ahora por la mañana mientras desayunas, papi se va a ir a “su casa” –nótese el sarcasmo
—a ponerse el uniforme de policía. Después voy a venir a buscarte y antes de irme a mi trabajo te voy a llevar a que conozcas a una amiga de tu madre.
—¿Se llama Ángela por casualidad esa amiga? – preguntó mi
niña entusiasmada.
–Pues sí cariño, es Ángela, la amiga de tu mami y tía Rose –le dije sorprendido porque supiera de Ángela.
—Mami y tía Rose me han hablado de ella –me explicó sacándome de mi duda mental—. Mami y ella hablan por teléfono de vez en cuando y pide que me ponga yo. Es muy simpática. Mami tiene una foto de ellas en la escuela donde estudió para médico y otra en la que estáis todos. La segunda me gusta porque estáis tío Emmett, tu y un señor que mami dice que es el marido de Ángela, pero no me gusta porque está la señora esa que no me deja estar contigo.
—Tanya estudió en la misma universidad que mami, la tía y Ángela y, aunque mira que lo intentamos veces, no podíamos quitárnosla de encima. Sabes tú mami era guapísima y a todos los niños les gustaba. El tío Emmett y yo nos pasábamos el día quitándole chicos del medio y evitando que se matara pues era un poco patosa y se iba tropezando con todo – dije acordándome con nostalgia de aquella época.
—Y lo sigue siendo papi, lo sigue siendo —contestó mi niña—. El tío Jacob dice que el día que ella haga surf las olas se irán corriendo no vaya a ser que se tropiece con ellas – no pude evitarlo y me eche a reír estruendosamente. Desde luego este Jacob era todo un personaje. Si al final decidía venir a Forks no nos íbamos aburrir no—. Y un día que fuimos todos de compras y luego al cine —siguió explicando mi hija— había un cartel enfrente de una de las tiendas con la foto de una peli en la que trabaja su actor favorito. Por quedárselo mirando a través del cristal se tragó una de las maniquíes. Fue muy divertido papi, el maniquí en el suelo, mamá encima de él, la tía Alice echándole la bronca y el tito Jasper fuera conmigo partiéndonos de la risa —y con esta sí que ya no pude más me eché a reír como si no me hubiera reído nunca en mi vida, imaginándome a mi Bella en esa situación. La verdad es que era única para que le sucediesen cosas de esas.
— Cuéntame más papi —me pidió mi niña.
—Al principio, Tanya y otras dos chicas más querían ser sus amigas porque yo les gustaba a ellas. Supongo que mami te habrá contado que yo vivía con ellos y con los abuelos porque mis padres murieron en un accidente y ellos me llevaron a vivir a su casa —le pregunté.
—Sí eso me lo ha contado. Tus padres, mis abuelos Edward y Elizabeth, se mataron con los padres de la tía Rose en un accidente.
—Exacto —desde luego esta mujer no tenia precio, si hasta le había hablado a mi hija de mis verdaderos padres. Era maravillosa y nunca me cansaría de repetirlo, podré resultar cansino pero era así.
—Al principio —seguí con el relato—, aunque todos sabían de sobra que no éramos hermanos, Tanya y las demás pensaban que nos queríamos como tales y como ya digo, querían ser sus amigas para acercarse a mí. Pero cuando vieron que tu mami y yo nos queríamos como se quieren un papá y una mamá y no como se quieren los hermanos, empezaron a hacerle la vida imposible a mami. Tu tío y yo siempre la defendíamos. Creímos que cuando se fueran a la universidad dejarían de hacerlo pero Tanya fue detrás de ella, de tu tía y de Ángela y las seguía a todas partes. Sobre todo cuando Emmet y yo íbamos a verlas.
—O sea que no os la quitabais de encima —dijo mi hija. Esta niña era muy lista para su edad y no es por orgullo de padre.
—Pues no hija, estaba siempre encima de nosotros como una presencia inoportuna –le dije.
—Hasta que la bruja consiguió que os separarais ¿No es así? – preguntó —y ahora no te deja estar con ella —vaya, otra que se había abonado al club de llamarla bruja.
—Pues algo así, pero tranquila hija que cuando mami vuelva estaremos los tres juntos y ella no nos molestará –le dije seguro de que iba a ser así.
—¿Y te casarás con ella otra vez? —me preguntó de repente.
—¿Tu ya sabias que nos habíamos casado?— le pregunté de lo más perplejo al tiempo que esa sensación extraña volvía recorrer mi cuerpo. Era como si mi mente tuviera que recordar algo pero…no sabía qué.
—Me lo dijeron los primos –diablos, ¿de que no se habrían enterado estos demonios?, tendría que hablar seriamente con Emmett y Rose.
—Sí, estuvimos casados y por culpa de esa señora tuvimos que dejar de estarlo. Pero cuando venga, volveré a casarme con ella y viviremos los tres juntos en la casa que tengo preparada –dije acordándome del anillo de mi madre que una vez puse en su dedo y que ella me había devuelto junto a las alianzas de matrimonio. Anillo y alianzas que estaban guardadas en mi casa esperando impacientes a volver a estar en el sitio que les corresponde, el dedo de mi Bella y el mío propio. Y entonces tuve una especie de deja vu, un flash vino a mi mente de algo que también guardé en ese cajón pero…
—¿Me llevarás a verla papi? —preguntó mi niña, sacándome de mis extraños pensamientos.
—Pues mira sí, cuando salga del trabajo. Pero primero tienes que ir a ver a Ángela con los primos. Verás hija, Ángela trabaja en el hospital y cuando mami venga, serán compañeras de trabajo a la vez que amigas. Y dos días a la semana se pasa por el cole donde tú estudias porque bueno, esto…ella es la psicóloga del centro.
—¿Qué es una psicóloga, papi? —preguntó Gaby
—Es una persona que te puede ayudar a que dejes de soñar con esos señores malos –le expliqué.
—¿Si?, ¿me ayudará a hacerlo? —preguntó esperanzada.
—Por supuesto que sí y a tus primos también. Verás, quiero que hables con ella como si fuera tía Rose, mamá o tía Alice. Es una persona muy buena y cariñosa. Tiene dos hijos Seth y Maggie. Maggie por lo visto está deseando conocerte, dice que por fin otra niña en el grupo —le dije acordándome de las palabras exactas de la niña.
—Bueno es que, no te enfades papi, pero es que los niños a veces con eso del futbol, los coches… —me eche a reír como un loco. Desde luego que Maggie y mi niña se iban a llevar muy bien, exactamente lo mismo había dicho Maggie según me contó Ángela por teléfono el día anterior cuando hablamos con ella sobre la posibilidad de que les tratara.
—Pues dúchate y desayuna mientras yo voy a cambiarme y vengo a buscaros. Llamaré a Emily para que te ayude ¿ok? —le pregunté.
—Vale papi, no tardes –me dijo a su vez. Y diciendo esto se lanzó a mis brazos y me dio un beso en la mejilla que me supo a gloria.
Salí de la habitación con esa sonrisa en mi cara que no se había borrado desde que Bella y yo nos habíamos reencontrado y fui a buscar a Emily. Estaba con Rose preparando los desayunos. Emmett estaba leyendo el periódico.
—Emily, ¿te importaría ir a ayudar a Gaby? No he querido hacerlo yo por si le da vergüenza —le pedí.
—Tranquilo Edward, ya subo.
—Oye Rose, de verdad que he descubierto que hay que tener mucho cuidado de lo que se habla delante de
estos niños –le dije como si fuera el mayor descubrimiento del mundo. Bueno, para mí lo era.
—Vaya –dijo Rose con sarcasmo—, bienvenido al mundo infantil Edward. O más bien debería daros la bienvenida a los dos, porque Emmett aún no se ha enterado de que lleva cinco años en él.
—Bueno ya te dije que me avisaras cariño —se defendió Emmett.
—Cielo, es que llevo avisándote desde que tus hijos entienden y tú nada. Si debes de tener la cabeza llena de moretones —dijo Rose resignada.
—Pero yo no sabía que era por eso y si sólo das y no aclaras pues… —se defendió Emmett y Rose rodó los ojos en un gesto de resignación.
—Chicos yo me voy que la bruja debe estar que arde. Rose, ¿te encargas de llamar a Ángela para confirmar que vamos a verla?– le pedí encaminándome hacia la puerta y riéndome a más no poder. La verdad es que daba gusto estar de vuelta con mi familia, verles bromear, bromear con ellos, era como despertar de nuevo a la vida. Mientras me dirigía al coche, tomé el móvil para llamar a mi Bella, habíamos prometido llamarnos todos los días. Ya la había llamado ayer dos veces, una para decirle que llegamos bien y la otra para hablar con ella, me gustaba oír su voz, necesitaba oírla.
—Hola mi amor –dije cuando contestó al primer toque—. ¿Cómo estás preciosa?
—Bien, pero os echo mucho de menos a los dos. La casa no es lo mismo sin Gaby. Alice y yo parecemos dos almas en pena y lo malo del caso es que ella ya está pensando en ir a comprar. Parece mentira que sea médico y no entienda que aun está convaleciente de una herida muy grave y no puede tener ciertos trajines.
—No creo que ir de compras sea un trajín —dije confundido.
—Eso es porque no conoces a Alice —afirmó Bella.
—Bueno, si al final vais de compras, que no me entere yo que tiras un maniquí o te tropiezas con algo por ver el poster de no sé qué actor que parece ser que te gusta —le dije simulando un enfado.
—Vaya, cuál de las dos cotillas ha sido, la pequeña o la grande —preguntó con recelo.
—Adivina mi amor. Sólo lo te diré una cosa, la confidente que tengo es buenísima y un auténtico pozo de información inagotable y uno no tiene que hacer casi nada para que cante todo lo que sea —dije riéndome.
—¿Y qué tal está ese pozo de información? – contestó con la voz un poco molesta—. A saber lo que te ha contado.
—De eso quería hablarte amor. Al final les vamos a llevar a ver a Ángela. La noche no ha sido nada buena para ninguno de los tres. Me la he pasado toda consolándola e intentando que durmiera. Al final Emily les ha hecho una infusión a cada uno y con eso los hemos calmado porque Tony estaba igual. No sé, Peter se limita a acurrucarse en la cama de sus padres y ya. Pero Gaby y Tony es como si estuvieran conectados, si llora uno empieza el otro. Y así pasa cuando se tranquilizan.
—Es normal eso que me dices. No se te olvide mencionárselo a Ángela, es un detalle muy importante.
—Rose la va a llamar por teléfono y lo hará amor, tu tranquila.
—Y, ¿qué tal lo otro? ¿Se va a enfadar porque no has ido esta noche? —preguntó con recelo y miedo.
—Que se enfade ya me da igual. Veo las cosas desde otro punto de vista. Ojalá lo hubiera visto así desde el principio pero ya no puede remediarse. Y en cuanto a lo otro, la cosa va a las mil maravillas. Ya te dije ayer que el plan funcionó y esta mañana hemos enviado a Jacob y Sam la grabación, ahora solo queda esperar. Tanya en la cinta es muy elocuente, espero que sirva de algo.
—Espero que se solucione pronto, no voy a poder soportar ir a Forks y ver que estás con ella —me dijo cambiando de tema y con pena en la voz.
—Eso no sucederá, lo tengo decidido. Amor, ¿tú estás informada de
que Gaby sabe que tu y yo estuvimos casados?
—¡Dios no!, ¿quién se lo ha dicho? —me dijo consternada.
—Adivina.
—Era de esperar. Edward una cosa te digo, delante de estos niños no se puede decir absolutamente nada, tienen la virtud de hacer como que están a sus cosas y luego no es así, ya te lo he dicho —me advirtió.
—Sí, ya me estoy dando cuenta. No necesitarás darme coscorrones como Rose a Emmett.
—Edward, ha habido una intoxicación en un restaurante y ya vienen los enfermos, te tengo que dejar. Te quiero.
—Y yo te amo, mi vida. Luego te vuelvo a llamar.
Colgué el teléfono con una sonrisa en mi cara y mi corazón henchido de felicidad. Cogí el volvo y me dirigí a mi casa, donde me esperaba mi “mujer” no muy contenta.
—No viniste en toda la noche —me reclamó enfurecida.
—Ya te dije que si mi hija me necesitaba no lo haría.
—Y yo te dije que lo comprendía, pero podías haber llamado y me podía haber ido a casa de Rose contigo – la mire como si tuviera verrugas por toda la cara, en realidad era una bruja, sólo le faltaba la escoba y el caldero—. Edward no me mires así, te quiero y te echo de menos.
—No me digas, ¿separarme de la mujer que amo y de mi hija y destrozarme la vida es querer?, pues sí, me debes querer mucho. Ahora si me perdonas, sólo venia a ducharme y recoger el uniforme.
—¿Quieres que me duche contigo?—me preguntó intentando quitarme la cazadora que llevaba puesta
—No, ¿qué parte de me das asco no entendiste ayer? —le dije apartándome como si tuviera la peste.
—Te vas a arrepentir de esto Edward, verás cómo te arrepientes. El poder de mi padre no se acabará porque acabe en la cárcel —de nuevo amenazando.
—Pero no olvides que tengo la cinta cariño, esa hará que tu también acabes en la cárcel –le recordé—, ¿no querrás convivir con un montón de prostitutas baratas, ladronas y asesinas, verdad?, tú tienes más clase, tu eres prostituta pero de lujo. Así que, ¿quién es el que manda ahora?
Siguió diciéndome todo lo que le salió por la boca pero yo ya estaba harto de oírla, así que con el ruido de la ducha intenté hacer oídos sordos. Cuando acabe de ducharme, ella seguía detrás de mí diciendo de todo, pero yo como si nada. Algo escuché sobre que si la grabación llegaba a manos de la policía la persona que había sustituido a Irina la destruiría. Que poco sabía ella. Me puse mi uniforme y me marché. ¿Cuándo sería el día que pudiera marcharme de ahí para no volver?
Llegué a casa de Rose, no sin antes pasar por la mía a ver como estaba mi madre. Rose ya me esperaba con los niños en la puerta. Una vez acomodados en los coches nos dirigimos a ver a Ángela. Llevaba mucho tiempo sin hablar con mi amiga Ángela. Ella era como Rose y Bella, una persona buena y amable que siempre nos ayudó en todo lo que pudo. Me alegraba poder volver a retomar una amistad, que por lo que veía, ni Bella ni Rose habían dejado.
—Hola Edward, ¿cómo estás? – dijo dándome un beso en la mejilla.
—Ahora mejor que nunca.
—Me alegro de que hayas vuelto con Bella, aunque no de que aún no te hayas podido deshacer de la bruja. Y tú eres Gaby, ¿a que si?, como te pareces a tu padre.
—Sí ya lo sé, me parezco en el pelo a mi padre y tengo los ojos chocolates de mi madre.
—¿Me quieres dar un beso? , ya me conoces de hablar por teléfono.
—Sí y me alegro de verte –dijo propinándole un fuerte beso en la mejilla. —¿Tu nos vas ayudar para que no veamos a los señores malos?
—Por supuesto que sí. Pero tenéis que quedaros solos conmigo. Vuestros padres tendrán que irse. Primero hablo con los tres y me contáis que pasó. Después dos salen y se quedan en la sala de espera mientras hablo a solas con el otro y después cambiamos, ¿qué os parece?
—Muy bien —dijeron los tres niños a la vez. Si cuando digo que se coordinaban…
—Pero antes que nada Gaby, aquí tengo a alguien que quiere conocerte — dijo abriendo la puerta de la consulta llamando a sus hijos que estaba afuera con su niñera.
—Seth, Maggie, esta es Gaby –les presentó.
—Hola –dijo mi niña un poco tímida.
—Hola —dijeron Seth y Maggie a la vez—. Tenía ganas de conocerte, mi mamá me habló de ti y de que vivías en un sitio donde hay una playa muy bonita y hace calor—dijo Maggie.
—Sí la playa era muy bonita pero… es que ya no me gusta, seguro que es
más bonita esta de Forks –le contestó mi niña con carita triste.
—Pues cuando quieras, vienes a mi casa y te la enseño y luego jugamos. Vivo en la Push.
—Bueno yo de momento no tengo juguetes —explicó avergonzada.
—Yo te dejo lo míos –le contestó Maggie muy solicita.
—Ahora tengo que hablar con Peter, Tony y Gaby de algo que les ha pasado. Iros con Shioban y si os parece, luego estos tres personajillos se vienen a comer a casa con sus padres. Podemos organizar una comida como las de antes –dijo mirándome a mí.
—De acuerdo —acepté contento de regresar al grupo—, pero la próxima en mi casa para celebrar la vuelta de Bella y la caída de ya sabes quién.
—Que así sea –contestó Ángela.
—Ángela, yo me voy a trabajar. Rose se queda fuera esperando y bueno afuera también hay una persona que… —no sabía cómo decírselo.
—Edward —dijo Ángela poniéndome una mano en el hombro y dándome una sonrisa tranquilizadora—, estoy al corriente, tranquilo. Bella me mandaba correos electrónicos para hablar conmigo como profesional. No sé si sabrás pero lo paso mal ¿sabes?, yo la ayudaba. Más tarde Jacob nos buscó una ruta segura para hablar sin problemas y
me contó… bueno pues todo lo demás.
—Ángela, una vez más tengo que darte las gracias. No sabes cuánto me duele oír que Bella necesitó ayuda psicológica, menos mal que eras una amiga —le dije con sinceridad.
—Edward, tu también tendrías que haber acudido a mí y ya sabes por qué. ¿Crees que no entiendo por lo que habrás pasado al estar con una mujer que bueno…? Antes no me atreví a decirte nada, ya te puedes imaginar la razón, pero si necesitas algo…
—Lo único que necesito es que esto termine y a mi Bella de vuelta.
—Pues espero que lo consigas pronto, yo también quiero a mis amigos juntos y de vuelta.
—Eso espero. Me voy a trabajar. Gaby cuando termines, me vas a buscar al trabajo con tía Rose y Emily y te llevo a ver la casa ¿vale? —le dije dándole un beso.
—¿Vas a enseñarle la casa? ¡Hala! Nosotros también queremos ir —pidieron mis sobrinos. Como si no me lo hubiera ya imaginado.
—Ya lo sospechaba, gamberrillos. Y ya contaba con vosotros —les dije revolviéndoles el pelo—. Después nos vamos todos a comer a casa de Ángela, ¿qué os parece?
—Biennnnnnnnnnnnnn, —dijeron todo. Salí de la consulta con Maggie y Seth de mi mano. Shioban estaba a fuera con Emily y Rose. Que nombre más raro y que mujer más rara también, ¿de qué país sería?
Me fui a mi trabajo un poco triste por eso de enterarme de que mi Bella había necesitado ayuda psicológica. Que daño le había hecho por culpa de esa zorra. No veía el momento de que pagara por todo. Esperaba de todo corazón que esa cinta sirviera de algo.
A media mañana, Rose y Emily llegaron con los niños. Ya me estaba empezando a preguntar donde se meterían Rachel, Paul y Jared, sabía que nos vigilaban y que estaban cerca, pero debía reconocer que eran buenos. Como policía que soy, estoy acostumbrado a morder o descubrir a los que me vigilan, pero con estos… Parecían lobos persiguiendo a su presa.
Me había prometido a mi mismo que nadie vería esa casa antes que mi Bella, pero ahora y debido a la petición de mi niña a la que no me pude negar, iba a llevar allí no solo a Gaby sino a mis sobrinos. Como Emily tenía que venir de todos modos con nosotros y tampoco íbamos a dejar sola a Rose, pues nos fuimos de excursión todos los Swan, como siempre había sido. Seguro que a mi Bella no le iba a importar y yo estaba deseoso de mostrarla al mundo, eso era una verdad. Quizás mi postura anterior era una excusa más para no reconocer lo asustado, asqueado y mal que estaba. Esa casa era mi refugio, mi lugar secreto a donde iba a relajarme. En donde había creado un mundo ideal en donde solo estábamos mi Bella y yo.
Tenía que agradecer a Charlie y a Renée entre otras muchas cosas el hecho de que hubieran respetado mi herencia. Hubo momentos en que necesitaron dinero pero jamás se plantearon por un segundo vender mi casa. Salimos de los apuros juntos al estilo Swan. Gracias a eso ahora yo iba a poder compartir mi herencia con la mujer que más quería. Rose iba un poco triste pues Aro se había apoderado de su casa nada mas acogerla y la utilizaba para sus chanchullos.
—Mira, este es el salón principal y por allí se va a la cocina –expliqué a mi niña cuando llegamos—, ¿te gusta?
—Es preciosa papi —contestó entusiasmada.
—Ahora te voy a llevar a un lugar que seguro te encantará. Es una especie de cuarto de juegos, en donde podrás jugar, podremos ver la tele todos juntos, cenar y comer allí si queremos. Mira —dije abriendo una puerta—, ¿qué te parece?
—¡Hala! – dijeron los tres niños a la vea—. Es más grande que la nuestra –exclamaron Peter y Tony.
—Tendremos que comprar una tele muy grande y un DVD, yo tengo mucha pelis papi –no había querido comprar ningún aparato de estos hasta no venirnos a vivir definitivamente. Este tipo de aparatos se renovaban mucho y lo que hoy era lo más moderno mañana ya estaba anticuado y había sido sustituido por alguna novedad. Y yo quería que Bella tuviera lo mejor. Lo mismo pasaba con los ordenadores. Había habilitado una habitación como despacho y harían falta por lo menos un ordenador o dos.
—Bueno, pues ya tenemos algo que hacer, ¿no crees?
—Sí papi —dijo mi niña mirando a Rose—, qué pena que la tía Alice no esté –añadió y yo me eche a reír.
—Y, por último —dije saliendo del cuarto y comenzando a subir las escaleras–, esta será tu habitación. Cuando la monté eras un bebé y ahora creo que tendremos que sustituir la cuna por una cama muy grande, de princesa.
—Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii es genial –chilló entusiasmada.
Después de pasar un buen rato inspeccionando toda la casa, salimos de allí y nos encaminamos a casa de Ángela. De pronto, Tanya apareció de no se sabe dónde y ni que decir tiene que nos acompaño sin ser invitada, menos mal que Ángela es un sol de mujer y no dijo nada al respecto. Me alegré un montón de poder retomar la amistad con mi viejo amigo Ben Cheney. Estuvimos charlando de todo un poco, como si no hubiera pasado nada entre nosotros.
Cuando terminamos de comer Emmett y yo volvimos al trabajo y Ben a su tienda de comestibles que había heredado de su familia. Las mujeres se quedaron hablando y Tanya, bueno yo que sé donde se metió Tanya, y si soy sincero tampoco me importaba, hasta una hora después. Emmett y yo hablábamos de nuestros hijos y de cómo teníamos que procurar no decir nada delante de ellos, mi padre nos miraba y escuchaba divertido, cuando de repente…