DISCLAIMER: Ninguno de los personajes
que aparecen en esta historia me pertenecen son propiedad exclusiva de S.
Meyer.
Capitulo 21: Luna de Miel y las
diversas funciones de un helado.
Edward Pov
A pesar de que íbamos cómodamente instalados en primera
clase, las excesivas horas de vuelo ya estaban causando los consabidos
estragos, piernas entumecidas, dolor de espaldas. Pero todo eso me daba igual,
totalmente igual, el mundo se podía caer a pedazos y yo seguiría siendo el
hombre más feliz del mundo, aquel que había tenido la suerte de conseguir el
amor de Bella Swan, tan solo por eso me consideraba un simple mortal afortunado
por el simple hecho de tener a esa mujer dormida entre mis brazos. Sí, definitivamente
el mundo se podría caer a pedazos porque yo moriría feliz con Bella Swan, ahora
Bella Cullen, entre mis brazos.
Con un suspiro de alivio escuché por la megafonía del avión
que estábamos cerca del Aeropuerto Internacional Eleftherios Venizelos y
tomaríamos tierra en unos minutos por lo que teníamos que abrocharnos los
cinturones. Me dediqué a despertar a mi esposa con besos en sus mejillas y
boca, susurrándole al oído las palabras que a ella le gustaba escuchar cuando
despertaba.
—Ya estamos en Grecia mi amor –le dije con una sonrisa, su
sonrisa, cuando ella me miro con ojitos somnolientos –tienes que abrocharte el
cinturón cariño, deja que yo te ayudo.
—Estoy totalmente entumecida, no sé cómo voy a poder
moverme.
—Bueno…a mí se me ocurre una manera –le dije levantando las
cejas de modo sugerente.
—Ummmmm, ¿qué sugieres Cullen?
—Cuando lleguemos al hotel, nos podríamos dar una larga y
relajante ducha –le dije— después nos esperan la Acrópolis y el Partenón.
—La verdad es que no puedo esperar a verlos, es el sueño de
mi vida, muchas gracias Edward me hace mucha ilusión.
—Solo pretendo hacerte feliz amor.
—Con tu sola presencia a mi lado ya lo soy.
La voz de la azafata que nos ordenaba abrocharnos los
cinturones nos sacó de la burbuja en donde, como era habitual, nos habíamos
metido. Después de un aterrizaje correcto y sin problemas, recogimos nuestras
maletas y salimos a conquistar la capital de Grecia. Lo primero, localizar un
taxi para que nos llevara al Meliá Athens en donde habíamos reservado la Suite
Nupcial. Nada más entrar por la puerta de la habitación, la cerré, tomé a Bella
entre mis brazos empujándola contra ésta y empecé a besarla con pasión. Mis
manos no podían estarse quietas y empezaron a vagar por todo su cuerpo con
avaricia y ella, naturalmente, no se quedaba atrás. Cuando nuestras ropas
acabaron esparcidas por toda la habitación lentamente la fui empujando sin
dejar de besarla hasta el cuarto de baño en donde, con mis labios pegados a su
boca, comencé la labor de abrir el grifo del agua. Entramos a la ducha en donde
nos dimos un largo, refrescante y relajante baño que nos desentumeció los
músculos del cuerpo y los puso en forma mientras que nosotros jugábamos a
amarnos. Y qué manera de jugar, pareciera que tuviésemos los minutos contados y
que el mañana jamás llegaría y que solo tuviéramos el aquí y el ahora para dar
rienda suelta a nuestro amor.
Después de tomar el tentempié que habíamos pedido al
servicio de habitaciones, nos vestimos con ropa cómoda y salimos prestos a conquistar
una ciudad que nos recibía con los brazos abiertos. A Bella le hizo gracia que
hubiera un tranvía así que, resignado por el numerito que podríamos llegar a
formar, subimos a uno que nos llevaba a visitar uno de los restos arqueológicos
más importantes del mundo. El viaje en el tranvía tuvo dos momentos cumbres,
durante la primera parte del trayecto pegué a mi esposa contra una de las
paredes del vehículo para que no perdiera el equilibrio y cayera o se agarrase
a….donde pudiese. Y como siempre pasaba, sucedió lo que estaba destinado a
suceder, el vaivén del tren provocaba una fricción de mi sexo contra el suyo
provocando el despertar instantáneo de mi miembro el cual se levantó pidiendo
guerra. El tranvía frenaba y Bella se iba hacia la izquierda, el tranvía
arrancaba y Bella se iba hacia la derecha y mi miembro erguido y atento seguía
con mucho interés todos sus movimientos, conclusión mis pantalones empezaron a
hacerse cada vez más y más pequeños aprisionando esa zona que pedía a gritos su
libertad. En cierto modo no lo entendía ya que la manera de frenar y de
arrancar de los tranvías era más suave que la de los autobuses o el metro por
lo tanto…o lo hacía aposta para excitarme o…mi mujer era el colmo de la
torpeza. Pero fuera la razón que fuera a mi me encantaba y no digamos a mi
erección. Al final, por fin un asiento quedo libre y mi esposa se lanzó hacia
él como siempre, como aquella que se lanza a tocar las partes nobles de ese
stripper que te tiene con las hormonas revolucionadas con tanto baile. A ver Cullen ¿qué pensamiento es ese?, aquí
el único stripper de esta mujer tienes que ser tu.
Por fin conseguimos llegar a nuestro destino donde una
Acrópolis tan antigua como el continente en el que estábamos nos recibía
majestuosa y erguida.
Atenas es una ciudad con una gran riqueza en monumentos y
restos arqueológicos, todos ellos situados en el centro de la ciudad: la
Acrópolis, El Ágora antigua, el Ágora romana, el Cerámico y el templo del Zeus
Olímpico. En primer lugar visitamos la Acrópolis pues a mi esposa parecía que
le habían salido alas en los zapatos cual Dios Hermes y esas alas la llevaban
hacia allí. Me costó un poco seguirle los pasos pero una tarea más ardua fue ir
sujetándola para impedir que cayera de todas la veces que tropezó con cualquier
minúsculo obstáculo que hubiese en el camino, pues el monumento en cuestión
está situado en lo alto de una cima que, en circunstancias normales, seria
cansado y difícil de subir pero con mi Bella y sus prisas hicimos la ascensión
en pocos minutos. Pero mientras ella llegaba con unas energías fruto del
inmenso estado de excitación por ver aquello, yo llegué con el fuelle oxidado y
antes que mis pulmones ya que estos se habían quedado descansando en alguna
parte del camino. Pero cuando vi ante mí la inmensa y majestosa estructura me
di cuenta de que todo el esfuerzo merecía la pena.
Todas las ciudades griegas cuentan con su respectiva
Acrópolis pero sin duda alguna la de Atenas es la más representativa. Al entrar
en los propileos yo me sentí, y supongo que Bella igual, como si de repente el
tiempo hubiera retrocedido a la época en que los griegos eran los amos del
mundo. Al lado derecho y frontal se encuentra el templo de Atenea Nike y a su
derecha se encontraba el fabuloso Partenón o templo de Atenea paternos (la
virgen), un templo construido para esta Diosa tan guerrera como la mujer que
tenía al lado y que forma parte del complejo de la Acrópolis. Lo cierto es que
encontrarse de repente en un sitio así deja sin palabras a todo el mundo y eso es
lo que había entre todas las personas que estábamos allí contemplando todos
esos siglos de historia, silencio, un silencio reverente ante la majestuosidad
y la belleza de todo lo que estábamos viendo. Bella iba extasiada observando
todo con sus hermosos ojos chocolates muy abiertos. Yo iba tomando fotografías
de todo mientras mi esposa posaba muy animada junto a las Cariátides que
sostenían la tribuna del Erecteión, o la maravillosa estatua de la diosa
Atenea, realizada por Fidias, o en el santuario de Artemisa. El problema era
que, como era costumbre en ella, no miraba por donde iba y en su vagar de un
lado a otro se iba tropezando con cada bicho viviente, columna o estatua que
encontraba a su paso, y yo como siempre me pasa con mi mujer, no llegaba juro que
lo intentaba pero no llegaba. Bella en ese sentido es como la vida misma,
impredecible y cuando pensaba que el coscorrón se lo iba a dar contra una
columna, ella para llevarme la contraria se lo daba contra alguna que otra
estatua. Hasta las cariátides sufrieron las consecuencias de su torpeza y su
hermoso trasero quedó posado en el suelo del Partenón cuando metió el pie en un
agujero y al perder el equilibrio cayó sentada sobre éste.
—Al menos podrías haberte dado más prisa –me dijo
levantándome visiblemente avergonzada— ¿es que no veías que iba a caer?,
también podrías haber estado más cerca, vamos digo yo –y yo me callé la boca
ayudándola a levantar, cuando Bella se ponía en ese tono era mejor callar
porque hicieras lo que hicieras y dijeras lo que dijeras ella siempre llevaba
la razón. Mi experiencia de muchos años me mandaba mantenerme en silencio ya
que mis diablos eran iguales que ella.
Por último visitamos el teatro de Dionisos testigo de las
representaciones de los tres dramaturgos griegos por excelencia Sófocles,
Aristofánes y Esquilo. Pasamos buena parte de la mañana contemplando extasiados
todas las maravillas que se desplegaban a nuestro paso y yo con el trabajo
extra de vigilar cual buitre al acecho por donde andaba mi esposa.
Comimos unos bocadillos, preparados por el hotel a petición
nuestra y que llevamos en una mochila, sentados sobre el suelo de aquel mítico
y antiquísimo paisaje. Después nos fuimos a ver el Ágora, centro de la vida
social, comercial y política de Atenas. Un sitio en donde se discutían temas de
todo tipo y en donde los ciudadanos libres podían acudir a hablar libremente y
exponer sus opiniones. Pasamos un buen rato viéndolo todo y tomándonos muchas
fotografías, posando en todos los puntos clave como la Puerta Sagrada o Puerta
de Dipylon, sin olvidarnos de la Vía Panatenaica por donde se entraba al Ágora.
Yo con tan solo ver la cara que Bella llevaba absorbiendo todo lo que veía me
daba más que satisfecho de estar ahí y me felicitaba a mi mismo por haberle
dado ese llamémosle regalo de bodas.
Pasamos varios días en Atenas visitando tanto la ciudad
antigua como la moderna ya que no nos podíamos perder de ver la Catedral
Metropolitana de Atenas o los barrios de Psiri, donde se encuentra el complejo
arqueológico del Cerámico, Thissio y Gazi situados cerca de la Acrópolis y el
Ágora. Tampoco podíamos dejar de ver el Complejo Olímpico construido para los
juegos que se celebraron allí en 2004. Como tampoco podíamos dejar de admirar
las universidades y las distintas construcciones neoclásicas y modernistas.
Pasamos unos días maravillosos caminando y disfrutando por aquella ciudad cuna
de toda la civilización europea, disfrutamos de sus monumentos, de su gente, de
su música y de su gastronomía. El idioma fue nuestro principal impedimento pues
ninguno de los dos sabíamos griego pero nos entendimos muy bien utilizando un
lenguaje universal y único, el de la mímica. Durante el día paseábamos y
conocíamos la ciudad y por la noche disfrutábamos de nuestros cuerpos arropados
por el ambiente romántico, mágico y casi mítico en nuestra preciosa habitación
del hotel. Días maravillosos que nos tocaba dejar atrás para continuar nuestro
viaje por otras ciudades e islas griegas. Fue así que visitamos Tesalónica o El
Pireo, Tesalia y Macedonia de donde no podíamos irnos sin conocer el famoso
Monte Olimpo, convertido en una reserva natural desde 1938 y, según la
mitología griega, morada y casa de todos los dioses. Y naturalmente hicimos los
correspondientes circuitos por alguna de las Islas griegas más famosas. Y fue
así que llegamos al final de la primera etapa de nuestro viaje. Esa noche nos
encontrábamos cenando y disfrutando de nuestra última noche allí en una típica
taberna griega.
—Muchas gracias Edward, gracias por brindarme la oportunidad
de conocer toda esta maravilla.
—De nada amor, siempre procurare darte todo lo que pueda y
mis medios me permitan ya lo sabes.
—Yo solo necesito que me ames, con eso ya tengo bastante.
—Lo sé y lo hago, no sabes cómo lo hago –le dije atrapando
mis labios con los suyos en un beso tierno y corto ya que estábamos en un sitio
público y no era plan de que mi erección comenzase como siempre a gobernar al
resto de mi cuerpo. Un camarero se acercó en ese momento y nos preguntó, en
griego naturalmente, que íbamos a pedir. Yo le dejé la misión a Bella ya que
era una experta en hacerse entender. Bella cogió al camarero de la chaqueta que
llevaba y señalando un nombre en la carta dijo…
—De estos dos –pero como el camarero no había entendido ni
papa, puso dos dedos justo en su cara como si estuviera haciendo el símbolo de
la victoria dándole a entender al buen hombre que queríamos dos moussakas. El
problema vino a la hora de pedir las bebidas, pero mi Bella tiene recursos para
todo y levantándose de la silla, cogió al camarero de la manga de la chaqueta y
se lo llevó a la mesa de al lado donde agarró la botella de vino que estaban
degustando los pobres integrantes de la susodicha mesa…
—De esta de aquí una –dijo señalando el uno con su dedo. A
estas alturas el camarero se había cansado de intentar en vano meter alguna
palabra aunque solo fuera de canto, gesticular y hacer aspavientos con la mano
y, resignado, la dejaba hacer. Yo tenía una ligera idea de lo que el pobre
hombre quería decirle, pero Bella cuando se ponía, se ponía y le hacía la
competencia a una pila de esas de larga duración. La verdad es que yo me lo
estaba pasando pipa. En un momento que Bella, extrañamente, cerró la boca al
ver la expresión del hombre…
—Vamos a ver señorita, usted lo que quiere es que le traiga
dos moussakas y una botella de vino de esta misma marca ¿no es así?
—Esto…yo...—balbuceó mirando al camarero como si a este le
hubiesen salido cuernos, rabo y tres ojos más ¿si sabe usted mi idioma porque
no lo dijo?—preguntó desafiando al hombre con la mirada.
—Perdón señorita…
—Señora si no le importa –¡bravo! y hace escasamente unos
meses se enfadaba porque la llamasen señora y en el autobús la cediesen el
asiento ¿entenderé yo del todo alguna vez a esta mujer?
—Bueno pues perdón señora pero es que intentaba decírselo y
usted no me dejaba, lo siento.
—Está bien no pasa nada tráiganos lo que hemos pedido por
favor. Vi como regresaba a sentarse a la mesa con el ceño aun fruncido y los
brazos cruzados sobre su pecho, al ver mi expresión risueña se me quedó mirando
enfurruñada
—¿Te estás burlando de mi?, porque la próxima vez haces tú
el numerito.
—No mi amor yo nunca podría burlarme de ti, me parece
divertida la situación nada más.
—Pues la próxima vez preguntamos si speaking o no speaking
nuestro idioma que quede claro –y yo me eche a reír ante la contundencia de sus
palabras. Lo cierto es que en los lugares más concurridos y turísticos era
lógico que supieran por lo menos el inglés, idioma que se consideraba universal,
pero a nosotros nos encantaba perdernos por la ciudad y comer o cenar en sitios
digamos…menos turísticos.
Después de cenar regresamos al hotel ya que había que
despedirse como es debido de este magnífico país pues mañana partíamos hacia
Egipto. Mientras estábamos fuera había mandado que decoraran la habitación con
un ambiente romántico, llena de flores y velas de distintos olores. Eso es lo
que nos encontramos nada más abrir la puerta, una alfombra preciosa formada por
pétalos de flores de todos los colores imaginables que conformaban un camino
directo desde el salón hasta el dormitorio. Bella entró en la estancia con la
boca abierta, la habitación era ya de por sí muy bella y romántica con una
decoración típicamente mediterránea mezclada con el ambiente típico de las
islas donde estábamos, y si a eso le sumamos el aire romántico creado por las
velas y las flores, la escena era prácticamente irreal. Bella entro en la
estancia sorprendida y con la boca y los ojos totalmente abiertos. Yo me puse
detrás de ella y empecé a quitarle el pequeño chal que llevaba para protegerse
de la brisa procedente del mar. Mientras se lo iba quitando, aproveché para ir
arañando suavemente cada pedazo de piel expuesta al tiempo que iba dejando
besos húmedos allá por donde mis uñas pasaban. Bella empezó a gemir tan solo
con ese toque y se apretó más contra mi espalda. Mi erección ya estaba dando
señales de vida y se pegaba contra su trasero demandando toda la atención pero
tendría que esperar un poco más. Cuando ya el chal estuvo fuera y colocado en
el suelo de la habitación, le di la vuelta enfrentándola a mí y empecé a bajar
la cremallera de su vestido poco a poco, dejando que mi dedos rozaran su
espalda. Bella apoyo su cabeza en mi pecho y empezó a moverse sugestivamente contra
mi pene, el cual dio un respingo de alegría al notarlo. Se separó un poco de mi
y empezó a desabrocharme lo botones de la camisa, dejando suaves besos allí
donde el botón dejaba mi pecho al descubierto y yo empecé a gemir al mismo
ritmo que ella. Después dirigió su mano hacia abajo y tomando mi pene con sus
manos por encima de los pantalones empezó a apretarlo de forma suave pero
firme, subió hasta la cremallera de mis jeans y los desabrocho bajándolos junto
con el bóxer dejando en libertad esa zona de mi cuerpo que siempre clamaba por
su atención. Yo no había perdido el tiempo y ya su sujetador y braguitas hacia
compañía al resto de la ropa. Empecé a andar dándole suaves empujones para
hacerla marchar de espaldas y así llegamos a la cama donde la tumbé con
suavidad y reverencia. Con igual adoración empecé a besar todas y cada una de
las partes de su cuerpo mientras ella se retorcía y gemía ante mis atenciones.
Tomé un bote grande de yogurt griego que había en la mesilla, justo donde había
pedido que me lo dejaran. Esparcí por todo su cuerpo el yogurt y empecé a
comerlo directamente de ella. De vez en cuando me dirigía hacia su boca y le
hacía degustar directamente de la mía el postre típico griego cuyo sabor se
mezclaba con el nuestro y ella me recibía gustosa entre gemidos y gemidos de
placer. Me detuve como siempre en sus pezones los cuales lamí, chupé y
mordisqueé a placer hasta que no quedó un solo resto de yogurt en ellos. Bajé
hasta su ombligo en donde introduje mi lengua y empecé a hacer círculos con
ella para succionar todo lo que había quedado dentro de ese orificio. Pasados
unos minutos llegué hasta su clítoris en donde hice la misma operación bebiendo
de su suave néctar mezclado con el del delicioso postre que había vuelto a
esparcir por toda esa zona. Después introduje mi lengua en su cavidad. Bella me
tenia cogido por el cabello y apretaba mi cabeza hacia ella para lograr más
fricción y yo gustoso la complacía. Cuando vi que sus paredes aprisionaban mi
lengua, salí de ella, le di la vuelta dejándola boca abajo sobre la cama y fui
esparciendo en su espalda, culo y piernas el resto del bote. Me subí sobe ella
y empecé a besarla y mordisquearla llevando conmigo cualquier resto del
pegajoso alimento que estaba untado sobre ella. Primero fue su nuca, luego su
espalda hasta llegar a sus nalgas las cuales bese y adoré metiendo la lengua en
su ano, el cual había untado de yogurt previamente con mi dedo, de esa manera
penetré por primera vez en ese otro santuario que tambien era mío. Bella pegó
un respingo al sentirlo pero lejos de decir algo me dejo hacer al tiempo que
sus gemidos se hicieron más audibles. La levanté un poco para poder introducir
una de mis manos por debajo y llegué hasta su clítoris, el cual acaricié y
pellizque al mismo ritmo que mi lengua entraba y salía de su ano. Bella se pegó
mas a mi mano frotándose contra ella y con un grito desgarrador noté como me
regaba con sus líquidos. No le dio tiempo a recuperarse del todo ya que sin
previo aviso saqué mi mano de su clítoris y me introduje en ella de un solo
empellón. La incorporé de la cama para dejarla sentada a horcajadas encima de
mí con su espalda pegada a mi pecho y en esta posición empezamos a movernos al
ritmo que nuestra necesidad nos marcaba, primero lentamente, luego un poco más
deprisa hasta que la embestidas, las caricias que le daba en sus pechos y
clítoris y su frotamientos se hicieron violentos haciéndonos estallar en un
orgasmo devastador.
No tuve tiempo siquiera de recuperar un poco mi respiración
cuando mi esposa se había subido encima de mí y me besaba por todo el cuerpo
tal y como yo había hecho con ella. Cuando llegó a mí ya más que dispuesta
erección tomó el bote para untarla con el resto de yogurt pero cuál fue su
sorpresa y su cara de decepción cuando vio que no quedaba.
—Esta me la pagas Cullen, no te vas a librar de que coma
directamente de ti algún rico postre egipcio, dicen que el café es excelente y
muy, muy espeso.
–Estoy deseando probarlo amor –pero no me dio tiempo a decir
más pues se introdujo de un golpe dentro de mí y empezó a cabalgarme como solo
ella sabía hacerlo.
Tras un nuevo y agotador orgasmo, separamos como pudimos
nuestros pegajosos cuerpos y nos encaminamos a la ducha donde tras una nueva
sesión de besos, caricias y sexo arrollador, conseguimos hacer el uso habitual
al cual la ducha estaba destinada.
—Va a ser un viaje un poco pesado –le dije una vez que
estábamos cómodamente instalados en el avión que nos llevaría a Egipto.
—Me temo que me van a entrar ganas de hacer pis muchas veces
–me contestó mirándome con picardía. Y la entraron vaya que si la entraron, no
sé cuantas veces acabamos haciendo el amor el ese cubículo reducido ante la
atenta y sospechosa mirada de una azafata que, ya entrada en años, nos miraba
con desaprobación.
La noche egipcia nos recibió al llegar con un fuerte y
caluroso abrazo. Situado en el extremo noreste de África, Egipto es un país de
Oriente próximo famoso por su civilización antigua, sus monumentos, las
pirámides y la gran Esfinge. Como siempre lo primero que hicimos fue tomar un
taxi para que nos llevase al hotel que habíamos reservado. Si el griego ya nos
era difícil, no digamos esa lengua árabe pero Bella como siempre tan apañada le
sacó al conductor una propaganda del hotel y se la metió por las narices,
señalando con fuerza el papel para que el buen hombre entendiera que queríamos
ir allí. Azotaba el papel con tanta fuerza que al levantar el brazo le metía al
pobre señor el codo por la boca pero ella ni se inmutaba, a eso hay que añadir
que no solo le hablaba le gritaba, literalmente hablando le gritaba. Yo estuve
a punto de decirle que era extranjero no sordo, pero me abstuve, una vez más me
abstuve, llámenme cobarde pero me abstuve. A la vez que le gritaba al pobre
hombre que deseábamos ir a ese hotel, un sinfín de protestas y maldiciones
salían de su boca porque según ella para ser taxista debería ser obligatorio
hablar por lo menos el inglés. Yo no estaba muy de acuerdo, pero de nuevo
callé.
Después de muchas complicaciones conseguimos llegar al Cairo
Marriots Hotel en donde de nuevo habíamos reservado la suite nupcial. Preciosa,
era imposible describir tanta belleza, decorada muy al estilo del ambiente
imperante en esas tierras, la habitación tenía un aire exótico que nos
transporto a una tienda de campaña instalada en medio del gran desierto de
Sahara. Un enorme jarrón con flores nos estaba esperando en el recibidor de la
lujosa habitación junto a una cesta con frutas del país a cada cual más exótica
y mi mente calenturienta se imaginó comiéndolas encima del cuerpo de mi esposa.
Y parece que ella empezó a pensar lo mismo ya que mirándome pícaramente agarró
la cesta con la mano y salió corriendo en dirección a la habitación en donde
una vez más nos quedaos impresionados con tanta belleza. Un sinfín de cojines
de estilo árabe adornaba la inmensa cama que presidia la estancia.
Después de pedir al servicio de habitaciones que nos
subiesen la cena, al final nos terminamos dando un festín con las frutas de la
cesta, valla si nos lo dimos. Nuestros cuerpos pegajosos y saciados acabaron de
nuevo en una bañera inmensa que hacía a su vez las veces de jacuzzi. Nos
quedamos medio dormidos dentro de ella hasta que la frialdad del agua hizo que
me despertara. Cogí en brazos a mi mujer y la llevé hasta la cama donde
dormimos como dos bebés durante toda la noche.
Al día siguiente vestidos con ropa cómoda nos dispusimos a
visitar uno de los monumentos más famosas de Egipto. Situada a unos veinte
kilómetros del El Cairo la Necrópolis de Menfis se alza majestuosa en la meseta
del mismo nombre. Con el mismo respeto y adoración con que Bella disfrutó de la
Acrópolis disfrutaba ahora de esta maravilla del mundo, porque en verdad era
una autentica maravilla. Visitamos las pirámides de Keops, Kefren y Micerinos
con un silencio, una reverencia y una emoción contenidas teniendo siempre en
cuenta que el fin inicial de estas magnificas construcciones eran ni más ni
menos que dar sepultura a los faraones de la cuarta dinastía. Era imposible
verlo todo en un mismo día, no en vano la construcción abarca 160 kilómetros.
Estuvimos por lo tanto varios días disfrutando de ese viaje al pasado y tomando
muchas fotografías de todo, mientras Bella como siempre se iba tropezando
extasiada con cada piedra o montículo que se encontraba.
No podíamos olvidarnos por supuesto de visitar la Gran
Esfinge de Guiza situada en la ribera occidental del río Nilo formando también
parte de esta gran necrópolis. La escultura mide así como veinte metros y por
eso me fue muy difícil fotografiarla entera pero lo conseguí, vaya si lo
conseguí.
Durante todos esos días en que estuvimos por allí, la ciudad
de Guiza nos acogió con gusto y perdidos por esas calles típicas del país,
degustamos y saboreamos los platos típicos egipcios.
Visitamos también el famoso museo de El Cairo donde se
encuentra el fabuloso tesoro de Tutankamón y fuimos a Luxor, Karnak, el Valle
de los Reyes y luego nos desplazamos hacia la costa del Mar Rojo, hacia la
península del Sinaí. Fue un precioso viaje de ensueño que como todo lo bueno tiene
que acabar y ahora nos encontrábamos disfrutando de un delicioso puré de
berenjenas con ajo y unas albóndigas de cordero en uno de los restaurantes
típicos del Sinaí lugar donde terminaba nuestro viaje. Cuando llegamos a la
habitación del hotel, Bella cumplió su promesa y regó todo mi cuerpo de zahib
una bebida considerada bebida de dioses. El zahib tiene un alto contenido de
alcohol por lo que Bella después de lamer y beber mi semen mezclado con ese
néctar, se sumergió un estado tal de embriaguez que hizo cosas con mi cuerpo
que jamás, pensé que nadie pudiese hacer. Regó toda mi enorme erección con el
liquido elemento y se la tragó por entera, mordiéndola, saboreándola,
degustándola, arrancándome gritos y gemidos de placer hasta que un orgasmo tan
potente como lo era la lujuria en sí provocada por la embriaguez del alcohol y
todo el amor que le profesaba, arrasó con todo mi sistema nervioso. Por
supuesto yo aturdido por su belleza, por la bebida, por su olor a mujer y a
sexo, le devolví el favor bebiendo el delicioso zahib directamente de su
centro, de sus pechos, de su ano, de su ombligo, y en general de todas y cada
una de las partes en donde el líquido se instalaba. La penetré lenta y
amorosamente, mientras nos movíamos cada vez un poco mas deprisa, nos quedamos
mirando a los ojos diciéndonos con ellos lo mucho que nos amábamos, lo mucho
que habíamos disfrutado de este viaje. Cuando el orgasmo nos envolvió nos
prometimos amor eterno y una vida llena de dicha y felicidad.
A primera hora de la mañana cogíamos de nuevo un avión que
nos llevaría al otro extremo del mundo, a Chicago en donde íbamos a pasar unos
días antes de incorporarnos a nuestros trabajos.
Esme y Carlisle nos estaban esperando en el aeropuerto de
Washington pues habíamos quedado allí con ellos.
—¿Qué tal hijos? –nos abrazó Esme tan maternal como siempre.
—Maravilloso ha sido totalmente maravilloso.
—Igual que nosotros –dijo mi padre saludándonos a su vez.
Después de tomar un tentempié en la cafetería del aeropuerto
nos embarcamos con rumbo a Chicago y fue una experiencia aterradora. No es lo
mismo imaginarse a tus padres, teniendo relaciones sexuales que saber a ciencia
cierta que estaban encerrados en el servicio del avión haciéndose miembros de
honor del club de las alturas, claro que antes nosotros también habíamos pasado
por ahí. No sé si era la emoción del peligro o que el deseo que sentía por
Bella era inmenso, pero necesitaba estar sumergido en su cuerpo a cada segundo,
ella era mi oasis, el lugar a donde regresaba tras un largo viaje por el
desierto y nunca mejor dicho ya que regresamos de allí.
En Chicago nos esperaban los diablos, mis tíos, Chelsea,
Carlos, Rose, Rossie, Emmett y los padres de Bella. Estos siete últimos habían
viajado hasta allí para compartir esos días con nosotros. Las mujeres de la
familia Vulturi/Cullen/Swan nos recibieron como era costumbre en ellas, dando
voces, pegando saltos, haciendo un corro y escandalizando al personal. Un niño
empezó a llorar a la izquierda mientras que por la derecha venia el consabido
guardia directo como siempre hacia Esme.
—Señorita…—Señora sino le importa –contesto muy ofendida y
mostrando su alianza. ¡Bravo! por ella, otra que hacía dos meses reclamaba su
estatus de soltera y ahora se enfadaba ¿alguien las entendía?, desde luego una
mujer era uno de los secretos mejor guardados de la humanidad.
—Y nosotras también somos señoras –dijo Rose muy seria
señalándose a ella misma, a Bella, a Renée, a Chelsea, a Kate y a Sulpicia. Mi
tío Aro se sujetaba de los hombros de Garrett muerto de la risa, mientras que
Carlos y el jefe Swan no sabían dónde colocarse. Carlisle y yo observábamos la
escena con una sonrisa en los labios.
—Bueno pues señoras…
—Pero nosotras dos si somos señoritas que conste, somos las
dos únicas que quedamos pero, muy a nuestro pesar, seguimos siendo señoritas
–dijo Alice muy seria cogiendo del brazo a Irina y mirando ceñuda a Jasper y a
Laurent que no sabían si reír o estar serios.
—Y yo soy una niña ¿es que no lo ves? –hala la pequeñaja
también tenía que intervenir. Los genes que hacían de las suyas.
—Señoras, señoritas, caballeros, niña…da igual, lo que
quería decirles es que…ufff déjenlo, circulen por favor –terminó diciendo el
guarda de seguridad totalmente desesperado.
Y con esa enorme habilidad de todas ellas para evitar las
broncas policiales salimos de aquel aeropuerto rumbo a la mansión Cullen.
Estuvimos cenando en la gran casa entre risas, bromas y chistes. Les contamos
de nuestro viaje y escuchamos el de Esme y Carlisle. En un momento determinado
en que las mujeres se sentaron juntas y empezaron a hablar en un aparte pero a
voz en grito, salió a relucir el yogurt griego y el zahib al tiempo que Esme
nos hablaba de no sé que tipo de helado y demás delicias típicas del lugar
donde habían estado. Nos tocó entonces el turno a Carlisle y a mí de mirar
hacia otro lado ya que Bella le dijo muy seria a Esme que eso del helado ella
tendría que probarlo.
La cena terminó y cada mochuelo se fue hacia su olivo a
excepción de Rose, la niña, Emmett, Charlie y Renée que se quedaron a dormir en
la mansión. A eso de las tres de la mañana el sonido del móvil anunciado un
mensaje entrante nos despertó ya que Bella lo tenía programado para que
insistiese si no lo cogía a la primera. El mensaje era de lo más extraño:
Jasper y yo hemos
discutido porque me quiero casar y el dice que es muy pronto, estoy embarazada.
Jasper se ha enfadado acusándome de presionarle con un bebé y se ha marchado de
casa. Por favor venid, me encuentro muy mal. Alice
Bella salto de la cama como un resorte al tiempo que la
puerta de nuestra habitación era golpeada estruendosamente. Las demás mujeres
también habían escuchado el mensaje y de pronto una enorme tormenta estalló
entre las paredes de esa enorme casa. Los siguientes minutos fueron de un
estrés impresionante, nuestras mujeres iban y venían por toda la casa dando órdenes,
gritando y hablando por el móvil con las demás que habían recibido el mismo
mensaje. Nosotros nos reunimos en la cocina con cara de circunstancias, sin
entender nada y somnolientos. Bella entró en ella y nos dejo con la boca
abierta.
—Esme ¿hay helado suficiente o llamo a que lleven algo las
demás?, ya sabes que somos muchas y lo vamos a necesitar.
—No sé cuanto quedará, míralo si haces del favor, de todos
modos ya llamo yo a Sulpicia, tu llama a Kate.
Bella entonces rebuscó en el congelador y sacó lo menos tres
o cuatro botes grandes de helado y los metió en una bolsa de estas que
conservaban el frió y los alimentos congelados ante nuestra mirada estupefacta.
Cogió el móvil y habló con Kate.
—Kate, mira a ver el helado que aquí solo hay cuatro botes
–dijo saliendo a toda prisa de la cocina.
Y entre unas cosas y otras las cuatro desparecieron por la
puerta de la mansión dejándonos anonadados. Mi padre hizo entonces la pregunta
del millón.
—¿Alguien sabe la función tan primordial del helado en los
momentos de crisis de las mujeres? –preguntó y yo le respondí encogiéndome de
hombros.
—Yo llevo años intentando averiguarlo –aseguró Emmett muy
serio.
—Yo llevo unos cuantos más que tu y creo que me iré a la
tumba sin saberlo –dijo Charlie.
—Si es uno de los grandes misterios de la humanidad, mas
grande aun que la razón de los ejem, los
aja, los asiques, y los silencios estruendosos —dijo de nuevo Emmett con
cara de resignación.
-Y lo peor de todo es cuando al tiempo que se inflan de
helado, se ponen a llorar como magdalenas viendo alguna de esos dramones
románticos y soporíferos, afirmando que nadie las comprende -añadió Charlie.
—¿Y qué me dices cuando una quiere ir al lavabo y al final
van todas juntas?, luego uno tiene que acabar yendo a por ellas porque se
olvidad de regresar -volvió a decir Emmett.
—Ese es otro gran enigma.
—Y hablando de enigmas no concibo que Jasper se haya
comportado así ¿alguien lo entiende?, si está loco por mi hija.
—Yo le he intentado llamar dos veces pero no coge el móvil,
aparece fuera de cobertura –dije yo —siempre lo desconectan para dormir –añadí
–a lo mejor se le ha olvidado encenderlo.
—O a lo mejor no quiere que lo molesten.
—¿Qué habrá pasado?, que Dios me perdone por lo que voy a
decir pero Alice a veces es tan...Alice seguro que lo ha sacado de quicio.
—Pero eso no es excusa Edward –dijo mi padre muy enfadado
–él ya sabe cómo es Alice.
Le iba a replicar pero el timbre de la puerta sonó. Me
acerqué a abrir y allí estaban unos somnolientos y confundidos, Aro, Carlos,
Garrett y Laurent.
—He llamado a Jasper y no hay modo de que lo coja —dijo
Garrett.
—Yo también lo he intentado –apuntó Laurent, no lo entiendo
si está loco por ella ¿qué habrá pasado?
Me levanté para preparar café pues pensé que lo íbamos a
necesitar. Por lo menos era más lógico tomarse un café a esas horas que no
atiborrarse de helado, vamos digo yo. Pero de nuevo sonó el timbre.
—Ya voy yo –dijo Carlisle –a lo mejor es Jasper a ver si nos
enteramos de algo.
Pero a los dos segundos la cocina se llenó de las personas
más insospechadas y menos bienvenidas que conocíamos. Detrás de ellas apareció
un confuso Carlisle.
—Nos hemos enterado que estáis solitos y hemos venido a
haceros compañía, dijo Renata quitándose el abrigo y dejándonos ver que debajo
de él no llevaba….¿nada?
Con la boca más abierta que una puerta sin cerrojo nos
quedamos mirando como aquellos engendros de mujer se iban quitando los abrigos
una tras otra quedando completamente desnudas ante nuestros ojos. Junto a mis
dos primas y a mi tía y su poca vergüenza, se encontraban Jane y ¿Maggie?, si
Maggie aquella amiga de mi hermana que me tenía tan harto como la mismísima
Tanya.
—¿Se puede saber que estáis haciendo? –dijo mi tío Aro muy
furioso. Pocas veces mi tío se enfadaba pero cuando lo hacia temblaba hasta el
misterio pues se transformaba completamente de un hombre sencillo y pacifico en
un cruel y sediento vampiro, pero ninguna de ellas se amedrentó.
—Ya os hemos dicho que hemos venido a haceros compañía –dijo
una muy seductora, o al menos eso pretendía, Heidi acercándose a mí y poniendo
su mano en mi erección. Pero ésta solo respondía ante Bella así que permaneció
sin inmutarse quieta y callada mientras que yo con todo el asco del mundo le
quitaba la mano de ahí a la zorra. Pero no lo hice a tiempo ya que una muy
enfurecida Bella entro en ese momento en la habitación seguida de las demás y
un muy confuso y aterrado Jasper. Tomó a Heidi de los pelos tirándola al suelo
y arrastrándola por él hacia la entrada de la casa donde fue empujada hacia la
calle desnuda como estaba con su abrigo encima de ella. Y a pesar de las
circunstancias y del follón que, sin comérnoslo ni bebérnoslo teníamos encima,
mi erección al ver como mi mujer defendía con esa bravura su territorio comenzó
a erguirse dispuesta para la acción. A lo mejor dentro de un rato...cuando se
le pasase el enfado...uffff difícil lo veía yo esta noche. Las demás zorras
siguieron su mismo camino cortesía de las demás mujeres. Mujeres que, muy
enfurecidas, entraron de nuevo en la cocina.
—¿Se pude saber qué coño estaban esas mujeres haciendo aquí?
—¿se puede saber qué diablos hacia Heidi con su asquerosa
mano puesta en tu miembro?, ¿se supone que ahí solo toco yo Cullen?
-Bella...verás...yo...si hubieras mirado bien...
-A callar Cullen, mejor te callas -me ordenó Bella mientras
Irina hacía al mismo tiempo una pregunta importante y crucial.
—¿De quién fue la idea de mandarnos ese falso mensaje para
que acudiéramos en ayuda de Alice mientras aquí montabais la orgía padre?
Pero no nos dio tiempo a contestar tantas preguntas juntas
ya que todos los móviles comenzaron a sonar con un mensaje entrante. Lo cogí y
bien sabe dios que hubiera preferido no cogerlo pero Bella me obligó.
Hola mi amor, sé que
estás en la ciudad, ¿Por qué dejas a la mojigata de tu mujer y te vienes a
casa?, te estoy esperando con un buen baño caliente y totalmente desnuda.
Bianca
En el móvil del todavía sorprendido Jasper rezaba el mismo
mensaje pero esta vez firmado por…María.
Mensajes similares firmados por diferentes mujeres aparecían
en los móviles de los demás
—¿QUE COÑÓ ESTÁ PASANDO AQUÍ? –Bramaron todas a la vez
Y nosotros tragamos en seco pues no teníamos ni idea.
—Chicas sacad el helado que tenemos noche para rato.
Y ya íbamos otra vez con eso.