domingo, 30 de septiembre de 2012

UNA CITA CASI A CIEGAS. CAPÍTULO 21: LUNA DE MIEL Y LAS DIVERSAS FUNCIONES DE UN HELADO



DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia me pertenecen son propiedad exclusiva de S. Meyer.

Capitulo 21: Luna de Miel y las diversas funciones de un helado.

Edward Pov

A pesar de que íbamos cómodamente instalados en primera clase, las excesivas horas de vuelo ya estaban causando los consabidos estragos, piernas entumecidas, dolor de espaldas. Pero todo eso me daba igual, totalmente igual, el mundo se podía caer a pedazos y yo seguiría siendo el hombre más feliz del mundo, aquel que había tenido la suerte de conseguir el amor de Bella Swan, tan solo por eso me consideraba un simple mortal afortunado por el simple hecho de tener a esa mujer dormida entre mis brazos. Sí, definitivamente el mundo se podría caer a pedazos porque yo moriría feliz con Bella Swan, ahora Bella Cullen, entre mis brazos.

Con un suspiro de alivio escuché por la megafonía del avión que estábamos cerca del Aeropuerto Internacional Eleftherios Venizelos y tomaríamos tierra en unos minutos por lo que teníamos que abrocharnos los cinturones. Me dediqué a despertar a mi esposa con besos en sus mejillas y boca, susurrándole al oído las palabras que a ella le gustaba escuchar cuando despertaba.

—Ya estamos en Grecia mi amor –le dije con una sonrisa, su sonrisa, cuando ella me miro con ojitos somnolientos –tienes que abrocharte el cinturón cariño, deja que yo te ayudo.

—Estoy totalmente entumecida, no sé cómo voy a poder moverme.

—Bueno…a mí se me ocurre una manera –le dije levantando las cejas de modo sugerente.

—Ummmmm, ¿qué sugieres Cullen?

—Cuando lleguemos al hotel, nos podríamos dar una larga y relajante ducha –le dije— después nos esperan la Acrópolis y el Partenón.

—La verdad es que no puedo esperar a verlos, es el sueño de mi vida, muchas gracias Edward me hace mucha ilusión.

—Solo pretendo hacerte feliz amor.

—Con tu sola presencia a mi lado ya lo soy.

La voz de la azafata que nos ordenaba abrocharnos los cinturones nos sacó de la burbuja en donde, como era habitual, nos habíamos metido. Después de un aterrizaje correcto y sin problemas, recogimos nuestras maletas y salimos a conquistar la capital de Grecia. Lo primero, localizar un taxi para que nos llevara al Meliá Athens en donde habíamos reservado la Suite Nupcial. Nada más entrar por la puerta de la habitación, la cerré, tomé a Bella entre mis brazos empujándola contra ésta y empecé a besarla con pasión. Mis manos no podían estarse quietas y empezaron a vagar por todo su cuerpo con avaricia y ella, naturalmente, no se quedaba atrás. Cuando nuestras ropas acabaron esparcidas por toda la habitación lentamente la fui empujando sin dejar de besarla hasta el cuarto de baño en donde, con mis labios pegados a su boca, comencé la labor de abrir el grifo del agua. Entramos a la ducha en donde nos dimos un largo, refrescante y relajante baño que nos desentumeció los músculos del cuerpo y los puso en forma mientras que nosotros jugábamos a amarnos. Y qué manera de jugar, pareciera que tuviésemos los minutos contados y que el mañana jamás llegaría y que solo tuviéramos el aquí y el ahora para dar rienda suelta a nuestro amor.

Después de tomar el tentempié que habíamos pedido al servicio de habitaciones, nos vestimos con ropa cómoda y salimos prestos a conquistar una ciudad que nos recibía con los brazos abiertos. A Bella le hizo gracia que hubiera un tranvía así que, resignado por el numerito que podríamos llegar a formar, subimos a uno que nos llevaba a visitar uno de los restos arqueológicos más importantes del mundo. El viaje en el tranvía tuvo dos momentos cumbres, durante la primera parte del trayecto pegué a mi esposa contra una de las paredes del vehículo para que no perdiera el equilibrio y cayera o se agarrase a….donde pudiese. Y como siempre pasaba, sucedió lo que estaba destinado a suceder, el vaivén del tren provocaba una fricción de mi sexo contra el suyo provocando el despertar instantáneo de mi miembro el cual se levantó pidiendo guerra. El tranvía frenaba y Bella se iba hacia la izquierda, el tranvía arrancaba y Bella se iba hacia la derecha y mi miembro erguido y atento seguía con mucho interés todos sus movimientos, conclusión mis pantalones empezaron a hacerse cada vez más y más pequeños aprisionando esa zona que pedía a gritos su libertad. En cierto modo no lo entendía ya que la manera de frenar y de arrancar de los tranvías era más suave que la de los autobuses o el metro por lo tanto…o lo hacía aposta para excitarme o…mi mujer era el colmo de la torpeza. Pero fuera la razón que fuera a mi me encantaba y no digamos a mi erección. Al final, por fin un asiento quedo libre y mi esposa se lanzó hacia él como siempre, como aquella que se lanza a tocar las partes nobles de ese stripper que te tiene con las hormonas revolucionadas con tanto baile. A ver Cullen ¿qué pensamiento es ese?, aquí el único stripper de esta mujer tienes que ser tu.

Por fin conseguimos llegar a nuestro destino donde una Acrópolis tan antigua como el continente en el que estábamos nos recibía majestuosa y erguida.

Atenas es una ciudad con una gran riqueza en monumentos y restos arqueológicos, todos ellos situados en el centro de la ciudad: la Acrópolis, El Ágora antigua, el Ágora romana, el Cerámico y el templo del Zeus Olímpico. En primer lugar visitamos la Acrópolis pues a mi esposa parecía que le habían salido alas en los zapatos cual Dios Hermes y esas alas la llevaban hacia allí. Me costó un poco seguirle los pasos pero una tarea más ardua fue ir sujetándola para impedir que cayera de todas la veces que tropezó con cualquier minúsculo obstáculo que hubiese en el camino, pues el monumento en cuestión está situado en lo alto de una cima que, en circunstancias normales, seria cansado y difícil de subir pero con mi Bella y sus prisas hicimos la ascensión en pocos minutos. Pero mientras ella llegaba con unas energías fruto del inmenso estado de excitación por ver aquello, yo llegué con el fuelle oxidado y antes que mis pulmones ya que estos se habían quedado descansando en alguna parte del camino. Pero cuando vi ante mí la inmensa y majestosa estructura me di cuenta de que todo el esfuerzo merecía la pena.

Todas las ciudades griegas cuentan con su respectiva Acrópolis pero sin duda alguna la de Atenas es la más representativa. Al entrar en los propileos yo me sentí, y supongo que Bella igual, como si de repente el tiempo hubiera retrocedido a la época en que los griegos eran los amos del mundo. Al lado derecho y frontal se encuentra el templo de Atenea Nike y a su derecha se encontraba el fabuloso Partenón o templo de Atenea paternos (la virgen), un templo construido para esta Diosa tan guerrera como la mujer que tenía al lado y que forma parte del complejo de la Acrópolis. Lo cierto es que encontrarse de repente en un sitio así deja sin palabras a todo el mundo y eso es lo que había entre todas las personas que estábamos allí contemplando todos esos siglos de historia, silencio, un silencio reverente ante la majestuosidad y la belleza de todo lo que estábamos viendo. Bella iba extasiada observando todo con sus hermosos ojos chocolates muy abiertos. Yo iba tomando fotografías de todo mientras mi esposa posaba muy animada junto a las Cariátides que sostenían la tribuna del Erecteión, o la maravillosa estatua de la diosa Atenea, realizada por Fidias, o en el santuario de Artemisa. El problema era que, como era costumbre en ella, no miraba por donde iba y en su vagar de un lado a otro se iba tropezando con cada bicho viviente, columna o estatua que encontraba a su paso, y yo como siempre me pasa con mi mujer, no llegaba juro que lo intentaba pero no llegaba. Bella en ese sentido es como la vida misma, impredecible y cuando pensaba que el coscorrón se lo iba a dar contra una columna, ella para llevarme la contraria se lo daba contra alguna que otra estatua. Hasta las cariátides sufrieron las consecuencias de su torpeza y su hermoso trasero quedó posado en el suelo del Partenón cuando metió el pie en un agujero y al perder el equilibrio cayó sentada sobre éste.

—Al menos podrías haberte dado más prisa –me dijo levantándome visiblemente avergonzada— ¿es que no veías que iba a caer?, también podrías haber estado más cerca, vamos digo yo –y yo me callé la boca ayudándola a levantar, cuando Bella se ponía en ese tono era mejor callar porque hicieras lo que hicieras y dijeras lo que dijeras ella siempre llevaba la razón. Mi experiencia de muchos años me mandaba mantenerme en silencio ya que mis diablos eran iguales que ella.

Por último visitamos el teatro de Dionisos testigo de las representaciones de los tres dramaturgos griegos por excelencia Sófocles, Aristofánes y Esquilo. Pasamos buena parte de la mañana contemplando extasiados todas las maravillas que se desplegaban a nuestro paso y yo con el trabajo extra de vigilar cual buitre al acecho por donde andaba mi esposa.

Comimos unos bocadillos, preparados por el hotel a petición nuestra y que llevamos en una mochila, sentados sobre el suelo de aquel mítico y antiquísimo paisaje. Después nos fuimos a ver el Ágora, centro de la vida social, comercial y política de Atenas. Un sitio en donde se discutían temas de todo tipo y en donde los ciudadanos libres podían acudir a hablar libremente y exponer sus opiniones. Pasamos un buen rato viéndolo todo y tomándonos muchas fotografías, posando en todos los puntos clave como la Puerta Sagrada o Puerta de Dipylon, sin olvidarnos de la Vía Panatenaica por donde se entraba al Ágora. Yo con tan solo ver la cara que Bella llevaba absorbiendo todo lo que veía me daba más que satisfecho de estar ahí y me felicitaba a mi mismo por haberle dado ese llamémosle regalo de bodas.

Pasamos varios días en Atenas visitando tanto la ciudad antigua como la moderna ya que no nos podíamos perder de ver la Catedral Metropolitana de Atenas o los barrios de Psiri, donde se encuentra el complejo arqueológico del Cerámico, Thissio y Gazi situados cerca de la Acrópolis y el Ágora. Tampoco podíamos dejar de ver el Complejo Olímpico construido para los juegos que se celebraron allí en 2004. Como tampoco podíamos dejar de admirar las universidades y las distintas construcciones neoclásicas y modernistas. Pasamos unos días maravillosos caminando y disfrutando por aquella ciudad cuna de toda la civilización europea, disfrutamos de sus monumentos, de su gente, de su música y de su gastronomía. El idioma fue nuestro principal impedimento pues ninguno de los dos sabíamos griego pero nos entendimos muy bien utilizando un lenguaje universal y único, el de la mímica. Durante el día paseábamos y conocíamos la ciudad y por la noche disfrutábamos de nuestros cuerpos arropados por el ambiente romántico, mágico y casi mítico en nuestra preciosa habitación del hotel. Días maravillosos que nos tocaba dejar atrás para continuar nuestro viaje por otras ciudades e islas griegas. Fue así que visitamos Tesalónica o El Pireo, Tesalia y Macedonia de donde no podíamos irnos sin conocer el famoso Monte Olimpo, convertido en una reserva natural desde 1938 y, según la mitología griega, morada y casa de todos los dioses. Y naturalmente hicimos los correspondientes circuitos por alguna de las Islas griegas más famosas. Y fue así que llegamos al final de la primera etapa de nuestro viaje. Esa noche nos encontrábamos cenando y disfrutando de nuestra última noche allí en una típica taberna griega.

—Muchas gracias Edward, gracias por brindarme la oportunidad de conocer toda esta maravilla.

—De nada amor, siempre procurare darte todo lo que pueda y mis medios me permitan ya lo sabes.

—Yo solo necesito que me ames, con eso ya tengo bastante.

—Lo sé y lo hago, no sabes cómo lo hago –le dije atrapando mis labios con los suyos en un beso tierno y corto ya que estábamos en un sitio público y no era plan de que mi erección comenzase como siempre a gobernar al resto de mi cuerpo. Un camarero se acercó en ese momento y nos preguntó, en griego naturalmente, que íbamos a pedir. Yo le dejé la misión a Bella ya que era una experta en hacerse entender. Bella cogió al camarero de la chaqueta que llevaba y señalando un nombre en la carta dijo…

—De estos dos –pero como el camarero no había entendido ni papa, puso dos dedos justo en su cara como si estuviera haciendo el símbolo de la victoria dándole a entender al buen hombre que queríamos dos moussakas. El problema vino a la hora de pedir las bebidas, pero mi Bella tiene recursos para todo y levantándose de la silla, cogió al camarero de la manga de la chaqueta y se lo llevó a la mesa de al lado donde agarró la botella de vino que estaban degustando los pobres integrantes de la susodicha mesa…

—De esta de aquí una –dijo señalando el uno con su dedo. A estas alturas el camarero se había cansado de intentar en vano meter alguna palabra aunque solo fuera de canto, gesticular y hacer aspavientos con la mano y, resignado, la dejaba hacer. Yo tenía una ligera idea de lo que el pobre hombre quería decirle, pero Bella cuando se ponía, se ponía y le hacía la competencia a una pila de esas de larga duración. La verdad es que yo me lo estaba pasando pipa. En un momento que Bella, extrañamente, cerró la boca al ver la expresión del hombre…

—Vamos a ver señorita, usted lo que quiere es que le traiga dos moussakas y una botella de vino de esta misma marca ¿no es así?

—Esto…yo...—balbuceó mirando al camarero como si a este le hubiesen salido cuernos, rabo y tres ojos más ¿si sabe usted mi idioma porque no lo dijo?—preguntó desafiando al hombre con la mirada.

—Perdón señorita…

—Señora si no le importa –¡bravo! y hace escasamente unos meses se enfadaba porque la llamasen señora y en el autobús la cediesen el asiento ¿entenderé yo del todo alguna vez a esta mujer?

—Bueno pues perdón señora pero es que intentaba decírselo y usted no me dejaba, lo siento.

—Está bien no pasa nada tráiganos lo que hemos pedido por favor. Vi como regresaba a sentarse a la mesa con el ceño aun fruncido y los brazos cruzados sobre su pecho, al ver mi expresión risueña se me quedó mirando enfurruñada

—¿Te estás burlando de mi?, porque la próxima vez haces tú el numerito.

—No mi amor yo nunca podría burlarme de ti, me parece divertida la situación nada más.

—Pues la próxima vez preguntamos si speaking o no speaking nuestro idioma que quede claro –y yo me eche a reír ante la contundencia de sus palabras. Lo cierto es que en los lugares más concurridos y turísticos era lógico que supieran por lo menos el inglés, idioma que se consideraba universal, pero a nosotros nos encantaba perdernos por la ciudad y comer o cenar en sitios digamos…menos turísticos.

Después de cenar regresamos al hotel ya que había que despedirse como es debido de este magnífico país pues mañana partíamos hacia Egipto. Mientras estábamos fuera había mandado que decoraran la habitación con un ambiente romántico, llena de flores y velas de distintos olores. Eso es lo que nos encontramos nada más abrir la puerta, una alfombra preciosa formada por pétalos de flores de todos los colores imaginables que conformaban un camino directo desde el salón hasta el dormitorio. Bella entró en la estancia con la boca abierta, la habitación era ya de por sí muy bella y romántica con una decoración típicamente mediterránea mezclada con el ambiente típico de las islas donde estábamos, y si a eso le sumamos el aire romántico creado por las velas y las flores, la escena era prácticamente irreal. Bella entro en la estancia sorprendida y con la boca y los ojos totalmente abiertos. Yo me puse detrás de ella y empecé a quitarle el pequeño chal que llevaba para protegerse de la brisa procedente del mar. Mientras se lo iba quitando, aproveché para ir arañando suavemente cada pedazo de piel expuesta al tiempo que iba dejando besos húmedos allá por donde mis uñas pasaban. Bella empezó a gemir tan solo con ese toque y se apretó más contra mi espalda. Mi erección ya estaba dando señales de vida y se pegaba contra su trasero demandando toda la atención pero tendría que esperar un poco más. Cuando ya el chal estuvo fuera y colocado en el suelo de la habitación, le di la vuelta enfrentándola a mí y empecé a bajar la cremallera de su vestido poco a poco, dejando que mi dedos rozaran su espalda. Bella apoyo su cabeza en mi pecho y empezó a moverse sugestivamente contra mi pene, el cual dio un respingo de alegría al notarlo. Se separó un poco de mi y empezó a desabrocharme lo botones de la camisa, dejando suaves besos allí donde el botón dejaba mi pecho al descubierto y yo empecé a gemir al mismo ritmo que ella. Después dirigió su mano hacia abajo y tomando mi pene con sus manos por encima de los pantalones empezó a apretarlo de forma suave pero firme, subió hasta la cremallera de mis jeans y los desabrocho bajándolos junto con el bóxer dejando en libertad esa zona de mi cuerpo que siempre clamaba por su atención. Yo no había perdido el tiempo y ya su sujetador y braguitas hacia compañía al resto de la ropa. Empecé a andar dándole suaves empujones para hacerla marchar de espaldas y así llegamos a la cama donde la tumbé con suavidad y reverencia. Con igual adoración empecé a besar todas y cada una de las partes de su cuerpo mientras ella se retorcía y gemía ante mis atenciones. Tomé un bote grande de yogurt griego que había en la mesilla, justo donde había pedido que me lo dejaran. Esparcí por todo su cuerpo el yogurt y empecé a comerlo directamente de ella. De vez en cuando me dirigía hacia su boca y le hacía degustar directamente de la mía el postre típico griego cuyo sabor se mezclaba con el nuestro y ella me recibía gustosa entre gemidos y gemidos de placer. Me detuve como siempre en sus pezones los cuales lamí, chupé y mordisqueé a placer hasta que no quedó un solo resto de yogurt en ellos. Bajé hasta su ombligo en donde introduje mi lengua y empecé a hacer círculos con ella para succionar todo lo que había quedado dentro de ese orificio. Pasados unos minutos llegué hasta su clítoris en donde hice la misma operación bebiendo de su suave néctar mezclado con el del delicioso postre que había vuelto a esparcir por toda esa zona. Después introduje mi lengua en su cavidad. Bella me tenia cogido por el cabello y apretaba mi cabeza hacia ella para lograr más fricción y yo gustoso la complacía. Cuando vi que sus paredes aprisionaban mi lengua, salí de ella, le di la vuelta dejándola boca abajo sobre la cama y fui esparciendo en su espalda, culo y piernas el resto del bote. Me subí sobe ella y empecé a besarla y mordisquearla llevando conmigo cualquier resto del pegajoso alimento que estaba untado sobre ella. Primero fue su nuca, luego su espalda hasta llegar a sus nalgas las cuales bese y adoré metiendo la lengua en su ano, el cual había untado de yogurt previamente con mi dedo, de esa manera penetré por primera vez en ese otro santuario que tambien era mío. Bella pegó un respingo al sentirlo pero lejos de decir algo me dejo hacer al tiempo que sus gemidos se hicieron más audibles. La levanté un poco para poder introducir una de mis manos por debajo y llegué hasta su clítoris, el cual acaricié y pellizque al mismo ritmo que mi lengua entraba y salía de su ano. Bella se pegó mas a mi mano frotándose contra ella y con un grito desgarrador noté como me regaba con sus líquidos. No le dio tiempo a recuperarse del todo ya que sin previo aviso saqué mi mano de su clítoris y me introduje en ella de un solo empellón. La incorporé de la cama para dejarla sentada a horcajadas encima de mí con su espalda pegada a mi pecho y en esta posición empezamos a movernos al ritmo que nuestra necesidad nos marcaba, primero lentamente, luego un poco más deprisa hasta que la embestidas, las caricias que le daba en sus pechos y clítoris y su frotamientos se hicieron violentos haciéndonos estallar en un orgasmo devastador.

No tuve tiempo siquiera de recuperar un poco mi respiración cuando mi esposa se había subido encima de mí y me besaba por todo el cuerpo tal y como yo había hecho con ella. Cuando llegó a mí ya más que dispuesta erección tomó el bote para untarla con el resto de yogurt pero cuál fue su sorpresa y su cara de decepción cuando vio que no quedaba.

—Esta me la pagas Cullen, no te vas a librar de que coma directamente de ti algún rico postre egipcio, dicen que el café es excelente y muy, muy espeso.

–Estoy deseando probarlo amor –pero no me dio tiempo a decir más pues se introdujo de un golpe dentro de mí y empezó a cabalgarme como solo ella sabía hacerlo.

Tras un nuevo y agotador orgasmo, separamos como pudimos nuestros pegajosos cuerpos y nos encaminamos a la ducha donde tras una nueva sesión de besos, caricias y sexo arrollador, conseguimos hacer el uso habitual al cual la ducha estaba destinada.

—Va a ser un viaje un poco pesado –le dije una vez que estábamos cómodamente instalados en el avión que nos llevaría a Egipto.

—Me temo que me van a entrar ganas de hacer pis muchas veces –me contestó mirándome con picardía. Y la entraron vaya que si la entraron, no sé cuantas veces acabamos haciendo el amor el ese cubículo reducido ante la atenta y sospechosa mirada de una azafata que, ya entrada en años, nos miraba con desaprobación.

La noche egipcia nos recibió al llegar con un fuerte y caluroso abrazo. Situado en el extremo noreste de África, Egipto es un país de Oriente próximo famoso por su civilización antigua, sus monumentos, las pirámides y la gran Esfinge. Como siempre lo primero que hicimos fue tomar un taxi para que nos llevase al hotel que habíamos reservado. Si el griego ya nos era difícil, no digamos esa lengua árabe pero Bella como siempre tan apañada le sacó al conductor una propaganda del hotel y se la metió por las narices, señalando con fuerza el papel para que el buen hombre entendiera que queríamos ir allí. Azotaba el papel con tanta fuerza que al levantar el brazo le metía al pobre señor el codo por la boca pero ella ni se inmutaba, a eso hay que añadir que no solo le hablaba le gritaba, literalmente hablando le gritaba. Yo estuve a punto de decirle que era extranjero no sordo, pero me abstuve, una vez más me abstuve, llámenme cobarde pero me abstuve. A la vez que le gritaba al pobre hombre que deseábamos ir a ese hotel, un sinfín de protestas y maldiciones salían de su boca porque según ella para ser taxista debería ser obligatorio hablar por lo menos el inglés. Yo no estaba muy de acuerdo, pero de nuevo callé.

Después de muchas complicaciones conseguimos llegar al Cairo Marriots Hotel en donde de nuevo habíamos reservado la suite nupcial. Preciosa, era imposible describir tanta belleza, decorada muy al estilo del ambiente imperante en esas tierras, la habitación tenía un aire exótico que nos transporto a una tienda de campaña instalada en medio del gran desierto de Sahara. Un enorme jarrón con flores nos estaba esperando en el recibidor de la lujosa habitación junto a una cesta con frutas del país a cada cual más exótica y mi mente calenturienta se imaginó comiéndolas encima del cuerpo de mi esposa. Y parece que ella empezó a pensar lo mismo ya que mirándome pícaramente agarró la cesta con la mano y salió corriendo en dirección a la habitación en donde una vez más nos quedaos impresionados con tanta belleza. Un sinfín de cojines de estilo árabe adornaba la inmensa cama que presidia la estancia.

Después de pedir al servicio de habitaciones que nos subiesen la cena, al final nos terminamos dando un festín con las frutas de la cesta, valla si nos lo dimos. Nuestros cuerpos pegajosos y saciados acabaron de nuevo en una bañera inmensa que hacía a su vez las veces de jacuzzi. Nos quedamos medio dormidos dentro de ella hasta que la frialdad del agua hizo que me despertara. Cogí en brazos a mi mujer y la llevé hasta la cama donde dormimos como dos bebés durante toda la noche.

Al día siguiente vestidos con ropa cómoda nos dispusimos a visitar uno de los monumentos más famosas de Egipto. Situada a unos veinte kilómetros del El Cairo la Necrópolis de Menfis se alza majestuosa en la meseta del mismo nombre. Con el mismo respeto y adoración con que Bella disfrutó de la Acrópolis disfrutaba ahora de esta maravilla del mundo, porque en verdad era una autentica maravilla. Visitamos las pirámides de Keops, Kefren y Micerinos con un silencio, una reverencia y una emoción contenidas teniendo siempre en cuenta que el fin inicial de estas magnificas construcciones eran ni más ni menos que dar sepultura a los faraones de la cuarta dinastía. Era imposible verlo todo en un mismo día, no en vano la construcción abarca 160 kilómetros. Estuvimos por lo tanto varios días disfrutando de ese viaje al pasado y tomando muchas fotografías de todo, mientras Bella como siempre se iba tropezando extasiada con cada piedra o montículo que se encontraba.

No podíamos olvidarnos por supuesto de visitar la Gran Esfinge de Guiza situada en la ribera occidental del río Nilo formando también parte de esta gran necrópolis. La escultura mide así como veinte metros y por eso me fue muy difícil fotografiarla entera pero lo conseguí, vaya si lo conseguí.

Durante todos esos días en que estuvimos por allí, la ciudad de Guiza nos acogió con gusto y perdidos por esas calles típicas del país, degustamos y saboreamos los platos típicos egipcios.

Visitamos también el famoso museo de El Cairo donde se encuentra el fabuloso tesoro de Tutankamón y fuimos a Luxor, Karnak, el Valle de los Reyes y luego nos desplazamos hacia la costa del Mar Rojo, hacia la península del Sinaí. Fue un precioso viaje de ensueño que como todo lo bueno tiene que acabar y ahora nos encontrábamos disfrutando de un delicioso puré de berenjenas con ajo y unas albóndigas de cordero en uno de los restaurantes típicos del Sinaí lugar donde terminaba nuestro viaje. Cuando llegamos a la habitación del hotel, Bella cumplió su promesa y regó todo mi cuerpo de zahib una bebida considerada bebida de dioses. El zahib tiene un alto contenido de alcohol por lo que Bella después de lamer y beber mi semen mezclado con ese néctar, se sumergió un estado tal de embriaguez que hizo cosas con mi cuerpo que jamás, pensé que nadie pudiese hacer. Regó toda mi enorme erección con el liquido elemento y se la tragó por entera, mordiéndola, saboreándola, degustándola, arrancándome gritos y gemidos de placer hasta que un orgasmo tan potente como lo era la lujuria en sí provocada por la embriaguez del alcohol y todo el amor que le profesaba, arrasó con todo mi sistema nervioso. Por supuesto yo aturdido por su belleza, por la bebida, por su olor a mujer y a sexo, le devolví el favor bebiendo el delicioso zahib directamente de su centro, de sus pechos, de su ano, de su ombligo, y en general de todas y cada una de las partes en donde el líquido se instalaba. La penetré lenta y amorosamente, mientras nos movíamos cada vez un poco mas deprisa, nos quedamos mirando a los ojos diciéndonos con ellos lo mucho que nos amábamos, lo mucho que habíamos disfrutado de este viaje. Cuando el orgasmo nos envolvió nos prometimos amor eterno y una vida llena de dicha y felicidad.

A primera hora de la mañana cogíamos de nuevo un avión que nos llevaría al otro extremo del mundo, a Chicago en donde íbamos a pasar unos días antes de incorporarnos a nuestros trabajos.

Esme y Carlisle nos estaban esperando en el aeropuerto de Washington pues habíamos quedado allí con ellos.

—¿Qué tal hijos? –nos abrazó Esme tan maternal como siempre.

—Maravilloso ha sido totalmente maravilloso.

—Igual que nosotros –dijo mi padre saludándonos a su vez.

Después de tomar un tentempié en la cafetería del aeropuerto nos embarcamos con rumbo a Chicago y fue una experiencia aterradora. No es lo mismo imaginarse a tus padres, teniendo relaciones sexuales que saber a ciencia cierta que estaban encerrados en el servicio del avión haciéndose miembros de honor del club de las alturas, claro que antes nosotros también habíamos pasado por ahí. No sé si era la emoción del peligro o que el deseo que sentía por Bella era inmenso, pero necesitaba estar sumergido en su cuerpo a cada segundo, ella era mi oasis, el lugar a donde regresaba tras un largo viaje por el desierto y nunca mejor dicho ya que regresamos de allí.

En Chicago nos esperaban los diablos, mis tíos, Chelsea, Carlos, Rose, Rossie, Emmett y los padres de Bella. Estos siete últimos habían viajado hasta allí para compartir esos días con nosotros. Las mujeres de la familia Vulturi/Cullen/Swan nos recibieron como era costumbre en ellas, dando voces, pegando saltos, haciendo un corro y escandalizando al personal. Un niño empezó a llorar a la izquierda mientras que por la derecha venia el consabido guardia directo como siempre hacia Esme.

—Señorita…—Señora sino le importa –contesto muy ofendida y mostrando su alianza. ¡Bravo! por ella, otra que hacía dos meses reclamaba su estatus de soltera y ahora se enfadaba ¿alguien las entendía?, desde luego una mujer era uno de los secretos mejor guardados de la humanidad.

—Y nosotras también somos señoras –dijo Rose muy seria señalándose a ella misma, a Bella, a Renée, a Chelsea, a Kate y a Sulpicia. Mi tío Aro se sujetaba de los hombros de Garrett muerto de la risa, mientras que Carlos y el jefe Swan no sabían dónde colocarse. Carlisle y yo observábamos la escena con una sonrisa en los labios.

—Bueno pues señoras…

—Pero nosotras dos si somos señoritas que conste, somos las dos únicas que quedamos pero, muy a nuestro pesar, seguimos siendo señoritas –dijo Alice muy seria cogiendo del brazo a Irina y mirando ceñuda a Jasper y a Laurent que no sabían si reír o estar serios.

—Y yo soy una niña ¿es que no lo ves? –hala la pequeñaja también tenía que intervenir. Los genes que hacían de las suyas.

—Señoras, señoritas, caballeros, niña…da igual, lo que quería decirles es que…ufff déjenlo, circulen por favor –terminó diciendo el guarda de seguridad totalmente desesperado.

Y con esa enorme habilidad de todas ellas para evitar las broncas policiales salimos de aquel aeropuerto rumbo a la mansión Cullen. Estuvimos cenando en la gran casa entre risas, bromas y chistes. Les contamos de nuestro viaje y escuchamos el de Esme y Carlisle. En un momento determinado en que las mujeres se sentaron juntas y empezaron a hablar en un aparte pero a voz en grito, salió a relucir el yogurt griego y el zahib al tiempo que Esme nos hablaba de no sé que tipo de helado y demás delicias típicas del lugar donde habían estado. Nos tocó entonces el turno a Carlisle y a mí de mirar hacia otro lado ya que Bella le dijo muy seria a Esme que eso del helado ella tendría que probarlo.

La cena terminó y cada mochuelo se fue hacia su olivo a excepción de Rose, la niña, Emmett, Charlie y Renée que se quedaron a dormir en la mansión. A eso de las tres de la mañana el sonido del móvil anunciado un mensaje entrante nos despertó ya que Bella lo tenía programado para que insistiese si no lo cogía a la primera. El mensaje era de lo más extraño:

Jasper y yo hemos discutido porque me quiero casar y el dice que es muy pronto, estoy embarazada. Jasper se ha enfadado acusándome de presionarle con un bebé y se ha marchado de casa. Por favor venid, me encuentro muy mal. Alice

Bella salto de la cama como un resorte al tiempo que la puerta de nuestra habitación era golpeada estruendosamente. Las demás mujeres también habían escuchado el mensaje y de pronto una enorme tormenta estalló entre las paredes de esa enorme casa. Los siguientes minutos fueron de un estrés impresionante, nuestras mujeres iban y venían por toda la casa dando órdenes, gritando y hablando por el móvil con las demás que habían recibido el mismo mensaje. Nosotros nos reunimos en la cocina con cara de circunstancias, sin entender nada y somnolientos. Bella entró en ella y nos dejo con la boca abierta.

—Esme ¿hay helado suficiente o llamo a que lleven algo las demás?, ya sabes que somos muchas y lo vamos a necesitar.

—No sé cuanto quedará, míralo si haces del favor, de todos modos ya llamo yo a Sulpicia, tu llama a Kate.

Bella entonces rebuscó en el congelador y sacó lo menos tres o cuatro botes grandes de helado y los metió en una bolsa de estas que conservaban el frió y los alimentos congelados ante nuestra mirada estupefacta. Cogió el móvil y habló con Kate.

—Kate, mira a ver el helado que aquí solo hay cuatro botes –dijo saliendo a toda prisa de la cocina.

Y entre unas cosas y otras las cuatro desparecieron por la puerta de la mansión dejándonos anonadados. Mi padre hizo entonces la pregunta del millón.

—¿Alguien sabe la función tan primordial del helado en los momentos de crisis de las mujeres? –preguntó y yo le respondí encogiéndome de hombros.

—Yo llevo años intentando averiguarlo –aseguró Emmett muy serio.

—Yo llevo unos cuantos más que tu y creo que me iré a la tumba sin saberlo –dijo Charlie.

—Si es uno de los grandes misterios de la humanidad, mas grande aun que la razón de los ejem, los aja, los asiques, y los silencios estruendosos —dijo de nuevo Emmett con cara de resignación.

-Y lo peor de todo es cuando al tiempo que se inflan de helado, se ponen a llorar como magdalenas viendo alguna de esos dramones románticos y soporíferos, afirmando que nadie las comprende -añadió Charlie.

—¿Y qué me dices cuando una quiere ir al lavabo y al final van todas juntas?, luego uno tiene que acabar yendo a por ellas porque se olvidad de regresar -volvió a decir Emmett.

—Ese es otro gran enigma.

—Y hablando de enigmas no concibo que Jasper se haya comportado así ¿alguien lo entiende?, si está loco por mi hija.

—Yo le he intentado llamar dos veces pero no coge el móvil, aparece fuera de cobertura –dije yo —siempre lo desconectan para dormir –añadí –a lo mejor se le ha olvidado encenderlo.

—O a lo mejor no quiere que lo molesten.

—¿Qué habrá pasado?, que Dios me perdone por lo que voy a decir pero Alice a veces es tan...Alice seguro que lo ha sacado de quicio.

—Pero eso no es excusa Edward –dijo mi padre muy enfadado –él ya sabe cómo es Alice.

Le iba a replicar pero el timbre de la puerta sonó. Me acerqué a abrir y allí estaban unos somnolientos y confundidos, Aro, Carlos, Garrett y Laurent.

—He llamado a Jasper y no hay modo de que lo coja —dijo Garrett.

—Yo también lo he intentado –apuntó Laurent, no lo entiendo si está loco por ella ¿qué habrá pasado?

Me levanté para preparar café pues pensé que lo íbamos a necesitar. Por lo menos era más lógico tomarse un café a esas horas que no atiborrarse de helado, vamos digo yo. Pero de nuevo sonó el timbre.

—Ya voy yo –dijo Carlisle –a lo mejor es Jasper a ver si nos enteramos de algo.

Pero a los dos segundos la cocina se llenó de las personas más insospechadas y menos bienvenidas que conocíamos. Detrás de ellas apareció un confuso Carlisle.

—Nos hemos enterado que estáis solitos y hemos venido a haceros compañía, dijo Renata quitándose el abrigo y dejándonos ver que debajo de él no llevaba….¿nada?

Con la boca más abierta que una puerta sin cerrojo nos quedamos mirando como aquellos engendros de mujer se iban quitando los abrigos una tras otra quedando completamente desnudas ante nuestros ojos. Junto a mis dos primas y a mi tía y su poca vergüenza, se encontraban Jane y ¿Maggie?, si Maggie aquella amiga de mi hermana que me tenía tan harto como la mismísima Tanya.

—¿Se puede saber que estáis haciendo? –dijo mi tío Aro muy furioso. Pocas veces mi tío se enfadaba pero cuando lo hacia temblaba hasta el misterio pues se transformaba completamente de un hombre sencillo y pacifico en un cruel y sediento vampiro, pero ninguna de ellas se amedrentó.

—Ya os hemos dicho que hemos venido a haceros compañía –dijo una muy seductora, o al menos eso pretendía, Heidi acercándose a mí y poniendo su mano en mi erección. Pero ésta solo respondía ante Bella así que permaneció sin inmutarse quieta y callada mientras que yo con todo el asco del mundo le quitaba la mano de ahí a la zorra. Pero no lo hice a tiempo ya que una muy enfurecida Bella entro en ese momento en la habitación seguida de las demás y un muy confuso y aterrado Jasper. Tomó a Heidi de los pelos tirándola al suelo y arrastrándola por él hacia la entrada de la casa donde fue empujada hacia la calle desnuda como estaba con su abrigo encima de ella. Y a pesar de las circunstancias y del follón que, sin comérnoslo ni bebérnoslo teníamos encima, mi erección al ver como mi mujer defendía con esa bravura su territorio comenzó a erguirse dispuesta para la acción. A lo mejor dentro de un rato...cuando se le pasase el enfado...uffff difícil lo veía yo esta noche. Las demás zorras siguieron su mismo camino cortesía de las demás mujeres. Mujeres que, muy enfurecidas, entraron de nuevo en la cocina.

—¿Se pude saber qué coño estaban esas mujeres haciendo aquí?

—¿se puede saber qué diablos hacia Heidi con su asquerosa mano puesta en tu miembro?, ¿se supone que ahí solo toco yo Cullen?

-Bella...verás...yo...si hubieras mirado bien...

-A callar Cullen, mejor te callas -me ordenó Bella mientras Irina hacía al mismo tiempo una pregunta importante y crucial.

—¿De quién fue la idea de mandarnos ese falso mensaje para que acudiéramos en ayuda de Alice mientras aquí montabais la orgía padre?

Pero no nos dio tiempo a contestar tantas preguntas juntas ya que todos los móviles comenzaron a sonar con un mensaje entrante. Lo cogí y bien sabe dios que hubiera preferido no cogerlo pero Bella me obligó.

Hola mi amor, sé que estás en la ciudad, ¿Por qué dejas a la mojigata de tu mujer y te vienes a casa?, te estoy esperando con un buen baño caliente y totalmente desnuda.

Bianca

En el móvil del todavía sorprendido Jasper rezaba el mismo mensaje pero esta vez firmado por…María.

Mensajes similares firmados por diferentes mujeres aparecían en los móviles de los demás

—¿QUE COÑÓ ESTÁ PASANDO AQUÍ? –Bramaron todas a la vez

Y nosotros tragamos en seco pues no teníamos ni idea.

—Chicas sacad el helado que tenemos noche para rato.

Y ya íbamos otra vez con eso.

sábado, 29 de septiembre de 2012

UNA CITA CASI A CIEGAS. CAPÍTULO 20: HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE


DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en este fic me pertenecen, son propiedad exclusiva de S. Meyer.

Capítulo 20: Hasta que la muerte nos separe

Edward Pov

Las miradas de todas las mujeres que abarrotaban el altar y la de alguno de los hombres, la mía incluida, dejó bien claro a la concurrencia que esto no era una democracia, dijese el cura lo que dijese, y que las opiniones contrarias a la celebración de las bodas no eran bienvenidas. Así que, como la idea estaba bien clara, el cura prosiguió con la ceremonia.

Pero yo casi no escuchaba nada, oía sin entender, ya que mis cincos sentidos estaban puestos en la maravillosa mujer que tenia a mi lado. Su aspecto puro e inocente, como toda novia debe tener, se mezclaba con una gran dosis de sensualidad y erotismo que ya estaba causando estragos donde… siempre me los causaba esta mujer. Lo cierto es que yo pasaba de ceremonias e iría directamente al sí quiero, pasaba de celebraciones e iría directamente a la deseada noche de bodas. Mi miembro se ponía duro de anticipación solo con pensarlo y mis pantalones estaban empezando a lanzarme el tan conocido SOS. Vamos a ver Cullen, tú como siempre empezando la casa por el tejado, ¿no ves que para llegar a la noche de bodas primero tienes que casarte merluzo?, no si verlo lo veía, pero mi miembro y mis pantalones deseaban otra cosa y a estas alturas de la historia ellos eran mis jefes.

Tan sumido y perdido estaba en la lujuriosa y a la vez virginal figura que tenia a mi lado que casi ni me entere que tenía que decir mis votos. Mi madre me dio un ligero pisotón lo que me hizo mirarla confundido.

—¿Qué? –le pregunte entre dientes.

—Edward, tus votos.

—Ah sí, los votos –dije saliendo de mi paja mental. Me volví hacia mi Bella, la tome de las manos y empecé a recitarla con todo el sentimiento que tenia por ella esos votos que me había preparado.

—Isabella Marie Swan, llevo toda mi vida buscándote y no conseguía encontrarte…

—La hubiera encontrado antes si me hubiese hecho caso –escuché como Alice les decía a las demás interrumpiendo mi discurso.

—Es que el primo siempre tan terco –terció Kate y Chelsea iba a añadir algo pero la mirada que les lancé les hizo callar de golpe.

—Yo tenía claro que tú eras la mujer que gobernaría mi vida, mi amante eterna, mi compañera. Aunque no tenias rostro ni cuerpo yo te imaginaba en mi mente y sabía que algún día llegarías a mí. Cuando vi por primera vez tu foto…

—Ufff ese plan nos salió a la mil maravillas ¿no es así prima? –esta vez fue Irina la que interrumpió. ¿Es que estas mujeres no dejarían a uno ni casarse en paz?, las volví a mirar con cara de pocos amigos al tiempo que mi abuelo Marco y el cura, hacían lo mismo. Ellas nos devolvieron la mirada sin inmutarse.

—Mantengan silencio por favor –se limito a decir el sacerdote. Señor Cullen prosiga…

—Pues como te iba diciendo, cuando vi tu foto, mi corazón y mi subconsciente me dijeron que eras tú, pero mi mente terca me seguía gobernando.

—Hasta que se nos tuvo que ocurrir otro plan –volvió a decir mi hermana.

—Y menos mal que se nos ocurrió –intervino Esme mirando hacia el lado femenino del altar.

—Mira que es cabezota –terció Kate de nuevo ganándose una mirada envenenada del cura, de mis abuelos y, por supuesto mía. Yo proseguí con mi discurso.

—Como decía, mi mente terca no dejaba paso a lo que mi corazón me gritaba junto con mi subconsciente hasta que por fin lo vi todo claro y la venda se me calló de los ojos. Nunca le podré estar más agradecido a Alice por haberme organizado aquella cita casi a ciegas –dije mirando a mi hermana y retándola a que se atreviera decir algo. Ella me guiño un ojo poniendo esa expresión de te lo dije, pero me dejo proseguir –tuve claro que eras tú la mujer de mis sueños y fantasías desde el primer momento en que te vi subir a ese autobús, y fui a por ti sin dudarlo.

—Si jajajaj, menudo encuentro más gracioso, no les podría haber salido mejor ni ensayándolo –dijo otra vez mi muy cargante hermana.

—¿Ah sí?, pues a mí no me ha contado nada, ¿que pasó? –Renée tenía que meter baza pues sino revienta.

—Lo de siempre Renée lo de siempre, digamos que fue un encuentro made in tu hija, Bella, su equilibrio, un autobús y…algo a lo que agarrarse —dijo Rose.

—¿Y donde se agarró que os hace tanta gracia? —volvió a preguntar la buena mujer viendo que todas y todos nos estábamos riendo por lo bajo y que Bella estaba totalmente sonrojada.

—Uffff, hay cosas que no se debe decir en ciertos sitios, ya te contaré ya, pero vamos que si no te lo imaginas… —volvió a decir Rose señalando disimuladamente con la mano cierta zona baja del cuerpo humano.

—Esta chica siempre igual, me parece que ya me hago una idea.

—Pues yo sigo sin enterarme –mi tía sino interviene revienta de igual modo.

—No te preocupes tía que luego te hago un croquis –dijo Alice

—¿Podemos continuar ya? –volvió a pedir un cura al que se le veía totalmente divertido con la situación aunque por supuesto intentaba disimularlo –esto es una boda no una cita para tomar el té. Señor Cullen por favor…

—Mucho nos han hecho pasar la malicia, la envidia y los celos –proseguí con mis votos mirando retador hacia el lado oscuro –pero por fin estamos aquí mi amada Bella. Y hoy por fin podré gritarle al mundo que eres mía, mi mujer, mi esposa, hasta el fin de los tiempos. Acepto ser tu esposo y unirme a ti en lo bueno y en lo malo, en las alegrías y en las penas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte consiga separarnos. Aunque te prometo que ni muerto dejare de amarte amor mío –y concluido mi discurso le deslice el anillo en el dedo correspondiente. Un anillo que habíamos elegido entre los dos. Sencillo como siempre fue nuestra relación. Era un simple aro de oro con pequeños diamantes incrustados y por debajo una inscripción con nuestros nombres y la fecha de la boda.

—Edward –empezó mi Bella –nunca le agradeceré a Alice lo suficiente, y sí mi querida amiga, antes de que interrumpas de nuevo te diré que vale, tu tenias toda la razón –prosiguió mirando a mi hermana que ahora tenía lagrimas en los ojos.

—Es que tú también eres muy cabezota hermanita –¡y dale! ahora era Emmett el que tenía que poner la nota discordante a este paso no nos casábamos ni mañana y mi erección estaba empezando a enfurruñarse.

—He de reconocer que cuando Alice me obligó a acudir a aquella cita me enfadé y fui a ella con muy poco ánimo. Y la culpa la tenéis los tres siempre empeñados emparejarme con hombres que ni siquiera sabía de su existencia –dijo mirando a los tres con reproche

—Es que en eso consisten las citas a ciegas mi muy querida amiga –interrumpió Alice de nuevo ¿es que esta chica no podía callar ni debajo del agua?

—Pero cuando subí a aquel autobús y te vi –Bella siguió con sus votos pasando atléticamente de ella —la conexión fue instantánea, me enamoré de ti al instante y mi cuerpo y mi mente te reconocieron en seguida. Mi primer contacto contigo fue…accidentado –ya la risas no se pudieron contener y todos estallamos en carcajadas, bueno todos no mi tía Sulpicia seguía sin enterarse y fruncía el ceño a la vez que se rascaba la cabeza intentando averiguar como había sido ese…encuentro. Volví a prestar de nuevo toda mi atención a Bella que después de mirarlas con la ceja levantada prosiguió con sus votos —pero la electricidad que me recorrió por dentro solo con tocarte me lo dijo todo. Y después de un sinfín de inconvenientes que fuimos salvando en nombre del amor que nos tenemos —su mirada también marchó hacia el lado oscuro que a estas horas estaban moradas de la ira –aquí estoy ante ti, para casarme contigo. Te acepto como esposo y me uno a ti en lo bueno y en lo malo, en las alegrías y en las penas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte consiga separarnos. Pero también te digo que ni siquiera esa conseguirá que yo te olvide –y dicho esto deslizó en mi dedo el anillo que ahora me pertenecía y que nunca pensaba sacarme. Unos aplausos de júbilo sonaron en el sector femenino del altar ¿a que no adivinan quienes aplaudían?

—Mi hija ya es toda una mujer casada, si parece que fue ayer cuando la estaba pariendo –exclamó Renée bailando una especie de danza de la victoria, llorando y abrazando a todo el mundo.

—No te puedes imaginar la que armé cuando se casó Kate –dijo Sulpicia a su lado –y ya verás cuando lo haga Irina, pero estos votos han sido tan bonitos –agregó al tiempo que el sacerdote, mis abuelos y Charlie las lanzaban un claro mensaje del que, naturalmente, ellas pasaron como siempre. Mi tío Aro se mondaba de la risa. Y yo recordando la boda de mi prima me acordé del show de lágrimas que había montando mi tía Sulpicia. El recuerdo me hizo sonreír. Miré a mi tío y nada más verle me di cuenta de que él estaba recordando lo mismo y las carcajadas se hicieron más fuertes. Marco dio un fuerte resoplido de enfado contenido…

—Pero bueno es que ni cansándoos podréis guardar un poco las formas –exclamó todo enfadado dirigiéndose a todos en general y nadie en particular.

—Perdona abuelo pero es que me acordé de la boda de la prima y…

—Y como les sigas el juego nos dan las uvas aquí…-terció mi abuelo de nuevo-. Como si no tuvieran bastante con ellas solitas.

El cura nos llamó de nuevo al orden porque ahora les tocaba el turno a Esme y a Carlisle….

—Esmeralda Vulturi –comenzó Carlisle –ante todos los presentes te voy a confesar un secreto. Yo era como nuestro hijo, tenia fija la idea de casarme con la mujer que mi mente había creado, mi mujer perfecta. Cuando mi padre me propuso el trato que conseguiría fusionar nuestras empresas tenia bien claro que no aceptaría si esa chica a la que me iban a presentar no tenía esas cualidades que yo buscaba, pero en cuanto te vi supe que eras tú. A diferencia de él no supe luchar por ese amor, me deje llevar por las apariencias sin detenerme a pensar. Si lo hubiera hecho tal vez habría descubierto que era imposible que tú, con tu edad me abandonases de esa forma. No sin que alguien te hubiese incitado o ayudado –en ese momento todos miramos hacia el sector oscuro que a estas alturas de la historia estaban empezando a encogerse en sus asientos, extraña pareja incluida –pero el dolor de la pérdida y el rechazo me cegaron. Me dejé llevar y manipular por aquellos que decían querer ayudarme. Nunca me perdonaré el daño que te causé pero prometo compensártelo por lo que me quede de vida. Acepto casarme contigo y unirme a ti en lo bueno y en lo malo, en las alegrías y en las penas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte consiga separarnos.

Una salva de aplausos que de nuevo provenían del sector femenino se oyó otra vez junto a un montón de suspiros. Miré hacia allá y todas, absolutamente todas las mujeres estaban llorando y sosteniéndose las unas en las otras. Mi hermana era la que peor estaba y Rose la sujetaba con cariño. Una conocida mano, tan suave como la seda más fina, me tocó la cara limpiándome la cara que también tenía empapada con mis propias lagrimas. Unos ojos chocolates me miraron con todo el amor que tenían para darme.

—Carlisle Cullen –empezó Esme –yo era muy joven pero aun así me faltó algo que es imprescindible en la pareja y eso es la confianza. Al igual que tú me deje llevar por aquella que creía que era mi hermana y sobre todo mi amiga, sin sospechar nada hasta que no fue demasiado tarde. Me creí lo que me dijeron sin dudar y ahora veo el gran error que cometí. Nunca le estaré más agradecida a mi hermano por venir a buscarme y traerme hasta aquí. Y nunca agradeceré lo bastante a ese destino que tiene trazado un plan y que al final logró juntarnos de nuevo. Hoy me presento aquí para aceptar casarme contigo y unirme a ti en lo bueno y en lo malo, en las alegrías y en las penas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte consiga separarnos.

—¡Mis padres se están casando!, ¡qué feliz soy! —sollozó de nuevo Alice mientras Rose y el resto de la féminas allí congregadas hacían lo posible para calmarla pero en los rostros de todas ellas se podía reflejar la emoción del momento, emoción que yo mismo sentía.

—Pues ya está todo dicho –empezó de nuevo el sacerdote sorprendiéndonos a todos y mirando también hacia el lado oscuro que a estas alturas no sabía dónde ponerse. Athenodora estaba encogida en el asiento mientas que Heidi se escondía en el extraño sombrero que se había puesto que más que un sombrero parece un nido de cigüeñas y su hermana Renata estaba más o menos en la misma posición. Todas estaban moradas de la ira, la furia y la ¿vergüenza quizás?

–En virtud del poder que me ha sido conferido yo os declaro marido y mujer. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre –todas las miradas se dirigieron de nuevo hacia el sector oscuro. En ellas iba una clara advertencia—. Podéis besar a las novias.

Tomé con delicadeza pero con firmeza la cintura de mi Bella y la acerqué a mí para darle mi primer beso como mi esposa. Mi lengua rozó sus labios pidiendo permiso para entrar en su santuario y ella me lo concedió. Exploré sin descanso cada recoveco de su dulce boca mientras su lengua jugaba con la mía. Perdí la noción del tiempo y del lugar en el que estaba, solo pensaba en ella, en mi mujer perfecta, aquella que a partir de ahora compartiría toda mi vida. Un carraspeo me volvió a la realidad.

—Esto…no es por interrumpir pero…hay ciertas cosas que se hacen en la intimidad. Guardad algo para la noche de bodas ¿no? –todo el mundo puede pensar que esas palabras provenían del gracioso del que ahora era mi nuevo hermanó, pero no, había en la familia un gracioso más, tan ocurrente como el primero, mi tío Aro. Me separe de mí ahora esposa con mucha reticencia prometiéndome a mí mismo que la noche de bodas seria espectacular. Mi padre a mi lado estaba igual.

Nos volvimos hacia la concurrencia y el sacerdote mirando de nuevo hacia el sector oscuro, al que ya no se veía por ningún sitio, pronunció las palabras que daban fin a la ceremonia.

—Os presento a los señores y señoras Cullen. Nuevos sollozos esta vez de Renée y de Dydime llenaron la iglesia mezclados con los aplausos de todos los invitados.

—Enhorabuena —no dijo el sacerdote –he de decir que nunca he tenido el placer de asistir a una boda más original y simpática –agregó mirando a las diez mujeres que estaban todas juntas abrazándose mutuamente y hechas un mar de lagrimas –son ustedes una familia preciosa, aunque como en todas las familias tengan también sus ovejas negras –añadió dirigiendo su mirada al sector oscuro que ahora se hallaba vacío —me parece que las suyas han visto al lobo y han salido corriendo. No pude evitar echarme a reír ante el comentario tan ingenioso del cura quien después de despedirse de todos, se retiro muy discretamente. Cogí la mano de Bella para ponerla en mi brazo, Carlisle hizo lo mismo y los cuatro juntos comenzamos a desfilar hacia la salida en medio de los aplausos.

Cuando salimos al exterior nos vimos bombardeados por unos misiles tierra aire con forma de granos de arroz, lanzados con muy mala uva por todos los diablos, sus madres, y sus abuelas, si soy sincero algunos aterrizaban con tan mala leche que hacían mucho daño. Cuando por fin conseguimos llegar hasta el coche tuvimos que emprender una encarnizada batalla con las colas de los vestidos que podrían ser un poco más cortas digo yo, pero la explicación que me dio Alice me dejo con la boca abierta, nunca me había parado a pensar que yo fuese el heredero del imperio Cullen, siempre pensé que compartiría ese honor con mi hermana y eso es lo que estaba dispuesto a hacer pero no era el momento de discutir así que sin más seguí batallando junto a mi padre para introducirnos en el coche colas incluidas. Cuando estuvimos instalados y el auto se puso en marcha, cogí a mi Bella de la parte de atrás de la nuca y atrayéndola hacia mí ataque sus labios con un hambre voraz. Mi lengua pidió el correspondiente permiso y entro en su boca arrasando todo a su paso. La senté en mi regazo mientras degustaba ese dulce néctar que siempre se desprendía de ella. A mi lado mis padres, estaban más o menos en la misma posición. Cuando nuestras respiraciones se volvieron erráticas nos separamos juntando nuestras frentes y mirándonos el uno al otro.

—Te amo Bella, no sabes cuánto te amo y lo mucho que deseaba la llegada de este día. Te juro que por mucho tiempo que vivas, y espero que sea más que yo porque no podré soportar el dolor de tu ausencia, no olvidarás esta noche porque pienso reclamar como mías todas y cada una de las partes de tu cuerpo.

—Edward…—dijo mi Bella mirándome tiernamente a los ojos –yo también te amo y estoy deseando ser tuya esta noche.

El claxon del auto nos sacó a los cuatro de nuestras burbujas anunciándonos que ya habíamos llegado al lugar de la celebración. Un lugar hermoso elegido por Renée llamado la Bella Italia. He de aclarar que si su arte para cocinar era un absoluto desastre, su pericia para organizar dos bodas y una e ellas con tan poca antelación había sido de matrícula de honor ya que las novias y demás mujeres estaban lo bastante lejos como para no poder inmiscuirse más que por teléfono así que fue ella la que cargó con todo el trabajo.

Con mucho, mucho esfuerzo por culpa de los dichositos vestidos, salimos de la limusina y nos encaminamos hacia un reservado del restaurante donde mi hermana y Kate quitaron las famosas colas a los trajes ¿es que no podían haberlo hecho antes? Una vez reparado el maquillaje nos dispusimos a entrar en el salón. Otra salva de aplausos nos recibió nada más llegar y nos acompañó hasta la mesa presidencial. A nuestro lado se sentaron los padrinos de la boda y muy cerca de nosotros el resto de la familia. Athenodora, sus hijas y la extraña pareja habían desaparecido misteriosamente y, si soy sincero, nadie las echaba de menos. Mi tío Cayo seguía con nosotros.

La cena transcurrió de lo más divertida, la charla era agradable y amena. Entre Alice y Rose, le contaron a Renée de nuestro primer encuentro y tanto ella como Dydime se partían de la risa mientras que mi mujer miraba hacia abajo totalmente sonrojada. Al ver que estábamos hablando del asunto, mi tía Sulpicia rompiendo con el supuesto protocolo, se levantó de su mesa, se sentó junto a Rose y escuchó toda la explicación y, naturalmente se unió a las risas de las otras dos.

—A este paso, mi querida nueva sobrina, cuando subas a un autobús o al metro van a tener que poner un cartel de precaución ya que puedes llegar a ser un arma de destrucción masiva. Sí señor, me encanta –decía sin cesar muerta de la risa. He de decir que la risa de mi tía tenía una entonación muy singular y propia que provocaba que todo el que estuviera a su alrededor se contagiase de ella sin saber siquiera porque se reía. Esta vez no fue diferente y todo el salón acabó mirándonos y riéndose a carcajada limpia, mi Bella incluida, a la cual se le había pasado el momento vergüenza y compartía los comentarios jocosos con los demás.

El momento de partir la tarta llegó, bueno mejor dicho las tartas ya que había una para cada pareja. Entre los dos troceamos la nuestra y tal como manda la tradición Bella me dio de comer un buen trozo con el mismo cuchillo que habíamos utilizado para cortar y yo hice otro tanto de lo mismo. Carlisle y Esme a nuestro lado estaban felices y mi madre había embadurnado la cara de mi padre con la tarta cosa que me hizo mucha gracia. Pero no estuve riendo mucho rato ya que la diosa traviesa que tenia a mi lado hizo lo mismo con mismo cara. No creo que ninguno de los invitados a la boda se haya reído más y más fuerte en otra celebración.

El momento de abrir el baile llegó y las dos parejas hicimos los honores. Un precioso Vals dio al ambiente un toque de romanticismo mientras los cuatro nos movíamos por todo el escenario. Cuando nos juntamos en un punto Esme me separó de Bella que fue atrapada por Carlisle y así iniciamos un nuevo vals con las parejas intercambiadas. Poco a poco se nos fueron uniendo los demás invitados. Estuvimos un buen raro bailando con unos y con otras piezas clásicas e inolvidables de la historia de la música. Pero llego un momento en que al grupo de diablos, madres y abuelas incluidas, les pareció muy sosa y aburrida esa clase de música y se lanzaron a la pista en busca de algo que estaba tapado con una sabana. Cuando lo descubrieron pude advertir que se trataba de un enorme karaoke. Todos los hombres allí presentes nos miramos con horror. Las mujeres, novias incluidas, pusieron en marcha el aparatito infernal y…el infierno se abrió con toda su plenitud. Lo peor de todo no era que empezaron a bailar en un desorden organizado que solo ellas eran capaces de formar, no eso no era lo peor, lo peor era que no se ponían de acuerdo para cantar y los gallos y salidas de tono eran tan estruendosos que ni el mejor brujo de la tribu más antigua y ancestral podía hacerlo mejor para convocar una gran tormenta. Ahora era Madonna la que estaba cantando Like a Virgin y las diabólicas mujeres movían las caderas de una forma…un rápido vistazo a mi izquierda y derecha me dejo comprobar que no era solo yo el que tenía una mirada hambrienta y una erección de lo más evidente. Jasper, Garrett, Laurent, mi tío Aro, Charlie y hasta…¡mi abuelo Marco!, tenían una expresión indescifrable en sus caras, una expresión que seguramente yo también tendría. Los movimientos de mi Bella al ritmo de la música eran sugerentes, sensuales y mi muy enardecido miembro estaba empezando a agujerear mis bóxers y pantalones en busca de la libertad. Todos a una subimos a la llamada de nuestras sirenas para bailar y cantar con ellas todas y cada una de las canciones que salían de la maquina. Y así pasamos el resto de la velada bailando todos juntos al ritmo de la música que salía de aquel aparato. He decir que bailar con mi Bella a veces de formas llamémosles….sugerentes hizo que mi miembro palpitase dentro de mis bóxers de un modo alarmante y doloroso. Yo me movía de forma sugerente agarrándole la cintura por detrás de forma que ella se frotaba contra mi muy erguido miembro provocándome una tortura sin precedentes.

Un poco cansados ya del ejercicio del baile nos fuimos a sentar a la mesa junto a Rose y Emmett. Nuestros respectivos padres ya estaban sentados ahí junto a mis abuelos.

—¿Dónde está nuestra hija Emmett?

—Allí –y cuando miramos en la dirección en que señalaba mi cuñado vimos a una Rossie desconocida, totalmente desencajada y comiendo todo tipo de dulces que llevaba dentro de una bolsa. Daba la impresión de que estaba un poco acelerada y nerviosa. Bailaba como una loca junto a otros niños que había en la fiesta, dando saltos al ritmo de la música que sonaba.

—¿De quién ha sido la idea de dar a la niña una bolsa tan grande de golosinas? –preguntó Rose con una ceja levantada mirando a Emmett.

—Esto…pues…yo…culpable –dijo Emmett preparándose para la bronca inminente.

—Pues la próxima vez que tengas una idea la compartes con el resto antes de ponerla en práctica, a ver que nos parece a los demás –le dijo Rose.

—Pero Rose cariño si preguntar ya pregunto pero tú nunca me respondes, te limitas a decir ummmm y no me contestas.

—Cuando aprenderás Emmett Swan que cuando nosotras decimos ummm es que no nos parece una buena idea y la estamos valorando.

—¿Y porque no me dices eso en vez de esa onomatopeya que puede significar cualquier cosa?

—Porque pienso que ya me conoces lo suficiente como para que sepas que ummm significa que no lo hagas hasta que yo no te lo diga.

—Ahhhh, pero es que tu luego…nunca dices nada, te quedas callada.

—Emmett Swan ¿es que a estas alturas de la historia no sabes que mi silencio significa estate quieto y no hagas nada?

—¿Significa eso? –dijo el pobre hombre rascándose la cabeza.

—Sí, eso mismo, si yo pensara que la idea es una buena idea te lo diría sin más pero cuando callo es porque me parece una mala, malísima idea.

—Pero es que siempre callas.

—¿Será porque siempre tienes malas ideas?

—Bueno y ya que estamos, ¿qué significan tus ajas y tus así ques…? –y los demás hombres que estábamos en la mesa pusimos especial atención ya que era una información valiosísima. Charlie puso una cara de esas que dice, a ver si consigo enterarme de una vez.

—Ufff difícil pregunta, eso depende de mis estados de ánimo pero ten por seguro que siempre tendrá que ver con algo que pienses o hagas que a mí no me termine de convencer del todo; o quizás algo que has dicho, o algo que no has hecho o has hecho mal…en fin maridito que el lenguaje onomatopéyico y mímico es un gran invento.

—Será para ti porque yo a este paso voy a tener que hacerme con un diccionario de mímica y onomatopeyas –dijo el pobre hombre rascándose la cabeza en medio de las risas no contenidas del resto de la concurrencia. Todos reían, bueno todos no, mis abuelos reían, mis tíos reían, pero Carlisle y yo que teníamos muy claro que tendríamos que hacernos con una copia de ese diccionario ¿por qué todas las mujeres eran tan difíciles de leer?, ¿no podían expresar su opinión con palabras como todo el mundo? Renée miraba a Rose dándole en todo momento la razón haciendo extrañas muecas con la cara y el pobre Charlie suspiraba resignado.

Después de ese momento de medio relax un volcán huracanado que había adquirido la forma de Irina llegó en tromba a donde estábamos y cogió a mi tío Cayo de la mano obligándole a salir a bailar argumentando que no se podía estar tan estirado en una boda ni ser tan críptico y circunspecto. Mi pobre tío fue arrastrado a la pista de baile seguido de los demás que fuimos también arrastrados por nuestras respectivas parejas. Rose cogió a su hija y empezó a bailar con ella, bueno más bien a cansarla pues la niña parecía una pila de estas que duran y duran y duran y nunca se acaban con tanta azúcar como llevaba en su organismo.

Y por fin, el esperado momento, aquel por el cual mi erección y mis pantalones habían estado implorando toda la noche, llegó. Pero antes de irnos teníamos que cumplir con dos rituales. Suspiré resignado yo solo quería marcharme de ahí y poder disfrutar del cuerpo de mi diosa pero Irina, Kate y Alice junto con las madres, tías y abuelas respectivas tenían otra idea. Ya antes me habían cogido la corbata y haciéndola pedazos con una tijera se dedicaron a repartir los trozos por toda la concurrencia. Ahora nos tocaba seguir con la siguiente tradición. Cuando metí mi cabeza, nariz y boca incluidos debajo del vestido de Bella para coger con los dientes su liga y quitársela, su olor a sexo me embriago de tal manera que mi erección empezó a saltar y dar gritos de júbilo y anticipación. Estaba tan oscuro que no pude ver bien lo que llevaba puesto debajo de ese vestido pero seguro que sería algo que me provocaría una combustión espontanea, mis pantalones estuvieron de acuerdo conmigo. El momento de lanzar los ramos había llegado. Esme y Bella se subieron al escenario y dándose la vuelta lo lanzaron sin mirar entre todas las muchachas casaderas que había entre la concurrencia. El ramo de Esme fue recogido muy hábilmente por Alice que lo enseñaba triunfal mientras la hija de uno de los empresarios ms importantes de la ciudad la miraba con cara de malas pulgas ¿qué había pasado?, muy sencillo el ramo iba directo a ella pero…Alice de un hábil empujón la quito del medio y lo recogió mirándola con desafío. La tal Maggie, una muchacha insoportable con la que había salido un par de veces para que me dejara en paz, y que me miraba decepcionada, se marchó de ahí con las cajas destempladas. El turno de Bella llegó y esta vez fue Irina la que recogió el ramo ante las miradas furibundas de un montón de mujeres a las que había quitado de en medio para llegar hasta él. Bueno ya era hora de que estos cuatro formalizaran su relación así que, si lo que contaba la tradición era cierto pronto tendríamos nuevas bodas en la familia.

Nos despedimos de todos y en medio de una nueva salva de aplausos salimos hacia uno de los hoteles más lujosos de todo Port Ángeles donde habíamos alquilado las dos suites nupciales que el hotel tenia para esta noche. Al día siguiente comenzábamos nuestros respectivos viajes de Luna de Miel. Carlisle iba a cumplir uno de los sueños de Esme, viajar por Latinoamérica para conocer de primera mano las civilizaciones indígenas más famosas, los mayas, los aztecas y los Incas. Yo también le iba a cumplir un sueño a mi Bella ya que ella se volvía loca por la cultura Griega y por la civilización egipcia, así que ese era nuestro destino. Unos cuantos días en Grecia haciendo un recorrido por todos los monumentos y lugares emblemáticos de Atenas y demás islas y localidades donde todavía había vestigios de esa civilización cuna de la cultura europea. Después volaríamos hacia Egipto donde le tenía preparado un tour por todas las pirámides que eran visitables.

Cuando llegamos nos dirigimos directamente al mostrador donde una recepcionista que me miro como si yo fuera un espécimen extraño nos dio las llaves de nuestras respetivas habitaciones. Nada más salir del ascensor yo cogí a mi Bella en brazos y mi padre hizo lo mismo con Esme. Todo el mundo nos miraba mientras nosotros nos dirigíamos divertidos hacia nuestro destino.

Cuando llegamos a la habitación, abrí la puerta con la tarjea y entre con mi Bella. Cerré con una patada y deposite a mi diosa amazona en el suelo, me acerqué a ella como si se tratase de un vampiro a punto de saltar sobre su presa y ataque sus labios con fiereza, una fiereza y un instinto animal que me salía de muy adentro. La empujé contra la pared y me presioné contra ella haciendo que mi erección se apoyara en mi vientre. Bella resopló de satisfacción al comprobar lo enorme que estaba. Después de saciarme durante un buen rato de sus labios, de subir y bajar mis manos por todo su cuerpo y de morder y pellizcar sus pezones por encima de la ropa me separé de ella, la llevé a la habitación. Esta estaba iluminada tan solo por velas aromáticas que le daban a la estancia una dosis de erotismo, sensualidad y romanticismo. En el centro de la cama, encima del inmenso edredón había un manto de rosas rojas esparcidas. Me acerqué al equipo de música y tal y como había pedido empezó a sonar en el ambiente una balada romántica muy propia para la ocasión. Bella me miraba extasiada, parecía que se había quedado embobada mirándome sobre todo a mi trasero y a mi enorme y necesitada erección, sus ojos hambrientos me desnudaban con la mirada. La cosa más Bella de Eros Ramazotti resonaba en la habitación mientras nuestros labios se volvían a juntar. Entre besos y besos le fui desabrochando los numerosos botones de su vestido muy poco a poco, maldiciendo por lo bajos a los diablos 1 y 3, ¿por qué no podían haber puesto una cremallera? Mientras le desabrochaba iba acariciándola con los dedos en la piel que quedaba expuesta, arañándola tiernamente con las uñas mientras Bella hacia lo mismo con mi camisa entre gemidos y gemidos de placer.

Cuando por fin toda esa enorme cantidad de botones estuvo vencida le fui quitando poco a poco el vestido hasta dejar que cayera al suelo y lo que vi…lo que vi me dejo sin aliento. Un estremecedor escalofrió recorrió todo mi cuerpo y mi erección puso el grito en el cielo. Ver el cuerpo de esa mujer, mi mujer, enfundado en ese corsé y esas braguitas tan…pequeñas, era una visión divina y a la vez demoniaca, era la lujuria, la sensualidad y el erotismo todo reunido en esa diosa echa mujer y bajada del mismo Olimpo para atormentarme. Si que yo me diera cuenta ya que estaba embobado mirándola, se acercó hacia mí y me desabrochó y bajo los pantalones dejándome en bóxers.

—Ahora estamos los dos al mismo nivel –me dijo mordiéndose los labios y sacando su lengua para pasarla por ellos en un gesto tan provocador que me lancé hacia ella sin pensármelo mas. Con nuestros labios aun pegados la tomé en brazos y la deposité en la cama sobre los pétalos de rosa que hacían contraste con su piel blanca y su pecaminoso conjunto. Deje sus labios un momento para trazar un camino de besos desde el lóbulo de su oreja, el cual mordisqueé, pasando por su oído donde sople y gemí para excitarla más, hasta llegar a sus pezones los cuales libere de su prisión para degustarlos a placer. Le di la vuelta con algo de brusquedad para desabrochar el corsé dejándola solo con las pecaminosas braguitas de las que ya me encargaría más tarde. La devolví a su posición inicial para seguir alimentándome de ella. Con mi lengua hacia círculos en uno de los pezones que ya estaban tiesos y erectos para mi, mientras que con una de mis manos le pellizcaba y acariciaba el otro. La otra mano iba y venía a su antojo de manera desesperada. Sustituí mi lengua por la mano que se paseaba por su cuerpo y mientras seguía tironeando y arrancándola gemidos de placer que me excitaban todavía más, bajé con mi boca dejando besos por el resto del cuerpo, su estómago, sus muslos, sus piernas, sus pies los cuales lamí y chupé uno por uno pasando mis uñas por sus plantas en un intento de llevarla al límite, de calentarla hasta extremos insospechados. Volví a hacer el recorrido de vuelta y al llegar a su entrepierna rompí esa lujuriosa braguita con mis dientes y me sumergí en su santuario ese que ahora me pertenecía por y para siempre. Con mi lengua trazaba círculos en su clítoris para luego descender e introducirla en su cavidad, cuando veía que estaba al limite la sacaba y volvía a su centro y así estuve un buen rato jugando con ella hasta que tuve piedad de sus suplicas desesperadas y me introduje de nuevo en ella con mi lengua, entrando y saliendo, entrando y saliendo, cada vez mas fuerte hasta que en medio de un grito de placer le arranque el primer orgasmo de la noche, el primero de muchos todo hay que decir. Mi boca dejó su sexo todo palpitante y ansioso de más y mientras subía de nuevo por su cuerpo posicioné mi erección en su entrada pero antes de introducirla empecé a restregarme por la zona de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Llegué hasta su boca y la ataqué de nuevo para degustar su sabor mezclado con el mío. Cuando la iba a penetrar lentamente, Bella tuvo una idea mejor y dándose la vuelta se situó a horcajadas encima de mí, sexo con sexo. Mientras se frotaba contra mi pene como yo había hecho con ella empezó a dejar suaves y húmedos besos por mi cuello, mi pecho, jugó con mis pezones, bajo por mi estomago y cuando llego a mi erección la introdujo en su boca hasta dentro, lo mas dentro que podía y empezó a apretármela a lamerla y a chuparla con su lengua. El placer era indescriptible, la sensación maravillosa y simplemente me tumbé y me deje hacer. Chupó, exprimió y lamió tomándose su tiempo, torturándome, acariciando mi glande con su lengua para de nuevo volver a introducirla en su boca hasta llegar a mis testículos, llevándome al límite al igual que yo había hecho con ella, metiendo y sacando mi pene , mordisqueándolo con sus dientes. Yo ya no podía más, sentía que mi orgasmo iba a llegar en cualquier momento, intenté moverla de su posición pero fue imposible, al revés, puso su mano en mis testículos apretándolos y masajeándolos y yo me deje ir sin remedio.

A pesar de que me había descargado en un orgasmo bestial, como todos los que ella me arrancaba, mi erección comenzó de nuevo a palpitar al ver como se tragaba todo mi semen y relamía sus labios. No había cosa más erótica para mí que ver a mi diosa, a mi mujer, tragándose mi esencia de esa forma. La volví a poner debajo de mí y repetí de nuevo todo el proceso de marcar su cuerpo a base de besos mientras mi erección volvía a crecer de nuevo a pasos agigantados. Me situé en su centro y la fui penetrando lentamente mientras nuestros ojos hacían contacto visual y sin perder ese contacto empecé a moverme dentro de ella, primero de manera lenta, pausada, sin prisas para luego acelerar un poco mas mientras la besaba en las mejillas, en los labios, en su mentón. Me acerque a su oído para que pudiera a escuchar mis gemidos cosas que sabia la excitaba un montón.

—No sabes lo mucho que te amo, no te lo puedes llegar ni a imaginar –le susurraba en su oído mientras me movía cada vez un poco más rápido. Me rodeó la cintura con sus piernas haciendo la penetración más profunda y placentera –te amo y todo a mi alrededor desaparece, te amo y mi cuerpo se estremece ante la enormidad y profundidad de mis sentimientos, te amo y no me importa nada más. Eres toda mi vida Bella, la razón por la que respiro y me levanto todos los días, eres mi diosa, te amo, te amo como nunca pensé que podría llegar a amar a nadie y ese sentimiento lejos de asustarme me hace más valiente, mas fuerte y mejor persona.

—Yo también te amo Edward, con toda la pasión de mis sentidos, con toda la fuerza de mi corazón y de mi alma, no podías haber descrito mejor la enormidad de lo que siento porque es la misma sensación, haría por ti lo que fuese, daría mi vida por ti si llegara el caso, eres la razón de mi existir, mi mundo, mi universo entero, nada importa si tú no estás conmigo, el mundo carecería de sentido si tu desaparecieras –me decía entre gemido y gemido –tengo mucha suerte de haberte encontrado, nunca le estaré lo suficientemente agradecida a Alice.

—Creo que estará más que satisfecha con la enormidad de nuestro amor, porque te juro que me pasare toda mi vida agradeciéndote, amándote y adorándote con todo mí ser, tal y como te mereces, como la diosa que eres –le contesté. Y así entre palabras de amor salidas de lo mas profundo de nuestros corazones, las embestidas se hicieron cada vez más duras y fuertes hasta que juntos explotamos en un orgasmo tan inmenso como el amor que nos teníamos.

Nos pasamos toda la noche amándonos, diciéndonos con nuestros cuerpos lo mucho que nos queríamos, deseábamos y necesitábamos. Las primeras luces del día nos sorprendieron en la bañera en donde habíamos tenido una sesión de amor intensa y espectacular. El olor que había en ese momento en la estancia era delicioso, nuestro sexo mezclado con las sales aromáticas que había en el agua. Nos besábamos y nos saciábamos para luego descansar y volver a empezar el rito más antiguo, el de la seducción perpetua que culminaba en un acto ritual, una experiencia sobrecogedora que, a pesar de haberla experimentado con anterioridad, era algo de lo que nunca me cansaría.

Después de disfrutar de nuestros cuerpos y nuestra intimidad un poco mas dejamos la habitación y nos dirigimos a desayunar. Habíamos quedado con mis padres para hacerlo juntos y despedirnos así hasta dentro de un mes, tiempo que iba a durar nuestra luna de miel. La cara de mi madre nada más entrar en el restaurante del hotel expresaba con palabras que la noche para ellos había sido tan excitante y placentera como la nuestra. Lo cierto es que en esa mesa se respiraba amor, mucho amor.

El bufete era libre y se podía repetir de todo lo que se quisiera. Las chicas se lo tomaron muy a pecho, comieron y comieron y yo nunca las había visto disfrutar tanto un desayuno. Se levantaban de la mesa y volvían de nuevo con el palto lleno para comérselo en un minuto y volver a repetir la misma operación. Mi padre y yo estábamos encantados, extasiados y también muertos de hambre ya que la noche había dado mucho de sí y esa clase de ejercicio siempre abre el apetito ¿o no?

Fuimos juntos hasta el aeropuerto de Washington para una vez allí separarnos hacia nuestros respectivos destinos. Con una sonrisa de felicidad y satisfacción en mis labios me senté en aquel avión que nos llevaría a vivir nuestra primera aventura como marido y mujer.


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