DICLAIMER: Los personajes que aparecen en esta historia no me pertenecen. Son propiedad exclusiva de S. Meyer.
Capitulo 21: volviendo a la vida
Pov Edward
Bella pronto volvería de nuevo a Forks, como mucho solo tendría que esperar
hasta después de Navidades. Pero yo no me podía aguantar, así que en pocos
días cogería un avión a Jacksonville y
pasaría las fiestas con ella y el resto
de la familia se nos uniría para fin de año.
Marco me
había llamado para felicitarme por la feliz resolución de mi caso y para
pedirnos a mis padres, a Emmett y a mí
que declaráramos en el juicio
contra Tanya, Aro y Cayo pues nuestra
declaración era crucial al ser víctimas
directas de su chantaje, especialmente era importante mi testimonio. En realidad
yo había hecho un trato para testificar a cambio de que mi matrimonio
con Bella se declarara legal y válido, después de solucionarse el embrollo en
el que me había metido. Lo cierto es que esto no era más que una salida legal
que el juez había adoptado para
concederme mi petición, pues todo el mundo sabía de sobra que yo estaba más que
dispuesto a declarar. Mis padres y Emmett, aceptaron gustosos así que de la noche a la mañana nos
convertimos en los principales Testigos de Cargo y
Paul y Jared se habían convertido
en nuestra sombra. El peligro aún no
había pasado a pesar de que Aro, Cayo y Tanya estaban entre rejas, y Marco había mandado a
Forks para reforzar esa vigilancia a Quil y Colin. Embry, Brady, Jacob y
Sam quedaban en Jacksonville para seguir vigilando a Bella. Yo me puse nervioso
ante este hecho pues prefería mil veces estar yo desprotegido a que lo
estuviera Bella y además, como policías que éramos podíamos protegernos a
nosotros mismos, pero Marco con muy buen criterio me había dicho que en Forks
había más gente a la que cuidar y eso incluía a mi hija, así que ante semejante
realidad decidí dejarlo como estaba. Ninguno
quería que la historia se
repitiese y a pesar de que Emmett, mi padre
y yo como policías colaborábamos en la protección de los demás, al mismo tiempo éramos testigos principales
en el juicio contra Aro así que no me quedaba otra más que aceptar, pues era
imprescindible la protección del FBI.
Rose no podía declarar debido a su parentesco
directo con los Vulturi y eso la hacía sentirse mal
porque quería enfrentar cara a cara a Aro y a Tanya por todo el daño que habían
hecho, empezando por el accidente donde murieron los padres de Rose y
los míos y terminando por el atentado donde su propio hijo había terminado
malherido. Marco le dijo que estaba en
su derecho pero que la ley era muy clara en ese sentido.
Hoy mi madre se estaba comportando de manera
muy extraña y me preocupaba
que estuviera enojada conmigo por
irme en unas fechas tan señaladas. Pero mi mujer estaba sola y era su hija ¿no
podía comprenderlo? Primero nos llamó a
Rose a Emmett y a mí para
invitarnos a cenar a su casa ¿invitarnos?, si mi madre nunca invitaba a cenar ni a
comer, simplemente aparecíamos y ya está. Después cuando me pasé a visitarla
junto a Emmett como todos los días para
ver como andaba, la encontré cocinando,
de pie, atención al dato, el plato
favorito de Bella y la tarta de chocolate que tanto le gustaba.
—Mamá, ¿qué haces de pie?, ¿cómo es que estás cocinando eso, no dijiste
que…?— le pregunté confuso.
—Hombre pues que yo sepa la comida no se hace
sentada y ya sé lo que dije hijo pero Bella pronto regresará a casa y esto es
un ensayo, quiero ofrecerle ese plato el día que ella vuelva – me dijo muy
resuelta.
—¿Y no
puedes hacerlo el día que vuelva para celebrarlo y te ahorras trabajo?, mira que con la pierna —dije preocupado.
—El día que regrese lo volveré a hacer. Esto es un ensayo. Hace
cinco años que no lo hago Edward –me dijo rodando los ojos como si fuera obvio.
Me hubiera quedado satisfecho con esa explicación sino
hubiera sido porque mi madre no me había mirado a la cara en ningún momento
mientras me hablaba y eso solo significaba una cosa: estaba mintiendo. El
comportamiento de Rose y mi padre no eran muy distintos. Mi padre no hacía más
que dar vueltas por toda la comisaria ladrando órdenes a todo el que se ponía
en su camino y Rose, Rose bueno, Rose sin comentarios. Se había dedicado en
cuerpo y alma a limpiar una casa que se suponía no iban a utilizar hasta
pasadas las fiestas ¿a qué tanta prisa? Ni que decir tiene que mi hija y
sobrinos si no estaban en el colegio o con Emmett y conmigo, estaban con ella
en la casa vigilados muy estrechamente por Rachel.
Emily se había
marchado a pasar las navidades con su marido y habíamos quedado en que, una vez
estuviéramos allí, se volvería a hacer cargo de la niña. Rachel la había
sustituido y se había convertido en nuestra
sombra con la excusa de haberse hecho muy amiga de Rose en el colegio,
Paul Jared, Quil y Embry seguían de
cerca todos nuestros pasos. Pero aún
así, se necesitaba alguien que temporalmente ocupara el puesto de Emily como
“niñera” hasta que ésta volviera y en eso estábamos. Jacob y Sam tenían varias
candidatas pero estaban siendo investigadas al milímetro.
Me fui a buscar a Rose a la casa que ocuparían Alice y Jasper
a ver si podía ayudar en algo o en todo caso a ver si podía rescatar a mi hija
y sobrinos. Cuando llegué estaban todos enfrascados en la limpieza de las
habitaciones. Ángela y sus hijos también estaban allí.
—Edward, por fin llegas. Mira ayúdanos a mover esto que no
podemos— me dijo una Rose bastante sofocada por el esfuerzo.
—Encantado señoras –dije entusiasmado de haber podido volver
al grupo, a mi vida anterior, a lo que
yo tenía—, de verdad que sigo sin comprender como es que corre tanta prisa.
Ángela y Rose se miraron, definitivamente aquí pasaba algo y
Ángela también lo sabía ¿qué podría ser?, le preguntaría a Emmett.
—Ángela –dije cambiando de tema a otro que me interesaba mucho— ¿qué tal Gaby?, ¿progresa?
—Es una niña encantadora Edward y sus progresos son
excelentes —me dijo muy orgullosa.
—Ya duerme en su cama toda la noche y sin pesadillas. De vez
en cuando se despierta y me llama por el walkie pero en cuanto le digo
que ahí estoy se vuelve a dormir.
—Yo no las tenía todas conmigo con eso del walkie, he de reconocer que no es un método muy
ortodoxo —me confesó— pero una vez más
me inclino ante la sabiduría de un padre, aunque sea novato como tú. Yo creo
que más que poder hablar contigo, ella siente tu presencia a través del
aparato. Sabe que estas ahí para ella. Es más una cuestión de confianza en ti
que otra cosa. No sé, de alguna forma le has dejado claro que siempre podrá
contar contigo —me dijo.
—Pues no sabes cuánto me alegra oír eso, aunque a veces me pega cada susto —dije
contento con las noticias—. Me pongo el aparato debajo de la oreja para oírlo
cuando estoy dormido y no tardar mucho en contestarle y pego cada respingo en
la cama.
—Sí, se algo de eso ja, jaaaaaaa. Bueno lo importante Edward
es que está mejorando y mucho.
—¿Y tus hijos?— le pregunté a Rose.
—Lo mismo, ya sabes que hemos empleado el mismo truco y mano
de santo. La diferencia es que nosotros tenemos a dos hablando a la vez por el
aparatito.
—Ya veréis como poco a poco se arregla todo. Por cierto ¿qué
hora es?, tenemos que arreglarnos para esta noche —dijo Ángela.
—¿Vosotros también venís?—pregunté confuso. Aquí había gato
encerrado y era todo muy sospechoso.
—Sí, tu madre nos ha invitado —y de nuevo se miraron, ¿qué
pasaría? De pronto se me ocurrió que quisieran celebrar el hecho de que me
había librado de Tanya pues de lo otro aun no sabían nada, pero ¿por qué no decírmelo?
Me llevé a Gaby para vestirla e intenté sonsacarle algo. Verdaderamente no sabía nada.
Cuando llegamos a la casa, Emmett nos abrió la puerta y mi padre y Ben nos
saludaron desde el salón. Las mujeres salieron de la cocina y nos saludaban
pero de repente vi que mi madre, Ángela y mi cuñada se iban a la cocina a
cuchichear algo. Y me quedé pensando. Primero mi madre y su actitud, luego Rose
y Ángela limpiando a toda prisa una casa que iba a ser ocupada dentro de un
larguísimo mes. Miré a Emmett que estaba
tan alucinado como yo, definitivamente traman algo. Pero, ¿qué tramarían estas
tres? Miedo me daba pensarlo, pues cada
vez que estas tres se juntaban a tramar algo eran temibles y letales y eso que
mi Bella no estaba, porque antes cuando vivía aquí, cuando se juntaban las
cuatro…un momento, ¿cuándo se juntaban las cuatro? “Bella seguro que no está de guardia/… Tengo una corazonada —, recordé las palabras de Rose de esa
tarde. Mi madre cocinando la comida
favorita de Bella, precisamente hoy, su comportamiento extraño, la mesa puesta para ¿más gente de la que
somos ahora?… una sonrisa tonta se me puso en la cara y me dirigí a la cocina.
Al llegar las tres estaban hablando muy
entretenidas y no me oyeron llegar. Me apoyé en el marco de la puerta sonriendo
abiertamente
—¿No crees que están tardando un poco?—oí que decía Rose—. Esta
chica es capaz de perderse, ya lo verás —le comentaba a las otras dos.
—¿Quién está tardando? —pregunté haciéndoles dar un respingo, y provocando que a Rose le
cayeran todos los cubiertos al suelo, que Ángela se pegara un buen porrazo en
la cabeza con una puerta que estaba abierta y que mi madre que mi madre
pegase un grito arrojando dentro de la cazuela la cuchara con al que removía la
salsa. Efectivamente
iba por buen camino—. ¿Esperamos a
alguien más a cenar? – pregunte inocentemente—. Supongo que es mujer y que no
conoce el pueblo o es muy despistada, a juzgar por lo que hablabais —dije con
una cara de inocencia tal, que si hubiera
sido actor me habrían dado el Oscar
—Bueno… sí… no… bueno, verás
–empezó mi madre. Nos quedamos mirando los cuatro, ellas sin saber que
decirme y azoradas, y yo esperando a que me dieran la única respuesta que
quería oír. Después de aguantarnos un rato la mirada, ya no tenía duda de lo
que me decían sus expresiones y una enorme sonrisa se puso en mi cara, y ellas
al verla se echaron a reír nerviosamente mientras se miraban entre ellas.
—Desde luego, sois las cuatro unos diablillos aterradores —les
dije en broma.
—¿Cuatro? —contestaron ellas, poniendo esa cara de inocencia
que ponían cuando se veían pilladas en algo.
—Sí cuatro, aunque a lo mejor habría que añadir algún diablo
mas a la ecuación —dije pensando en
Alice, esa sí que era un buen diablo.
—No sé a qué te refieres —dijo mi madre fingiendo sorpresa.
—Vamos mamá, ¿a quién esperamos? —pero no pudieron contestar,
porque el teléfono de Rose sonó.
—¿No me irás a decir que te has perdido y no sabes cómo
llegar?— preguntó Rose a quien llamaba por teléfono, un tanto enfadada y rodando los ojos al mismo
tiempo.
Reí para mis
adentros, esa frase me confirmaba todo,
había dado en el clavo, solo Bella era
capaz de perderse en el pueblo que la vio nacer. Debo reconocer que el pueblo
había cambiado y crecido en estos años, pero es que mi Bella es tan despistada
que se perdería en una plaza si tuviera la oportunidad.
—Bella hija —dijo Rosalie—, de verdad que por mil años que
pasen tú serás siempre igual ¿verdad mi niña?, sí, si ya sé que el pueblo ha cambiado
pero amiga ¡es tu pueblo, por Dios! –yo seguía apoyado en el marco de la puerta
con la sonrisa en la cara y escuchando la conversación. De repente Rose volteó
y se me quedó con cara de ups, he metido la pata, y por el rabillo
del ojo vi como mi madre se entretenía en remover una ensalada inexistente y
Ángela encontraba las baldosas del suelo muy interesantes. Ya no me pude
aguantar más la carcajada y comencé a reír con todas mis ganas, yéndome hacia
el salón a por las llaves del volvo.
Emmett me miraba confundido.
—No te muevas de ahí que ahora os voy a buscar —oí que decía
Rose.
—¿Dónde vas Rose?—preguntó mi padre.
—Se ha perdido —contestó Rose desesperada. Confirmado, mi padre también estaba en el ajo.
—Vale, espera que ya
sé dónde estáis, ahora mismo voy a recogeros — dijo Rosalie.
—¿Quién se ha perdido?—preguntó Emmet—, ¿a quién van a buscar?
—¿De verdad hermanito que no te has dado cuenta de que tu
mujer y tu madre llevan todo el día muy extrañas?
— Bueno sí pero, como cada vez que traman algo se ponen así,
pensé que… ¡Dios! —exclamó cayendo en la cuenta de repente.
—No es necesario que vayas Rose. Mi dama está en peligro y me
corresponde ir a mí a rescatarla —le dije de forma muy teatral. Rose se me quedó mirando a la cara y rompió
en risas.
—Menuda sorpresita ¿no?, están en la entrada del pueblo en el
McDonald’s.
—Voy por mi mujer —dije mientras salía corriendo por la
puerta con mi niña en brazos.
—¿Qué pasa papi?, ¿a dónde
vamos?—preguntó Gaby.
—Ahora lo verás.
Conduje lo más rápido que pude teniendo en cuenta que llevaba
conmigo a una niña de cinco años. Justo
en la puerta del McDonald’s divisé un
coche rojo. Aparque enfrente de ellos y al salir vi a Bella. Los dos nos
quedamos mirando un momento y sin pensarlo echamos a correr el uno hacia
el otro. Nos encontramos a mitad de
camino y nos fundimos en el abrazo más fuerte que yo recordara jamás. Era un
abrazo de alegría, de vida recobrada. Bella se separó un poco de mí, se acercó al coche, desató el cinturón de seguridad de la sillita de mi niña, cogió a
Gaby en brazos y los tres nos volvimos a fundir en un abrazo. Yo le daba besos
por todos los lados que buenamente podía, la cara, los labios, la frente, el pelo, pero
sobre todo los labios. Mi cuerpo reaccionó del mismo modo que lo había hecho en
Jacksonville y de repente notaba mis pantalones un poco más estrechos de lo
habitual. En un momento determinado, Alice
cogió a la niña para saludarla y yo aproveché para estrecharla más
contra mi cuerpo y profundizar un beso
que había empezado. Ella enrolló sus manos en mi cuello alzándose un poco para
besarme mejor, cosa que aproveché y sin
romper el beso la cogí por las nalgas y la alcé más arriba obligándola a rodear mi cuerpo con sus
piernas. Estuvimos así un buen rato, besándonos, nuestras lenguas danzaban en
un baile rítmico, exquisito, se peleaban por ganar, no me quedó ni un solo recoveco de su boca
por recorrer, el aire nos faltaba pero eso no parecía importarnos, hasta que
unas manitas nos tocaron mientras Gaby se reía divertida.
—Tía Alice dice que como sigáis así, os vais a ahogar –dijo
mi niña riéndose.
—Vamos a casa mi amor —le dije aun con ella en mis brazos. Bella
se bajó de mi cuerpo y cogió a Gaby y empezó también a besarla por todos los
sitios, besos a los que la niña respondía gustosa, era precioso ver este
reencuentro madre e hija. Yo aproveché para saludar a Alice y Jasper.
—Gracias por salvar a mi hija –le dije a Alice de nuevo,
mientras le daba un gran abrazo. Ya se
lo había agradecido en Jacksonville pero estaba aun muy aturdida y me pareció correcto volver a hacerlo ahora.
—Todo fue un placer —respondió —. Considero a Gaby como de mi
familia, ya lo sabes. Para mis sois mis hermanos y ella mi sobrina.
—Gracias por incluirme en la ecuación –dije agradecido de verdad.
—Me parece que te lo has ganado a pulso –añadió ella
sonriendo de forma abierta.
—Te seguimos con el coche —dijo Jasper–, por fin alguien que
sabe cómo llegar —dijo con un teatral suspiro
mirando a Bella con coña. Bella, que tenía aún cogida a mi hija en sus brazos le sacó la lengua, me
volví riéndome como un tonto y rodeé el
cuerpo de mi esposa con los míos y las
encaminé al coche.
—Que sorpresa y que alegría me has dado —dije cogiéndola de
nuevo en mis brazos, una vez hubo puesto a Gaby en su silla, y besándola otra vez.
—Esa era la idea. Y ahora,
¿me llevas a mi casa?
—Será un placer –le
contesté con esa sonrisa torcida que sabía que tanto le gustaba.
—Espera mis maletas.
—Aquí están —dijo Jasper—, y ahora sí, te seguimos que será
la única forma de llegar –agregó mirando a Bella con guasa.
—De verdad que cuando no es Jacob eres tú —dijo Bella
resignada entrando en mi volvo.
—Jasper, la voy a llevar primero a nuestra casa. Pero cuando
pare no hay perdida, la casa de mis padres es justo la de al lado, la que tiene
la verja pintada de amarillo. Mi madre
dice que el amarillo le recuerda al calor que en Forks no hace —dije rodando
los ojos y entrando a mi vez al coche—.
Cuando paremos quedaros con Gaby, mientras yo llevo a Bella a casa
¿ok?—tenía una sorpresa que darle y quería dársela a ella sola. De repente
observé que Bella estaba muy callada.
—¿Qué pasa?
—Todavía lo tienes —me dijo emocionada.
—Bueno, este es otro modelo más moderno, el otro simplemente
dijo adiós. Pero por nostalgia cogí el mismo color y la misma marca. Pasamos
muchas cosas en aquel coche ¿recuerdas?—ella asintió con la cabeza—. De todas formas cuando te llegue el Aston
Martin me lo tienes que dejar—dije guasón y ella volvió a decirme que sí con la
cabeza—vamos primero a casa mi amor. Estoy deseando enseñártela y tengo una
sorpresa para ti —le dije con una sonrisa en mi cara tan grande como todo el
mapa estadounidense enterito.
—Y yo deseando verla.
—Es tan bonita mamá, seguro que te encanta —dijo mi niña
—Teniendo en cuenta el amor con que se ha hecho, seguro que
me encanta –contestó mirándome a los ojos con esa mirada que tanto había echado
de menos.
—Edward que pasa con…ya sabes…Kate no ha querido decirme
nada.
—Eso forma parte de la sorpresa, mi amor.
Arranqué el coche y con mi mano derecha cogiendo la suya me
encaminé a lo que desde ahora mismo sería nuestro hogar. No podía evitar
mirarla, estaba tan feliz y a ella se le veía igual. Llegamos a la casa. Le
indiqué a Jasper con la mano cual era la de mis padres y dejé a Gaby con ellos
no sin antes explicarle que necesitaba
un momento a solas con su madre. Abrí
con el mando la verja de acceso al garaje y una vez aparcados nos dirigimos dentro de la casa.
—¿Qué te parece? –le pregunté ansioso mientras veía como
inspeccionaba toda la cocina—, si hay algo que no te gusta… a lo mejor
acostumbrada a esa tan enorme que tenias en Jacksonville
—Es perfecta – me cortó—, me encanta y está decorada
maravillosamente. ¿Renée te ayudó o lo hiciste tú?
—Bueno, no quería que nadie entrara antes que tú
pero ya sabes que a mí la decoración…, Renée y Rose me echaron una manita…—confesé.
—Pues es maravillosa Edward. Ya veo que me prestabas atención
cuando te describía mi cocina perfecta –me dijo haciendo que las lágrimas
salieran a mis ojos. Por supuesto que
había escuchado todas y cada una de las palabras y eso se reflejaba en
cada rincón de la casa.
—Y no solo me escuchaste con la cocina mi amor, también es mi
salón perfecto, mi despacho y biblioteca perfectas y mi sala de juegos perfecta —me dijo una vez
hubo visto esas tres partes de la casa. Ahora estábamos yendo hacia las habitaciones y yo cada vez estaba
más nervioso porque viera nuestra habitación. La verdad es que me había
esmerado muchísimo, era en donde había
puesto más amor y más dedicación. Pero primero fuimos a que viera la habitación
de Gaby.
—Vaya —exclamó mi Bella—, ya veo que ha conseguido que su padre le
compre la famosa cama de la Bella Durmiente
—dijo admirando la enorme cama que le había comprado—. Me gusta mucho,
es preciosa, ¿ya duerme sin pesadillas?
—Ya consigue dormir sola la mayor parte de la noche y cuando se despierta y tiene miedo, coge
esto – dije enseñándola el Walki— llama a su papá y hablamos un rato y luego se
vuelve a dormir —Bella me miró enarcando las cejas.
—Fue idea mía pero Ángela dice que le ha ido bien —expliqué
orgulloso—. ¿Vamos a que te enseñe nuestra habitación?—le pregunté deseando
mostrársela
—Por supuesto— dijo cogiéndome de la cintura.
Y de esta manera nos encaminamos hasta nuestra habitación.
Cuando entró en ella, sus ojos se abrieron como platos y literalmente se quedo
muda de la impresión. Pasaron unos largos segundos, o quizás fueron minutos,
viendo y observando toda la estancia. La enorme cama King Size, con su cobertor
dorado. El tocador con sus mesillas de noche
a juego con la cama que entre mi
madre y yo habíamos escogido, el enorme espejo, el reproductor de música, el vestidor…las fotos enmarcadas que había en
la repisa de la enorme chimenea, los cuadros de la pared que no eran más que
fotos ampliadas de nuestra boda, del nacimiento de Gaby… y uno muy especial que
alguien había pintado para nosotros.
—Edward es…es…—se la veía que casi no podía hablar, tenía un
nudo en la garganta. Me acerqué a ella intentado tranquilizarla— ¿te gusta? – le pregunté besándola en el cuello y subiendo
hasta el lóbulo de la oreja—, la cama está esperando a que esta noche la
estrenemos —le dije de forma muy seductora al oído. De repente se volvió me
echó los brazos al cuello y comenzó a sollozar en mi hombro.
—Es maravillosa, Edward, no tengo palabras, es… es todo lo
que había soñado. Y yo que pensé que te aburría cuando te hablaba de estas
cosas. Nunca pude haber imaginado… gracias —dijo besándome castamente en los
labios.
—Espera que aún no has
visto el baño —le dije empujándola hacia el enorme cuarto de baño donde había
hecho instalar un jacuzzi con todas sus comodidades. Al lado una enorme y
cómoda ducha, no había que olvidar que allí protagonizaríamos algunos momentos…
—Edward —chilló Bella— es maravilloso. No… no tengo palabras,
gracias, mil veces gracias. Gracias por quererme, gracias por todo Edward. ¿Has hecho todo esto estando con la bruja?
—Venía aquí cada vez
que quería estar un rato a solas, era mi refugio, mi sitio especial donde solo
existíamos tú y yo —le dije con la
verdad en la mirada.
—Pues ahora será nuestro hogar, nuestro sitio especial, para
los tres.
—¿Y para lo que pueda venir no?– pregunté inocentemente—. Yo ya tengo mi princesa pero tú querías un Edward
en miniatura ¿recuerdas?— le dije como quien no quiere la cosa.
—Y aún lo sigo queriendo, sobre todo si es tuyo y se parece a
ti —me dijo dándome otro beso—. Si quieres empezamos a intentarlo desde ya.
—Estaré encantado mi amor—dije radiante de alegría—. Nada me
haría más feliz que otro hijo contigo y mil más si vinieran así no se hable más.
¿Amor?—pregunté—, ¿te gustaría cambiarte
de ropa y refrescarte un poco?
—Pues la verdad es que sí. No tardaré mucho.
—Te ayudaría, pero tenemos que acudir a una cena. Pero esta
noche no te escapas —añadí en su oído mientras dejaba caer mi aliento en él.
Ella se estremeció y mi cuerpo parecía que tenía fuegos artificiales dentro.
Mientras se duchaba bajé a por las maletas que habíamos
dejado en el coche y antes de subir, cogí aquel CD donde estaba grabada la nana
que en su día compuse para ella. Subí de nuevo a la habitación, metí el Cd en
el reproductor y esperé…Al cabo de unos segundos, apareció envuelta en mi
albornoz, tal y como esperaba. Encendí el reproductor y la música comenzó a
sonar.
—Bella antes que nada— dije un con una mezcla de duda y
ansiedad—, quisiera volver a darte una cosa—dije dirigiéndome al ya más que
famoso cajón y cogiendo el cofre del que
saqué una caja forrada de terciopelo negro. Lo abrí delante de ella, allí
descansaba, junto con las alianzas, el
anillo de mi madre, el que yo le regalé el día de la graduación y que luego me
devolvió.
—Bella, el juez ha
anulado mi matrimonio con Tanya, ha admitido la alegación de Enajenación Mental
Transitoria por lo que he quedado libre del delito de bigamia y ha declarado el
nuestro totalmente legal a cambio de que testifique contra los Vulturi en el
juicio. Los documentos definitivos todavía no los tengo, se los van a enviar a
Kate pero soy libre, estamos legalmente
casados y esto te pertenece –le dije con el corazón encogido por la angustia–.
Siempre fue tuyo ¿quieres por favor volvértelo a poner?
—Será un placer –me
contestó y mi corazón se hinchó de alegría.
—¿Me lo quieres poner tú?—me pidió con una sonrisa de oreja a
oreja. Cogí su alianza y me arrodillé
ante ella.
—Isabella Marie Swan, ¿quieres volver a casarte conmigo para
poder amarte y respetarte como te
mereces toda la vida hasta que la muerte
nos separé e incluso más allá de ésta y para, en la medida de mis posibilidades, reparar
con mi amor el daño que te hice y subsanar todos los errores que cometí?
—Sí quiero –me dijo mientras deslizaba de nuevo el anillo por
su dedo. Ella tomó el otro anillo, el
que me correspondía a mí, me miró con
una expresión cargada de amor, hizo que
me pusiera en pie y repitió mis
palabras…
—Edward Anthony Masen, ¿quieres volver a casarte conmigo para
poder amarte y respetarte tal y como tú te mereces hasta que la muerte nos
separé e incluso más allá de ésta y poder así dejar que repares con tu amor
todo el daño que me hiciste y los errores que cometiste y, por supuesto, poder
hacer yo lo mismo?
—Claro que quiero, lo estoy deseando –le dije mientras ella
deslizaba de nuevo la alianza por mis manos. La
acerqué más a mi cuerpo para poder besarla. Luego tomé el anillo y antes de ponérselo en el dedo
correspondiente me puse de rodillas de nuevo
ante ella. Bella me miraba con lágrimas en los ojos, mientras la música
seguía sonando.
— Bella, me gustaría volver a renovar nuestros votos
matrimoniales en una iglesia, delante de un sacerdote, de la familia y de todo
vecino del pueblo que quiera venir. Quiero proclamar de nuevo a los cuatro
vientos que eres mía y que yo soy tuyo, y
esta vez para siempre.
—Mi
respuesta es sí, yo también quiero renovar los votos delante de todo el mundo y
proclamar que te quiero.
Le deslicé el anillo en su dedo, me levanté del suelo, la
tomé en mis brazos y la besé. La besé como si esa fuera la última noche que
íbamos a pasar juntos, la besé con una desesperación que jamás pensé que
pudiera llegar a sentir, con un amor infinito, la cogí entre mis brazos y la
llevé a la cama, me deshice del molesto albornoz y como dos locos enamorados consumamos de
nuevo nuestro amor.
Me separé a regañadientes de ella, pero teníamos
que acudir a una cena y Bella tenía que
cambiarse. La esperé en la sala de juegos entretenido con un videojuego al que
llevábamos unos días jugando Gaby y yo. Pasados unos minutos apareció por la puerta
preciosa, totalmente preciosa. Se había puesto una blusa roja que resaltaba más
esos hermosos senos que eran mi perdición. La blusa era muy sencilla pero tenía
un montón de botones que instintivamente deseé desabrochar en ese mismo
instante. Llevaba también una falda negra muy estrecha por encima de la rodilla que resaltaba sus maravillosas piernas. Le puse el abrigo antes que mis primitivos y
por demasiado tiempo dormidos instintos siguieran haciendo estragos en mi
entrepierna, y salimos de la casa tras haber cerrado la puerta.
Nos encaminamos hacia la casa de Renée y Charlie por un camino interior que conectaba las
dos y
que se había construido dada la enorme amistad existente entre los Masen
y los Swan. De ahí que fueran mis tutores legales y por eso pudieran adoptarme
sin problemas. Cuando llegamos a la casa, una alegre Rose seguida de una no menos alegre Ángela, rodearon a Bella entre sus brazos. Mientras
los demás esperaban para saludarla.
— ¿Qué tal estás hermanita? –dijo un Emmet que no salía aún
de la sorpresa.
—Muy bien —contestó
Bella—. Ya ves que he traído refuerzos
–dijo irónicamente mirando a Alice y Jasper.
—Ya sabes que yo siempre detrás de ti, como hermanas siamesas
tal y como afirma mi padre —contestó Alice siguiendo la broma.
—Lo que pasa Alice, es
que si te quedas sola en Jacksonville,
¿a quién vas a enredar para una de tus interminables tardes de
compras?—preguntó Bella alzando una ceja —además, tus padres también se vienen
para acá ¿no?
—Bueno, aquí tampoco escaparás hermana —dijo Rosalie—, en
Port Ángeles ya hay varios centros comerciales y si no está Seattle.
Bella gimió y Rosalie
y Alice se echaron a reír, junto con mi
madre y Ángela.
—Hola Bella —dijo Ben saludándola–, no sabes cuánto me alegra
verte por aquí y verte con este de nuevo –dijo refiriéndose a mí—. Parecía un ánima del purgatorio que se hubiera
perdido en Forks —y todos reímos de
nuevo.
—¿Y Jacob?, ¿no
decíais que venía también con vosotras?—preguntó mi madre.
—Le esperamos después de las navidades con Nessie.
—¿Nessie? —dijeron mi madre, mi padre y Rose a la vez.
—Sí — dijo Bella resignada—, ha pasado igual que con Gaby ya
nos lo pegó.
Con la
excusa de que le quería enseñar a Alice su antigua habitación las cuatro mujeres subieron escaleras arriba
mientras mi madre daba, con nuestra ayuda, los últimos retoques a la cena.
Rose, Ángela y Alice bajaron solas y yo
supuse que Bella necesitaría un rato a solas en esa habitación llena de
recuerdos. Pero ante una señal de Rose, subí para compartir ese momento con
ella. Cuando llegué estaba sentada en la cama mirando al vacío. Me senté detrás
de ella y la rodeé con mis brazos dándole un beso en la mejilla, mientras en
silencio recordábamos el pasado. Nuestras guerras de almohadas, mis escapadas
nocturnas para meterme en su cama, las huidas
por la ventana para ir a nadar a la piscina a altas horas de la noche,
las horas interminables estudiando o escuchando música, las bromas que Emmett
le gastaba debido a su manía de no
guardar nunca los CDs en la caja que les correspondía cosa que nos volvía locos
a todos, la noche en que estuvimos mirando las joyas de mi madre después de que
Renée me dio ese joyero al cumplir los dieciocho…
Al cabo de
un rato bajamos con nuestras manos entrelazadas y todos nos pusimos a cenar. La
cena transcurrió como todas las cenas en casa de los Swan, con bromas, risas y
chistes a los que contribuían Ángela y Ben además de Jasper y Alice que parecían muy a gusto con
nosotros. Yo, en lo único que pensaba, es
que esa cena acabara cuanto antes para poder tenerla en nuestra cama debajo de
mí. Volviendo a recuperar mi vida, nuestra vida…su amor.
Habíamos
decidido por el camino que les daríamos las nuevas noticias a los postres pero mi madre, nada más entrar
reparó en la alianza que Bella volvía a llevar en su mano. Ante su mirada
interrogante le dije que tuviera
paciencia que a los postres se enteraría
—Pero yo soy
la madre —se quejó – tengo derecho a
saberlo antes.
—Pues en
este caso lo sabrás con todos los demás, créeme mamá, espera y te gustará más la noticia –le dije intentando
persuadirla.
Y puedo
decir que funcionó, no del todo, pero funcionó. Aunque estuvo toda la
noche echando miraditas y lanzando indirectas, tanto es así que Rose, Ángela y
Alice se percataron del asunto y decidieron llamar a Bella a la cocina. Cuando
salió de allí, Bella llevaba una sonrisa triunfante y ellas cara de
resignación.
Por fin,
llegaron los postres y con ello el momento…