DISCLAIMER: Ninguno de los personajes
que aparecen en este fic me pertenecen, son propiedad exclusiva de S. Meyer.
Capítulo 23: Entre calabazas y
turrones
Pov Bella
—¿Bella? –me preguntó mirando las instrucciones que venían
con la prueba
—Sí, mi amor
—Aquí…aquí…hay... dos rayas..., dos rayas significan...
positivo…estás…estás embarazada…vamos a tener un bebé…vamos…vamos a ser padres
–me dijo con los ojos cristalinos por la emoción al tiempo que se levantaba
para envolverme entre sus brazos, lugar en el que yo siempre me sentía segura,
protegida y feliz. Y sin embargo hoy, precisamente hoy, un poderoso sentimiento
de culpa y tristeza me embargó. Culpa porque había desconfiado de él, del
hombre que me contó desde el principio la historia de su vida para que yo
tuviera el poder de defenderme, que nunca me ocultó nada de nada, que me habló
de Cruella y de su madre desde el primer momento. El hombre con el que había
luchado a brazo partido para defender nuestro amor. Y, sin embargo, ante una
situación mal interpretada, no buscada por él, yo voy y dudo, dudo de él y de
su amor por mí.
—Cielo, ¿por qué lloras?, ¿es de alegría?, ¿te duele algo?,
¿te he hecho daño?, háblame por favor.
—Es que… es que…no soy una buena esposa, me he dejado llevar
por la euforia del momento, por el enfado, quizás también por las demás…
yo…yo…he dudado de ti y eso no me lo perdono –le dije poniéndome a llorar
desconsoladamente. Edward me tomó entre sus brazos, se sentó en el suelo del
baño conmigo, me puso en su regazo y empezó a acariciarme mientras me daba
besos limpiando mis lágrimas.
—Mi niña, no te voy a negar que me ha dolido tu
comportamiento porque sería mentira y nos hemos prometido decir siempre la
verdad. Pero yo te perdono, te perdono porque la situación era confusa y me quieres
tanto que te dejaste llevar por tus celos y… ¿por tus hormonas quizás?
—Uffff que Dios no lo quiera porque si yo me deje llevar por
mis hormonas y no era la única mujer en esa habitación, eso quiere decir que
aparte de Chelsea y yo…uffff.
—¡Madre mía que horror ¡ –exclamó para sí adivinando lo que
yo quería decir.
—Lo siento Edward no creo que fueran mis hormonas, fuimos
todas a la vez y ninguna en concreto. Nos dejamos llevar unas por otras. Fue un
momento tan…intenso. Volvíamos de mala leche porque era obvio que ese mensaje
de Alice era falso. Yo no soy así, siempre escucho antes de juzgar a nadie y a
ti…yo…te juzgué…acabamos de venir de una luna de miel preciosa… ninguna de
nosotras somos así, ninguna, sin embargo…soy una mala esposa y una mala madre
–repetí echándome a llorar de nuevo –perdona Edward eres el mejor marido que
una podría querer y yo…te he fallado…yo…
—Mi amor que tonterías estás diciendo tu no me has fallado
en nada, anda ven. Eres la mejor esposa que podría haber encontrado, la única
que quería, querré y quiero, nunca me cansaré de decírtelo. Mi hermana, mis
primas y Esme también se dejaron llevar por la tensión del momento. Son muy
intensas…como tú, eso es verdad, ellas también escuchan antes de hacer falsas
conclusiones pero creo que ayer…bueno no sé exactamente que pasó, creo que
mando el grupo en vez del sentido común. Ellas también tienen su parte de
culpa, todos cometimos errores, el mío fue estar tan sorprendido que tardé en
empujar a esa zorra y quitar la mano de ahí cuanto antes. Eso fue lo que te
encendió mi amor, eso y…quizás los mensajes, pero si no hubieras visto esa
escena habrías reaccionado de otro modo con ellos, tu…y también ellas.
—¿Entonces me has perdonado?
—Cómo no voy a hacerlo si te adoro, anda no digas tonterías.
Además vamos a tener un bebé, estoy sumamente feliz por eso ¿tú no lo estás?
—Sí, claro que lo estoy –me apresuré a decir antes de que
interpretara mal mis palabras -es que…no sé…puede que tengas razón las hormonas
quizás me hagan estar más sensible.
—Bueno pues esperemos que sean solo las tuyas –dijo
horrorizado ante el panorama que se nos podría presentar y yo me eché a reír
por la cara que había puesto.
—¿Por qué no nos vestimos y volvemos a la cama?, no quiero
que te pongas enferma mi amor, no ahora con esa personita que tienes dentro de
ti. Vallamos a dormir y mañana llamaremos al ginecólogo de la familia para que
nos diga cómo está todo ¿ok?, una vez en Madrid buscaremos al mejor para que os
cuide.
—De acuerdo.
—Te amo Bella, te amo muchísimo, nunca lo dudes.
—No, no lo dudaré jamás. Y con esa promesa de amor volvimos
de nuevo a la cama. Edward me posicionó sobre ella suavemente, como se coloca
un cristal caro y frágil. Se puso encima de mí apoyándose en sus brazos para
evitar descargar su peso sobre mi cuerpo. Empezó a besarme con ternura y
pasión, sus besos fueron descendiendo desde mis labios hasta llegar a mis
senos, empezó a acariciarlos con su lengua de una manera tan exquisita que yo
empecé a retorcerme debajo de él y a jadear de puro placer, eso pareció
excitarle ya que siguió bajando por mi cuerpo hasta llegar a mi zona más
erógena la cual lamió, mordió y chupó hasta que, ayudado por dos de sus dedos
que penetraron mi interior, arrancó de mi un poderoso orgasmo, como todos los
que tenia con él, poderosos, potentes, únicos y en esencia distintos.
—Esto ha sido para ti, solo para ti mi amor —me dijo cuando
intenté devolverle el favor que me había hecho—, para que sepas y no tengas
duda de que eres la mejor esposa y serás la mejor madre. Podremos cometer
errores cielo, los cometeremos todos, nos enfadaremos el uno con el otro,
meteremos la pata una y mil veces, pero siempre por encima de todo prevalecerá
nuestro amor. Mi placer es tu placer cielo y si tu lo sientes yo me doy por
satisfecho. Y así, saciados y amándonos más que nunca nos quedamos dormidos uno
en brazos del otro hasta que unos fuertes golpes nos despertaron de repente.
—Bella, Eddie, ¿estáis despiertos?
—Sí, Chelsea sí, ahora sí –dijo Edward enfatizando el ahora
–sí, estamos despiertos, ¿que se te ofrece?
—¿Podemos pasar?, tengo que pedirle algo a Bella.
—¿Cuántas se supone que estáis ahí?
—Pues cuantas vamos a ser las de siempre.
—¿Chelsea no dormía con Irina en su casa? –me preguntó
Edward mientras se ponía unos vaqueros y una camiseta.
—Esto…pues sí –le respondí no sabiendo muy bien adonde
quería llegar.
—¡Madre de Dios! a estas horas y ya dando la lata, eso
quiere decir que esta toda la cuadrilla ahí fuera –dijo dirigiéndose a la
puerta y abriéndola bruscamente lo que provocó que una masa amorfa de cuerpos,
pies y cabezas aterrizara dentro de la habitación.
—Edward, primo que brusco eres por Dios, ya podrías tener
más cuidado que por aquí puede haber más personas de las que tú te crees –le
dijo Irina levantándose del suelo. Bueno Bella veníamos a ver si ya…ya sabes…si
has hecho…bueno…
—Sí Irina, me lo hice ayer por la noche junto a Edward. Lo
siento pero es que creo que, como futuro padre, es a él a quien le correspondía
estar, además era mi manera de pedirle perdón por…ya sabes
—Si lo cierto es que nos portamos mal y…un momento ¿has dicho
como futuro padre?, eso significa que…—y un grito ensordecedor, bueno miento,
muchos gritos ensordecedores llenaron la habitación expulsando de ella a mi
marido, a mi padre que llegaba en ese momento, a mi suegro, y a mi abuelo
político que se marcharon corriendo a la cocina por si las moscas. Solo Emmett
tuvo el valor de quedarse. De repente, me vi invadida por un montón de brazos
que me agarraban y voces que me felicitaban.
—¡Voy a ser tío, voy a ser tío!, ¡mi hermanita va a tener un
bebé! Vieji vas a ser abuela otra vez, ya podrás volver a presumir de que eres
una abuela joven –canturreaba Emmett con mi madre cogida en volandas la cual
estaba tan emocionada que no se percató del concepto eres una abuela joven ni de la palabra vieji, pues no hizo comentario al respecto.
—Y yo también voy a ser tía –canturreaban también Alice y
Rose jugando al corro de la patata con mi sobrina, que estaba alucinada de ver
a tanta loca chillando, saltando y bailando, de repente me fijé en que Chelsea
tenía una cara muy sería.
—Chelsi ¿la tuya dio negativo?
—Pues no lo sé Belly, esto…verás…no tuve el valor para
hacérmela ayer. Han sido tantas falsas alarmas que no quiero que Carlos se
vuelva a ilusionar…y después de cómo le traté…ya sabes me parece que metimos la
pata hasta el fondo –dijo obteniendo el asentimiento de todas—. En fin el caso
es que he arrastrado a tus primas, tía y hermana hasta aquí tan pronto para
hacérmela con vosotras, ya sabes… ¿puedo usar tu cuarto de baño?
—Claro Chels pasa –y no solo pasó mi amiga sino que nos
metimos todas a cascoporro, o sea, al mogollón en un cuarto de baño que si bien
era tan grande como la habitación, no estaba preparado para albergar a tanta
mujer dentro. Así que, mientras esperábamos que pasaran los cinco minutos, nos
desparramos todas por la bañera, el suelo y la taza del inodoro. A ninguna se
nos ocurrió salir a esperar a la habitación ¿total para qué? Una vez que
Chelsea hubo echo pis en el palito, dejamos entrar a Emmett que, por pudor
claro está, se había quedado esperando en la habitación. Todavía no entiendo
muy bien que cáscaras pintaba mi hermano ahí con tanta loca suelta pero Emmett
era Emmett y era inútil tratar de entenderlo.
—Ya han pasado los cinco minutos, por favor Renée –le dijo a
mi madre que era la que estaba más cerca de ella—¿quieres mirarlo tú por mi?,
ya sabes una ralla negativo, dos positivo –mi madre cogió el palito de encima
del lavabo al tiempo que un montón de cabezas nos arremolinamos en torno a
ella…nos quedamos todas mirando y…nueva sesión de gritos, besos,
felicitaciones, aplausos y una Chelsea emocionada que rompió a llorar de pura
felicidad. Así nos encontraron Carlos y Edward que subieron de nuevo a ver
porque volvíamos a gritar tanto. A mi pedazo de hombre se le veía un poco
descompuesto, supongo que pensaría que me había sucedido algo. Que tierno,
dulce, atento y amante marido que tenía pero…¡que nueve meses me esperaban por
Dios!
—No pasa nada cielo –le dije enseguida para no preocuparle
es que…bueno será mejor que os lo diga ella –pero no me dio tiempo a añadir más
porque un viento huracanado con la forma de mi amiga nos dio un empujón y se
lanzo a su marido con tal ímpetu que casi lo hace caer con ella encima, menos
mal que Edward llegó a tiempo, no sé cómo llegó pero el caso es que llegó y a
mí se revolucionó la lívido de verle hacer ese movimiento tan erótico. Vamos a ver Bella contente porque te esperan
nueve meses de hormonas totalmente revolucionadas y si te lanzas a tu pedazo de
hombre a cada momento que esto sucede cuando pasen los nueve meses no va a
quedar de él ni los huesos, contente, hija contente ¿tan difícil es?
En ese momento entraron los demás hombres de la casa, bueno
y los que no eran de la casa también. Cuando Irina, Kate y Sulpicia vieron a su
padre y marido respectivo se lanzaron a él provocando esta vez una caída en
masa pues se llevaron por delante a Carlisle y Esme que también se había
lanzado a sus brazos, los demás conseguimos esquivar a tiempo aunque gracias al
abrazo protector de mi esposo yo nunca estuve en peligro de caer ya que me
quitó del medio en cuanto vio el panorama. De todos modos los diablos en
cuestión también pasaron por mi lado con el máximo cuidado, ya que, aunque
locas, eran conscientes de mi estado.
—Bella está embarazada –chillaba Kate todavía en el suelo al
oído de su padre –te advierto que yo también quiero uno –le dijo a Garrett
quien empezó a ayudarla a levantar más que nada para que a su padre le entrara
el aire por algún sitio.
—Pero Kate cariño, hablamos del tema hace una semana y
decías…
—Lo que dije hace una semana, fue hace una semana y hoy es
hoy y cuando digo que quiero uno es que quiero uno ¿o es que pretendes que tus
sobrinos nazcan sin tener un primo con quien jugar? –y todos los hombres se la
quedaron mirando con claro gesto de confusión, Garrett incluido, mientras las
mujeres hacían un gesto de asentimiento. Jasper y Laurent pusieron una cara
extraña pues Irina y Alice les miraban de una forma muy curiosa, algo que no
supe descifrar aunque tenía una ligera idea.
—Claro cariño lo que tú quieras –le contestó Garrett a Kate
lo más deprisa que pudo para calmarla—, ya sabes que estoy encantado pero has
dicho sobrinos ¿es que Bella acaso? –y todas miramos a Chelsea.
—Carlos…cariño…verás…es que Kate ha dicho sobrinos porque
–pero a Chelsea no le dio tiempo a decir más porque Carlos la tomó en brazos,
la sujeto a él como si fuera un mono y empezó a dar saltos y vueltas de alegría
mientas le besaba en la cara y le decía gracias. Mi padre me dio un abrazo
cariñoso y tierno que denotaba que estaba emocionado. Carlisle era el único que
parecía momificado en el sitio.
—Carlisle cariño, ¿has oído?, vamos a ser abuelos, a ver
tierra llamando a Carlisle Cullen.
—Abuelo, voy a ser abuelo, soy muy joven, pero voy a ser
abuelo y...me encanta —dijo acercándose a nosotros con Esme para que nos
diéramos un abrazo grupal al cual se unió el resto de la cuadrilla –todavía voy
a tener energías para seguirle el ritmo –añadió todo emocionado. Y cuando pasó
ese emotivo momento todos bajamos al salón ya que la habitación resultaba un
poco demasiado pequeña y eso que, como digo, era bastante espaciosa.
—Espero y deseo que sigas teniendo esas mismas energías
cuando lleguen los míos dijo una Alice que seguía mirando a su novio con las
cejas levantadas en un claro gesto de desafío.
—Pues eso mismo digo yo, mi padre todavía no tiene ninguno
–dijo Irina mirando a Laurent de la misma manera. Claro que si alguien por aquí
no se decide ni poniéndole una pistola en…
–Por cierto Cayo ha sonsacado a mi…cuñada y sobrinas, fueron
ellas las que visitaron a Carmen y Elizabeth. Las dejaron pasar porque hay una
falla en la orden de restricción que dice familia allegada y abogados y
claro…Athenodora, Heidi y Renata son familia allegada –dijo Aro de modo muy oportuno
aliviando la pequeña tensión que se había instalado en el cuarto y mirando a
Irina y Laurent .
—De verdad que cuando llegue a la oficina me voy a cargar al
pasante que escribió semejante gilipollez –contestó Irina toda exaltada y desde
luego van a cambiar ese término ahora mismo, abogados y ya está.
—Irina cariño, te olvidas de…
—Bueno lo cambio luego…
—¿Y de que se está olvidando?
—No, de nada importante es que teníamos que ir a centro
comercial y…
—Y entonces lo puedo hacer yo –le dijo Laurent mirándola de
manera sospechosa. Upsss este había adivinado nuestro plan –así que si estáis
pensando en una visita tipo la de antes de la boda ya se os puede ir olvidando
porque, mi querida novia, te comunico que mientras tú estabas bailando la danza
de la lluvia allí arriba yo ya he hablado con…quien tenía que hablar. Y ahora
no me lo reproches porque justo ayer por la noche me recriminabas que no hacía
las cosas.
—No, si…bien hecho está… —dijo Irina mirándonos a todas con
cara de lo siento pues se nos jorobó el plan ¿qué le íbamos a hacer? me hubiera
gustado ver la cara de las dos brujas cuando le dijera que estoy felizmente
embarazada de mi marido pero…ya se enterarán.
—Bueno, el caso es que el incidente de ayer fue urdido desde
la cárcel y lo importante es que ya os hayáis ocupado de que eso no vuelva a
suceder –dijo Aro para aliviar tensión interviniendo de nuevo muy
oportunamente.
—¿Y que ha dicho Cayo de todo esto? –preguntó Esme con un
cierto deje de malicia en su voz.
—Cayo ha echado de casa a las tres brujas. Va a solicitar el
divorcio, en un principio no quería hacerlo por el escándalo que se formaría ya
que hay uno reciente en la familia seguido de una no menos reciente boda, pero
mi padre le ha dicho que a la porra con el escándalo pues está harto de
aguantar a esas tres, así que…es oficial Athenodora, Heidi y Renata están fuera
de la familia.
—Pues no sé si alegrarme o aterrorizarme papá, sin nadie que
las vigile ¿quién sabe lo que son capaces de hacer? –le dijo Kate expresando el
sentir de todos.
—Chicas no podemos consentir que una situación como la de
ayer se vuelva a repetir –dije yo todavía avergonzada de mi comportamiento
–debemos confiar en nuestros hombres más que nunca. Todas las demás lanzaron
gestos y miradas de asentimiento mientras cada una le dedicaba una caricia
tierna a su pareja, yo sentí como Edward me sentaba en su regazo para que
estuviera más cerca de él.
—Bueno pues como se ha interrumpido el plan de…ir al centro
comercial –dijo Alice propongo que salgamos a celebrar y…
—Alto ahí mi querida hermanita, celebrar saldremos a
celebrar pero antes Bella y yo tenemos una cita con el ginecólogo a la cual
–añadió antes de que su hermana y primas pudieran abrir la boca –solo vamos a
acudir los futuros padres y abuelos, nada de hermanos, primos ni demás familia,
esa se queda esperando en donde…sea que queráis esperar. Que entre los padres y
los abuelos ya somos bastantes. Chelsea, Carlos –agregó cogiendo el teléfono
–si queréis os pido también cita a vosotros.
Y así fue como todos juntos en tropel nos encaminamos hacia
la consulta del médico ya que al final, entre puchero y puchero, los tres
diablos sobrantes, Rose y Sulpicia consiguieron una plaza para acudir a la
consulta.
—Vamos a parecer la familia Trap –dijo Edward muy
contrariado cuando íbamos a subir al coche y Carlos le dio la razón. Alice nos
detuvo mientras pegaba una especie de cartulina en la parte de atrás del
vehículo. Muertos de la curiosidad fuimos todos a ver que era y...lo que allí
leí hizo que me pusiera del color de las fresas maduras.
Atención, mujer
embarazada a bordo, futuro padre histérico, sobreprotector y enfurecido al
volante. Peligro de muerte a quien se le ocurra tan solo rozar el coche. Un
poco de precaución por favor.
Y lo más gracioso del caso es que lo había puesto alguien
que resultaba un peligro público número uno cuando conducía ya que no solía
distinguir entre amarillo y verde y solía saltarse los semáforos en ámbar no
una ni dos veces, sino siempre. Mi pedazo de hombre frunció el ceño
—Alice ¿no pretenderás que lleve eso puesto ahí verdad?
—Pues si hermanito, sí lo pretendo ¿o es que tu acaso
pretendes llevar a Bella en esa máquina infernal sin la protección adecuada?,
pues déjame decirte que…
Pero Edward no la escuchó. Suspirando con resignación me
tomó de la mano y nos fuimos al coche con Carlos y Chelsea detrás. Al llegar a
la puerta del edificio donde estaba la consulta del médico, tuvo lugar una
nueva discusión pues Edward seguía sin estar de acuerdo en que subiéramos tanta
gente arriba. Todos nos miraban al pasar como si fuéramos monos de feria pero a
nosotros no nos importaba. Yo le daba la razón a mi marido pues esto era una
cosa privada de él y yo, y en todo caso los abuelos, pero por otro lado me
daban pena los diablos así que me mantuve callada. Al final ganó mi pedazo de
hombre que se impuso, valla que se impuso y sino que se lo pregunten a mis
hormonas que subieron conmigo en un ascensor en el que, según mi modo de ver,
iba mucha gente ya que con nosotros iban Chelsea, Carlos y las dos abuelas.
Carlisle y Charlie había decidido quedarse abajo con los demás por
decisión…digamos que…ajena.
—Señores Cullen –le dijo Edward a la enfermera de recepción.
—Y yo soy la amiga –dijo Chelsea.
—Y yo el marido de la amiga –la enfermera se nos quedó
mirando como si nos hubieran salido cuernos y rabo hasta que al fin nos dimos
cuenta de lo que habíamos dicho. Una vez arreglado el malentendido nos
dirigimos a la sala de espera hasta que nos llamaron. La doctora Cooper me hizo
una revisión de arriba abajo para lo cual hizo esperar fuera al grueso de la
familia, Edward incluido, pero cuando llegó el momento de la ecografía les dejó
pasar a todos en tropel. No puedo expresar la emoción que sentí cuando vi por
primera vez a mi anacardo en la pantalla, era tan pequeñito, pero su corazón se
escuchaba de forma atronadora. Edward y yo con nuestras manos unidas nos
mirábamos con la emoción contenida y lagrimas en los ojos, mientras que
Chelsea, Renée y Esme no estaban en mejor condición. La doctora nos dijo que
todo iba muy bien, que estaba embarazada como de unas tres semanas. Y si los
cálculos no fallaban tendríamos el bebe para finales de abril.
Cuando la doctora empezó a imprimir una copia para cada uno
de los que estábamos allí se armó de nuevo el belén pues los diablos que habían
quedado abajo reclamarían una para cada una, por lo que necesitábamos más
muchas más. Una vez que hubimos salido, con nuestras muchas copias en la mano,
le tocó el turno a Chelsea que nos pidió a las tres que la acompañáramos ya que
ella no tenia padres con quien compartir ese momento, bueno…tenerlos los
tenía…pero ya sabemos la historia.
Pasamos con ella todos menos Edward quien, a pesar de las
protesta de nuestra amiga, prefirió quedarse para darle ese punto de
privacidad, al igual que había hecho Carlos conmigo. La sensación fue la misma
que cuando vi a mi pequeño anacardo, pero la sorpresa fue que ella no tenía un
solo anacardo, tenía dos así que imagínense la emoción que embargó a los
futuros padres y a los que estábamos con ellos. Cuando Edward vio salir de allí
a una Chelsea llorando de pura felicidad con nosotras acompañándola en eso de
las lagrimas, más que nada por solidaridad, se asustó y vino corriendo a
nosotras pero cuando le dijimos que traía gemelos la abrazó con gran alegría
pues sabíamos de sobra lo que les había costado llegar hasta ahí. De nuevo en
la calle se repitieron las risas y los llantos, las felicitaciones, los gestos
de alegría al ver a nuestros bebés impresos en la foto. De repente me dio mi
primer antojo.
—Esto… ¿podemos ir a ese Starbucks de allí? es que me
apetece un frapuccino con chocolate y su nata y…—y no me dio tiempo a decir más
porque Alice me cogió de una mano, Rose de la otra, Kate y Esme hicieron lo
mismo con Chelsea e Irina, Renée y Sulpicia iban abriendo el paso con grandes y
enormes aspavientos, avisando a la gente de que estábamos embarazadas y debían
respetarnos. Yo no sabía por dónde meterme. Cuando llegamos al establecimiento
hicimos un poco de cola que a mi cuñada se le antojó muy larga aunque estaba
compuesta solo de tres personas pero es que dos de ellas eran muy pesadas. A
ver a un sitio de estos se viene sabiendo ya lo que se va a pedir y no se tira
uno en la cola tres horas decidiendo qué coño quiere. Y para más inri cuando
nos tocó el turno el camarero se puso a hablar por teléfono y mi prima ya no
pudo más.
—Vamos a ver buen hombre, ¿nos va a atender o no nos va a
atender? Es que aquí mi sobrino quiere un frapuccino y a las mujeres
embarazadas no se les debe hace esperar y ¿no ve usted que nosotras venimos con
dos?, ¿o es que no lo ve?, ¿pretende acaso que mis hermosos sobrinos nazcan con
una mancha de nacimiento producto de un antojo que las madres no pudieron
satisfacer porque un camarero estaba hablando por teléfono en horas de
trabajo?, el libro de reclamaciones, ¿dónde está el libro de reclamaciones?,
porque voy a poner una queja, no hay derecho tratar así a unas pobres mujeres
que esperan un bebé y… —mientras Laurent intentaba calmar a Irina el camarero
me miró primero a mí, luego a mi tripa, hizo la misma operación con Chelsea,
luego miró a Irina, luego a las demás, se encogió de hombros y…nos tomó el
pedido pues Alice le dijo si quería darse prisa de una vez. En eso llegaron
nuestros maridos que, como siempre, no se enteraron de nada. Una vez tuve en
mis manos mi café lo saboreé y lo deguste con fruición. De repente me fije en
el de Esme que era de vainilla y me apeteció probarlo. Esme se dio cuenta y así
empezamos una ronda de probar todo de los demás imitando a la perfección a los
niños de una guardería y su traspaso de microbios.
Sin apenas darnos cuenta llegó por fin el día en que
regresábamos a nuestros trabajos y a nuestra rutina diaria. Menos mal que
viajamos de nuevo en el avión privado ya que al club de las alturas esa vez le
dieron mucho por…bueno pues ya se sabe por dónde. Chelsea y yo nos pasamos todo
el santo viaje de la cama al retrete y del retrete a la cama, vomitando hasta
la primera papilla que comimos y causando el consiguiente desasosiego en Edward
y Carlos que no disimulaban para nada su preocupación. El médico de a bordo,
que estaba allí única y exclusivamente para atendernos a requerimiento de
Edward, nos dijo que era normal en nuestro estado pero que podíamos acudir al
ginecólogo para solicitar algo contra los vómitos ya que él al no ser su
especialidad no sabía cual nos podía ir mejor. Y eso es lo que hicimos nada más
llegar a Madrid una vez que nos hubimos instalado de nuevo en casa. Y no hay
mal que por bien no venga pues en primer lugar encontré a Emily una ginecóloga
estupenda que adopté enseguida como mi ginecóloga particular, en segundo lugar
conseguí ver a mi pequeño anacardo de nuevo y saber que todo marchaba bien y en
último lugar Emily me recetó las maravillosas pastillas contra las nauseas y
vómitos que mejoraron considerablemente mi calidad de vida. Además Rose y
Emmett vinieron con nosotros para conocer a nuestro bebé. Chelsea y Carlos
llamaron para decirnos que habían llegado bien a Canarias y que también habían
acudido al médico obteniendo los mismos resultados. Edward y yo les dijimos
que, debido a los múltiples viajes de Carlos, no dudara en venirse para acá en
caso de verse sola.
El primer día de trabajo tras la luna de miel fue apoteósico.
Después de desayunar, nos encaminamos al garaje para coger nuestros coches.
Suspiré resignada armándome de paciencia cuando vi como Edward me tomaba en
brazos para bajar los pocos escalones que había hasta llegar al garaje. Sí, sí,
ya sé que siempre me tropiezo con el último escalón que está muy cerca del
suelo y acabo con mi trasero en el susodicho pavimento ¿pero no podía
simplemente decirme que esperara en la puerta de la casa? Pero lo peor no fue
eso, lo peor fue que al llegar a la redacción del periódico seguía con su
actitud demasiado sobreprotectora provocando que la nueva encargada de
recepción y los conserjes del edificio nos miraran con cara rara.
—Estamos embarazados –les dijo mi hombre a modo de
explicación cuando por fin conseguí que me dejara en el suelo. Tanto la
recepcionista como los conserjes nos dieron la enhorabuena, cosa que al señor
no le pareció tampoco muy bien ya que, según él, la felicitación de los hombres
fue demasiado efusiva. Una escena similar tuvo lugar en la redacción.
—Vamos a tener un bebé —le contesté a Ángela ante su mirada
interrogante ya que habíamos llegado a mi mesa entre cuidado cariño no te resbales, primero un pie y luego otro, así, eso es
cariño lo estás haciendo muy bien–. De nuevo las felicitaciones no se hicieron
esperar pero esta vez Edward me sujeto tan fuerte contra su cuerpo que
verdaderamente dificultó e interceptó los posibles abrazos masculinos dejando
solo un pequeño espacio para que Ángela pudiera hacerlo.
—A partir de ahora –dijo mi hombre recién llegado del
jurasico –aquí la señora Cullen no volverá a hacer trabajo de campo hasta nueva
orden. Ella es la jefa, ella manda, ella ordena, ella dispone y ustedes salen a
la calle todas las veces que haya que salir ¿estamos?, ¿no querrán ustedes que
Bella y mi hijo tengan algún tipo de problema? –las mujeres rodamos los ojos
ante esa actitud tan sobreprotectora y los hombres asintieron con la boca más
abierta que un buzón de correos. Yo sabía que a ninguno de ellos les importaba
el hecho de que tuvieran que hacer mas salidas porque yo no pudiera hacerlo,
pero estaba embarazada no impedida o enferma y el hecho de no poder salir
siquiera a hacer una simple entrevista me ponía de los nervios. Tendría que
hablar con Mr. Jurasic del tema, claro después de tener otro tipo de contacto
con él ya que esa actitud al tiempo que me crispaba también ponía a danzar mis
muy revolucionadas hormonas.
—Anda que menudos nueve meses te esperan –me dijo Ángela en
un momento en que Edward no escuchaba –y yo rodé los ojos resignada.
Y así llegó el día treinta y uno de octubre, Hallowen para
nosotros, pero aquí en España al día siguiente, el uno de noviembre, se celebra
a la vez el Día de todos los Santos durante el cual los españoles hacen largas
colas en los cementerios para ir a presentar sus respetos a todos sus seres
queridos.
—Mira tía que bien me está quedando –me dijo mi sobrina
enseñándome su calabaza ya que el día anterior a Hallowen las tres nos habíamos
pasado toda la tarde metidas en la cocina decorando las calabazas en cuestión y
creando un ambiente típico de esas fechas. Aquí en España desde hace algunos
años también se suele celebrar pero solo a nivel de disfraces y en nuestra
comunidad, casi toda llena de norteamericanos, pasamos de casa en casa a por el
tradicional truco o trato. Una vez que las calabazas quedaron vistas para
sentencia y con las velas luciendo en su interior apagamos las luces de la
cocina y nos fuimos a la cama con nuestros maridos que se habían ido antes que
nosotras hartos de que nos les hiciéramos caso. Me metí en la cama y me
acurruqué junto a mi pedazo de hombre que me abrazó en sueños aferrándose a mí
como una lapa y con su respiración entrecortada, su calor corporal, su
delicioso olor y su aliento en mi cuello me quede profundamente dormida.
Al día siguiente me despertó una especie de grito
ensordecedor e histérico que provenía de la cocina, así que bajé corriendo a
ver qué pasaba. Ni siquiera se me pasó por la cabeza la idea de despertar a
Edward, aunque me extrañaba que no lo hubiera hecho ya el estruendoso grito,
pues pensaba que sería Rose regañando a mi sobrina. Al llegar a la cocina me
encontré con mi cuñada agazapada a la puerta con uno de los bates de béisbol de
Emmett en la mano. Rossie estaba en el salón viendo dibujos.
—Bella hay alguien ahí dentro, cuando he llegado he podido
ver una luz fantasmagórica que dejaba ver una sonrisa diabólica y amenazadora,
es espeluznante y horrible ¿qué hacemos?, ¿llamamos a la policía? –yo me asomé
un poco a la cocina y pude ver esa sonrisa tipo payaso de It* que me saludaba
desde el interior de la estancia y ni corta ni perezosa corrí toda horrorizada,
con todo el sigilo posible, hacia el teléfono con Rose pegada a mí, pero me
paré a medio camino provocando que mi cuñada se tropezara conmigo metiéndome el
bate de beisbol por…bueno pues por ahí.
—Vamos a ver una cosita Rose, ayer estuvimos haciendo las
calabazas ¿sí o sí?
—Pues…sí
—Y si no recuerdo mal metimos unas velas encendidas dentro a
modo de farolillos y les abrimos una boca hacia arriba como si estuvieran
sonriendo, ¿sí o sí?
—Pues sí.
—Pues ahí tienes tu luz extraña y tu sonrisa diabólica –y
las dos nos dirigimos a la cocina palo en mano por si las moscas. Encendimos la
luz y ahí burlándose de nosotras estaban las dichosas calabazas.
—Por Dios, no te puedes imaginar el susto que me he llevado
y el dolor de cabeza que se me ha puesto. Ni una palabra de esto a los chicos
que ya bastante cachondeo se traen con nosotras.
—¿Qué es lo que no nos tenéis que decir? –preguntó un muy oportuno
Emmett que entraba en ese momento en la cocina seguido de Edward.
—Esto…pues…que se nos han quemado las tostadas.
—¿Qué tostadas?, yo no veo ningún tostador fuera ni ningún
pan de molde.
—¡Huy que tontas, pero si lo hemos vuelto a guardar! –dije
yo reaccionando deprisa y Emmett no tuvo más remedio que callarse, no estaba
del todo convencido pero calló, o eso creía yo al menos.
—Que bonitas os quedaron las calabazas, en serio que en la
oscuridad dan verdadero miedo, ¿no os habréis asustado al entrar?, ¿verdad?, es
que he oído un grito, ¿tú no has oído nada Edward?
—Pues ahora que lo dices, sí creo haber oído algo entre
sueños ¿os han asustado amor? –preguntó el muy traidor con recochineo dejando
bien claro que había oído el grito, pero esa voz…Dios mío que voz ¿pero es que
ni burlándose de mi podía yo dejar de estar excitada con este hombre?
—¡Noooo!– exclamamos las dos a la vez, yo cuando conseguí
salir del sopor que mi hombre me provocaba. Las dos miramos con gesto ceñudo a
la pobre Rossie que había sido testigo de nuestra…idiotez
–No somos tan tontas hermano—le dije yo—, ya sabíamos que
estaban ahí. Solo hemos gritado de indignación… por… lo de las tostadas. Y
Emmett entonces tuvo que cerrar del todo su bocota al ver que con nosotras no
podía. Edward miraba a Emmett con un claro gesto de mejor será que lo dejes
correr pero Emmett volvió a arremeter cuando vio que Rose tomaba el ibuprofeno
del mueble de las medicinas.
—¿Estás enferma cariño?, ¿te duele algo?, ¿la cabeza
quizás?, ¿producto de una emoción fuerte como un susto por ejemplo?
—Emmett Swan, a no ser que pienses que soy una yonkie del
ibuprofeno, es obvio que me duele la cabeza ¿o no?, he dormido mal y eso es
todo.
—Bueno, bueno no te pongas así –volvió a responder el
bocazas ignorando la advertencia velada que le hacía mi pedazo de hombre –yo
solo me preocupaba porque las emociones fuertes nada más levantarse y sin
desayunar no son nada buenas y… —pero calló lo que fuese que iba a añadir al
ver la cara de Rose y porque por la expresión de su cara Edward le debía haber
propinado una patada por debajo de la mesa.
—Luego del trabajo he quedado con los dueños del chalet que
hay unos metros más arriba para verlo ¿recuerdas? –le dije a Edward para
desviar la atención de Emmett del asunto de las calabazas y del susto.
—Sí amor, saldremos antes de trabajar y vendremos con
tiempo.
—Ya sabéis que no es necesario –dijeron a la vez Emmett y
Rose, quienes a pesar de su reticencia a que nos mudáramos comprendían que
ambas parejas necesitábamos nuestro espacio sobre todo con un bebé en camino, y
entendíamos que había llegado el momento de buscar nuestra propia casa. Pero no
nos iríamos muy lejos porque dentro de la misma Urbanización se vendía uno de
los chalets, ya que el matrimonio volvía de nuevo a su país de origen.
—Y luego no te olvides que te tienes que venir conmigo y con
mi madre a visitar las casas y papa y el tío tienen que quedarse aquí a recibir
a los niños –dijo una Rossie muy emocionada con la idea de salir de noche
disfrazada de bruja y trasnochar.
—Esto… ¿de verdad es necesario que nos disfracemos?
—Emmett Swan, vuelve a hacer una pregunta semejante y te
juro que…
—Vale, vale era solo una pregunta ¿se puede saber de qué va
nuestro disfraz?
—El uno de vampiro y el otro de hombre lobo, ya sabéis,
enemigos naturales y todo eso.
—Vale y se puede saber cómo se disfraza uno de hombre lobo
–volvió a preguntar mi hermano –mejor no pregunto –añadió al ver nuestra cara.
Edward permanecía callado supongo que resignado a su destino ya que sabía de
buen tinta que los diablos les hacían disfrazarse todos los años y además de
unas cosas muy extrañas.
—¿Y vosotras de qué vais?
—Bueno yo de Morticia Adams –les dije –Rose de Mujer de
negro y Rosie va a ser una guapísima bruja.
Tras la jornada laboral nos fuimos a ver lo que, nada más
mirarla por dentro, supe que sería nuestro nuevo hogar. Y digo que lo supe
porque era una casa preciosa, espaciosa, con varias habitaciones, dos pisos y
muy bien iluminada. Un amplio salón, una biblioteca, un despacho y una no menos
amplia cocina ocupaban la mayor parte del espacio de la primera planta que
también contaba con un hermoso cuarto de baño; y en la segunda planta estaban
las habitaciones. Unos inmensos ventanales tanto en un piso como en otro, nos
permitían disfrutar del precioso paisaje montañoso que nos regalaba la sierra
madrileña.
—Te gusta mi amor.
—Quiero quedármela Edward es preciosa y además está cerca de
Emmett y Rose, podremos seguir viéndonos a diario y ayudar con mi sobrina cuando
ellos lo necesiten aparte de poder seguir llevándola al colegio.
—Pues si así lo quieres nuestra es –me dijo llamando al
agente inmobiliario para cerrar el contrato.
Los dos siguientes meses fueron de locos debido al ajetreo
de la mudanza y al trabajo, aparte de mis vómitos matutinos que gracias a la
medicación iban disminuyendo. Lo primero que hicimos fue contratar los
servicios de un arquitecto para que hiciera las reformas que consideramos
necesarias y al mismo tiempo fuimos comprando los muebles. Yo me mantenía en
contacto con las chicas vía skipe y ellas me aconsejaban sobre la decoración de
las distintas habitaciones. Esme se puso muy contenta cuando le dije que una de
ellas estaba reservada única y exclusivamente para Carlisle y ella cuando vinieran
a Madrid y se dedicó con mucha ilusión a decorarla ella misma ya que así le
dije que lo hiciera. Aparte de la habitación que habíamos cogido para el bebé,
justo al lado de la nuestra, el resto serían para albergar a los chicos cuando
vinieran, repartiéndose entre nuestra casa y la de Rose.
Por fin había llegado el momento de trasladarnos a nuestro
propio hogar. Esa primera noche de inauguración fue perfecta, nos amamos sin
descanso, sin cesar ya que no teníamos que preocuparnos de que nadie nos oyera.
Primero estrenamos la enorme cama que habíamos comprado, después el Jacuzzi,
luego le tocó el turno a la ducha hasta que por fin caímos rendidos y agotados
uno en brazos del otro.
Y el tiempo pasó y octubre cedió su puesto a noviembre y con
diciembre llegaron las primeras navidades en familia, cosa que a mí me hacía
mucha ilusión. A pesar de que no íbamos a estar en casa para esas concurridas
fechas, pues Emily me había dado su aprobación para viajar, no había podido
remediar decorar mi nueva casa con un gran árbol, un descomunal belén,
tradición muy española, y muchos, muchos adornos navideños por todos lados. Y
si yo disfruté decorándola a Edward se le veía feliz y radiante.
—¿Sabes?, me encanta verte así y pensar que es por mi causa
–le dije ronroneando en su oído.
—Y nunca dudes que es por ti y por…ese pequeñín. Bella… me
he pasado toda mi vida desde que tengo uso de razón viendo pasar las Navidades
de largo como una simple fecha más, observando como todos los demás eran
felices junto a las personas que amaban mientras yo me sentía solo y vació.
Ahora junto a ti eso ha cambiado, me siento completo, me siento feliz,
satisfecho, por fin tengo alguien a mi lado con quien compartir todo,
absolutamente todo, ya no tengo miedo al futuro ni a lo que este me pueda
deparar porque sé que junto a ti superaré todos y cada una de los obstáculos
que se crucen en mi camino. No te puedes imaginar el inmenso amor que siento
por ti, lo que me provocas con solo mirarte, te amo Bella Swan, te amo como
nunca pensé que podría llegar a amar a nadie—. Y ante esa declaración de amor
tan hermosa yo que podía hacer sino tomar su cara entre mis manos y besarlo,
besarlo con todo el amor que también sentía por él. Nuestro beso se torno de
pronto más profundo, mas demandante y como no era posible que ninguno de los
dos aguantara hasta la habitación terminamos saciando nuestro apetito en el
sofá del salón, mueble que quedó oficialmente inaugurado.
Un par de días antes de Navidad, viajamos todos a Chicago
para pasar las fiestas con toda la familia. Chelsea y Carlos vinieron con
nosotros. La gran mansión Cullen estaba engalanada de forma muy sencilla pero
hermosa, se notaba la mano de Esme en la decoración muy diferente, según
Edward, de la de Elizabeth ya que la de ella era muy recargada y con muy mal
gusto. Por lo visto Tanya solía ayudarla puesto que se sentía dueña y señora de
la casa y él se pasaba todas las fiestas huyendo de ella. No me extraña que se
sintiera liberado, pleno y feliz.
Esa noche fuimos a dar un paseo por una ciudad que se había
transformado para esas fechas y nos daba la bienvenida al ritmo de villancicos.
Las tiendas estaban adornadas con motivos navideños y luces de todos los
colores y formas iluminaban las calles. A Edward se le veía radiante, reía por
todo, bromeaba con todo el mundo y los chicos se le quedaban mirando de modo
extraño.
—Nunca he visto a Edward más feliz, ¿le has dado una especie
de pócima o algo? –me dijo Irina mientras me ayudaba a cruzar la calle, sí, han
leído ustedes bien, ayudaba – no sé cómo darte las gracias por esto, ninguna de
nosotras lo sabemos. Antes de conocerte estaba como amargado, siempre triste,
siempre solo. Definitivamente has creado una versión mejorada de mi primo y me
encanta, gracias Bella nunca podremos agradecerte lo suficiente pues tu eres la
culpable de esa transformación –añadió dándome un beso en la mejilla.
—Yo no hice nada Irina solo quererle, mucho, a mi estilo y a
mi modo.
—Y con eso ha bastado Bella –tuvimos que interrumpir la
conversación porque Edward llegó en ese momento a mi lado todo preocupado
porque a nuestra derecha había un carril bici, carril por el que por supuesto
yo no pensaba ir, pero él no tenía la misma opinión, supongo que pensó que los
ciclistas no tendrían otro entretenimiento mejor que saltarse la norma de ir
solo por su carril para jugar a la caza de la embarazada. El lado negativo del
asunto, es que si ir por la calle solamente con Edward era agotador, ir con
todos los diablos resultaba totalmente estresante. Las frases de cuidado que hay un escalón, tomároslo con
calma, no corráis, ¿tenéis hambre?, se alternaban con a ver si prestamos un
poco más de atención, ¿qué no ve que están embarazadas?, un poco mas de
cuidado, hay que mirar por donde ser va y ni Chelsea ni yo sabíamos por
dónde meternos.
La cena de Nochebuena fue muy emotiva y especial. En la gran
mansión Cullen nos reunimos en torno a una enorme mesa, los Cullen, los
Vulturi, los Swan, Chelsea y Carlos. Cenamos todos juntos en medio de una gran
armonía, era increíble como todos encajábamos a la perfección unos con otros.
Athenodora y sus hijas, según nos dijo Cayo, que no tenía ningún reparo en
hablar del tema, habían ido a la casa Vulturi a pedir perdón a Cayo pero si
algún defecto tenía este hombre era precisamente que la palabra perdón no
existía en su vocabulario y las tres se marcharon por donde habían venido sin
un duro en el bolsillo. Por lo visto al negarles Cayo toda manutención
económica que no fuera la mínima establecida por la ley, se habían visto
forzadas a vivir de una manera más humilde, tanto es así que Heidi y Renata se
habían visto obligadas a trabajar de camareras, pobres de sus uñas pensaba yo
con ironía, mientras el mismo Cayo nos lo contaba. No había un ápice de pena en
su voz y a mí me producía escalofríos. Pero los escalofríos mas fuertes
llegaron cuando Laurent nos dijo que teníamos que andar con mucho ojo ya que
habían intentado ponerse en contacto con aquellas que pasaban las navidades en
la cárcel, cosa que me produjo mucho miedo.
-¡Los regalos, ha llegado la hora de los regalos! –dijo una
muy histérica Alice levantándose de la mesa y bailando sobre su propio eje,
¿cómo podría hacer eso?, ni idea –Bella, Chelsea, abrid los vuestros primero me
dijo muy emocionada, es de parte de todas –y cuál fue nuestra sorpresa cuando
al abrir el inmenso paquete nos encontramos frente a una colección completa de
ropa de bebé diseñada por ellas mismas. Como aun no sabíamos el sexo de los
niños, la maravillosa y elegante ropa estaba hecha en unos colores neutros que
podrían servir tanto para niño como para niña, de todas formas si fuera una
niña jamás la vestiría de rosa pues ese color no me gustaba y Alice lo sabía a
la perfección. En la otra caja, pues había dos, encontramos una amplia
colección de vestidos premamá a cada cual más hermoso, distinto y elegante
hecho a nuestra medida, a nuestro estilo y gusto. A Chelsea era a la que más se
le notaba la tripa pero dentro de muy poco ambas lo íbamos a necesitar, de
hecho nada de mi antigua ropa me servía ya y había tenido que ir comprándome
cosas poco a poco.
-Yo no merezco esto –dijo Chelsea llorando –solo soy la
amiga –y dale con la palabrita –pero muchas gracias de verdad sois todas muy
amables –siguió diciendo entre hipido e hipido y su llanto me hizo llorar a mi
también, dichosas y benditas hormonas. Cuando por fin nuestros maridos
consiguieron calmarnos a base de besos y después de agradecerles a todos su
regalo, seguimos repartiendo los presentes.
-Dios Edward es…es…precioso…yo…no merezco tanto –le dije
cuando al abrir la caja de terciopelo de Tiffani me encontré con un hermoso
juego de gargantilla, pendientes y brazalete todo ello de oro y diamantes. En
el brazalete estaban grabadas las fechas de nuestro primer encuentro, una
pequeña reproducción de la Puerta de Alcalá y la fecha de nuestra boda. En la
gargantilla por detrás ponía simplemente te amo y sus iniciales.
-Nada es suficiente para ti amor –me dijo poniendo la
gargantilla en mi cuello –solo es una pequeña muestra de lo mucho que te
quiero, y no empieces a llorar otra vez no quiero que esa preciosos ojos tengan
restos de lagrimas.
-Gracias Edward, gracias de verdad –le dije sorprendida
cuando me dio otro paquete para abrir y cuando lo hice no pude mas y me lancé a
abrazarle llorando y presa de la emoción pues dentro había un hermoso regalo
para nuestro hijo. Se trataba de un balancín de esos que se ponen en el techo
para que el bebé lo vea y se quede durmiendo con el movimiento.
-No sé si esto compensa el enorme regalo que me has dado,
pero está hecho desde el corazón –le dije poniendo mi regalo en sus manos.
Cuando lo abrió me miró con los ojos cristalinos por la emoción. A Edward le
gustaba mucho escuchar música clásica y también le encantaba Glenn Miller,
siempre decía que como los vinilos no había nada a pesar de que los CDs se
conservaban mucho mejor. Mi regalo consistía precisamente en una amplia
colección de vinilos de música clásica, unas primeras ediciones ni más ni
menos, y una no menos amplia colección con todos los éxitos de Glenn Miller.
Por la mirada que me dedicó supe que le habían encantado.
Ni que decir tiene que aquella noche nos agradecimos
mutuamente y de forma muy eficaz los regalos. En Navidad comimos todos en la
mansión Vulturi entre risas bromas, antojos...y demás. Al día siguiente
regresábamos a España con la firme promesa de que los chicos vendrían a pasar
con nosotros el fin de año.
Y para pasar de un año a otro con alegría, fuimos a la
puerta del sol para asistir a las tradicionales campanadas y tomar las
tradicionales uvas. Lo pasamos genial aunque Edward se puso un poco histérico
con tanta gente empujando sin orden ni concierto, según decía él.
Diciembre dio paso a enero y enero murió para ceder su
puesto a febrero que terminó para dar el relevo a marzo. Y aquí estaba yo,
gorda, bueno eso era decir poco ya que si me descuido no cabría por la puerta.
Todos mis antojos se redujeron a pepinillos con mucho vinagre, de hecho todos
los alimentos tenían que ir aderezados con vinagre, a este paso el niño iba a
salir amargado, tartas, helados y dulces completaban mi dieta, en fin, todo lo
mejor para mantener la línea y así me había puesto, gorda, parecía una vaca,
que digo una vaca, parecía un rebaño de vacas entero. A veces me daba por
llorar y decirle a Edward que ya no me deseaba, que no me extrañaría que se
buscase a una sustituta a la que pudiese abrazar sin necesidad de tener que
imitar al hombre elástico ese de los Cuatro Fantásticos*. Edward calmaba mis
ataques de baja autoestima, como siempre lo hacía a su estilo y manera, y era
una forma de subirme el ánimo muy placentera ya que últimamente cada vez que
sus manos o labios tocaban mi cuerpo este despertaba a la vida atento y
dispuesto para la acción y ni siquiera mi enorme tripa podía con mis muy
revolucionadas hormonas. Mi necesidad de Edward aumentaba a cada hora y
momento. Todo me excitaba de él, todo, desde cómo se movía por el cuarto, su
cuerpo desnudo, como se vestía, su forma de conducir, de comer, de regañar a
los becarios para que hicieran bien las cosas, en fin, sería mejor decir qué no
me excitaba de él y la lista se reduciría a una simple hoja en blanco. Él muy
ladino, naturalmente, se daba cuenta de eso y me hacía rabiar a menudo
obligándome a esperar para darme lo…que ansiaba de él.
Mi embarazo iba bien, me sentía torpe, pesada, pero bien. Ya
sabíamos que iba a ser un hermoso niño aunque aun no decidíamos el nombre
porque Edward no quería ponerle el suyo.
Y aquí estaba yo, sentada como buenamente podía en el sillón
cuando escuché el timbre de la puerta sonar. Edward estaba en la ducha por lo
que era muy difícil que lo escuchara, así que me levanté lo más presurosa que
pude a abrir la puerta. Y cuando lo hice lo primero que vi fue una enorme
tripa, el doble de gorda que la mía, que entraba por la puerta seguida de una
muy cansada Chelsea y un no menos agotado Carlos.
—Tengo que salir de viaje por un periodo no inferior a
quince días y como nos dijisteis que si eso pasaba….podía venir a quedarse con
vosotros -dijo Carlos un poco azorado señalando a Chelsea y su enorme barriga y
mirándonos después a mí y a Edward que bajaba en ese momento.
**IT: película del mismo nombre basada en un libro de S.
King
**Los cuatro fantásticos: películas de superhéroes en la que
uno de ellos recibe el sobrenombre de Hombre elásticos por su capacidad de
estirarse para llegar a cualquier lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si os parece que me lo merezco dejadme un comentario