DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en este fic me
pertenecen, son propiedad de S. Meyer.
Capitulo 16: Apagón y
control de aduanas.
Pov Bella.
¿Qué tripa se les habría roto a esas dos conmigo?, yo no las
conocía de nada, solo sabía que eran la antigua secretaria de Edward y la
secretaria de Esme. Por el rabillo del ojo veía a Edward hablar con su madre
sin dejar de mirarlas, seguramente estaba pensando lo mismo que yo, ¿no sería
alguna de ellas o las dos las que…? Pero en estos momentos no podía ni
acercarme a ellos para hablar ya que dos becarios del periódico me habían
acorralado y no dejaban de darme la vara. ¡Por dios que par de muchachos más pesados
y aburridos!, para más inri, pretendían ligar conmigo delante de mi pedazo de
hombre que además de eso era su jefe y….argggg ¿que no tenía bastante con
Scooby doo? Y para colmo, Edward les miraba mal, muy mal, tan mal que hasta me
daba miedo y yo no sabía cómo quitármelos de encima. La verdad es que los veía
a los dos en la calle.
Los traidores de mi madre, Emmett, mi padre y Rose se habían
ido con Carlisle a una especie de tour por todo el edificio dejándome sola ante
el peligro , Rossie se había enrollado con una redactora joven muy simpática y
Alice, mi muy querida amiga Alice, había recibido una llamada de Kate para que
pasase a buscarla a la oficina pues no tenia coche para ir al aeropuerto a
despedirme ya que Garrett, en cuyo coche había ido a trabajar, no podía venir
por un inconveniente de última hora, y yo…argggg a mi no me habían dejado irme
con ninguno de ellos estos dos pedazos de plastas. A ver Bella céntrate que estos dos no son nada comparado con Scooby
doo y además con todo por lo que has pasado esto no es nada, discúlpate
amablemente y vete a buscar a tu hombre al que están a punto de saltarle
chispas de los ojos no vaya a ser que tengamos un incendio y el Coloso en
Llamas pase de ser una ficción a convertirse en realidad.
—Esto…ummm…si me perdonáis, creo que MI PROMETIDO me reclama
–dije enfatizando el prometido mirando a las dos nuevas brujas que se habían
añadido al club de matemos a Bella con la mirada.
—Oh sí, está bien, ya te hemos robado mucho tiempo –dijo uno
de ellos, el rubio de la coleta ¿cómo dijo que se llamaba?, James…sí…creo que
era James. Me separé del burro de Shreck y de Sid, lo digo por lo pesados que
me estaban resultando, y me fui a buscar a mi pedazo de hombre. Mientras me
acercaba no pude evitar saludar a Lauren, la secretaria de Esme, de manera
sarcástica juntando dos dedos y llevándolos a mi frente haciéndole una especie
de saludo militar que acompañé con una enorme y burlona sonrisa. Lauren me miró
con el ceño mas fruncido aun. No sabía qué narices les pasaba conmigo, aunque
tenía una ligera sospecha, pero me lo estaba pasando pipa desafiándolas.
Ya una vez en su despacho y mientras Edward me atraía hacia
sí, pude escuchar lo que Esme decía en respuesta a una evidente pregunta de mi
novio, ja,ja,ja, sospechas confirmadas
—Pues está muy claro hijo —, decía Esme rodando los ojos— es
un ejemplo muy esclarecedor de lo que te decíamos ayer. Como una chica no
reuniese las cualidades que andabas buscando en esa supuesta mujer perfecta, ni
siquiera la mirabas. Jessica y Lauren llevan haciéndote ojitos, muecas, gestos
y muchas más cosas innombrables desde que empezaron a trabajar aquí. Solo las
faltaba desnudarse en tu presencia, cosa que no tengo la menor duda que
cualquiera de las dos haría sin dudar, aunque creo que no les serviría de nada
–grrrrr solo de pensar en eso me entraban ganas de ir y asesinarlas muy
despacio, lenta y tortuosamente. Bella
céntrate y deja tus instintos asesinos de lado que tu pedazo de hombre es un
santo varón y ellas no tienen nada que hacer con él, es tuyo y solo tuyo metete
eso en la cabeza.
—Sí, sí eso lo sé, no soy tan estúpido –le contestó mi
pedazo de hombre con fingida indignación —a veces me daban ganas de facturar a
Jessica para otra sección, pero sigo sin entender que les pasa con mi Bella.
—Obvio, hijo obvio, la odian porque ha conseguido lo que
ellas no.
—¿Y no será alguna de ellas entonces las que…?
—Ummmm es una posibilidad, hemos de hablarlo con tu padre y
con tu abuelo, llamaré a mi padre en primer lugar y luego buscamos a Carlisle
–contestó cogiendo el teléfono para llamar, cosa que Edward aprovechó para
confirmarme los celos que estaba sintiendo.
—Ya pensaba que tenía que intervenir para rescatarte de las
garras de esos dos…. becarios de pacotilla y dejarles bien claro que esa mujer
a la que ellos se atreven a mirar es MIA.
—Tranquilo amor, no tienes de que preocuparte, el burro de
Shreck y Sid no son rivales para ti.
—¿El burro de Shreck y Sid? –me preguntó dándome la sonrisa
torcida que provocaba la inundación instantánea de mis bragas.
—Ummm no se me ocurrían en ese momento dos personajes más
pesados que esos –dije arrancando a Edward y Esme una carcajada tan estruendosa
que consiguió que Marco al otro lado de la línea telefónica, agarrase un cabreo
de mucho cuidado ya que según él lo que estaba pasando no era para tomárselo a
broma. Pero después de las explicaciones de su hija al final acabo riéndose con
nosotros, prueba fehaciente de que esos dos pelmazos era famosos.
—Vamos a buscar a los demás y de paso le contamos a
Carlisle, además se os hace tarde para ir al aeropuerto.
—Estoy seguro de que el avión nos esperará –contestó mi
novio con sarcasmo.
—Jessica ¿se puede saber qué diablos haces aquí
cuchicheando?, ¿que no tienes trabajo que hacer? –le amonestó Esme visiblemente
enfadada. Jessica se disculpó con Esme pero antes de volver a su sitio me lanzó
una mirada asesina a la que yo respondí haciéndole el mismo gesto con la mano
que antes le había hecho a Lauren. A ver si se creían estas aprendices de
Úrsula que iban a poder conmigo. Edward, que vio mi gesto, sonrió ladinamente y
me plantó tal beso en los labios que dejó a las dos brujas del mar con la boca
tan abierta como un buzón de correos y el ceño tan fruncido que de seguro les
iba a quedar la arruga permanente.
Sin más dilación nos marchamos de ahí en busca de Carlisle y
los demás. Pude descubrir a mi sobrina Rossie totalmente enrollada con Nessie
quien parecía muy a gusto con ella, aun así pensé en acercarme y confirmarlo,
Rossie podía ser muy… intensa a veces.
—Déjala con ella –me dijo Esme al ver mi intención de ir a
rescatar a la pobre redactora de mi sobrina –a ella le gustan mucho los niños,
tiene tres sobrinos y es una chica muy agradable, Rossie estará bien. Vamos a
buscar a los demás.
—De todos modos, voy a ir a decirle que se comporte ya que
no me fio un pelo –le dije a Esme separándome un poco de ellos. Pero por el
camino ocurrió algo muy extraño, todas las luces del edificio se apagaron y la
única luz que entraba era la que provenía de las ventanas, cuyas persianas aun
estaban echadas y sus puertas cerradas a cal y canto a esas horas de la mañana,
cosa bastante extraña ya que en Chicago a estas alturas de la mañana ya lucía
el sol. ¿Qué diablos pasaba aquí?, unos gritos me helaron la sangre en las
venas al tiempo que un personaje que no se sabía si era hombre o mujer pues
llevaba puesta una máscara de esas antigás dándole el aspecto de un oso hormiguero,
me agarraba por detrás.
—¿Pero se puede saber quién eres y como te atreves a ponerme
una sola mano encima? ¡SOCORRO!, ¡maldita sea tu estampa!, ¡no te vas a salir
con la tuya! –le dije forcejeando con él y dándole un mordisco en la manaza que
se había atrevido a posar en mi boca para callarme al tiempo que le daba mi
consabido golpe de gracia. Y un nuevo alarido esta vez de dolor rompió el
inusitado silencio que había en la sala, cosa que aproveché para zafarme de él,
pero no tuve éxito, otro que debía tener salva sea el sitio de hormigón armado,
pufff Bella un poco mas de fuerza hija no seas tan blandengue. Me
cogió medio en volandas y me llevó corriendo hacia las escaleras, mala idea, sí
señor, muy mala idea porque en ese momento aparecían Rose y mi madre, seguidas
de los demás. Al ver la escena ni cortas ni perezosas se lanzaron contra el
individuo. Mi madre se subió a su chepa intentando ahogarle con sus manos al
tiempo que le intentaba sacar la máscara desde atrás, mientras Rose le daba
golpes por donde podía y yo hacía lo mismo. Escuché como Carlisle llamaba por
teléfono y mi padre y Emmett intentaban que Rose y yo soltáramos al individuo
para tomar el mando de la situación. En un momento que alcé la cabeza para ver
si le podía propinar otro buen mordisco al oso hormiguero, vi como Edward, con
la cara desencajada, y Esme también intentaban llegar a donde nos encontrábamos.
Mi madre había conseguido levantarle la máscara y yo, en un
momento de descuido por su parte, se la quité del todo y que a tiempo se la
quité ya que de repente noté que me fallaban las fuerzas y que Rose a mi lado
se había desplomado totalmente al igual que los demás. El hermano Pájaro de
turno, en ese momento empezó a respirar con dificultad y yo, presa de un
momento de lucidez, me puse la máscara rápidamente lo que ocasionó que mi
respiración volviese a ser normal. Mi secuestrador frustrado se cayó hacia
atrás quedando encima de mi pobre madre que se había desmayado también. Me
parece que alguien había sido víctima de su propia trampa. Como pude le removí
para que mi madre no tuviera que soportar su horrible peso y al darle la vuelta
descubrí unas esposas, perfecto. Las cogí y poniéndole los brazos por detrás se
las puse. Uno que al despertar se iba a llevar una sorpresa. Todo estaba en
silencio, solo yo quedaba en pie.
Me acerqué a los demás para ver como se encontraban, pero
¿cómo iban a estar?, fritos, mas dormidos que la princesa esa del cuento...mi
padre hasta estaba roncando. Cogí el teléfono de Carlisle ya que alguien estaba
hablando y maldiciendo al otro lado de la línea.
—¿Sí?, ¿quién es? –dije como pude sin reconocer siquiera mi
voz a través de la máscara.
—¿Cómo que quien es?, ¿nos está tomando el pelo?, usted nos
ha llamado, soy el detective Nahuel Andersen, ¿y usted es?
—Me llamo Isabella Swan, ahora mismo le hablo como puedo a
través de una máscara, alguien me ha intentado secuestrar y…—procedí a relatar
al tal Nahuel los hechos tal y como los había vivido y él me prometió acudir
personalmente, más le valía, sí señor.
Me levanté del suelo donde estaba agachada para ver si podía
descubrir a Edward y lo vi tirado al lado de Esme, a pesar de sus intentos
ninguno de los dos había logrado llegar hasta mi a tiempo. Mi sobrina estaba en
el regazo de la pobre Nessie quien tenía la cabeza apoyada en el respaldo de la
silla. Resolví ir primero a ver a mi novio y mi futura suegra. Por el camino me
tropecé con James y Mike, alias burro de Shreck y Sid, que estaban tirados en
el piso todo despanzurrados. Un vistazo un poco más adelante me permitió ver
algo que puso el punto de humor al momento y lamenté no tener una cámara de
fotos para inmortalizarlo. Lauren, estaba profundamente dormida con la cabeza y
la espalda puestas en el suelo, pero tenía el culo levantado hacia arriba y las
piernas y pies descasaban en la silla. Jessica a su lado estaba a cuatro patas
con la cara apoyada en el estómago de Lauren. Me permití unos segundos de risa
silenciosa, pero no era momento para perderlo en tonterías, así que seguí mi
camino. Al fin logré llegar hasta mi pedazo de hombre que …¡ay por Dios!,
tirado de esa forma como estaba tirado…en esa postura…mis bragas empezaron a
dar señales de vida reclamando un cambio rápido o un secador…es que esa
postura, ese gesto, esa cara, ufffffff ¡qué calor!, vamos a ver Bella céntrate,
estamos en medio de un secuestro frustrado, todo bicho viviente a tu alrededor
ha decidido ir a visitar a Morfeo y tu eres el único ser despierto en la sala
¿quieres dejar de imaginar escenas eróticas en tu cabeza y estar a lo que
tienes que estar?, me acerque por fin a ese pedazo de hombre tan sexy hasta
dormido ignorando el océano en que se habían convertido mis bragas.
—Edward, Edward, amor ¿estás bien? – vi como poco a poco iba
recuperando la consciencia
—Sí, yo estoy perfectamente, intenté llegar hasta ti pero no
pude de repente me sentí muy cansado y no recuerdo nada mas ¿qué tal estás tú?
–me respondió y cuando abrió los ojos del todo pegó un respingo y me miró
asustado ¿por qué?, ¿tan horrible estaba?, obvio mujer pensé dándome cuenta de
la situación, todavía pareces un marciano con esa extraña mascara puesta en tu
cara y que antes adornaba la cara del supuesto hermano Pájaro. Me la retiré un
poco para que viera que era yo ya que si él había despertado es que ya no había
tanto peligro, o al menos eso esperaba, por lo menos el delincuente en potencia
estaba atado. Edward relajó su gesto al ver que debajo de la máscara estaba yo.
–¿Qué haces con eso puesto?, vi como un individuo te cogía
en brazos, intenté llegar pero no pude ¿qué paso? –me preguntó aun aturdido.
—Se la quite a aquella piltrafa humana que esta noqueado al
lado de las escaleras junto a mis padres, Carlisle, mi hermano y Rose. El muy
subnormal quería secuestrarme pero al apagarse las luces no sé porqué pero me
pensé lo peor y estaba preparada, le di un buen mordisco y le asesté mi golpe
maestro pero no conseguí mucho más que un alarido la verdad, hasta que mi madre
y Rose llegaron al rescate. Le quitamos como pudimos la máscara esta de la cara
y al ver que todos caíais como moscas me la puse.
—Tenemos que llamar a la policía antes de que despierte –me
dijo incorporándose. Los trabajadores del periódico iban despertando poco a
poco…Esme también estaba emergiendo y Carlisle y los otros ya se acercaban
dando tumbos hacia donde estábamos. Rose se acercaba a por su hija que todavía
estaba despejándose junto a Nessie.
—Nos han echado algo por el conducto de ventilación, ¿estáis
bien? –preguntó Carlisle mirándonos a nosotros aunque la pregunta iba dirigida
a todos en general.
—Ya he hablado con la policía, están por venir –les dije
entregándole a Carlisle su teléfono.
—Bella hermanita ¿cómo estás?– me dijo Emmett —no me lo
puedo creer, ¿pudiste tu sola con ese individuo de allí?, recuérdame no meterme
nunca contigo –dijo con sorna para intentar aliviar la tensión.
—Bueno…tuve ayuda, antes de que se desplomaran –contesté
mirando a mi madre y a Rose quienes no miraban a Emmett nada bien, Rose tenía
esa expresión de ya te daré yo a ti el valorar tan poco a las mujeres. Emmett
tragó saliva.
—El secuestrador está despertando –dijo mi padre al ver que
se removía pataleando como si fuera una cucaracha, hay que ir a por él antes de
que se levante y…
—Tranquilo, le até con sus propias esposas y aquí está la
llave –dije enseñándoselas a todos y en ese momento note como la erección de
Edward volvía a la vida tan rápidamente como se durmió ya que tenia uno de mis
brazos más o menos apoyado sobre él ¿y ahora qué diablos había hecho?, me
pregunté mirándole y haciéndole la pregunta muda con los ojos.
—¡Dios Bella, solo con pensar en ti esposando a ese tipo,
peleando con él, quitándole la máscara…! –me dijo muy bajito al oído. A ver
hijo por favor que esto es una emergencia, parecemos dos adolescentes
hormonados, obsesos y salidos, ¿hay alguna situación en la que no nos excitemos
el uno al otro?, me pregunté mientras mis bragas me lanzaban un SOS
desesperado. Por el rabillo del ojo pude observar como los demás se habían dado
cuenta de la situación y estaban riéndose muy disimuladamente, bueno solo se
reían Rose, Esme, Emmett y mi madre, ya que la expresión de los hombres…bueno
no sabría definir su expresión sobre todo la de mi padre porque Carlisle
parecía estar aguantándose la risa. ¡Por Dios santo!, ¡qué vergüenza!
—¿Qué ha pasado?, ¿por qué me he quedado dormida de pronto
encima de Nessie? –nos preguntó mi sobrina que se acercaba en ese momento en
brazos de Rose y con la joven redactora que estaba muy confundida.
—No hay de qué preocuparse bonita, es que de vez en cuando
hacemos simulacros para que toda la gente que trabaja aquí este prevenida –le
dijo mi Edward haciendo gala de lo buen padre que iba a llegar a ser.
—Ahhhh, yo creí que eran los que no quieren que Bella y tu
se casen— caray con la niña de los
demonios ¿había algo que se le escapase a esta mocosa?, pensé para mi
mientras el resto de la redacción que había cobrado vida de nuevo se nos
acercaban a pedir una explicación, Esme tomo el mando de la situación,
contándoles lo que había sucedido y relatando por encima la historia sin entrar
en muchos detalles. He de aclarar que más de uno se río cuando contó que
Cruella y la Madrastra estaban encarceladas pero me alarmó un poco el gesto que
ponían el burro y Sid. Miré a Edward que me devolvió la mirada diciéndome en
silencio que el también lo había notado. En el momento en que el relato iba por
la parte de los mensajes amenazadores contra mi persona, Esme miro de muy mala
manera a Lauren y Jessica, las cuales la sostuvieron la mirada con un gesto de
inocencia como muy sospechoso, y el gesto de los dos becarios no era tampoco
nada halagüeño. ¡Dios!, esto era cada vez mas lioso. Yo las miré a mi vez con
un claro gesto sarcástico apretándome aun más contra Edward, estaba claro que
eso las ponía de mal humor. No sé si serian ellas o no las culpables de los
mensajes y de todo lo que estaba sucediendo, pero yo me lo pasaba pipa
desafiándolas y dejándolas claro que Edward era MI pedazo de hombre, no el
suyo.
—Buenos días, soy el detective Andersen del Cuerpo de la
policía de Chicago –anunció el policía en cuestión entrando en la redacción del
periódico. Junto a él venía el mismo agente que nos había atendido en la
comisaria el día anterior y a mí me recordaron en ese momento a Hernández y
Fernández por lo que no pude evitar una sonrisa. El pobre hombre nada más
entrar miró desesperado a todos lados y un claro gesto de alivio se vio en su
cara cuando se percató de que solo estábamos tres de las ocho, bueno cuatro
porque en ese momento llegaban Aro y Sulpicia.
—La señorita Swan ya me ha dado un resumen telefónico de los
hechos aquí acontecidos, ahora si son tan amables de…—y al ver que nosotras
tres le cortábamos para empezar a hablar como solo nosotras sabíamos, a nuestra
propia y peculiar manera, alzó de nuevo la mano haciéndonos callar, vaya este tenía
peores pulgas que el compañero.
—De una en una por favor, y a ser posible que hablen los
hombres, Jefe Swan ¿nos hace el honor?—, vaya,
vaya, vaya, con nuestro amigo el policía, cría fama y échate a dormir, pero lo
que él no sabe era que yo tengo más información. Por algo soy la única de los
presentes que no me he ido de viaje con Morfeo.
—Señorita Swan –me dijo el detective Nahuel sacándome de mis
pensamientos y mirando en vez de a mí a Nessie, y la miraba de tal forma que… creo que tengo pañuelos de papel en el bolso
para prestarle uno al pobre hombre. Los agentes de policía también son humanos
¿no?, Nessie le devolvía la mirada como si estuviera embobada.
—Este…errr…señorita Swan –volvió a repetir el detective
enamorado –sería tan amable de contar a partir del desmayo de los demás y a ser
posible hágalo usted sola –agregó mirando a las otras tres.
—Ahh...si…pues verá usted y paso a paso le relaté mi versión
de los hechos, de vez en cuando Renée y Rose metían baza en la parte en la que
arremetimos los tres contra el secuestrador y el detective enamorado empezó a
desesperarse un poco y respiró aliviado cuando llegué al momento del desmayo de
mis compañeras de fatigas. Seguí contando hasta que despertaron todos, momento
en que Renée, Rose y Esme empezaron a meter baza de nuevo.
—Suficiente…ya…tengo…suficiente información. Las felicito
por haber sido capaces de vencer a un personaje como el que tenemos prisionero,
claro que…. esto… errrrr…me pregunto si alguna vez tuvo una sola oportunidad
–nos dijo mientras seguía embobado mirando a Nessie por lo que tuve claro que
ese último pensamiento había sido dicho en voz alta involuntariamente. Nessie
por su parte tenía la misma expresión de bragas inundadas que debía poner yo
cuando se trataba de mi pedazo de hombre.
—Dado que tienen que marchar hacia España y no pueden
demorarse más, pueden ustedes firmar la declaración aquí mismo –nos dijo el
agente malas pulgas pasándonos un papelito a todos –ruego a los demás que no se
marchen ya que tendremos que interrogarles para llegar hasta el fondo de este
asunto. Señorita Swan creo que tiene usted la llave de las esposas, si es tan
amable de dármelas antes de irse. Ustedes pueden marcharse, todos menos el Sr.
Carlisle Cullen.
Una vez que hubimos firmado la declaración y yo le había
dado las llaves de las esposas al policía malas pulgas, empezamos a desfilar
hacia la puerta. Carlisle se despidió de nosotros con un abrazo y un beso
prometiéndonos que investigaría a fondo a todos y todo y eso incluía a Jessica
a Lauren y resto del personal de la redacción ya que le dije que no me gustaba
la mirada que tenían burro y Sid. Aro también se despidió con un fuerte abrazo
prometiendo lo mismo que Carlisle y Cayo, que llegaba en ese momento, nos juro
que también llegaría al fondo del asunto. Sulpicia se apuntó a venir a
despedirnos.
Llegamos al aeropuerto donde nos esperaban unas muy
histéricas Alice, Kate e Irina a las que habíamos llamado contando las
novedades. Los chicos también estaban igual de preocupados.
—Vamos que si no me llega a llamar Kate para que vaya a
buscarla también estoy yo durmiendo como un pajarito –dijo Alice toda cabreada
al pensar en lo que había sucedido –ya te dije alguna vez hermano que no te
fiaras de esas dos, pero tu ni caso, nunca haces caso…arggggg –añadió toda
molesta con Lauren y Jessica.
—A ver hermanita solo miraban a Bella de mala manera, no hay
pruebas de que sean ellas quienes…
—No importa si hay pruebas o no, la próxima vez que se
atrevan a mirar a Bella de mala forma las mato, te juro que las mato, les cojo
esos pelos oxigenados de bruja que tienen y estiro todo lo que pueda hasta
arrancárselos de cuajo, la arrastró por el suelo, las pisoteo y…se detuvo al
encontrarse en su escenificación de un asesinato perfecto con la cara muy poco
amable de uno de los policías del aeropuerto. Alice, se le quedo mirando
impasible.
—¿Es que una no puede soñar con hacer añicos a una zorra
quita novios? –le preguntó mientras Jasper la cogía muy disimuladamente del
brazo y se la llevaba de ahí. Aimss mi amiga del alma que no era capaz de estar
callada ni cinco microsegundos de nada.
Después de los consabidos besos y abrazos y de volver a
cantar todos juntos nuestra canción de despedida bajo la atenta mirada de todo
el mundo, pasamos por la puerta de embarque que llevaba a los aviones privados.
Era maravilloso poder llegar a un avión sin antes pasar por
las famosas maquinas que te escaneaban hasta la talla de bragas después de
tener que desnudarte de arriba abajo. Pero…craso error, mi gozo en un pozo, dos
agentes de aduanas nos esperaban muy dispuestos al escrutinio en una sala donde
nos hicieron pasar. Dados los últimos acontecimientos, el avión había sido
revisado de arriba abajo minuciosamente y todos los guardaespaldas se tuvieron
que identificar uno a uno, justificando la presencia de las armas. En ese
momento miré a mi madre quien nos miraba a su vez con su mejor expresión de
inocencia. Ni que decir tiene que las armas fueron facturadas con el resto del
equipaje que no era de mano. Hasta aquí todo iba bien. Y digo que hasta aquí
todo iba bien porque con gran y enorme ¡horror! nos dimos cuenta que teníamos
que pasar nuestros bolsos por un escáner, pero si volábamos en un avión privado
¿no se supone que en un vuelo privado no pasan estas cosas? mi padre, Edward,
Emmett y Renée que ya habían declarado las armas pasaron sin mayor problema. Lo
malo fue cuando nos tocó el turno a Rose y a mí. Mientras la maquina pitaba y
pitaba, mostrando la presencia de algo esto…ejemm…llamémosle peligroso, Rose y
yo compusimos nuestros mejor y más perfecto gesto de inocencia.
—Señoritas…—empezó el agente de la aduana con toda la
educación del mundo, pero Rose y yo teníamos que dar la puntilla.
—Señora, si no le importa. Aquí mi cuñada si es señorita
pero no por mucho tiempo, se casa dentro de tres meses con este hombre tan
guapetón, pero yo soy señora desde hace seis años y esta de aquí es…
—Señora, señorita –dijo el señor agente armándose de
paciencia como siempre hacia la autoridad competente en nuestra presencia, ¿tan
plastas éramos? –que usted esté casada desde hace seis años y aquí la señorita
lo vaya a hacer dentro de poco no explica el motivo de porque llevan ustedes
armas dentro de un bolso.
—Esto…pues… ¿armas?, ¿qué armas?
—Señor agente –dijo mi madre interviniendo aprovechando que
mi padre Edward y Emmett estaban sin palabras al igual que los guardaespaldas
–verá usted, aquí mi hija la que se casa dentro de tres meses y esta otra que
es mi nuera, bueno solo mi hija, mi nuera no está siendo amenazada, al menos no
directamente pero ya sabe al vivir juntas y ser familia... pero vamos que…es a
mi hija a la que están amenazando vaya usted a saber dios quien, y hemos tenido
algunos incidentes desagradables, así que aquí mi marido, que es el Jefe de
Policía de Forks, les ha dejado un arma a cada uno para que puedan defenderse
ya sabe en caso de … ah y mi hijo es agente del…
—¿Qué?– sentí más que escuché el gruñido de mi padre —¿qué
yo qué?
—No serás capaz de dejar a tu hija sin protección allá en
España, ¿no?, siempre te he considerado demasiado sobreprotector y ahora que
necesita que la protejas no lo haces. De verdad Charlie Swan no te entiendo.
—Vamos a ver si me entero –dijo el agente rascándose y
sobándose la nariz –dice usted que su hija, aquí la futura esposa, está siendo
amenazada, cosa de la que ya estamos enterados y las armas se las ha dado su
marido que es Jefe de Policía en Forks para su protección, ¿he entendido bien?,
pero si no me equivoco y a juzgar por la reacción de su marido…
—Las armas se las he dado yo a escondidas de mi padre
–intervino Emmett poniéndose en modo profesional –verá usted soy del Servicio
Secreto –añadió enseñando su placa —y estoy destacado en la Embajada española,
lo de las amenazas es cierto y bueno…mi padre…aquí el Jefe Swan es cierto que
es muy sobreprotector pero al tiempo bueno…no le gusta que su hija ande con
armas pero…soy perfectamente consciente de que mi hermana y mi mujer saben
usarlas y…es conveniente que las lleven dada la situación que atravesamos. Por
supuesto la dos tienen la correspondiente licencia en orden y al día.
—¿Y sabe alguna de ustedes usar dos armas a la vez?, ¿por
qué yo aquí veo dos en uno de los bolsos? –yo puse las manos cruzadas a mi
espalda y empecé a mirar a todos los lados con expresión inocente y silbando
como si la cosa no fuera conmigo.
—¿Bella?– me increpó mi padre –jooder ¿porque yo?, ¿no podía
ser Rose?
—Ahora mismo eres la viva imagen de un ángel, bajado del
cielo a escobazos pero ángel al fin y al cabo y esa expresión ya me la conozco
–acuso mi padre levantando mi barbilla para que le mirara a los ojos y
respondiendo a mi pregunta mental.
—Bueno esto…es que…una es… de repuesto –eso sí de repuesto
–inventé mirando directamente a la cara de mi padre. La verdad es que una de
ellas era para Edward, pero no tenía licencia de armas a pesar de saber usarla
perfectamente así que las pasaba yo en su lugar…por si las moscas…y menos mal.
Pensé que Emmett le ayudaría a sacarse la licencia en España, aunque en ese
país era más difícil que en el nuestro. Era evidente que no podía decir la
verdad así que…Por supuesto mi padre sabía que era una trola pero calló, solo
calló.
—¿Y porque no declararlas? –dijo otra vez el muy
impertinente agente.
—Bueno este…verá…no pensamos que fuera necesario ya que el
avión es privado y…
—Y decidieron declarar todas las armas menos estas tres ¿y
eso es por..?
—Es evidente no, esas tres sin declarar iban de incognito
para que aquí mi marido, el ogro, no las descubriera ¿cómo íbamos a saber que
iban a revisar los bolsos?, ustedes nunca hacen lo que se espera que tienen que
hacer, como dice mi nuera el avión es privado…
—Y se nos ordenó revisar a fondo tanto el avión como a los
pasajeros –terminó el agente por mi madre –tras los acontecimientos que ustedes
vienen sufriendo y de los cuales ya sabemos, no íbamos a dejarlos subir así
como así.
—Pero si somos todos familia y estos señores son los
guardaespaldas –intervino otra vez mi madre.
—¿Y quién le dice a usted que uno de estos señores que dice
ser guardaespaldas no ha escondido un arma en el bolso de la señora o señorita
para usarla en el avión.
—Ahhhh –dijimos todos a la vez, menos mi padre y Emmett que
eran los más enterados.
—Bella, Rose, enseñarle a este señor la licencia de armas
–intervino Edward que, en ese momento, parecía que acababa de salir de un shock
profundo, protegiéndose con disimulo y como podía con mi cuerpo y mirándome de
una forma…ya conocía yo esa mirada y ese gesto…vamos si los conocía, eche un
vistazo rápido a su entrepierna, por Dios, ¿tan grande era?
–Ya hablaremos en el avión –advirtió mi padre y ese tono de
voz también lo conocía.
—Tu habla todo lo que quieras con ellas pero mi hija y mi
nuera se van a España con las armas –intervino Renée poniéndose en modo aquí se hace lo que yo digo porque lo digo
yo.
Una vez le hubimos enseñado al pobre guardia las respectivas
licencias y nuestras armas pasaron a hacer compañía a las otras en la sección
de equipajes del avión, pudimos subir a bordo sin problemas.
—¿Sabes que me has puesto a cien? –me dijo Edward una vez
estuvimos instalado en el avión –eres increíble Isabella Swan, verdaderamente
increíble, cuando dejemos a tus padres de Seattle ya te daré yo a ti armas
escondidas en el bolso —¡ay por Dios! mis bragas otra vez de nuevo en estado de
alerta roja.
El viaje hasta Seattle fue relativamente corto y cómodo. Nos
despedimos de mis padres en el mismo aeropuerto ya que evidentemente íbamos con
bastante retraso. Mi padre nos repitió por milésima vez que tuviéramos cuidado
con las armas, que eran peligrosas, que no las usáramos si no era necesario y
bla,bla, bla, nosotras aguatamos estoicamente la ultima de las retahílas. Se le
veía bastante reticente a dejarnos las armas en cuestión pero con Renée Swan no
se podía discutir cuando estaba en modo mandón. Unos compañeros de mi padre les
estaban esperando para escoltarles hasta Forks.
Me quede un rato dormida en los cómodos brazos de mi
prometido y cuando desperté era de noche. Rose y Emmett iba también dormidos y
Rossie iba estirada en dos de los asientos dormitando a su vez plácidamente.
Los guardaespaldas también estaban en brazos del dios Morfeo. O al menos eso
parecía ya que podían ser igual que los perros o lo lobos, es decir, dormir con
un ojo abierto. Pronto descubrí la razón, ya que al fondo un tal Paul no se
qué, estaba muy despierto montando guardia.
Edward despertó al mismo tiempo que yo y al ver el panorama
sonrió para sí con esa sonrisa canalla que siempre ponía cuando tramaba algo.
Mis bragas empezaron a ponerse en alerta.
—¿Qué te parece si mejoramos nuestra nota en el club?, tengo
que darte mi opinión sobre el hecho de pasar armas escondidas en un bolso.
—¿No nos oirán? –le pregunté mientras mis bragas empezaban a
colapsar solo de pensarlo.
—Si no gritas no.
—¿Tú crees que seré capaz?
—Puedo amordazarte –me dijo y mis bragas ya se declararon en
siniestro total. Me levanté todo lo de prisa que pude teniendo en cuenta el
estado en que me encontraba y más corriendo que andando fui directa a la
habitación que había en el avión con Edward detrás de mí.
—No hagáis mucho ruido –escuche a Emmett que decía –hay
algunos que deseamos dormir. Además pensad en mi hija y no tardéis mucho que
los demás también tenemos derecho –en qué momento se había despertado este
hombre. Pero no tenía tiempo de pensar en esas cosas ni tampoco de profundizar
en la mirada de chunga del tal Paul, mis bragas, que habían cobrado vida
propia, se escapaban solas y mi interior se tensaba, se tensaba y tensaba y yo
no podía detenerlo. Cuando entramos a la habitación eché el pestillo y pillé a
Edward de la solapa de la camiseta atrayéndolo hacia mí y plantándole un beso
en toda la boca, beso que él no tardó en responder con la misma intensidad.
—Que prisas, señora Cullen, quedan muchas horas de vuelo
todavía, un poco de calma por favor, no me exprima tan deprisa –me dijo
tirándome en la cama y restregando su muy excitada erección contra mi centro.
Nos volvimos a besar con pasión mientras nuestros cuerpos no dejaban de
moverse. Lenta, dolorosa y maravillosa fricción.
Nuestras ropas fueron desapareciendo de nuestros cuerpos al
mismo nivel que nuestras caricias subían de intensidad y de repente estábamos
completamente desnudos uno encima del otro. Edward bajó por mi cuerpo dándome
besos aquí y allá, entreteniéndose en mis pezones un tiempo que a mí me pareció
muy poco, bajo hasta mis muslos y llevando su mano a mi intimidad la asaltó sin
piedad introduciendo nada más y nada menos que tres de sus dedos dentro de mí,
su otra mano subió de nuevo a mis pechos, mientras que con la lengua lamia y
chupaba mi clítoris y yo…yo tenía que hacer un verdadero esfuerzo por no
ponerme a chillar de placer. Cuando vio que estaba a punto de caramelo el
muy…sacó sus dedos y dejo de lamer y chupar para ascender de nuevo por mi
cuerpo besando todos y cada uno de los pliegues de mi piel. Llegó hasta mis
labios y besándome de nuevo se posiciono en mi entrada pero no…no señor…ahora
me tocaba a mí. Le di la vuelta en un rápido movimiento y me puse a horcajadas
encima de él. Empecé a lamer y chupar todo lo que encontraba a mi paso sin
piedad mientras sus gemidos se empezaban a oír más de la cuenta por lo que puse
una de mis manos en su boca. La otra llegó hasta su miembro el cual cogí con
ella y masajee apretándole un poco yendo de arriba hacia abajo y viceversa. Me
arriesgué a quitar la mano de su boca para coger mi preciado tesoro con las dos
y comérmelo todo enterito. Y así lo chupé, lo degusté, lo mordí, lo ordeñé….
—Bella…ya no puedo más…me…voy…a… correr y quiero hacerlo
sumergido en ti…por…favor…
Saqué mi boca de ese néctar de dioses haciendo lo que mi
dueño y señor me pedía y volvía subir para sentarme de nuevo a horcajadas
encima de él, pero Edward fue más rápido y me dio la vuelta quedando encima de
mí y penetrándome de un solo golpe. ¡Oh mi Dios!, que penetración más intensa y
deliciosa, que movimientos más sincronizados y profundos, que placer mas
inmenso. Que orgasmo más extraordinario y monumental.
Nos quedamos tumbados uno encima del otro intentando
recuperarnos si es que eso era posible. Madre mía, que momento ¿serían las
alturas?, ¿o seriamos nosotros que sufríamos de un caso extraño y grave de
adolescencia tardía?
—Ha sido maravilloso Bella, el sexo contigo es espectacular,
toda tu eres espectacular, eres mi diosa, mi princesa, mi niña, mi compañera,
el amor de mi vida mi…mujer perfecta –me dijo dándome besos por toda la cara,
hombros y cuello mientras iba diciéndome todo aquello –no sabes, no te imaginas
siquiera lo mucho, muchísimo que te amo —su boca había descendido ya hasta mis
senos ¿cómo era posible que se recuperase tan rápido?—te amo tanto Bella –su
boca ya estaba por mi vientre –eres tan valiente, tan hermosa, tan capaz, tan…y
su boca calló porque se ocupó en otros menesteres mas placenteros y yo…yo que
iba a hacer sino retorcerme de placer, del placer que sus palabras y ahora su
lengua me estaban dando.
Y fueron dos asaltos mas como ese. A estas alturas de la
historia ya tenía agujetas y dudaba mucho que pudiera andar en condiciones
óptimas. Los dos descansábamos el uno en brazos del otro, sumergidos en
nuestros pensamientos, callados, en un cómodo silencio, hasta que se oyeron
unos golpes en la puerta.
—Esto…no es por molestar…pero si ya habéis acabado podrías
salir y dejar que entren los demás, no he despertado a mi Rose para nada –se
escuchó decir a Emmett desde detrás de la puerta. Los dos rodamos los ojos,
salimos de la cama, nos vestimos y al abrir la puerta nos encontramos a un muy
impaciente Emmett con los brazos cruzados apoyado en la pared de al lado.
Cuando nos vio, salió corriendo para volver con una muy adormilada Rose cargada
al hombro pasando totalmente de la expresión ahora perpleja de otro de los
guardaespaldas que seguro había sustituido al anterior. La puerta se cerró y
bueno…lo que allí pasó solo es cosa de ellos dos.
Al llegar a donde estábamos sentados vimos como Rossie se
estaba desperezando ¡horror!, ahora venia la pregunta del millón.
—¿Porque mi papa se ha llevado a mi mama al hombro y tan
deprisa?, ¿que eran esos gritos que se escuchaban?
—Esto…verás…errr —ufff la pregunta era más temible de lo que
había pensado.
—Bueno…tu mamá se puso malita, vamos que se mareó en el
avión y papá se la ha llevado al lavabo. Y en cuanto a los gritos bueno
esto…una película de miedo que teníamos puesta…si…eso…la hemos quitado al ver
que te despertabas.
—Ahhhhh –dijo y se volvió a acurrucar y dormir.
—¿Sabes?– le dije a Edward acomodándome a mi vez en su pecho
–vas a ser un padre excelente.
—Me encantará tener hijos contigo Bella, todos los que sean.
—Bueno, bueno, no pretenderás tampoco tener un equipo de
futbol –le dije con fingida indignación.
—Tendremos todos los que el destino nos mande, todos serán
el fruto de nuestro amor, pero yo quiero una niña igual, igual que tu.
—Y yo a un Eddie en pequeño.
—Nos pondremos a ello en cuanto tú quieras.
—No prefieres esperar un tiempo después de casarnos.
—No, no hay porqué, los hijos unen a las parejas, no las
desunen como muchos piensan. Solo hay que buscar el momento y el lugar para
tener nuestra propia privacidad y con tanta familia dispuesta a ayudar,
encontraremos la ocasión de eso estoy seguro, ¿no echan mano Rose y Emmet de
ti? –no sé porque en ese momento pensé en Irina, Esme, Kate y Alice, cuatro
diablos cuidando de un bebé. La cosa era hasta graciosa, pero sabía que mis ya
cuatro amigas lo harían estupendamente, pero también sabía que mis hijos iban a
terminar sabiendo latín... como poco.
Después de esa reveladora conversación me volví a quedar
dormida en brazos de mi futuro marido y no desperté hasta que la azafata del
avión nos sobresaltó por el altavoz. Estábamos en Barajas, Madrid nos abría de
nuevo sus brazos.
Nada más pisar suelo madrileño, pusimos en marcha nuestros
teléfonos móviles, el de Edward sonó avisándole de que tenia llamadas perdidas
o mensajes. Cuando miró a ver que era pude leer un mensaje que decía: tiene
siete llamadas pérdidas de ¿Chelsea? Miré a Edward con disgusto, el ceño
fruncido y una ceja levantada. Él me devolvió la mirada desconcertado y
confundido. ¿Quién coño era esa tal Chelsea?, ¿otra zorra más que añadir al
club?, menos mal que este pedazo de hombre no hacía caso a las mujeres que no
cumplían sus requisitos de mujer perfecta que si no... Un momento…a lo mejor la
tal Chelsea si los cumplía... la realidad se abrió camino en mi mente de la
manera más brusca posible…una inmensa ira se apoderó de mi al tiempo que el
alma se me caía a los pies.
-Edward Anthony Cullen Vulturi, esta me la tienes que
aclarar. ¿Quién diablos es esa mujer?, ¿por qué no me has hablado antes de
ella?, ¿qué me ocultas?
Pero no le dio tiempo a responderme, ya que mi móvil sonó anunciándome
la llegada de un mensaje, cuando lo abrí me quedé helada:
Hasta ahora has tenido suerte y te has zafado de todo, pero
solo son batallas ganadas y todavia queda mucha guerra por delante.
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